LIBRO LA EDUCACION

LA EDUCACIÓN

ELENA G. DE WHITE

"El temor de Jehová es el principio de la sabiduría".

LOS PRIMEROS PRINCIPIOS

"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria

del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma Imagen".

La Fuente de la Verdadera Educación y su Propósito

"El conocimiento del santísimo es la inteligencia". "Vuelve ahora en amistad con

él".

NUESTRO concepto de la educación tiene un alcance demasiado estrecho y bajo.

Es necesario que tenga una mayor amplitud y un fin más elevado. La verdadera

educación significa más que la prosecución de un determinado curso de estudio.

Significa más que una preparación para la vida actual. Abarca todo el ser, y todo el

período de la existencia accesible al hombre. Es el desarrollo armonioso de las

facultades físicas, mentales y espirituales. Prepara al estudiante para el gozo de

servir en este mundo, y para un gozo superior proporcionado por un servicio más

amplio en el mundo venidero.

Las Sagradas Escrituras, cuando señalan al Ser infinito, presentan en las

siguientes palabras la fuente de semejante educación: En él "están escondidos

todos los tesoros de la sabiduría".* "Suyo es el consejo y la inteligencia".*

El mundo ha tenido sus grandes maestros, hombres de intelecto gigantesco y

abarcante espíritu investigador, hombres cuyas declaraciones han estimulado el

pensamiento, y abierto a la vista vastos campos de conocimiento; y estos hombres

han sido honrados como guías y benefactores de su raza; pero hay Uno superior a

ellos. Podemos rastrear la ascendencia de los maestros del mundo hasta donde

alcanzan los informes humanos: pero antes de ellos 14 estaba la Luz. Así como la

luna y los planetas de nuestro sistema solar brillan por la luz del sol que reflejan,

los grandes pensadores del mundo, en lo que tenga de cierto su enseñanza,

reflejan los rayos del Sol de Justicia. Todo rayo del pensamiento, todo destello del

intelecto, procede de la Luz del mundo.

En estos tiempos se habla mucho de la naturaleza e importancia de la "educación

superior". Aquel con quien están "la sabiduría y el poder"* y de cuya boca "viene el

conocimiento y la inteligencia"*, imparte la verdadera educación superior.

Todo verdadero conocimiento y desarrollo tienen su origen en el conocimiento de

Dios. Doquiera nos dirijamos: al dominio físico, mental y espiritual; cualquier cosa

que contemplemos, fuera de la marchitez del pecado, en todo vemos revelado

este conocimiento. Cualquier ramo de investigación que emprendamos, con el

sincero propósito de llegar a la verdad, nos pone en contacto con la Inteligencia

poderosa e invisible que obra en todas las cosas y por medio de ellas. La mente

del hombre se pone en comunión con la mente de Dios; lo finito, con lo infinito. El

efecto que tiene esta comunión sobre el cuerpo, la mente y el alma sobrepuja toda

estimación.

En esta comunión se halla la educación más elevada. Es el método propio que

Dios tiene para lograr el desarrollo del hombre. "Vuelve ahora en amistad con él"*,

es su mensaje para la humanidad. El método trazado en estas palabras era el que

se seguía en la educación del padre de nuestra especie. Así instruyó Dios a Adán

cuando, en la gloria de una virilidad exenta de pecado, habitaba éste en el

sagrado jardín del Edén.

A fin de comprender lo que abarca la obra de la educación, necesitamos

considerar tanto la naturaleza del hombre como el propósito de Dios al crearlo. 15

Necesitamos considerar también el cambio verificado en la condición del hombre

por la introducción del conocimiento del mal, y el plan de Dios para cumplir, sin

embargo, su glorioso propósito en la educación de la especie humana.

Cuando Adán salió de las manos del Creador, llevaba en su naturaleza física,

mental y espiritual, la semejanza de su Hacedor. "Creó Dios al hombre a su

imagen", con el propósito de que, cuanto más viviera, más plenamente revelara

esa imagen -más plenamente reflejara la gloria del Creador. Todas sus facultades

eran susceptibles de desarrollo; su capacidad y su vigor debían aumentar

continuamente. Vasta era la esfera que se ofrecía a su actividad, glorioso el

campo abierto a su investigación. Los misterios del universo visible "las maravillas

del Perfecto en sabiduría", invitaban al hombre estudiar. Tenía el alto privilegio de

relacionarse íntimamente, cara a cara, con su Hacedor. Sí hubiese permanecido

leal a Dios, todo esto le hubiera pertenecido para siempre. A través de los siglos

eternos, hubiera seguido adquiriendo nuevos tesoros de conocimiento,

descubriendo nuevos manantiales de felicidad y obteniendo conceptos cada vez

más claros de la sabiduría, el poder y el amor de Dios. Habría cumplido cada vez

más cabalmente el objeto de su creación; habría reflejado cada vez más

plenamente la gloria del Creador.

Pero por su desobediencia perdió todo esto. El pecado mancilló y casi borró la

semejanza divina. Las facultades físicas del hombre se debilitaron, su capacidad

mental disminuyó, su visión espiritual se oscureció. Quedó sujeto a la muerte. No

obstante, la especie humana no fue dejada sin esperanza. Con infinito amor y

misericordia había sido trazado el plan de salvación y se le otorgó una vida de

prueba. La obra de la redención debía restaurar en el 16 hombre la imagen de su

Hacedor, devolverlo a la perfección con que había sido creado, promover el

desarrollo del cuerpo, la mente y el alma, a fin de que se llevase a cabo el

propósito divino de su creación. Este es el objeto de la educación, el gran objeto

de la vida.

El amor, base de la creación y de la redención, es el fundamento de la verdadera

educación. Esto se ve claramente en la ley que Dios ha dado como guía de la

vida. El primero y grande mandamiento es: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu

corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente".* Amar

al Ser infinito, omnisciente, con todas las fuerzas, la mente y el corazón, significa

el desarrollo más elevado de todas las facultades. Significa que en todo el ser - el

cuerpo, la mente y el alma- debe restaurarse la imagen de Dios.

Semejante al primer mandamiento, es el segundo: "Amarás a tu prójimo como a ti

mismo". La ley de amor requiere la dedicación del cuerpo, la mente y el alma al

servicio de Dios y de nuestros semejantes. Y este servicio, al par que nos

constituye en bendición para los demás, nos proporciona a nosotros la más

grande bendición. La abnegación es la base de todo verdadero desarrollo. Por

medio del servicio abnegado, adquiere toda facultad nuestra su desarrollo

máximo. Llegamos a participar cada vez más plenamente de la naturaleza divina.

Somos preparados para el cielo, porque lo recibimos en nuestro corazón.

Puesto que Dios es la fuente de todo conocimiento verdadero, el principal objeto

de la educación es, según hemos visto, dirigir nuestra mente a la revelación que él

hace de sí mismo. Adán y Eva recibieron conocimiento comunicándose

directamente con Dios, y aprendieron de él por medio de sus obras. Todas las

cosas creadas, en su perfección original, 17 eran una expresión del pensamiento

de Dios. Para Adán y Eva, la naturaleza rebosaba de sabiduría divina. Pero por la

transgresión, el hombre fue privado del conocimiento de Dios mediante una

comunión directa, y en extenso grado del que obtenía por medio de sus obras. La

tierra, arruinada y contaminada por el pecado, no refleja sino oscuramente la gloria

del Creador. Es cierto que sus lecciones objetivas no han desaparecido. En cada

página del gran volumen de sus obras creadas se puede notar todavía la escritura

de su mano. La naturaleza aún habla de su Creador. Sin embargo, estas

revelaciones son parciales e imperfectas. Y en nuestro estado caído, con las

facultades debilitadas y la visión limitada, somos incapaces de interpretarlas

correctamente. Necesitamos la revelación más plena que Dios nos ha dado de sí

en su Palabra escrita.

Las Sagradas Escrituras son la norma perfecta de la verdad y, como tales, se les

debería dar el primer lugar en la educación. Para obtener una educación digna de

tal nombre, debemos recibir un conocimiento de Dios, el Creador, y de Cristo, el

Redentor, según están revelados en la Sagrada Palabra.

Cada ser humano, creado a la imagen de Dios, está dotado de una facultad

semejante a la del Creador: la individualidad, la facultad de pensar y hacer. Los

hombres en quienes se desarrolla esta facultad son los que llevan,

responsabilidades, los que dirigen empresas, los que influyen sobre el carácter. La

obra de la verdadera educación consiste en desarrollar esta facultad, en educar a

los jóvenes para que sean pensadores y no meros reflectores de los pensamientos

de otros hombres. En vez de restringir su estudio a lo que los hombres han dicho o

escrito, los estudiantes deben ser dirigidos a las fuentes de la verdad, a los vastos

campos abiertos a la investigación en la naturaleza y en la revelación. 18

Contemplen las grandes realidades del deber y del destino, y la mente se

expandirá y robustecerá. En vez de jóvenes, educados, pero débiles, las

instituciones del saber debieran producir hombres fuertes para pensar y obrar,

hombres que sean amos y no esclavos de las circunstancias, hombres que

posean amplitud de mente, claridad de pensamiento y valor para defender sus

convicciones.

Semejante educación provee algo más que una disciplina mental; provee algo más

que una preparación física. Fortalece el carácter, de modo que no se sacrifiquen la

verdad y la justicia al deseo egoísta o a la ambición mundana. Fortalece la mente

contra el mal. En vez de que una pasión dominante llegue a ser un poder

destructor, se amoldan cada motivo y deseo a los grandes principios de la justicia.

Al espaciarse en la perfección del carácter de Dios, la mente se renueva y el alma

vuelve a crearse a su imagen.

¿Qué educación puede superar a ésta? ¿Qué puede igualar su valor?

"No se dará por oro,

Ni su precio. será a peso de plata..

No puede ser apreciada con oro de Ofir,

Ni con ónice precioso, ni con zafiro.

El oro no se le igualará, ni el diamante,

Ni se cambiará por alhajas de oro fino.

No se hará mención de coral ni de perlas.

La sabiduría es mejor que las piedras preciosas."*

El ideal que Dios tiene para sus hijos está por encima del alcance del más elevado

pensamiento humano. La meta a alcanzar es la piedad, la semejanza a Dios. Ante

el estudiante se abre un camino de progreso continuo. Tiene que alcanzar un

objeto, lograr una norma que incluye todo lo bueno, lo puro y lo noble. Progresará

tan rápidamente e irá tan lejos como fuere posible en todos los ramos 19 del

verdadero conocimiento. Pero sus esfuerzos se dirigirán a fines tanto más altos

que el mero egoísmo y los intereses temporales, cuanto son más altos los cielos

que la tierra.

El que coopera con el propósito divino para impartir a los jóvenes un conocimiento

de Dios, y modelar el carácter en armonía con el suyo, hace una obra noble y

elevada. Al despertar el deseo de alcanzar el ideal de Dios, presenta una

educación tan elevada como el cielo, y tan amplia como el universo; una

educación que no se puede completar en esta vida, sino que continuará en la

venidera; una educación que asegura al estudiante de éxito su pasaporte de la

escuela preparatoria de la tierra a la superior, la celestial. 20

La Escuela del Edén

"Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría"

EL SISTEMA de educación, instituido al principio del mundo, debía ser un modelo

para el hombre en todos los tiempos. Como una ilustración de sus principios se

estableció una escuela modelo en el Edén, el hogar de nuestros primeros padres.

El jardín del Edén era el aula, la naturaleza el libro de texto, el Creador mismo era

el Maestro, y los padres de la familia humana los alumnos.

Creados para ser la "imagen y gloria de Dios"*, Adán y Eva habían recibido

capacidades dignas de su elevado destino. De formas graciosas y simétricas, de

rasgos regulares y hermosos, de rostros que irradiaban los colores de la salud, la

luz del gozo y la esperanza, eran en su aspecto exterior la imagen de su Hacedor.

Esta semejanza no se manifestaba solamente en su naturaleza física. Todas las

facultades de la mente y el alma reflejaban la gloria del Creador. Adán y Eva,

dotados de dones mentales y espirituales superiores, fueron creados en una

condición "un poco menor que los ángeles",* a fin de que no discernieran

solamente las maravillas del universo visible, sino que comprendiesen las

obligaciones y responsabilidades morales.

"Y Jehová Dios plantó un huerto en Edén, al oriente; y puso allí al hombre que

había formado. Y Jehová Dios hizo nacer de la tierra todo árbol delicioso a la vista,

y bueno para comer; también el 21 árbol de vida en medio del huerto y el árbol de

la ciencia del bien y del mal".* En ese lugar, en medio de las hermosas escenas de

la naturaleza que no había sido tocada por el pecado, habían de recibir su

educación nuestros primeros padres.

Por el interés que tenía en sus hijos, nuestro Padre celestial dirigía personalmente

su educación. A menudo iban a visitarlos sus mensajeros los santos ángeles, que

les daban consejos e instrucción. Con frecuencia, cuando caminaban por el jardín

"al aire del día", oían la voz de Dios y gozaban de comunión personal con el

Eterno. Los pensamientos que él tenía para con ellos eran "pensamientos de paz,

y no de mal".* Sólo deseaba para ellos el mayor bien.

Adán y Eva estaban encargados del cuidado del jardín, para que lo guardaran y lo

labrasen. Aunque poseían en abundancia todo lo que el Dueño del universo les

podía proporcionar, no debían estar ociosos. Se les había asignado como

bendición una ocupación útil, que habrá de fortalecer su cuerpo, ampliar su mente

y desarrollar su carácter.

El libro de la naturaleza, al desplegar ante ellos sus lecciones vivas, les

proporcionaba una fuente inagotable de instrucción y deleite. El nombre de Dios

estaba escrito en cada hoja del bosque y en cada piedra de las montañas, en toda

estrella brillante, en el mar, el cielo y la tierra. Los moradores del Edén trataban

con la creación animada e inanimada; con las hojas, las flores y los árboles, con

toda criatura viviente, desde el leviatán de las aguas, hasta el átomo en el rayo del

sol, y aprendían de ellos los secretos de su vida. La gloria de Dios en los cielos,

los mundos innumerables con sus movimientos prefijados, "las diferencias de las

nubes"*, los misterios de la luz y el sonido, del día y de la noche, todos eran temas

de estudio para los alumnos de la primera escuela de la tierra. 22

El Infinito Autor de todo abría a sus mentes las leyes y operaciones de la

naturaleza, y los grandes principios de verdad que gobiernan el universo espiritual.

Sus facultades mentales y espirituales se desarrollaban en la "iluminación del

conocimiento de la gloria de Dios"*, y disfrutaban de los más elevados placeres de

su santa existencia.

No sólo el jardín del Edén, sino toda la tierra era sumamente hermosa al salir de la

mano del Creador. No la desfiguraban ninguna mancha de pecado ni sombra de

muerte. La gloria de Dios "cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza".

"Cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de

Dios"*. De ese modo era la tierra un emblema adecuado de Aquel que es "grande

en misericordia y verdad"* un estudio propio para los seres creados a su imagen.

El huerto del Edén era una representación de lo que Dios deseaba que llegase a

ser toda la tierra, y su propósito era que, a medida que la familia humana creciera

en número, estableciese otros hogares y escuelas semejantes a los que él había

dado. De ese modo, con el transcurso del tiempo, toda la tierra debía ser ocupada

por hogares y escuelas donde se estudiaran la Palabra y las obras de Dios, y

donde los estudiantes se preparasen para reflejar cada vez más plenamente, a

través de los siglos sin fin la luz del conocimiento de su gloria.. 23

El Conocimiento del Bien y del Mal

"Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente

reprobada".

AUNQUE creados inocentes y santos, nuestros primeros padres no fueron

puestos fuera de la posibilidad de obrar mal. Dios podía haberlos creado de modo

que no pudieran faltar a sus requerimientos, pero en ese caso su carácter no se

habría desarrollado su servicio no hubiera sido voluntario, sino forzado. Les dio,

por lo tanto, la facultad de escoger, de someterse o no a la obediencia. Y antes

que ellos recibieran en su plenitud las bendiciones que él deseaba impartirles,

debían ser probados su amor y su lealtad.

En el huerto del Edén se hallaba "el árbol de la ciencia del bien y del mal. . . Y

mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer;

mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él

comieres, ciertamente morirás"*. Dios quería que Adán y Eva no conocieran el

mal. El conocimiento del mal -del pecado y sus resultados, del trabajo cansador,

de la preocupación ansiosa, del descorazonamiento y la pena, del dolor y la

muerte-, les fue evitado por amor. 24

Mientras Dios buscaba el bien del hombre, Satanás buscaba su ruina. Cuando

Eva, al desobedecer la advertencia del Señor en cuanto al árbol prohibido, se

atrevió a acercarse a él, se puso en contacto con el enemigo. Una vez que se

despertaron su interés y su curiosidad, Satanás procedió a negar la palabra de

Dios, y a insinuar desconfianza en su sabiduría y bondad. A la declaración de la

mujer con respecto al árbol de la ciencia: "Dijo Dios: No comeréis de él, ni le

tocaréis, para que no muráis", el tentador respondió: "No moriréis; sino que sabe

Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como

Dios, sabiendo el bien y el mal".*

Satanás deseaba hacer creer que este conocimiento del bien mezclado con el mal

sería una bendición, y que al prohibirles que tomasen del fruto del árbol Dios los

privaba de un gran bien. Argüía que Dios les había prohibido probarlo a causa de

las maravillosas propiedades que tenía para impartir sabiduría y poder, que de ese

modo trataba de impedir que alcanzaran un desarrollo más noble y hallasen mayor

felicidad. Declaró que él había comido del fruto prohibido y que el resultado había

sido la adquisición de la facultad de hablar, y que si ellos también comían de ese

árbol alcanzarían una esfera más elevada de existencia, y entrarían en un campo

más vasto de conocimiento.

Aunque Satanás decía haber recibido mucho bien por haber comido del fruto

prohibido, ocultó el hecho de que a causa de la transgresión había sido arrojado

del cielo. Esa mentira estaba de tal modo escondida bajo una apariencia de

verdad, que Eva, infatuada, halagada y hechizada, no descubrió el engaño.

Codició lo que Dios había prohibido; desconfió de su sabiduría. Echó a un lado la

fe, la llave del conocimiento. 25

Cuando Eva vio que "el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los

ojos, y árbol codiciable para alcanzar la sabiduría. . . tomó de su fruto, y comió".

Era de sabor agradable, y a medida que comía, le parecía sentir un poder

vivificador y se imaginó que penetraba en un estado superior de existencia. Una

vez que hubo pecado, se transformó en tentadora de su esposo "el cual comió así

como ella".*

"Serán abiertos vuestros ojos", había dicho el enemigo; "y seréis como Dios,

sabiendo el bien y el Mal".* Fueron abiertos ciertamente sus ojos, pero ¡cuán triste

fue esa apertura! Todo lo que ganaron los transgresores fue el conocimiento del

mal, la maldición del pecado. En la fruta no había nada venenoso y el pecado no

consistía meramente en ceder al apetito. La desconfianza en la bondad de Dios, la

falta de fe en su palabra, el rechazamiento de su autoridad, fue lo que convirtió a

nuestros primeros padres en transgresores, e introdujo en el mundo el

conocimiento del mal. Eso fue lo que abrió la puerta a toda clase de mentiras y

errores.

El hombre perdió todo porque prefirió oír al engañador en vez de escuchar a Aquel

que es la Verdad, el único que tiene entendimiento. Al mezclarse el mal con el

bien, su mente se tornó confusa, y se entorpecieron sus facultades mentales y

espirituales. Ya no pudo apreciar el bien que Dios le había otorgado tan

generosamente.

Adán y Eva habían escogido el conocimiento del mal, y si alguna vez habían de

recobrar la posición perdida, tenían que hacerlo en las condiciones desfavorables

que ellos mismos se habían creado. Ya no habían de morar en el Edén, porque

éste, en su perfección, no podía enseñarles las lecciones que les eran esenciales

desde entonces. Con indescriptible tristeza se despidieron del hermoso lugar, y

fueron 26 a morar en la tierra, sobre la cual descansaba la maldición del pecado.

Dios había dicho a Adán: "Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste

del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu

causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida.. Espinos y cardos te

producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan

hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al

polvo volverás".*

Aunque la tierra estaba marchita por la maldición, la naturaleza debía seguir

siendo el libro de texto del hombre. Ya no podía representar bondad solamente

porque el mal estaba presente en todas partes y arruinaba la tierra, el mar y el aire

con su contacto contaminador. Donde antes había estado escrito únicamente el

carácter de Dios, el conocimiento del bien, estaba también escrito ahora el

carácter de Satanás, el conocimiento del mal. El hombre debía recibir

amonestaciones de la naturaleza, que ahora revelaba el conocimiento del bien y

del mal, referentes a los resultados del pecado.

En las flores mustias, y la caída de las hojas, Adán y su compañera vieron los

primeros signos de decadencia. Fue presentada con vividez ante su mente la dura

realidad de que todo lo viviente debía morir. Hasta el aire, del cual dependía su

vida, llevaba los gérmenes de la muerte.

También se les recordaba de continuo la pérdida de su dominio. Adán había sido

rey de los seres inferiores, y mientras permaneció fiel a Dios, toda la naturaleza

reconoció su gobierno, pero cuando pecó, perdió su derecho al dominio. El espíritu

de rebelión, al cual él mismo había dado entrada, se extendió a toda la creación

animal. De ese modo, no sólo la vida del hombre, sino la naturaleza de las bestias,

27 los árboles del bosque, el pasto del campo, hasta el aire que respiraba,

hablaban de la triste lección del conocimiento del mal.

Sin embargo, el hombre no fue abandonado a los resultados del mal que había

escogido. En la sentencia pronunciada contra Satanás se insinuó la redención. "Y

pondré enemistad entre ti y la mujer", dijo Dios, "y entre tu simiente y la simiente

suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar".* Esta sentencia

pronunciada a oídos de nuestros primeros padres, fue para ellos una promesa.

Antes que oyesen hablar de las espinas y cardos, del trabajo rudo y del dolor que

les habían de tocar en suerte, o del polvo al cual debían volver, oyeron palabras

que no podían dejar de infundirles esperanza. Todo lo que se había perdido al

ceder a las insinuaciones de Satanás se podía recuperar por medio de Cristo.

La naturaleza nos repite también esta indicación. Aunque está manchada por el

pecado, no sólo habla de la creación, sino también de la redención. Aunque, por

los signos evidentes de decadencia, la tierra da testimonio de la maldición que

pesa sobre ella, es aún hermosa y rica en señales del poder vivificador. Los

árboles se despojan de sus hojas sólo para vestirse de nuevo verdor; las flores

mueren, para brotar con nueva belleza; y en cada manifestación del poder creador

se afirma la seguridad de que podemos ser creados de nuevo en "justicia y

santidad de la verdad".* De ese modo, los mismos objetos y las funciones de la

naturaleza, que tan vívidamente nos recuerdan nuestra gran pérdida, llegan a ser

para nosotros mensajeros de esperanza.

Por doquiera llegue la maldad, se oye la voz de nuestro Padre que muestra a sus

hijos, por sus resultados, la naturaleza del pecado, les aconseja que abandonen el

mal, y los invita a recibir el bien. 28

La Relación de la Educación con la Redención

"Para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo".

A CAUSA del pecado, el hombre quedó separado de Dios. De no haber mediado

el plan de la redención, hubiera tenido que sufrir la separación eterna de Dios, y

las tinieblas de una noche sin fin. El sacrificio de Cristo permite que se reanude la

comunión con Dios. Personalmente no podemos acercarnos a su presencia;

nuestra naturaleza pecadora no nos permite mirar su rostro, pero podemos

contemplarlo y tener comunión con él por medio de Jesús, el Salvador.

La "iluminación del conocimiento de la gloria de Dios" se revela "en la faz de

Jesucristo". "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo".* "Y aquel

Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros. . . lleno de gracia y de verdad".

"En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres".* La vida y la muerte de

Cristo, precio de nuestra redención, no son para nosotros únicamente una

promesa y garantía de vida, ni tan sólo los medios por los cuales se nos vuelven a

abrir los tesoros de la sabiduría, sino una revelación de su carácter aún más

amplia y elevada que la que conocían los santos moradores del Edén.

Y al par que Cristo abre el cielo al hombre, la vida que imparte abre el corazón del

hombre al 29 cielo. El pecado no sólo nos aparta de Dios, sino que destruye en el

alma humana el deseo y la aptitud para conocerlo. La misión de Cristo consiste en

deshacer toda esta obra del mal. El tiene poder para vigorizar y restaurar las

facultades del alma paralizadas por el pecado, la mente oscurecida, y la voluntad

pervertida. Abre ante nosotros las riquezas del universo y nos imparte poder para

discernir estos tesoros y apropiarnos de ellos.

Cristo es la luz "que alumbra a todo hombre".* Así como por Cristo tiene vida todo

ser humano, así por su medio toda alma recibe algún rayo de luz divina. En todo

corazón existe no sólo poder intelectual, sino también espiritual una facultad de

discernir lo justo, un deseo de ser bueno. Pero contra estos principios lucha un

poder antagónico. En la vida de todo hombre se manifiesta el resultado de haber

comido del árbol del conocimiento del bien y del mal. Hay en su naturaleza una

inclinación hacia el mal, una fuerza que solo, sin ayuda, él no podría resistir. Para

hacer frente a esa fuerza, para alcanzar el ideal que en lo más íntimo de su alma

reconoce como única cosa digna, puede encontrar ayuda en un solo poder. Ese

poder es Cristo. La mayor necesidad del hombre es cooperar con ese poder. ¿No

debería ser acaso esta cooperación el propósito más elevado de todo esfuerzo

educativo?

El verdadero maestro no se satisface con un trabajo de calidad inferior. No se

conforma con dirigir a sus alumnos hacia un ideal más bajo que el más elevado

que les sea posible alcanzar. No puede contentarse con transmitirles únicamente

conocimientos técnicos, con hacer de ellos meramente contadores expertos,

artesanos hábiles o comerciantes de éxito. Su ambición es inculcarles principios

de verdad, obediencia, honor, integridad y pureza, principios que los conviertan en

una fuerza positiva para la estabilidad 30 y la elevación de la sociedad. Desea,

sobre todo, que aprendan la gran lección de la vida, la del servicio abnegado.

Cuando el alma se amista con Cristo, y acepta su sabiduría como guía, su poder

como fuerza del corazón y de la vida, estos principios llegan a ser un poder vivo

para amoldar el carácter. Una vez formada esta unión, el alumno encuentra la

Fuente de la sabiduría. Tiene a su alcance el poder de realizar en sí mismo sus

más nobles ideales. Le pertenecen las oportunidades de obtener la más elevada

educación para la vida en este mundo. Y con la preparación que obtiene aquí,

ingresa en el curso que abarca la eternidad.

En el sentido más elevado, la obra de la educación y la de la redención, son una,

pues tanto en la educación como en la redención, "nadie puede poner otro

fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo", "por cuando agradó al

Padre que en él habitase toda plenitud".*

Aunque en condiciones distintas, la verdadera educación sigue siendo, de acuerdo

con el plan del Creador, el plan de la escuela del Edén. Adán y Eva recibieron

instrucción por medio de la comunión directa con Dios; nosotros contemplamos la

"iluminación del conocimiento de su gloria" en el rostro de Cristo.

Los grandes principios de la educación son inmutables. Están "afirmados

eternamente y para siempre"* , porque son los principios del carácter de Dios. El

principal esfuerzo del maestro y su propósito constante deben consistir en ayudar

a los alumnos a comprender estos principios, y a sostener esa relación con Cristo

que hará de ellos un poder dominante en la vida. El maestro que acepta esta meta

es verdaderamente un colaborador con Cristo, y con Dios. 32

ILUSTRACIONES

"Porque las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se

escribieron". 33

La Educación de Israel

"Jehová solo le guió" "Lo trajo alrededor, lo instruyó, lo guardó como a la niña de

su ojo".

EL SISTEMA de educación establecido en el Edén tenía por centro la familia.

Adán era "hijo de Dios"* y de su Padre recibieron instrucción los hijos del Altísimo.

Su escuela era, en el más exacto sentido de la palabra, una escuela de familia.

En el plan divino de la educación, adaptado a la condición del hombre después de

la caída, Cristo figura como representante del Padre, como eslabón de unión entre

Dios y el hombre; él es el gran Maestro de la humanidad, y dispuso que los

hombres y mujeres fuesen representantes suyos. La familia era la escuela, y los

padres eran los maestros.

La educación que tenía por centro la familia fue la que prevaleció en los días de

los patriarcas. Dios proveyó, para las escuelas así establecidas, las condiciones

más favorables para el desarrollo del carácter. Las personas que estaban bajo su

dirección seguían el plan de vida que Dios había indicado al principio. Los que se

separaron de Dios se edificaron ciudades y, congregados en ellas, se gloriaban

del esplendor, el lujo y el vicio que hace de las ciudades de hoy el orgullo del

mundo y su maldición. Pero los hombres que se aferraban a los principios de vida

de Dios moraban en los campos y cerros. Cultivaban la 34 tierra, cuidaban

rebaños, y en su vida libre e independiente, llena de oportunidades para trabajar,

estudiar y meditar, aprendían de Dios y enseñaban a sus hijos sus obras y

caminos.

Tal era el método educativo que Dios deseaba establecer en Israel. Pero cuando

los israelitas fueron sacados de Egipto, había pocos entre ellos preparados para

ser colaboradores con Dios en la educación de sus hijos. Los padres mismos

necesitaban instrucción y disciplina. Puesto que habían sido esclavos durante toda

su vida, eran ignorantes, incultos y degradados. Tenían poco conocimiento de

Dios y escasa fe en él. Estaban confundidos por enseñanzas falsas y corrompidos

por su largo contacto con el paganismo. Dios deseaba elevarlos a un nivel moral

más alto, y con este propósito trató de inculcarles el conocimiento de sí mismo.

Mientras erraban por el desierto, en sus marchas de aquí para allá, en su

exposición al hambre, la sed y el cansancio, bajo la amenaza de enemigos

paganos, y en las manifestaciones de la Providencia que obraba para librarlos,

Dios, al revelarles el poder que actuaba continuamente para bien de ellos, trataba

de fortalecer su fe. Y habiéndoles enseñado a confiar en su amor y poder, era su

propósito presentarles, en los preceptos de su ley, la norma de carácter que, por

medio de su gracia, deseaba que alcanzaran.

Durante su permanencia en el Sinaí, Israel recibió lecciones preciosas. Fue un

período de preparación especial para cuando heredaran la tierra de Canaán. El

ambiente allí era más favorable para la realización del propósito de Dios. Sobre la

cima del Sinaí, haciendo sombra sobre la llanura donde estaban diseminadas las

tiendas del pueblo, descansaba la columna de nube que los había guiado durante

35 el viaje. De noche, una columna de fuego les daba la seguridad de la

protección divina y, mientras dormían, caía suavemente sobre el campamento el

pan del cielo. Por todas partes, las enormes montañas escarpadas hablaban, en

su solemne grandeza, de la paciencia y la majestad eternas. Se hizo sentir al

hombre su ignorancia y debilidad en presencia de Aquel que "pesó los montes con

balanza y con pesas los collados."* Allí, por la manifestación de su gloria, Dios

trató de impresionar a Israel con la santidad de su carácter y de sus exigencias, y

con la excesiva culpabilidad de la desobediencia.

Pero el pueblo era tardo para aprender la lección. Acostumbrado en Egipto a las

representaciones materiales más degradantes de la Deidad, era difícil que

concibiera la existencia o el carácter del Invisible. Compadecido de su debilidad,

Dios le dio un símbolo de su presencia. "Y harán un santuario para mí, y habitaré

en medio de ellos".*

En cuanto a la construcción del santuario como morada de Dios, Moisés recibió

instrucciones para hacerlo de acuerdo con el modelo de las cosas que estaban en

los cielos. El Señor lo llamó al monte y le reveló las cosas celestiales; y el

tabernáculo, con todo lo perteneciente a él, fue hecho a semejanza de ellas.

Así reveló Dios a Israel, al cual deseaba hacer morada suya, su glorioso ideal del

carácter. El modelo les fue mostrado en el monte, en ocasión de la promulgación

de la ley dada en el Sinaí, y cuando Dios pasó ante Moisés y dijo: "¡Jehová !

¡Jehová ! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en

misericordia y verdad".* 36

Pero por sí mismos, eran impotentes para alcanzar ese ideal. La revelación del

Sinaí sólo podía impresionarlos con su necesidad e impotencia. Otra lección debía

enseñar el tabernáculo mediante su servicio de sacrificios: La lección del perdón

del pecado y el poder de obedecer para vida, a través del Salvador.

Por medio de Cristo se había de cumplir el propósito simbolizado por el

tabernáculo: Ese glorioso edificio, cuyas paredes de oro brillante reflejaban en los

matices del arco iris las cortinas bordadas con figuras de querubines, la fragancia

del incienso que siempre ardía y compenetraba todo, los sacerdotes vestidos con

ropas de blancura inmaculada, y en el profundo misterio del recinto interior, sobre

el propiciatorio, entre las formas de los ángeles inclinados en adoración, la gloria

del lugar santísimo. Dios deseaba que en todo leyese su pueblo su propósito para

con el alma humana. El mismo propósito expresó el apóstol Pablo mucho

después, inspirado por el Espíritu Santo:

"¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?

Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de

Dios, el cual sois vosotros, santo es".*

Grandes fueron el privilegio y el honor otorgados a Israel al encargársele la

construcción del santuario, pero grande fue también su responsabilidad. Un pueblo

que acababa de escapar de la esclavitud debía erigir en el desierto un edificio de

extraordinario esplendor, que requería para su construcción el material más

costoso y la mayor habilidad artística. Parecía una empresa estupenda. Pero

Aquel que había dado el plano del edificio, se comprometía a cooperar con los

constructores.37

"Habló Jehová a Moisés, diciendo: Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo

de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; y lo he llenado del Espíritu de Dios, en

sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte. . . Y he aquí que yo he

puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto

sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he

mandado".*

¡Qué escuela artesanal era la del desierto: Tenía por maestros a Cristo y sus

ángeles!

Todo el pueblo debía cooperar en la preparación del santuario y sus utensilios.

Había trabajo para el cerebro y las manos. Se requería gran variedad de material,

y todos fueron invitados a contribuir de acuerdo con el impulso de sus corazones.

De ese modo, con el trabajo y las donaciones, se les enseñaba a cooperar con

Dios y con sus semejantes. Además, debían cooperar en la preparación del

edificio espiritual, es a saber, el templo de Dios en el alma.

Desde que salieron de Egipto habían recibido lecciones para su instrucción y

disciplina. Aun antes de salir de allí se había esbozado una organización

provisoria, y el pueblo había sido distribuido en grupos bajo el mando de jefes.

Junto al Sinaí se completó la organización. En la administración hebrea se

manifestaba el orden tan notable que caracteriza todas las obras de Dios. El era el

centro de la autoridad y el gobierno. Moisés, su representante, debía ejecutar sus

leyes en su nombre. Luego se organizó el consejo de los setenta; les seguían los

sacerdotes y príncipes, e inferiores a ellos los "jefes de millares, de centenas, dé

cincuenta y de diez"* y finalmente los encargados de deberes especiales. El

campamento estaba arreglado con orden 38 exacto: En el medio estaba el

tabernáculo, morada de Dios, y alrededor las tiendas de los sacerdotes y levitas.

Alrededor de éstas, cada tribu acampaba junto a su bandera.

Se hacían observar leyes higiénicas estrictas, que eran obligatorias para el pueblo,

no sólo por ser necesarias para la salud, sino como una condición para retener

entre ellos la presencia del Santo. Moisés les declaró por autoridad divina: "Jehová

tu Dios anda en medio de tu campamento, para librarte... por tanto, tu

campamento ha de ser santo".*

La educación de los israelitas incluía todos sus hábitos de vida. Todo lo que se

refería a su bienestar era objeto de la solicitud divina y estaba comprendido en la

jurisdicción de la ley de Dios. Hasta en la provisión de alimento, Dios buscó su

mayor bien. El maná con que los alimentaba en el desierto era de tal naturaleza

que aumentaba su fuerza física, mental y moral. Aunque tantos se rebelaron

contra la sobriedad de ese régimen alimentario, y desearon volver a los días

curando, según decían, "nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos

pan hasta saciarnos"*, la sabiduría de la elección de Dios para ellos se vindicó de

un modo que no pudieron refutar. A pesar de las penurias de la vida del desierto,

no había una persona débil en todas las tribus.

En todos los viajes debía ir a la cabeza del pueblo el arca que contenía la ley de

Dios. El lugar para acampar lo señalaba el descenso de la columna de nube.

Mientras ésta descansaba sobre el tabernáculo, permanecían en el lugar. Cuando

se levantaba, reanudaban la marcha. Tanto cuando hacían alto como cuando

partían, se hacía una solemne invocación. "Cuando el arca se movía, Moisés

decía: Levántate, o Jehová, y sean dispersados tus 39 enemigos. . . Y cuando ella

se detenía, decía: Vuelve, oh Jehová, a los millares de millares de Israel".*

Mientras el pueblo vagaba por el desierto, el canto era un medio de grabar en sus

mentes muchas lecciones preciosas. Cuando fueron librados del ejército de

Faraón, toda la hueste de Israel se unió en un canto de triunfo. Por el desierto y el

mar resonaron a lo lejos las estrofas de júbilo y en las montañas repercutieron los

acentos de alabanza: "¡Cantad a Jehová, porque en extremo se ha

engrandecido".* Con frecuencia se repetía durante el viaje este canto que animaba

los corazones y encendía la fe de los peregrinos. Por indicación divina se

expresaban también los mandamientos dados desde el Sinaí, con las promesas

del favor de Dios y el relato de los milagros que hizo para librarlos, en cantos

acompañados de música instrumental, a cuyo compás marchaba el pueblo

mientras unía sus voces en alabanza.

De ese modo se apartaban sus pensamientos de las pruebas y dificultades del

camino, se calmaba el espíritu inquieto y turbulento, se inculcaban en la memoria

los principios de la verdad, y la fe se fortalecía. La acción en concierto servía para

enseñar el orden y la unidad, y el pueblo se ponía en más íntima comunión con

Dios y con sus semejantes.

En cuanto al trato de Dios con Israel, durante los cuarenta años de su

peregrinación por el desierto, Moisés declaró:

"Que como castiga el hombre a su hijo, así Jehová tu Dios te castiga. . . para

afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de

guardar o no sus mandamientos".*

"Le halló en tierra de desierto, y en yermo de horrible soledad; lo trajo alrededor, lo

instruyó, lo guardó como a la niña de su ojo. Como el águila 40 que excita su

nidada, revolotea sobre sus pollos, extiende sus alas, los toma, los lleva sobre su

plumas, Jehová solo le guió, y con él no hubo dios extraño".*

"Porque se acordó de su santa palabra dada a Abrahán su siervo. Sacó a su

pueblo con gozo; con júbilo a sus escogidos. Les dio las tierras de las naciones, y

las labores de los pueblos heredaron; para que guardasen sus estatutos, y

cumpliesen sus leyes. Aleluya".*

Dios rodeó a Israel de toda clase de facilidades y privilegios que hiciesen de él un

honor para su nombre y una bendición para las naciones vecinas. Le prometió

que, si andaba en el camino de la obediencia, lo ensalzaría "sobre todas las

naciones que hizo, para loor y fama y gloria". "Y verán todos los pueblos de la

tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán". Las naciones

que oyeran esa declaración habrían de decir: "Ciertamente pueblo sabio y

entendido, nación grande es esta".*

En las leyes encomendadas a Israel fueron dadas instrucciones explícitas en

cuanto a la educación. Dios se había revelado a Moisés, en el Sinaí, como

"misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad".*

Estos principios, incluidos en su ley, debían ser enseñados a los niños, por los

padres y las madres de Israel. Moisés les declaró por indicación de Dios: "Y estas

palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus

hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al

acostarte, y cuando te levantes".* 41

Estas cosas no debían ser enseñadas como una teoría seca. Los que enseñan la

verdad deben practicar sus principios. Únicamente al reflejar el carácter de Dios

en la justicia, la nobleza y la abnegación de sus propias vidas, pueden impresionar

a otros.

La verdadera educación no consiste en inculcar por la fuerza la instrucción en una

mente que no está lista para recibirla. Hay que despertar las facultades mentales,

lo mismo que el interés. A esto respondía el método de enseñanza de Dios. El que

creó la mente y ordenó sus leyes, dispuso su desarrollo de acuerdo con ellas. En

el hogar y el santuario, por medio de las cosas de la naturaleza y el arte, en el

trabajo y en las fiestas, en el edificio sagrado y la piedra fundamental, por medio

de métodos, ritos y símbolos innumerables, Dios dio a Israel lecciones que

ilustraban sus principios y conservaban el recuerdo de sus obras maravillosas.

Entonces, al levantarse una pregunta, la instrucción dada impresionaba la mente y

el corazón.

En las providencias tomadas para la educación del pueblo escogido, se pone de

manifiesto que la vida que tiene por centro a Dios es una vida completa. El provee

el medio de satisfacer toda necesidad que ha implantado, y trata de desarrollar

toda facultad impartida.

Como Autor de toda belleza, y amante de lo hermoso, Dios proveyó el medio de

satisfacer en sus hijos el amor a lo bello. También hizo provisión para sus

necesidades sociales, para las relaciones bondadosas y útiles que tanto hacen

para cultivar la simpatía, animar y endulzar la vida.

Como medios de educación, las fiestas de Israel ocupaban un lugar importante.

En la vida común, la familia era escuela e iglesia, y los padres eran los maestros,

tanto en las cosas seculares como en las religiosas. Pero tres veces al año se

dedicaban unos 42 días al intercambio social y al culto. Estas reuniones se

celebraron primero en Silo y luego en Jerusalén. Sólo se exigía que estuvieran

presentes los padres y los hijos, pero nadie deseaba perder la oportunidad de

asistir y, siempre que era posible, todos los miembros de la casa asistían, y junto

con ellos, como participantes de su hospitalidad, estaban el extranjero, el levita y

el pobre.

El viaje a Jerusalén, hecho al sencillo estilo patriarcal, en medio de la belleza de la

estación primaveral, las riquezas del verano, o la gloria y la madurez del otoño, era

una delicia. Desde el anciano canoso hasta el niñito, acudían todos con una

ofrenda de gratitud a encontrarse con Dios en su santa morada. Durante el viaje,

los niños hebreos oían el relato de los sucesos del pasado, las historias que tanto

a los jóvenes como a los viejos les gustaba recordar. Se cantaban las canciones

que habían animado a los que erraban por el desierto. Se cantaban también los

mandamientos de Dios que, ligados a las benditas influencias de la naturaleza y a

la bondadosa asociación humana, se fijaban para siempre en la memoria de más

de un niño o joven.

Las ceremonias presenciadas en Jerusalén, en relación con la ceremonia pascual;

la reunión de la noche, los hombres con los lomos ceñidos, los pies calzados, el

cayado en la mano, la comida apresurada, el cordero, el pan sin levadura, las

hierbas amargas, y el relato hecho en medio de un solemne silencio, de la historia

de la aspersión de la sangre, el ángel que hería de muerte, y la imponente partida

de la tierra de cautiverio, eran de tal índole que agitaban la imaginación e

impresionaban el corazón.

La fiesta de las cabañas, de los tabernáculos o de las cosechas, con sus ofrendas

de la huerta y del campo, el acampar durante una semana bajo enramadas, las

reuniones sociales, el servicio recordativo 43 sagrado, y la generosa hospitalidad

hacia los obreros de Dios: los levitas del santuario, y hacia sus hijos: el extranjero

y el pobre, elevaba todas las mentes en gratitud hacia Aquel que había coronado

el año con sus bondades, y cuyas huellas destilan abundancia.

Los israelitas devotos ocupaban así un mes entero del año. Era un lapso libre de

cuidados y trabajos, y casi enteramente dedicado, en su sentido más verdadero, a

los fines de la educación.

Al distribuir la herencia de su pueblo, Dios se proponía enseñarle, y por medio de

él, a las generaciones sucesivas, los principios correctos referentes a la propiedad.

La tierra de Canaán fue repartida entre todo el pueblo, a excepción únicamente de

los levitas, como ministros del santuario. Aunque alguien vendiera,

transitoriamente, su posesión, no podía enajenar la herencia de sus hijos. En

cualquier momento en que estuviera en condición de hacerlo podía redimirla; las

deudas eran perdonadas cada siete años, y el año quincuagésimo, o de jubileo,

toda propiedad volvía a su dueño original. De ese modo la herencia de cada

familia estaba asegurada y se proveía una salvaguardia contra la pobreza o la

riqueza extremas.

Por medio de la distribución de la tierra entre el pueblo, Dios proveyó para él, lo

mismo que para los moradores del Edén, la ocupación más favorable al desarrollo:

El cuidado de las plantas y los animales. Otra provisión para la educación fue la

suspensión de toda labor agrícola cada séptimo año, durante el cual se dejaba

abandonada la tierra, y sus productos espontáneos pertenecían al pobre. De ese

modo se daba oportunidad para profundizar el estudio, para que se realizaran

cultos y hubiese intercambio social, y para practicar la generosidad, con tanta

frecuencia asfixiada por los cuidados y trabajos de la vida. 44

Si hoy día se practicaran en el mundo, los principios de las leyes de Dios,

concernientes a la distribución de la propiedad, ¡cuán diferente sería la condición

de la gente! La observancia de estos principios evitaría los terribles males que en

todas las épocas han provenido de la opresión ejercida por el rico sobre el pobre,

y el odio de éste hacia aquél. Al par que impediría la acumulación de grandes

riquezas, tendería a impedir la ignorancia y degradación de decenas de miles de

personas, cuyo mal pagado servicio contribuye a la acumulación de esas fortunas

colosales. Contribuiría a obtener una solución pacífica de los problemas que

amenazan ahora con llenar al mundo de anarquía y derramamiento de sangre.

La consagración a Dios de un diezmo de todas las entradas, ya fueran de la

huerta o la mies, del rebaño o la manada, del trabajo manual o del intelectual; la

consagración de un segundo diezmo destinado al alivio del pobre y otros usos

benéficos, tendía a mantener siempre presente ante el pueblo el principio de que

Dios es dueño de todo, y que ellos tenían la oportunidad de ser los canales por

medio de los cuales fluyeran sus bendiciones. Era una educación adaptada para

acabar con todo egoísmo, y cultivar la grandeza y la nobleza de carácter.

El conocimiento de Dios, la comunión con él en el estudio y el trabajó, la

semejanza a él en carácter, habían de ser la fuente, el medio y el blanco de la

educación de Israel, educación impartida por Dios a los padres, y que ellos debían

transmitir a sus hijos. 45

Las Escuelas de los Profetas

"Ellos se sentaron a tus pies; cada uno recibió tus palabras".

DONDEQUIERA se llevaba a cabo en Israel el plan educativo de Dios, se veía,

por sus resultados, que él era su Autor. Sin embargo, en muchas casas, la

educación indicada por el cielo y los caracteres según ella desarrollados, eran

igualmente raros. Se llevaba a cabo parcial e imperfectamente el plan de Dios. A

causa de la incredulidad y el descuido de las instrucciones dadas por el Señor, los

israelitas se rodearon de tentaciones que pocos tenían el poder de resistir.

Cuando se establecieron en Canaán, "no destruyeron a los pueblos que Jehová

les dijo; antes se mezclaron, con las naciones, y aprendieron sus obras, y sirvieron

a sus ídolos, los cuales fueron causa de su ruina".* Su corazón no era recto con

Dios, "ni estuvieron firmes en su pacto. Pero él, misericordioso, perdonaba la

maldad, y no los destruía; y apartó muchas veces su irá. . . Se acordó de que eran

carne, soplo que va y no vuelve".* Los padres y las madres israelitas llegaron a ser

indiferentes a su obligación hacia Dios y sus hijos. A causa de la infidelidad

observada en el hogar, y las influencias idólatras del exterior, muchos jóvenes

hebreos recibieron una educación que difería grandemente de la 46 que Dios

había ideado para ellos, y siguieron los caminos de los paganos.

A fin de contrarrestar este creciente mal, Dios proveyó otros instrumentos que

ayudaran a los padres en la obra de la educación. Desde los tiempos más remotos

se había considerado a los profetas como maestros divinamente designados. El

profeta era, en el sentido más elevado, una persona que hablaba por inspiración

directa, y comunicaba al pueblo los mensajes que recibía de Dios. Pero también

se daba este nombre a los que, aunque no era tan directamente inspirados, eran

divinamente llamados a instruir al pueblo en las obras y los caminos de Dios. Para

preparar esa clase de maestros, Samuel fundó, de acuerdo con la instrucción del

Señor, las escuelas de los profetas.

Estas escuelas tenían por objeto servir como barrera contra la corrupción que se

propagaba por todas partes, atender al bienestar mental y espiritual de la juventud,

y estimular la prosperidad de la nación, proveyéndola de hombres preparados

para actuar en el temor de Dios, como directores y consejeros. Con este propósito,

Samuel reunió grupos de jóvenes piadosos, inteligentes y estudiosos, que

recibieron el nombre de hijos de los profetas. A medida que estudiaban la Palabra

y las obras de Dios, su poder vivificador activaba las energías de la mente y el

alma, y los alumnos recibían sabiduría de lo alto. Los maestros no sólo eran

versados en la verdad divina, sino que habían gozado de la comunión con Dios, y

habían recibido el don especial de su Espíritu. Gozaban del respeto y la confianza

del pueblo, tanto por su saber como por su piedad. En los días de Samuel había

dos escuelas tales, una en Ramá, donde vivía el profeta, y otra en Quiriat-jearim.

En años posteriores se establecieron otras. 47

Los alumnos de estas escuelas se sostenían cultivando la tierra, o realizando

algún otro trabajo manual. En Israel no se consideraba cosa extraordinaria o

degradante el trabajo; al contrario, se consideraba pecado permitir que los niños

crecieran sin saber hacer trabajos útiles. Todo joven, ya fuera de padres ricos o

pobres, aprendía un oficio. Aunque debiera educarse para desempeñar un oficio

sagrado, se consideraba que el conocimiento de la vida práctica era un requisito

esencial para prestar la mayor utilidad posible. Muchos de los maestros se

mantenían también por medio del trabajo manual.

Tanto en la escuela como en el hogar, mucha de la enseñanza era oral, pero los

jóvenes aprendían también a leer los escritos hebreos, y se ofrecían a su estudio

los pergaminos de las Escrituras del Antiguo Testamento. En esas escuelas, los

principales temas de estudio eran la ley de Dios, con las instrucciones dadas a

Moisés, la historia y la música sagradas, y la poesía. En los relatos de la historia

sagrada, se rastreaban las pisadas de Jehová. Se hacían notar las grandes

verdades presentadas por medio de símbolos en el servicio del santuario, y la fe

abarcaba el objeto central de todo el sistema: El Cordero de Dios, que había de

quitar el pecado del mundo. Se fomentaba el espíritu de devoción y no sólo se

enseñaba a los alumnos que debían orar, sino la forma de hacerlo, de acercarse al

Creador, de ejercitar la fe en él y de comprender y obedecer las enseñanzas de su

Espíritu. El intelecto santificado sacaba del tesoro de Dios cosas nuevas y viejas, y

el Espíritu de Dios se manifestaba en la profecía y el canto sagrado.

Estas escuelas llegaron a ser uno de los medios más eficaces para estimular la

justicia que "engrandece a la nación".* En escala no pequeña contribuyeron a

poner el cimiento de la maravillosa prosperidad 48 que distinguió los reinados de

David y Salomón.

Los principios enseñados en las escuelas de los profetas eran los mismos que

modelaron el carácter y la vida de David. La Palabra de Dios fue su maestro." De

tus mandamientos - dijo él- he adquirido inteligencia. . . Mi corazón incliné a

cumplir tus estatutos".* Eso indujo a Dios a decir de David, cuando lo llamó para

ocupar el trono, que era "varón conforme a mi corazón".*

En los primeros tiempos de la vida de Salomón se ven también los resultados del

método educativo de Dios. Este rey hizo en su juventud la misma decisión que

David. Antes que cualquier bien terrenal, pidió a Dios un corazón sabio y

entendido. Y el Señor no sólo le dio lo que le pedía, sino lo que no había pedido:

riquezas y honores. El poder de su inteligencia, la amplitud de su conocimiento y

la gloria de su reinado se hicieron famosos en todo el mundo.

Durante los reinados de David y Salomón, Israel llegó al apogeo de su grandeza.

Se cumplió la promesa dada a Abrahán y repetida por medio de Moisés: "Porque

si guardarais cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os prescribo

para que los cumpláis, y si amareis a Jehová vuestro Dios, andando en todos sus

caminos, y siguiéndole a él, Jehová también echará de delante de vosotros a

todas estas naciones, y desposeeréis naciones grandes y más poderosas que

vosotros. Todo lugar que pisare la planta de vuestro pie será vuestro; desde el

desierto hasta el Líbano, desde el río Eufrates hasta el mar occidental será vuestro

territorio. Nadie se sostendrá delante de vosotros".*

Pero en medio de la prosperidad acechaba el peligro. El pecado de los últimos

años de David, aunque de él se arrepintiera sinceramente, y fuese duramente 49

castigado, envalentonó al pueblo en la transgresión de los mandamientos de Dios.

Y la vida de Salomón, después de una mañana tan promisoria, fue oscurecida por

la apostasía. El deseo de obtener poder político y engrandecimiento propio lo

indujo a aliarse con naciones paganas. Procuró la plata de Tarsis y el oro de Ofir a

costa del sacrificio de la integridad y la traición de los sagrados cometidos de Dios.

La asociación con idólatras y el casamiento con mujeres paganas, corrompieron

su fe. De ese modo fueron derribadas las barreras que Dios había levantado para

seguridad de su pueblo, y Salomón se entregó al culto de los dioses falsos. En la

cima del Monte de los Olivos, frente al templo de Jehová, se erigieron imágenes y

altares gigantescos para rendir culto a deidades paganas. Al abandonar su

fidelidad a Dios, Salomón perdió el dominio propio. Su delicada sensibilidad se

adormeció. Se desvaneció el espíritu concienzudo y considerado que caracterizó

el principio de su reinado. Los frutos del orgullo, la ambición, la prodigalidad y el

sensualismo, fueron la crueldad y la extorsión. El gobernante justo, compasivo,

temeroso de Dios, se convirtió en tirano y opresor. El que en ocasión de la

dedicación del templo había orado a Dios para que su pueblo le entregara sin

reservas el corazón, se transformó en su seductor. Salomón se deshonró a sí

mismo, deshonró a Israel y deshonró a Dios.

La nación, de la cual él había sido el orgullo, siguió sus pasos. Aunque más tarde

se arrepintió, su arrepentimiento no impidió que diese fruto el mal que había

sembrado. La disciplina y la educación que Dios había señalado a Israel, tendían a

diferenciarlos, en todos los aspectos de la vida, de los demás pueblos. No aceptó

gustoso esa peculiaridad que debía haber considerado privilegio y bendición

especiales. Trató de cambiar la sencillez y el dominio propio, esenciales para un

desarrollo más elevado, 50 por la pompa y el sensualismo de las naciones

paganas. Su ambición era ser "como. . . todas las naciones".* Desecharon el plan

de educación de Dios, y no reconocieron su autoridad.

La caída de Israel empezó con el rechazamiento de los caminos de Dios para

adoptar los caminos de los hombres. Así siguió hasta que el pueblo judío fue

presa de las mismas naciones cuyas costumbres había adoptado.

Como nación, los israelitas no recibieron los beneficios que Dios deseaba darles.

No apreciaron su propósito ni cooperaron en su realización. Pero aunque los

individuos y pueblos se separen así de él, su propósito para con los que en él

confían es inmutable; "todo lo que Dios hace será perpetuo".*

Si bien es cierto que hay diferentes grados de desarrollo, y diferentes

manifestaciones de su poder para suplir las necesidades humanas en los

diferentes siglos, la obra de Dios, en todos los tiempos, es la misma. El Maestro es

el mismo. El carácter de Dios y su plan son los mismos. "En el cual no hay

mudanza, ni sombra de variación".*

La experiencia de Israel ha sido registrada para nuestra instrucción. "Y estas

cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a

nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos".* En lo que respecta a

nosotros, lo mismo que al Israel de antaño, el éxito de la educación depende de la

fidelidad con que se lleva a cabo el plan del Creador. La adhesión, a los principios

de la Palabra de Dios nos reportará una bendición tan grande como la hubiera

reportado al pueblo hebreo. 51

Biografías de Grandes Hombres

"El fruto del justo es árbol de vida".

LA HISTORIA sagrada ofrece muchas ilustraciones de los resultados de la

verdadera educación; muchos nobles ejemplos de hombres cuyos caracteres se

formaron bajo la bendición divina; hombres cuyas vidas fueron una bendición para

sus semejantes y que vivieron en el mundo como representantes de Dios. Entre

ellos figuran José y Daniel, Moisés, Eliseo y Pablo, los mayores estadistas, el

mayor legislador, uno de los reformadores más fieles y, a excepción de Aquel que

habló como jamás habló hombre alguno, el maestro más ilustre que este mundo

haya conocido.

JOSE

En los primeros tiempos de su vida, al pasar de la juventud a la virilidad, José y

Daniel fueron separados de sus hogares y llevados cautivos a países paganos.

José, especialmente, fue expuesto a las tentaciones que acompañan a los

grandes cambios de fortuna. En la casa de su padre fue un niño tiernamente

mimado; en la casa de Potifar fue esclavo, y luego confidente y compañero;

hombre de negocios, educado mediante el estudio, la observación y el contacto

con los hombres; en la cárcel de Faraón fue un preso del estado, condenado

injustamente, que no tenía esperanza de vindicación ni perspectiva de libertad; en

un momento de gran crisis fue llamado a actuar en el gobierno de la nación. ¿Qué

lo capacitaba para conservar su integridad?

Nadie puede mantenerse en una gran altura sin peligro. Del mismo modo que la

tempestad que deja 52 intacta la flor del valle, desarraiga el árbol de la cima de la

montaña, las fieras tentaciones que dejan intacto al de condición humilde, asaltan

a los que ocupan los lugares más elevados del mundo en cuanto a éxito y honor.

Pero José resistió igualmente la prueba de la prosperidad y la adversidad. En el

palacio de Faraón puso de manifiesto la misma fidelidad que en la celda de la

cárcel.

En su niñez se le había enseñado a amar y temer a Dios. A menudo se le había

contado, en la tienda de su padre, bajo las estrellas de Siria, la historia de la visión

nocturna de Betel, de la escalera entre el cielo y la tierra, de los ángeles que

subían y bajaban, y de Aquel que se reveló a Jacob desde el trono de lo alto. Se le

había contado la historia del conflicto habido junto al Jaboc, donde, después de

renunciar a pecados arraigados, Jacob fue vencedor y recibió el título de príncipe

con Dios.

Mientras era pastorcillo y cuidaba los rebaños de su padre, la vida pura y sencilla

de José había favorecido el desarrollo de las facultades físicas y mentales. Por la

comunión con Dios mediante la naturaleza, y el estudio de las grandes verdades

transmitidas de padre a hijo, como cometido sagrado, obtuvo fuerza mental y

firmeza de principios.

Cuando se produjo la crisis de su vida, durante el viaje terrible que hizo desde el

hogar de su niñez, situado en Canaán, a la esclavitud que le esperaba en Egipto,

al contemplar por última vez las colinas que ocultaban las tiendas de su parentela,

José recordó al Dios de su padre. Recordó las lecciones aprendidas en su niñez y

su alma se conmovió cuando hizo la resolución de ser fiel, y conducirse siempre

como corresponde a un súbdito del Rey del cielo.

José permaneció fiel durante su amarga vida como extranjero y esclavo, en medio

de las escenas y los ruidos del vicio y las seducciones del culto pagano, 53 culto

rodeado de todos los atractivos de la riqueza, la cultura y la pompa de la realeza.

Había aprendido la lección de la obediencia al deber. La fidelidad en cualquier

situación, desde la más humilde a la más encumbrada, adiestró todas sus

facultades para un servicio más elevado.

Cuando fue llamado a la corte de Faraón, Egipto era la nación más poderosa. En

cuanto a civilización, arte y ciencia, no tenía rival. José administró los negocios del

reino en una época de dificultad y peligro extremos, y lo hizo de un modo que

cautivó la confianza del rey y del pueblo. Faraón lo puso por "señor de su casa, y

por gobernador de todas sus posesiones, para que reprimiera a sus grandes como

él quisiese, y a sus ancianos enseñara sabiduría".*

La inspiración ha puesto ante nosotros el secreto de la vida de José. Jacob, con

palabras de belleza y poder divinos, habló así de su hijo predilecto, cuando bendijo

a sus hijos:

"Rama fructífera es José,

Rama fructífera junto a una fuente,

Cuyos vástagos se extienden sobre el muro.

Le causaron amargura, le asaetearon,

Y le aborrecieron los arqueros;

Mas su arco se mantuvo poderoso,

Y los brazos de sus manos se fortalecieron

Por las manos del Fuerte de Jacob. . .

Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará,

Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá

Con bendiciones de los cielos de arriba,

Con bendiciones del abismo que está abajo. .

Las bendiciones de tu padre

Fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores;

Hasta el término de los collados eternos

Serán sobre la cabeza de José".* 54

La lealtad a Dios, la fe en el Invisible, constituían el ancla de José. En esto residía

el secreto de su poder.

"Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las manos del Fuerte de Jacob"

DANIEL, UN EMBAJADOR DEL CIELO

Daniel y sus compañeros fueron aparentemente más favorecidos en su juventud

por la suerte, en Babilonia, que José en los primeros años de su vida en Egipto;

sin embargo, fueron sometidos a pruebas de carácter apenas menos severas. De

su hogar relativamente sencillo de Judea, estos jóvenes de linaje real fueron

transportados a la ciudad más magnífica, a la corte del más grande monarca, y

fueron escogidos para ser educados para el servicio especial del rey. En esa corte

corrompida y lujosa estaban rodeados de fuertes tentaciones. Los vencedores

mencionaban con jactancia el hecho de que ellos, adoradores de Jehová, fueran

cautivos de Babilonia; que los vasos de la casa de Dios hubiesen sido colocados

en el templo de los dioses de Babilonia; que el rey de Israel fuese prisionero de los

babilonios, como evidencia de que su religión y sus costumbres eran superiores a

la religión y las costumbres de los hebreos. En esas circunstancias, por medio de

las mismas humillaciones que eran el resultado de que Israel se había apartado de

los mandamientos de Dios, el Señor dio a Babilonia la evidencia de su

supremacía, de la santidad de sus demandas y del resultado seguro de la

obediencia. Y dio ese testimonio del único modo que podía ser dado: Por medio

de los que seguían siendo fieles.

Una prueba decisiva les sobrevino a Daniel y sus compañeros al empezar su

carrera. La orden de que se les sirviera la comida de la mesa real era una 55

expresión del favor del rey, y del interés que tenía por su bienestar. Pero como

una porción era ofrecida a los ídolos, la comida de la mesa del rey era consagrada

a la idolatría: y si los jóvenes participaban de ella se iba a considerar que rendían

homenaje a los dioses falsos. La lealtad a Jehová les prohibía que tuvieran parte

en semejante homenaje. Tampoco se atrevían ellos a arriesgarse a sufrir los

efectos enervantes del lujo y la disipación sobre su desarrollo físico, mental y

espiritual.

Daniel y sus compañeros habían sido instruidos fielmente en los principios de la

Palabra de Dios. Habían aprendido a sacrificar lo terrenal a lo espiritual, a buscar

el mayor bien. Y cosecharon la recompensa. Sus hábitos de temperancia y su

sentido de la responsabilidad que tenían como representantes de Dios, produjeron

el más noble desarrollo de las facultades del cuerpo, la mente y el alma. Cuando

terminó su preparación, al ser examinados con otros candidatos a los honores del

reino, no fue hallado ninguno "como Daniel, Ananías, Misael, y Azarías".*

En la corte de Babilonia había representantes de todos los países, hombres de los

más selectos talentos, ricamente dotados de dones naturales, y poseedores de la

más elevada cultura que este mundo puede ofrecer, y sin embargo, en medio de

todos ellos, los hebreos cautivos no tenían rival. Eran incomparables en fuerza y

belleza física, en vigor mental y en saber."Y en todo asunto de sabiduría e

inteligencia en que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los

magos y astrólogos que había en todo su reino".*

Inconmovible en su lealtad a Dios y firme en el dominio propio, la noble dignidad y

la cortés deferencia 56 de Daniel le conquistaron en su juventud la "gracia y . . .

buena voluntad" del funcionario pagano a cuyo cargo estaba. Las mismas

cualidades caracterizaron toda su vida. Rápidamente ascendió al puesto de primer

ministro del reino. Durante el reinado de monarcas sucesivos, y cuando cayó la

nación y se estableció un reino rival, su sabiduría y sus condiciones de estadista

fueron tales, tan perfectos su tacto, su cortesía, y la bondad natural de su corazón,

combinados con su fidelidad a los buenos principios, que hasta sus enemigos se

vieron obligados a confesar que "no podían hallar ocasión alguna o falta, porque él

era fiel".*

Mientras Daniel se aferraba a Dios con confianza inquebrantable, descendió sobre

él el espíritu del poder profético. Mientras era honrado por los hombres con las

responsabilidades de la corte y los secretos del reino, fue honrado por Dios como

embajador suyo, y aprendió a leer los misterios de los siglos futuros. Los

monarcas paganos, gracias a su relación con el representante del cielo, se vieron

obligados a reconocer al Dios de Daniel. "Ciertamente el Dios vuestro -declaró

Nabucodonosor- es Dios de dioses, y Señor de los reyes, y el que revela los

misterios". Y Darío, en su proclama "a todos los pueblos, naciones y lenguas que

habitan en la tierra" ensalzó al "Dios de Daniel", cómo "el Dios viviente" que

"permanece por todos los siglos, y su reino no será jamás destruido", que "salva y

libra. . . y hace señales y maravillas en el cielo y en la tierra".*

HOMBRES LEALES Y HONRADOS

Por su sabiduría y su justicia, por la pureza y la bondad de sus vidas diarias, por

su devoción a los intereses del pueblo, aunque era idólatra, José y Daniel

demostraron ser fieles a los principios de la 57 educación recibida en su niñez,

fieles a Aquel de quien eran representantes. Estos hombres fueron honrados por

la nación entera tanto en Egipto como en Babilonia. Un pueblo pagano y todas las

naciones con las cuales estaban relacionados, contemplaron en ellos una

ilustración de la bondad y la benevolencia de Dios, una ilustración del amor de

Cristo.

¡Qué vocación la de estos nobles hebreos! Al despedirse del hogar de su infancia,

difícilmente pudieron haber soñado con el elevado destino que les esperaba. Su

naturaleza fiel y firme se entregó a la dirección divina para que Dios pudiese

cumplir su propósito por medio de ellos.

Dios desea revelar hoy, por medio de los jóvenes y niños, las mismas poderosas

verdades que reveló mediante estos hombres. Las historias de José y Daniel son

una ilustración de lo que el Señor hará por los que se entregan a él y se esfuerzan

de todo corazón por llevar a cabo su propósito.

La mayor necesidad del mundo es la de hombres que no se vendan ni se

compren; hombres que sean sinceros y honrados en lo más íntimo de sus almas;

hombres que no teman dar al pecado el nombre que le corresponde; hombres

cuya conciencia sea tan leal al deber como la brújula al polo; hombres que se

mantengan de parte de la justicia aunque se desplomen los cielos.

Pero semejante carácter no es el resultado de la casualidad; no se debe a favores

o dones especiales de la Providencia. Un carácter noble es el resultado de la

autodisciplina, de la sujeción de la naturaleza baja a la superior, de la entrega del

yo al servicio de amor a Dios y al hombre.

Es necesario inculcar en los jóvenes la verdad de que sus dones no les

pertenecen. La fuerza, el tiempo, el intelecto, no son sino tesoros prestados.

Pertenecen a Dios, y todo joven debería resolverse a darles el uso más elevado; él

es una rama de la cual Dios 58 espera fruto; un mayordomo cuyo capital debe

producir dividendos; una luz para iluminar la oscuridad del mundo.

Todo joven y todo niño tienen una obra que hacer para la honra de Dios y la

elevación e la humanidad.

ELISEO, FIEL EN LAS COSAS PEQUEÑAS

Los primeros años de la existencia del profeta Eliseo transcurrieron en la quietud

de la vida campestre bajo la enseñanza de Dios y la naturaleza, y la disciplina del

trabajo útil. En una época de apostasía casi universal, la familia de su padre se

contaba entre los que no habían doblado la rodilla ante Baal. En ese hogar se

honraba a Dios, y la fidelidad al deber era la norma de la vida diaria.

Como hijo de un rico agricultor, Eliseo había echado mano del trabajo que tenía

más cerca. Aunque poseía aptitudes para dirigir a los hombres, se lo instruyó en

los deberes comunes de la vida. A fin de dirigir sabiamente, debía aprender a

obedecer. La fidelidad en las cosas pequeñas lo preparó para llevar

responsabilidades mayores.

Aunque era dócil y manso, Eliseo poseía también energía y firmeza. Abrigaba el

amor y el temor de Dios, y de la humilde rutina del trabajo diario obtuvo fuerza de

propósito y nobleza de carácter, y creció en la gracia y el conocimiento divinos.

Mientras cooperaba con su padre en los trabajos del hogar, aprendía a cooperar

con Dios.

Eliseo recibió el llamado profético mientras araba el campo, con los criados de su

padre. Cuando Elías, dirigido divinamente en la elección de un sucesor, echó su

manto sobre los hombros del joven, Eliseo reconoció y obedeció la orden. "Y fue

tras Elías, y le servía".* No fue grande el trabajo que al principio 59 se exigió de

Eliseo; las obligaciones comunes seguían constituyendo su disciplina. Se dice que

él vertía agua en las manos de Elías, su maestro. Como ayudante personal del

profeta, siguió siendo fiel en las cosas pequeñas, al par que con un propósito que

se fortalecía diariamente se consagraba a la misión que le había sido asignada por

Dios.

Cuando recibió el llamado, se puso a prueba su resolución. Al volverse para seguir

a Elías, el profeta le dijo que regresara a su casa. Debía calcular el costo, decidir

por sí mismo si había de aceptar o rechazar el llamamiento. Pero Eliseo

comprendió el valor de su oportunidad. Por ninguna ventaja mundanal hubiera

dejado pasar la posibilidad de llegar a ser mensajero de Dios, o hubiese

sacrificado el privilegio de asociarse con su siervo.

Al transcurrir el tiempo y estar preparado Elías para la traslación, también Eliseo

estaba listo para ser su sucesor. Nuevamente fueron probadas su fe y su

resolución. Mientras acompañaba a Elías en su gira de servicio, sabiendo que la

traslación del profeta estaba próxima, éste en todos los lugares lo invitaba a que

se volviera. "Quédate ahora aquí -decía Elías- porque Jehová me ha enviado a

Bet-el".* Pero al manejar el arado, Eliseo había aprendido a no ceder ni

desanimarse, y entonces, al poner la mano en el arado en otro ramo de trabajo, no

quería que nadie lo desviara de su propósito. Tan pronto como se le decía que se

volviera, respondía:

"Vive Jehová, y vive tu alma, que no te dejaré".*

"Fueron, pues, ambos. . . Y ellos dos se pararon junto al Jordán. Tomando

entonces Elías su manto, lo dobló, y golpeó las aguas, las cuales se apartaron a

uno y a otro lado, y pasaron ambos por lo seco. Cuando habían pasado, Elías dijo

a Eliseo: Pide lo 60 que quieras que haga por ti, antes que yo sea quitado de ti. Y

dijo Eliseo: Te ruego que una doble porción de tu espíritu sea sobre mí. El le dijo:

Cosa difícil has pedido. Si me vieres cuando fuere quitado de ti, te será hecho así;

mas si no, no. Y aconteció que yendo ellos y hablando, he aquí un carro de fuego

con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino.

ELISEO, SUCESOR DE ELÍAS

"Viéndolo Eliseo, clamaba: ¡Padre mío, padre mío, carro de Israel y su gente de a

caballo! Y nunca más le vio; y tomando sus vestidos, los rompió en dos partes.

Alzó luego el manto de Elías que se le había caído, y volvió, y se paró a la orilla

del Jordán. Y tomando el manto de Elías que se le había caído, golpeó las aguas,

y dijo: ¿Dónde está Jehová, el Dios de Elías? Y así que hubo golpeado del mismo

modo las aguas, se apartaron a uno y a otro lado, y pasó Eliseo. Viéndole los hijos

de los profetas que estaban en Jericó al otro lado, dijeron: El espíritu de Elías

reposó sobre Eliseo. Y vinieron a recibirle, y se postraron delante de él".*

A partir de ese momento, Eliseo ocupó el lugar de Elías. Y el que había sido fiel en

lo poco, demostró ser fiel en lo mucho.

Elías, el hombre de poder, había sido instrumento de Dios para vencer males

gigantescos. Había abatido la idolatría que, sostenida por Acab y la pagana

Jezabel, había seducido a la nación. Había dado muerte a los profetas de Baal.

Todo el pueblo de Israel había sido profundamente conmovido, y muchos volvían

al culto de Dios. Para suceder a Elías se necesitaba un hombre que por medio de

una instrucción cuidadosa 61 y paciente, pudiera guiar a Israel por caminos

seguros. La educación que recibió Eliseo durante sus primeros años, bajo la

dirección de Dios, lo preparó para esa obra.

La lección es para todos. Nadie puede saber cuál será el propósito de la disciplina

de Dios, pero todos pueden estar seguros de que la fidelidad en las cosas

pequeñas es evidencia de la idoneidad para llevar responsabilidades más

grandes. Cada acto de la vida es una revelación del carácter, y sólo aquel que en

los pequeños deberes demuestra ser "obrero que no tiene de qué avergonzarse"*,

será honrado por Dios con responsabilidades mayores.

MOISES, PODEROSO POR LA FE

Cuando quedó privado del cuidado protector del hogar de su infancia, Moisés era

menor que José y Daniel y, sin embargo, ya habían amoldado su carácter los

mismos instrumentos que amoldaron la vida de aquéllos. Pasó solamente doce

años con su parentela hebrea, pero durante ese tiempo puso el cimiento de su

grandeza una persona de fama poco pregonada.

Jocabed era mujer y esclava. Su destino en la vida era humilde, y su carga

pesada. Sin embargo, el mundo no ha recibido beneficios mayores mediante

ninguna otra mujer, con excepción de María de Nazaret. Sabiendo que su hijo

había de pasar pronto de su cuidado al de los que no conocían a Dios, se esforzó

con más fervor aún para unir su alma con el cielo. Trató de implantar en su

corazón el amor y la lealtad a Dios. Y llevó a cabo fielmente esa obra. Ninguna

influencia posterior pudo inducir a Moisés a renunciar a los principios de verdad

que eran el centro de la enseñanza de su madre. 62

Del humilde hogar de Gosén, el hijo de Jocabed pasó al palacio de los faraones, al

cuidado de la princesa egipcia que le dio la bienvenida como a un hijo amado y

mimado. Moisés recibió en las escuelas de Egipto la más elevada educación civil y

militar. Dotado de grandes atractivos personales, de formas y estatura nobles, de

mente cultivada y porte principesco, y renombrado como jefe militar, llegó a ser el

orgullo de la nación. El rey de Egipto era también miembro del sacerdocio, y

Moisés, aunque se negaba a tener parte en el culto pagano, fue iniciado en todos

los misterios de la religión egipcia. Siendo aún Egipto en ese tiempo la nación más

poderosa y civilizada, Moisés, como soberano en perspectiva, era heredero de los

mayores honores que el mundo le podía otorgar. Pero su elección fue más noble.

Por el honor de Dios y el libramiento de su pueblo oprimido, Moisés sacrificó los

honores de Egipto. Entonces Dios se encargó en un sentido especial de su

educación.

Moisés no estaba aún preparado para la obra de su vida. Todavía tenía que

aprender a depender del poder divino. Había entendido mal el propósito de Dios.

Su esperanza era librar a Israel por la fuerza de las armas. Para ello, lo arriesgó

todo, y fracasó. Derrotado y desalentado, se transformó en fugitivo y desterrado en

un país extraño.

EN LA UNIVERSIDAD DEL DESIERTO

Moisés pasó cuarenta años en los desiertos de Madián, como pastor de ovejas.

Aparentemente apartado para siempre de la misión de su vida, recibió la disciplina

esencial para su realización. Mediante el dominio propio, debía obtener sabiduría

para gobernar una multitud ignorante e indisciplinado. En el cuidado de las ovejas

y los tiernos corderitos, debía obtener la experiencia que iba a convertirlo en un fiel

63 y tolerante Pastor de Israel. Para llegar a ser representante de Dios, debía

recibir enseñanza de él.

Las influencias que lo habían rodeado en Egipto, el afecto de su madre adoptiva,

su posición como nieto del rey, el lujo y el vicio que atraían en mil formas distintas,

el refinamiento, la sutileza y el misticismo de una religión falsa, habían

impresionado su mente y su carácter. Todo esto desapareció en la austera

sencillez del desierto.

En medio de la solemne majestad de la soledad de las montañas, Moisés se

encontró solo con Dios. Por todas partes estaba escrito el nombre del Creador.

Moisés parecía hallarse en su presencia, bajo la sombra de su poder. Allí

desapareció su engreimiento. En presencia del Ser Infinito se dio cuenta de lo

débil, deficiente y corto de visión que es el hombre.

Allí obtuvo Moisés lo que lo acompañó durante los años de su vida llena de

trabajos y cuidados: El sentimiento de la presencia personal del Ser Divino. No

sólo vio a través de los siglos que Cristo sería manifestado en la carne; vio a

Cristo acompañando a las huestes de Israel en todos sus viajes. Cuando era mal

comprendido o se tergiversaba lo que él decía, cuando tenía que aguantar

reproches e insultos, hacer frente al peligro y la muerte, podía soportarlo "porque

se sostuvo como viendo al Invisible".*

Moisés no sólo pensaba en Dios, sino que lo veía. Dios era la visión constante que

tenía delante de sí. Nunca perdía de vista su rostro.

Para Moisés la fe no era una conjetura, sino una realidad. Creía que Dios regía su

vida en particular, y lo reconocía en todos sus detalles. Confiaba en él a fin de

obtener fuerza para resistir todas las tentaciones. 64

Quería obtener el mayor éxito posible en la obra que se le había asignado, y

depositaba toda su confianza en el poder divino. Sentía su necesidad de ayuda, la

pedía, se aferraba a ella por la fe, y seguía adelante contando con la seguridad de

una fuerza sostenedora.

Tal fue la experiencia que adquirió Moisés durante los cuarenta años de educación

en el desierto. La sabiduría infinita no consideró este período como demasiado

largo, ni como demasiado grande el precio que costaba impartir una experiencia

semejante.

Los resultados de esa educación, de las lecciones allí enseñadas, están ligados,

no sólo con la historia de Israel, sino con todo lo que desde ese día hasta hoy ha

resultado para progreso del mundo. El mayor testimonio dado acerca de la

grandeza de Moisés, el juicio pronunciado sobre su vida por la Inspiración, es: "Y

nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido

Jehová cara a cara".*

PABLO, GOZOSO EN EL SERVICIO

A la fe y la experiencia de los discípulos galileos que habían acompañado a Jesús,

se unieron en la obra del Evangelio el fogoso vigor y el poder intelectual de un

rabino de Jerusalén. Siendo ciudadano romano, nacido en una ciudad gentil;

siendo judío, no sólo por ascendencia, sino por educación, celo patriótico y fe

religiosa de toda una vida; y habiendo sido educado en Jerusalén por los rabinos

más eminentes, e instruido en todas las leyes y tradiciones de los padres, Saulo

de Tarso compartía en toda su intensidad el orgullo y los prejuicios de su nación.

Cuando aún era joven, llegó a ser un honrado miembro del Sanedrín. Se lo tenía

por hombre promisorio, y celoso defensor de la antigua fe. 65

En las escuelas teológicas de Judea, la Palabra de Dios había sido sustituida por

las especulaciones humanas; las tradiciones e interpretaciones de los rabinos la

despojaban de su poder. El engrandecimiento propio, el amor al dominio, la

exclusividad celosa, el fanatismo y el orgullo despectivo, eran los principios y

motivos predominantes de esos maestros.

Los rabinos se enorgullecían de su superioridad, no sólo sobre los habitantes de

otras naciones, sino sobre las multitudes de la suya propia. Dominados por el odio

hacia sus opresores romanos, abrigaban la determinación de recobrar por la

fuerza de las armas su supremacía nacional. Odiaban y daban muerte, a los

seguidores de Jesús, cuyo mensaje de paz era tan opuesto a sus proyectos

ambiciosos. Y en esta persecución Pablo era uno de los más crueles e

implacables actores.

En las escuelas militares de Egipto, Moisés había aprendido la ley de la fuerza, y

esta enseñanza influyó tanto en su carácter, que fueron necesarios cuarenta años

de quietud y comunión con Dios y la naturaleza, a fin de prepararlo para dirigir a

Israel según el amor. Pablo tuvo que aprender la misma lección.

A las puertas de Damasco, la visión del Crucificado cambió todo el curso de su

vida. El perseguidor se convirtió en discípulo, el maestro en alumno. Los días de

oscuridad pasados en la soledad, en Damasco, fueron como años para su vida.

Su estudio lo constituían las Escrituras del Antiguo Testamento, atesoradas en su

memoria, y Cristo era su Maestro. También fue para él una escuela la soledad de

la naturaleza. Fue al desierto de Arabia para estudiar las Escrituras y aprender de

Dios. Limpió su alma de los prejuicios y las tradiciones que habían amoldado su

vida y recibió instrucción de la Fuente de verdad.

Su vida ulterior fue inspirada por el principio de la abnegación, el ministerio del

amor. "A griegos y a 66 no griegos, a sabios y a no sabios -dijo- soy deudor".* "El

amor de Cristo nos constriñe".*

Pablo, el más grande maestro humano, aceptaba tanto los deberes más humildes

como los más elevados. Reconocía la necesidad del trabajo, tanto para las manos

como para la mente, y desempeñaba un oficio para mantenerse. Se dedicaba a la

fabricación de tiendas mientras predicaba diariamente el Evangelio en los grandes

centros civilizados. "Antes vosotros sabéis que para lo que me ha sido necesario a

mí y a los que están conmigo -dijo cuando se despedía de los ancianos de Efeso-,

estas manos me han servido".*

Al par que poseía altas dotes intelectuales, Pablo revelaba en su vida el poder de

una sabiduría aún más rara. Sus enseñanzas, ejemplificadas por su vida, revelan

principios de la más profunda significación, que eran ignorados por los grandes

espíritus de su tiempo. Poseía la más elevada de todas las sabidurías que da una

pronta perspicacia y simpatía, que pone al hombre en contacto con los hombres, y

lo capacita para despertar la naturaleza mejor de sus semejantes e inspirarles a

vivir una vida más elevada.

Escuchad las palabras que pronunció ante los paganos de Listra, al indicarles a

Dios revelado en la naturaleza como Fuente de todo bien, que nos da "lluvias del

cielo y tiempos fructíferos, llenando de sustento y de alegría nuestros corazones".*

Vedle en la cárcel de Filipos donde, a pesar del dolor que abruma su cuerpo, su

canto de alabanza rasga el silencio de la noche. Después que el terremoto ha

abierto las puertas de la cárcel, se vuelve a oír su voz en palabras de aliento para

el carcelero pagano: "No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí".* Todos

habían permanecido en su sitio, contenidos por la presencia de un compañero de

prisión. 67 Y el carcelero, convencido de la realidad de aquella fe que sostenía a

Pablo, se interesó por el camino de la salvación, y con toda su casa se unió al

perseguido grupo de discípulos de Cristo.

EL TESTIMONIO DE PABLO

Ved a Pablo en Atenas, ante el concilio del Areópago, donde hace frente a la

ciencia con ciencia, a la lógica con lógica y a la filosofía con filosofía. Notad cómo,

con un tacto nacido del amor divino, señala a Jehová como "al Dios no conocido" a

quien sus oyentes han adorado ignorantemente, y citando palabras de un poeta

griego, lo describe como Padre del cual ellos son hijos. Escuchadlo exponer, en

esa época de castas sociales, cuando no se reconocían en absoluto los derechos

del hombre como hombre, la gran verdad de la fraternidad humana, al declarar

que Dios "de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten

sobre toda la faz de la tierra". Luego muestra cómo, en todo el trato de Dios con el

hombre, se puede seguir, como hilo de oro, su propósito de gracia y misericordia.

Fijó él "el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a

Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está

lejos de cada uno de nosotros".*

Oídlo en el tribunal de Festo, cuando el rey Agripa, convencido de la verdad del

Evangelio, exclama: "Por poco me persuades a ser cristiano".* Con qué gentil

cortesía le responde Pablo, señalándole su cadena: "¡Quisiera Dios que por poco

o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis

hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!"*

Así transcurrió su vida, según él mismo dice, "en caminos muchas veces; en

peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros 68 de

los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar,

peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en

hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez".*

"Nos maldicen -dijo-, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos.

Nos difaman, y rogamos"*, "como entristecidos, mas siempre gozosos; como

pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo

todo".*

Hallaba gozo en el servicio; y al fin de su vida de trabajo, al echar una mirada

retrospectiva a sus luchas y triunfos, pudo decir: "he peleado la buena batalla".*

Estas biografías son de interés vital. Para nadie son de más profunda importancia

que para los jóvenes. Moisés renunció a un reino en perspectiva; Pablo, a las

ventajas proporcionadas por la riqueza y el honor entre su pueblo, a cambio de

una vida llena de responsabilidades en el servicio de Dios. Para muchos, la vida

de estos hombres se presenta como una vida de renunciación y sacrificio. ¿Fue

realmente así? Moisés consideraba que el oprobio sufrido por Cristo era una

riqueza mayor que la de los tesoros de Egipto. Lo consideraba así, porque así era.

Pablo declaró: "Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como

pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aún estimo todas las cosas como

pérdida por la excelencia del conocimiento dé Cristo Jesús, mi Señor, por amor del

cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo".* Estaba

satisfecho con su elección.

A Moisés le ofrecieron el palacio de los faraones y el trono del monarca, pero en

esas cortes reales 69 se practicaban los placeres pecaminosos que hacen que el

hombre se olvide de Dios, y él escogió antes "riquezas duraderas, y justicia".* En

vez de ligarse a la grandeza de Egipto, prefirió, unir su vida al propósito de Dios.

En vez de dictar leyes a Egipto, dictó, leyes al mundo, bajo la dirección divina.

Llegó a ser instrumento de Dios para dar a los hombres los principios que

constituyen la salvaguardia, tanto del hogar como de la sociedad, que son la

piedra angular de la prosperidad de las naciones, principios reconocidos hoy día

por los más grandes hombres del mundo como fundamento de todo lo mejor que

existe en los gobiernos humanos.

La grandeza de Egipto yace en el polvo. Su poder y civilización han pasado. Pero

la obra de Moisés nunca podrá perecer. Los grandes principios de justicia para

cuya instauración él vivió, son eternos.

La vida de trabajo y preocupaciones de Moisés estaba iluminada por la presencia

de Aquel que es el "señalado entre diez mil", "y todo él codiciable".* Compañero

de Cristo en la peregrinación por el desierto, compañero de Cristo en el monte de

la transfiguración, compañero de Cristo en las cortes celestiales, Moisés llevó una

vida que en la tierra bendecía a la par que recibía bendición, y que en el cielo fue

honrada.

También Pablo, en sus múltiples labores, fue sostenido por el poder sustentador

de la presencia de Cristo. "Todo lo puedo -dijo él- en Cristo que me fortalece".*

"¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución,

o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?. . . Antes, en todas estas cosas

somos más que vencedores por medio de Aquel que nos amó. Por lo cual estoy

seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni

lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada

nos 70 podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro".*

Sin embargo, hay un gozo futuro que Pablo esperaba como recompensa de sus

labores, el mismo gozo por causa del cual Cristo soportó la cruz y despreció la

vergüenza, el gozo de ver el fruto de su obra. "¿Cuál es nuestra esperanza, o

gozo, o corona de que me gloríe? -escribió a los conversos tesalonicenses-. ¿No

lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? Vosotros sois

nuestra gloria y gozo."*

¿Quién puede calcular los resultados que tuvo para el mundo la obra de la vida de

Pablo? De todas las influencias benéficas que alivian el sufrimiento, consuelan la

pena, refrenan el mal, elevan la vida por encima de lo egoísta y sensual y la

glorifican con la esperanza de la inmortalidad, ¡cuánto se debe a las labores de

Pablo y sus colaboradores cuando, con el Evangelio del Hijo de Dios, hicieron su

viaje inadvertido de Asia a las costas de Europa!

¿Cuánto vale para cualquier vida el haber sido instrumento de Dios para poner en

movimiento semejantes influencias benéficas? ¿Cuánto valdrá en la eternidad

poder ver los resultados de semejante obra? 71

EL MAESTRO DE LOS MAESTROS

"¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!" 73

El Maestro Enviado por Dios

"Considerad a Aquel".

"Y SE llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno,

Príncipe de paz"*

En el Maestro enviado por Dios, el cielo dio a los hombres lo mejor y lo más

grande que tenía. Aquel que había estado en los consejos del Altísimo, que había

morado en el más íntimo santuario del Eterno, fue escogido para revelar

personalmente a la humanidad el conocimiento de Dios.

Por medio de Cristo había sido transmitido cada rayo de luz divina que había

llegado a nuestro mundo caído. El había sido quien habló por medio de todo aquel

que en el transcurso de los siglos declaró la palabra de Dios al hombre. Todas las

excelencias manifestadas en las almas más nobles y grandes de la tierra, eran

reflejos suyos. La pureza y la bondad de José, la fe, la mansedumbre y la

tolerancia de Moisés, la firmeza de Eliseo, la noble integridad y la firmeza de

Daniel, el ardor y la abnegación de Pablo, el poder mental y espiritual manifestado

en todos estos hombres, y en todos los demás que alguna vez vivieron en la tierra,

no eran más que destellos del esplendor de su gloria. En él se hallaba el ideal

perfecto.

Cristo vino al mundo para revelar este ideal como el único y verdadero blanco de

nuestros esfuerzos; para mostrar lo que todo ser humano debiera ser; lo que

llegarían a ser por medio de la morada de la 74 divinidad en la humanidad todos

los que lo recibieran. Vino a mostrar de qué manera deben ser educados los

hombres como conviene a hijos de Dios; cómo deben practicar en la tierra los

principios, y vivir la vida del cielo.

El mayor don de Dios fue otorgado para responder a la mayor necesidad del

hombre. La luz apareció cuando la oscuridad del mundo era más intensa. Hacía

mucho que, a causa de las enseñanzas falsas, las mentes de los hombres habían

sido apartadas de Dios. En los sistemas predominantes de educación, la filosofía

humana había sustituido a la revelación divina. En vez de la norma de verdad

dada por el cielo, los hombres habían aceptado una norma de su propia invención.

Se habían apartado de la Luz de la vida, para andar a la luz del fuego que ellos

mismos habían encendido.

Habiéndose separado de Dios, y siendo su única confianza el poder humano, su

fuerza no era otra cosa sino debilidad. Ni siquiera eran capaces de alcanzar la

norma establecida por ellos mismos. La falta de verdadera excelencia era suplida

por la apariencia y la mera profesión de fe. La apariencia reemplazaba a la

realidad.

De vez en cuando se levantaban maestros que dirigían la atención de los hombres

a la Fuente de la verdad. Se enunciaban principios rectos y había vidas humanas

que daban testimonio de su poder. Pero estos esfuerzos no hacían impresión

duradera. Se producía una breve represión de la corriente del mal, pero no se

detenía su curso descendente. Los reformadores eran como luces que brillaban en

a oscuridad, pero no la podían disipar. El mundo amaba "más las tinieblas que la

luz".*

Cuando Cristo vino a la tierra, la humanidad parecía muy próxima a llegar a su

más bajo nivel. El mismo cimiento de la sociedad estaba minado. La 75 vida había

llegado a ser falsa y artificial. Los judíos, destituidos del poder de la Palabra de

Dios, daban al mundo tradiciones y especulaciones que adormecían la mente y el

alma. El culto de Dios "en espíritu y en verdad" había sido suplantado por la

glorificación del hombre en una ronda interminable de ceremonias creadas por

éste. En el mundo, todos los sistemas religiosos perdían su influencia sobre la

mente y el alma. Hartos de fábulas y mentiras, y deseosos de ahogar su

pensamiento, los hombres se volvieron hacia la incredulidad y el materialismo. Al

excluir de sus cálculos la eternidad, vivían para el presente.

A medida que dejaban de reconocer al Ser divino, dejaban de tener consideración

por el ser humano. La verdad, el honor, la integridad, la confianza, la compasión,

iban abandonando la tierra. La avaricia implacable y la ambición absorbente

creaban una desconfianza universal. La idea del deber, de las obligaciones de la

fuerza hacia la debilidad, de la dignidad y los derechos humanos, era desechada

como sueño o fábula. Al pueblo común se lo consideraba como bestias de carga,

como instrumentos o escalones para lograr lo que se ambicionaba. Se buscaban

como el mayor bien la riqueza, el poder, la comodidad y los placeres. La

degeneración física, el sopor mental y la muerte espiritual eran las características

de la época.

A medida que las pasiones y los propósitos malos de los hombres eliminaban a

Dios de sus pensamientos, ese olvido los inclinaba cada vez con más fuerza al

mal. El corazón que amaba el pecado vestía con sus atributos a Dios, y este

concepto fortalecía el poder del pecado. Resueltos a complacerse a sí mismos, los

hombres llegaron a considerar a Dios como semejante a ellos, es decir, como un

Ser cuya meta era la glorificación del yo, cuyas exigencias respondían a su propio

placer; un Ser que elevaba o 76 abatía a los hombres según éstos contribuyeran a

la realización de su propósito egoísta, o lo obstruyesen. Las clases más bajas

consideraban que el Ser supremo difería poco de sus opresores, a excepción de

que los sobrepujaba en poder. Estas ideas le daban su molde a toda

manifestación religiosa. Cada una de ellas era un sistema de extorsión. Los

adoradores trataban de congraciarse con la Deidad por medio de ofrendas y

ceremonias, con el fin de asegurarse su favor para el logro de sus propios fines.

Una religión que no ejercía poder sobre el corazón ni la conciencia, se reducía a

una serie de ceremonias, de las cuales el hombre se cansaba y deseaba liberarse,

a no ser por las ventajas que podía ofrecer. De ese modo el mal, al no ser

refrenado, aumentaba, mientras disminuían el aprecio del bien y el deseo de

practicarlo. Los hombres perdieron la imagen de Dios y recibieron el sello del

poder demoníaco que los dominaba. Todo el mundo se iba convirtiendo en un

sumidero de corrupción.

Sólo había una esperanza para la especie humana, y ésta era que se pusiera

nueva levadura en esa masa de elementos discordantes y corruptos; que se

introdujese en la humanidad el poder de una vida nueva; que se restaurase en el

mundo el conocimiento de Dios.

Cristo vino para restaurar ese conocimiento. Vino para poner a un lado la

enseñanza falsa mediante la cual los que decían conocer a Dios lo habían

desfigurado. Vino a manifestar la naturaleza de su ley, a revelar en su carácter la

belleza de la santidad.

Cristo vino al mundo con el amor acumulado de toda la eternidad. Al eliminar las

exigencias que hacían gravosa la ley de Dios, demostró que es una ley de amor,

una expresión de la bondad divina. Demostró que la obediencia a sus principios

entraña la felicidad de la humanidad, y con ella la estabilidad, el mismo cimiento y

la estructura de la sociedad. 77

Lejos de contener requisitos arbitrarios, la ley de Dios se da a los hombres como

cerco o escudo. El que acepta sus principios es preservado del mal. La fidelidad a

Dios entraña fidelidad al hombre. De ese modo la ley protege los derechos y la

individualidad de cada ser humano. Prohíbe al superior oprimir, y al subalterno

desobedecer. Asegura el bienestar del hombre, tanto para este mundo como para

el venidero. Para el obediente es la garantía de la vida eterna, porque expresa los

principios que permanecen para siempre.

Cristo vino a demostrar el valor de los principios divinos por medio de la revelación

de su poder para regenerar a la especie humana. Vino a enseñar cómo se deben

desarrollar y aplicar esos principios.

Para el pueblo de esa época, el valor de todas las cosas lo determinaba la

apariencia exterior. Al perder su poder, la religión había aumentado su pompa. Los

educadores de la época trataban de imponer respeto por medio de la ostentación

y el fausto. Comparada con todo esto, la vida de Cristo establecía un marcado

contraste. Ponía en evidencia la falta de valor de las cosas que los hombres

consideraban como esenciales para la vida. Al nacer en el ambiente más tosco, al

compartir un hogar y una vida humildes y la ocupación de un artesano, al vivir una

vida oscura e identificarse con los trabajadores desconocidos del mundo, Jesús

siguió el plan divino relativo a la educación. No buscó las escuelas de su tiempo,

que magnificaban las cosas pequeñas y empequeñecían las grandes. Obtuvo su

educación directamente de las fuentes indicadas por el cielo, del trabajo útil, del

estudio de las Escrituras y la naturaleza, y de las vicisitudes de la vida, que

constituyen los libros de texto de Dios, llenos de instrucción para todos los que los

buscan con manos dispuestas, ojos abiertos y corazón comprensivo. 78

"Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era

sobre él"* Preparado de esta manera, salió para cumplir su misión, y en todo

momento que estuvo en relación con los hombres ejerció sobre ellos una

influencia para bendecir, y un poder para transformar que el mundo no había

conocido nunca.

El que trata de transformar a la humanidad, debe comprender a la humanidad.

Solo por la simpatía, la fe y el amor, pueden ser alcanzados y elevados los

hombres. En esto Cristo se revela como el Maestro de los maestros: De todos los

que alguna vez vivieran en la tierra, él sólo posee una perfecta comprensión del

alma humana.

"Porque no tenemos un sumo sacerdote -Maestro de los maestros, porque los

sacerdotes eran maestros- que no pueda compadecerse de nuestras debilidades,

sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza".*

"Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a

los que son tentados".*

Cristo es el único que experimentó todas las penas y tentaciones que sobrevienen

a los seres humanos. Nunca fue tan fieramente perseguido por la tentación otro

ser nacido de mujer; nunca llevó otro la carga tan pesada de los pecados y dolores

del mundo. Nunca hubo otro cuya simpatía fuera tan abarcante y tierna. Habiendo

participado de todo lo que experimenta la especie humana, no sólo podía

condolerse de todo el que estuviera abrumado y tentado en la lucha, sino que

sentía con él.

Practicaba lo que enseñaba. "Porque ejemplo os he dado -dijo a los discípulos-,

para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis". "Así como yo he

guardado los mandamientos de mi padre".* Así, las palabras de Cristo tuvieron en

su vida una ilustración y un apoyo perfectas. Y más aún, él era 79 lo que

enseñaba. Sus palabras no sólo eran la expresión de la experiencia de su propia

vida, sino de su propio carácter. No sólo enseñó la verdad; él era la verdad. Eso

fue lo que dio poder a su enseñanza.

Cristo reprendía fielmente. Nunca vivió otro que odiara tanto el mal, ni cuyas

acusaciones fuesen tan terribles. Su misma presencia era un reproche para todo

lo falso y lo bajo. A la luz de su pureza, los hombres velan que eran impuros, y que

el propósito de su vida era despreciable y falso. Sin embargo, él los atraía. El que

había creado al hombre, apreciaba el valor de la humanidad. Delataba al mal

como enemigo de aquellos a quienes trataba de bendecir y salvar. En todo ser

humano, cualquiera fuera el nivel al cual hubiese caído, veía a un hijo de Dios, que

podía recobrar el privilegio de su relación divina.

"Porque no envió Dios a su hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que

el mundo sea salvo por él".* Al contemplar a los hombres sumidos en el

sufrimiento y la degradación, Cristo percibió que, donde sólo se veía

desesperación y ruina, había motivos de esperanza. Dondequiera existiera una

sensación de necesidad, él veía una oportunidad de elevación. Respondía a las

almas tentadas, derrotadas, que se sentían perdidas, a punto de perecer, no con

acusación, sino con bendición.

Las bienaventuranzas constituyeron su saludo para toda la familia humana. Al

contemplar la vasta multitud reunida para escuchar el Sermón del Monte, pareció

olvidar por el momento que no se hallaba en el cielo, y usó el saludo familiar del

mundo de la luz. De sus labios brotaron bendiciones como de un manantial por

largo tiempo obstruido.

Apartándose de los ambiciosos y engreídos favoritos de este mundo, declaró que

serían bendecidos los que, aunque fuera grande su necesidad, recibiesen su luz y

su amor. Tendió sus brazos a los 80 pobres en espíritu, afligidos, perseguidos,

diciendo: "Venid a mí. . . y yo os haré descansar".*

En cada ser humano percibía posibilidades infinitas. Veía a los hombres según

podrían ser transfigurados por su gracia, en "la luz de Jehová nuestro Dios".* Al

mirarlos con esperanza, inspiraba esperanza. Al saludarlos con confianza,

inspiraba confianza. Al revelar en sí mismo el verdadero ideal del hombre,

despertaba el deseo y la fe de obtenerlo. En su presencia, las almas despreciadas

y caídas se percataban de que aún eran seres humanos, y anhelaban demostrar

que eran dignas de su consideración. En más de un corazón que parecía muerto a

todas las cosas santas, se despertaron nuevos impulsos. A más de un

desesperado se presentó la posibilidad de una nueva vida.

Cristo ligaba a los hombres a su corazón con lazos de amor y devoción, y con los

mismos lazos los ligaba a sus semejantes. Con él, el amor era vida y la vida

servicio. "De gracia recibisteis -dijo-, dad de gracia".*

No sólo en la cruz se sacrificó Cristo por la humanidad. Cuando "anduvo haciendo

bienes"* su experiencia cotidiana era un derramamiento de su vida. Sólo de un

modo se podía sostener semejante vida. Jesús vivió dependiendo de Dios y de su

comunión con él. Los hombres acuden de vez en cuando al lugar secreto del

Altísimo, bajo la sombra del Omnipotente; permanecen allí un tiempo, y el

resultado se manifiesta en acciones nobles; luego falla su fe, se interrumpe la

comunión con Dios, y se echa a perder la obra de la vida. Pero la vida de Jesús

era una vida de confianza constante, sostenida por una comunión continua, y su

servicio para el cielo y la tierra fue sin fracaso ni vacilación.

Como hombre, suplicaba ante el trono de Dios, hasta que su humanidad se

cargaba de una corriente 81 celestial que unía la humanidad con la Divinidad.

Recibía vida de Dios, y la impartía a los hombres.

"¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!"*.Esto se habría aplicado

a Cristo aún cuando hubiera enseñado únicamente en cuanto a lo físico y lo

intelectual o en materias de teoría y especulación. Podría haber revelado misterios

cuya comprensión ha requerido siglos de trabajo y estudio. Podría haber hecho

sugerencias en ramos científicos que, hasta el fin del tiempo, hubieran

proporcionado material para el pensamiento y estímulo a la inventiva. Pero no lo

hizo. Nada dijo para satisfacer la curiosidad o estimular la ambición egoísta. No se

ocupó de teorías abstractas, sino de lo que es indispensable para el desarrollo del

carácter; de lo que amplía la aptitud del hombre para conocer a Dios y aumenta su

poder para hacer bien. Habló de las verdades que se refieren a la conducta de la

vida, y que unen al hombre con la eternidad.

En vez de inducir al pueblo a estudiar las teorías humanas acerca de Dios, su

Palabra, o sus obras, le enseñó a contemplarlo según se manifiesta en sus obras,

en su Palabra y por medio de sus providencias. Puso sus mentes en contacto con

la mente del Ser Infinito.

"Y se admiraban de su doctrina, porque su palabra era con autoridad".* Nunca

antes habló otro que tuviera tal poder para despertar el pensamiento, encender la

aspiración y suscitar cada aptitud del cuerpo, la mente y el alma.

La enseñanza de Cristo, lo mismo que su simpatía, abarcaba el mundo. Nunca

podrá haber una circunstancia de la vida, una crisis de la experiencia humana que

no haya sido prevista en su enseñanza, y para la cual no tengan una lección sus

principios. 82

Las palabras del Príncipe de los maestros serán una guía para sus colaboradores,

hasta el fin.

Para él eran uno el presente y el futuro, lo cercano y lo lejano. Tenía en vista las

necesidades de toda la humanidad. Ante su mente estaban desplegadas todas las

escenas de esfuerzo y progreso humanos, de tentación y conflicto, de perplejidad

y peligro. Conocía todos los corazones, todos los hogares, todos los placeres, los

gozos y las aspiraciones.

No sólo hablaba para toda la humanidad, sino a ella misma. Su mensaje

alcanzaba al niñito en la alegría de la mañana de su vida; al corazón ansioso e

inquieto de la juventud; a los hombres, que en la plenitud de sus años llevaban la

carga de la responsabilidad, a los ancianos en su debilidad y cansancio. Su

mensaje era para todos; para todo ser humano, de todo país y toda época.

Su enseñanza abarcaba las cosas del tiempo y la eternidad, las cosas visibles en

su relación con las invisibles, los incidentes pasajeros de la vida común, y los

solemnes sucesos de la vida futura.

Establecía la verdadera relación que existe entre las cosas de esta vida, como

subordinadas a las de interés eterno, pero no ignoraba su importancia. Enseñaba

que el cielo y la tierra están ligados, y que el conocimiento de la verdad divina

prepara mejor al hombre para desempeñar los deberes de la vida diaria.

Para él, nada carecía de propósito. Los juegos del niño, los trabajos del hombre,

los placeres, cuidados y dolores de la vida, eran medios que respondían a un fin:

la revelación de Dios para la elevación de la humanidad.

De sus labios la Palabra dé Dios llegaba a los corazones de los hombres con

poder y significado nuevos. Su enseñanza proyectó nueva luz sobre las cosas de

la creación. En la faz de la naturaleza se 83 vieron una vez más los resplandores

que el pecado había eclipsado. En todos los hechos e incidentes de la vida, se

revelaba una lección divina y la posibilidad de gozar de la compañía de Dios. El

Señor volvió a morar en la tierra; los corazones humanos percibieron su presencia;

el mundo fue rodeado por su amor. El cielo descendió a los hombres. En Cristo,

sus corazones reconocieron a Aquel que les había dado acceso a la ciencia de la

eternidad: "Emanuel, que traducido es: Dios con nosotros".

En el Maestro enviado por Dios halla su centro toda verdadera obra educativa. De

la obra de hoy, lo mismo que de la que estableció hace mil ochocientos años*, el

Salvador dice:

"Yo soy el primero y el último".

"Yo soy el Alfa y la Omega, el principio, y el fin"*

En presencia de semejante Maestro, de semejante oportunidad para obtener

educación divina, es una necedad buscar educación fuera de él, esforzarse por

ser sabio fuera de la Sabiduría; ser sincero mientras se rechaza la Verdad; buscar

iluminación aparte de la Luz, y existencia sin la Vida; apartarse del Manantial de

aguas vivas, y cavar cisternas rotas que no pueden contener agua.

He aquí, él invita aún: "Si alguno tiene sed, venga a mí, y beba.. El que cree en

mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva". "El agua que

yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna".* 84

Una Ilustración de los Métodos de Cristo

"He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste".

LA ILUSTRACION más completa de los métodos de Cristo como maestro, se

encuentra en la educación que él dio a los doce primeros discípulos. Esos

hombres debían llevar pesadas responsabilidades. Los había escogido porque

podía infundirles su Espíritu y prepararlos para impulsar su obra en la tierra una

vez que él se fuera. A ellos más que a nadie les concedió la ventaja de su

compañía. Por medio de su relación personal dejó su sello en estos colaboradores

escogidos. "La vida fue manifestada -dice Juan, el amado-, y la hemos visto, y

testificamos".*

Solamente por medio de una comunión tal -la comunión de la mente con la mente,

del corazón con el corazón, de lo humano con lo divino-, se puede transmitir esa

energía vivificadora, transmisión que constituye la obra de la verdadera educación.

Sólo la vida engendra vida.

En la educación de sus discípulos, el Salvador siguió el sistema de educación

establecido al principio. Los primeros doce escogidos, junto con unos pocos que,

para atender sus necesidades, estaban de vez en cuando en relación con ellos,

formaban la familia de Jesús. Estaban con él en la casa, junto 85 a la mesa, en la

intimidad, en el campo. Lo acompañaban en sus viajes, compartían sus pruebas y

tareas y, hasta donde podían, participaban de su trabajo.

A veces les enseñaba cuando estaban sentados en la ladera de la montaña; a

veces, junto al mar, o desde la barca de un pescador; otras, cuando iban por el

camino. Cada vez que hablaba a la multitud, los discípulos formaban el círculo

más cercano a él. Se agolpaban alrededor de él para no perder nada de su

instrucción. Eran oidores atentos, anhelosos de comprender las verdades que

debían enseñar en todos los países y todos los tiempos.

Los primeros alumnos de Jesús fueron escogidos de entre el pueblo común. Estos

pescadores de Galilea eran hombres humildes, sin instrucción; no conocían ni la

erudición ni las costumbres de los rabinos, sino la severa disciplina del trabajo

rudo. Eran hombres de capacidad innata y de espíritu dócil, que podían ser

instruidos y formados para hacer la obra del Salvador. En las vocaciones humildes

de la vida hay más de un trabajador que prosigue pacientemente con la rutina de

sus tareas diarias, inconsciente de que hay en él facultades latentes que, puestas

en acción, lo colocarían entre los grandes dirigentes del mundo. Así eran los

hombres que el Salvador llamó para que fueran sus colaboradores. Y tuvieron la

ventaja de gozar de tres años de educación, dirigida por el más grande Educador

que haya tenido el mundo.

Estos primeros discípulos eran muy diferentes los unos de los otros. Iban a llegar

a ser los maestros del mundo, y se veía en ellos toda clase de caracteres. Eran

Leví-Mateo, el publicano, invitado a abandonar una vida de actividad comercial al

servicio de Roma; Simón, el celote, enemigo inflexible de la autoridad imperial; el

impulsivo, arrogante y afectuoso Pedro; su hermano Andrés; Judas, de Judea, 86

pulido, capaz, y de espíritu ruin; Felipe y Tomás, fieles y fervientes, aunque de

corazón tardo para creer; Santiago el menor y Judas, de menos prominencia entre

los hermanos, pero hombres fuertes y definidos tanto en sus faltas como en sus

virtudes; Natanael, semejante a un niño en sinceridad y confianza; y los hijos de

Zebedeo, afectuosos y ambiciosos.

A fin de impulsar con éxito la obra a la cual habían sido llamados, estos discípulos,

que diferían tanto en sus características naturales, en su educación y en sus

hábitos de vida, necesitaban llegar a la unidad de sentimiento, pensamiento y

acción. Cristo se proponía obtener esta unidad, y con este fin trató de unirlos a él.

La preocupación de su trabajo por ellos está expresada en la oración que dirigió a

su Padre: "Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que

también ellos sean uno en nosotros. . . para que el mundo conozca que tú me

enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado".*

EL PODER TRANSFORMADOR DE CRISTO

De los doce discípulos, cuatro iban a desempeñar una parte importante, cada uno

en su esfera. Previendo todo, Cristo les enseñó para prepararlos. Santiago,

destinado a morir pronto decapitado; Juan, su hermano, que por más tiempo

seguiría a su Maestro en trabajos y persecuciones; Pedro, el primero que

derribaría barreras seculares y enseñaría al mundo pagano; y Judas, que en el

servicio era capaz de sobrepasar a sus hermanos, y sin embargo abrigaba en su

alma propósitos cuyos frutos no vislumbraba. Tales fueron los objetos de la mayor

solicitud de Cristo, y los que recibieron su instrucción más frecuente y cuidadosa.

87 Pedro, Santiago y Juan buscaban todas las oportunidades de ponerse en

contacto íntimo con el Maestro, y su deseo les fue otorgado. De los doce, la

relación de ellos con el Maestro fue la más íntima. Juan sólo podía hallar

satisfacción en una intimidad aún más estrecha, y la obtuvo. En ocasión de la

primera entrevista junto al Jordán, cuando Andrés, habiendo oído a Jesús, corrió a

buscar a su hermano, Juan permaneció quieto, extasiado en la meditación de

temas maravillosos. Siguió al Salvador siempre, como oidor absorto y ansioso. Sin

embargo, el carácter de Juan no era perfecto. No era un entusiasta y bondadoso

soñador. Tanto él como su hermano recibieron el apodo de "hijos del trueno".*

Juan era orgulloso, ambicioso, combativo; pero debajo de todo esto el Maestro

divino percibió un corazón ardiente, sincero, afectuoso. Jesús reprendió su

egoísmo, disfrutó sus ambiciones, probó su fe. Pero le reveló lo que su alma

anhelaba: La belleza de la santidad, su propio amor transformador. "He

manifestado tu nombre -dijo al Padre- a los hombres que del mundo me diste".*

Juan anhelaba amor, simpatía y compañía. Se acercaba a Jesús, se sentaba a su

lado, se apoyaba en su pecho. Así como una flor bebe del sol y del rocío, él bebía

la luz y la vida divinas. Contempló al Salvador con adoración y amor hasta que la

semejanza a Cristo y la comunión con él llegaron a constituir su único deseo, y en

su carácter se reflejó el carácter del Maestro.

"Mirad -dijo- cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de

Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. Amados, ahora

somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero

sabemos 88 que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le

veremos tal como él es. Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a

sí mismo, así como él es puro".*

DE LA DEBILIDAD A LA FORTALEZA

La historia de ninguno de los discípulos ilustra mejor que la de Pedro el método

educativo de Cristo. Temerario, agresivo, confiado en sí mismo, ágil mentalmente

y pronto para actuar y vengarse era, sin embargo, generoso para perdonar. Pedro

se equivocó a menudo, y a menudo fue reprendido. No fueron menos reconocidas

y elogiadas su lealtad afectuosa y su devoción a Cristo. El Salvador trató a su

impetuoso discípulo con paciencia y amor inteligente, y se esforzó por reprimir su

engreimiento y enseñarle humildad, obediencia y confianza.

Pero la lección fue aprendida sólo en parte. El engreimiento no fue desarraigado.

A menudo, cuando sentía su corazón abrumado por un pesar, Jesús trataba de

revelar a sus discípulos las escenas de su prueba y su sufrimiento. Pero sus ojos

estaban cerrados. La revelación no era bien recibida y no veían. La

autocompasión, que lo impulsaba a evitar la comunión con Cristo en el sufrimiento,

motivó la protesta de Pedro: "Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto

te acontezca".* Sus palabras expresaban el pensamiento de los doce.

Así siguieron, jactanciosos y pendencieros, adjudicándose anticipadamente los

honores reales, sin soñar en la cruz, mientras la crisis se iba acercando.

La experiencia de Pedro fue una lección para todos. Para la confianza propia, la

prueba implica derrota. Cristo no podía impedir las consecuencias seguras del mal

que no había sido abandonado. Pero así como extendió la mano para salvar a

Pedro cuando 89 las olas estaban por hundirlo, su amor lo rescató cuando las

aguas profundas anegaban, su alma. Repetidas veces, al borde mismo de la ruina,

las palabras jactanciosas de Pedro lo acercaron cada vez más al abismo.

Repetidas veces Jesús le advirtió que negaría que lo conocía. Del corazón

apenado y amante del discípulo brotó la declaración: "Señor, dispuesto estoy a ir

contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte"*, y Aquel que lee el corazón

dio a Pedro el mensaje, poco apreciado entonces, pero que en las tinieblas que

iban a asentarse pronto sobre él sería un rayo de esperanza: "Simón, Simón, he

aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo; pero yo he rogado por

ti, que tu fe no falte; y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos".*

Cuando Pedro negó en la sala del tribunal que lo conocía; cuando su amor y su

lealtad, despertados por la mirada de compasión, amor y pena del Salvador, le

hicieron salir al huerto donde Cristo había llorado y orado; cuando sus lágrimas de

remordimiento cayeron al suelo que había sido humedecido con las gotas de

sangre de la agonía del Señor, las palabras del Salvador: "Pero yo he rogado por

ti; . . . y tú, una vez vuelto confirma a tus hermanos", fueron un sostén para su

alma. Cristo, aunque había previsto su pecado, no lo había abandonado a la

desesperación.

Si la mirada que Jesús le dirigió hubiera expresado condenación en vez de

lástima; si al predecir el pecado no hubiese hablado de esperanza, ¡cuán densa

hubiera sido la oscuridad que hubiese rodeado a Pedro! ¡Cuán incontenible la

desesperación de esa alma torturada! En esa hora de angustia y aborrecimiento

de sí mismo, ¿qué le hubiera podido impedir que siguiera el camino de Judas? 90

El que en ese momento no podía evitar la angustia de su discípulo, no lo dejó

librado a la amargura. Su amor no falla ni abandona.

Los seres humanos, entregados al mal, se sienten inclinados a tratar severamente

a los tentados y a los que yerran. No pueden leer el corazón, no conocen su lucha

ni dolor. Necesitan aprender a reprender con amor, a herir para sanar, a

amonestar con palabras de esperanza.

Cristo, después de su resurrección, no mencionó a Juan -el que veló junto con el

Salvador en la sala del tribunal, el que estuvo junto a la cruz, y que fue el primero

en llegar a la tumba- sino a Pedro. "Decid a sus discípulos, y a Pedro -dijo el

ángel- que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis".*

En ocasión de la última reunión de Cristo con los discípulos junto al mar, Pedro,

probado con la pregunta repetida tres veces: "¿Me amas?"* recuperó el lugar que

ocupaba entre los doce. Se le asignó su obra: Tendría que apacentar el rebaño del

Señor. Luego, como última instrucción personal, Jesús le dijo: "¡Sígueme tú !"*

Entonces pudo apreciar esas palabras. Pudo comprender mejor la lección que

Cristo había dado cuando puso a un niñito en medio de los discípulos y les dijo

que se asemejaran a él. Puesto que conocía más plenamente tanto su propia

debilidad como el poder de Cristo, estaba listo para confiar y obedecer. Con la

fuerza del Maestro, podía seguirlo.

Y al fin de su vida de trabajo y sacrificio, el discípulo que una vez estuvo tan poco

preparado para ver la cruz, consideró un gozo entregar su vida 91 por el

Evangelio, con el único sentimiento de que, para el que había negado al Señor,

morir del mismo modo como murió su Maestro era un honor demasiado grande.

La transformación de Pedro fue un milagro de la ternura divina. Es una vívida

lección para todos los que tratan de seguir las pisadas del Maestro de los

maestros.

UNA LECCIÓN DE AMOR

Jesús reprendió a sus discípulos, los amonestó y los previno; pero Juan, Pedro y

sus hermanos no lo abandonaron. A pesar de los reproches, decidieron quedarse

con Jesús. Y el Salvador no se apartó de ellos a causa de sus errores. El toma a

los hombres como son, con todas sus faltas y debilidades, y los adiestra para su

servicio si están dispuestos a ser disciplinados e instruidos por él.

Pero hubo entre los doce uno al cual Cristo, casi hasta el fin de su obra, no le

dirigió ningún reproche definido.

Con Judas se introdujo entre los discípulos un espíritu de contienda. Al asociarse

con Jesús, había respondido a la atracción de su carácter y su vida. Había

deseado sinceramente que se operara en él un cambio, y había tenido la

esperanza de experimentarlo por medio de la unión con Jesús. Pero este deseo

no prevaleció. Lo dominaba la esperanza del beneficio egoísta que alcanzaría en

el reino mundano que él esperaba que Cristo iba a fundar.

Aunque reconocía el poder divino del amor de Cristo, Judas no se entregó a su

supremacía. Siguió alentando su criterio y sus propias opiniones, su tendencia a

criticar y condenar. Los motivos y las acciones de Cristo, que a menudo estaban

muy por encima de su comprensión, estimulaban su duda y su desaprobación, y

compartía sus ambiciones y dudas 92 con los discípulos. Muchas de las disputas

provocadas por el afán de supremacía, gran parte del descontento manifestado

hacia los métodos de Cristo, tenían su origen en Judas.

Jesús, al comprender que la oposición sólo lo endurecería, se abstuvo de provocar

un conflicto directo. Trató de curar su estrecho egoísmo por medio del contacto

con su propio amor abnegado. En su enseñanza desarrolló principios que tendían

a desarraigar las ambiciones egoístas del discípulo. Así le dio una lección tras

otra, y más de una vez Judas se dio cuenta de que se había descrito su carácter y

se había señalado su pecado; pero no quiso ceder.

LA CAIDA DE JUDAS

Al resistir a las súplicas de la gracia, el impulso del mal triunfó finalmente. Judas,

enojado por una velada reprensión, y desesperado al ver desmoronarse sus

sueños ambiciosos, entregó su alma al demonio de la avaricia y decidió traicionar

a su Maestro. Salió del aposento donde se celebró la Pascua, del gozo de la

presencia de Cristo y de la luz de la esperanza inmortal, a hacer su obra perversa,

a las tinieblas exteriores, donde no había esperanza.

"Porque Jesús sabía desde el principio quienes eran los que no creían, y quién le

había de entregar".* Sin embargo, sabiéndolo todo, no había negado ningún

pedido de gracia ni don de amor.

Al ver el peligro de Judas, lo había acercado a sí mismo, y lo había introducido en

el círculo íntimo de sus discípulos escogidos y de confianza. Día tras día, cuando

la carga que oprimía su corazón resultaba más pesada, había soportado el dolor

que le producía el permanente contacto con esa personalidad terca, suspicaz,

sombría; había vigilado y trabajado para contrarrestar entre sus discípulos ese

antagonismo 93 constante, secreto y sutil. ¡Y todo eso para que no faltara ninguna

influencia salvadora a esa alma en peligro!

"Las muchas aguas no podrán apagar el amor, Ni lo ahogarán los ríos".

"Porque fuerte es como la muerte el amor".*

Con respecto a Judas, la obra de amor de Cristo fue inútil. No ocurrió lo mismo

con sus condiscípulos. Para ellos fue una lección cuya influencia duró toda la vida.

Su ejemplo de ternura y paciencia siempre modeló su trato con los tentados y

descarriados. Hubo además, otras lecciones. Cuando los doce fueron ordenados,

los discípulos deseaban ardientemente que Judas formara parte del grupo, y

habían considerado su llegada como un suceso promisorio para el grupo

apostólico. Había estado en contacto con el mundo más que ellos; era un hombre

de buenos modales, perspicaz, de habilidad administrativa y, como él mismo tenía

un elevado concepto de sus propias cualidades, había inducido a los discípulos a

que tuvieran la misma opinión acerca de él. Pero los métodos que deseaba

introducir en la obra de Cristo se basaban en principios mundanos, y estaban de

acuerdo con el proceder del mundo. Su fin era alcanzar honores y

reconocimientos mundanos, y el reino de este mundo. La manifestación de esas

ambiciones en la vida de Judas ayudó a los discípulos a establecer el contraste

que existe entre el principio del engrandecimiento propio y el de la humildad y la

abnegación de Cristo, es decir, el principio del reino espiritual. En el destino de

Judas vieron el fin a que conduce el servicio de sí mismo.

Finalmente, la misión de Cristo cumplió su propósito con estos discípulos. Poco a

poco su ejemplo 94 y sus lecciones de abnegación amoldaron sus caracteres. Su

muerte destruyó su esperanza de grandeza mundana. La caída de Pedro, la

apostasía de Judas, su propio fracaso al abandonar a Cristo cuando estaba en

angustia y peligro, hicieron desaparecer su confianza propia. Vieron su debilidad;

vieron algo de la grandeza de la obra que les había sido encomendada; sintieron

la necesidad de que el Maestro guiara cada uno de sus pasos.

Sabían que ya no estaría con ellos su presencia personal, y reconocieron, como

nunca antes, el valor de las oportunidades que habían tenido al andar y hablar con

el Enviado de Dios. No habían apreciado ni comprendido muchas de sus lecciones

en el momento cuando se las había dado; anhelaban recordarlas, volver a oír sus

palabras. Con qué gozo recordaban la promesa:

"Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuere, el Consolador no vendría a

vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré". "Todas las cosas que oí de mi Padre, os

las he dado a conocer". Y "el Consolador. . . a quien el Padre enviará en mi

nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he

dicho".*

"Todo lo que tiene el Padre es mío". "Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él

os guiará a toda la verdad. porque tomará de lo mío, y os lo hará saber".*

Los discípulos habían visto ascender a Cristo cuando estaba entre ellos en el

Monte de los Olivos. Y mientras el cielo lo recibía, recordaron la promesa que les

había hecho al partir: "Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin

del mundo".* 95

Sabían que los acompañaba aún su simpatía. Sabían que tenían un

Representante, un Abogado, ante el trono de Dios. Presentaban sus peticiones en

el nombre de Jesús, repitiendo la promesa: "Todo cuanto pidiereis al Padre en mi

nombre, os lo dará".*

Levantaban cada vez más en alto la mano de la fe, con este poderoso argumento:

"Cristo es el que murió; más aún, el que también resucitó, el que además está a la

diestra de Dios, el que también intercede por nosotros".*

Fiel a su promesa, el Ser divino, exaltado en las cortes celestiales, impartió algo

de su plenitud a sus seguidores de la tierra. Su entronización a la diestra de Dios

fue señalada por el derramamiento del Espíritu sobre sus discípulos.

Gracias a la obra de Cristo, los discípulos sintieron su necesidad del Espíritu;

debido a la enseñanza del Espíritu, recibieron su preparación final y salieron a

hacer la obra de sus vidas.

Dejaron de ser ignorantes e incultos. Dejaron de ser un conjunto de unidades

independientes o de elementos discordantes y antagónicos. Dejaron de poner sus

esperanzas en las grandezas mundanas. Eran "unánimes", "de un mismo corazón

y una misma alma". Cristo ocupaba sus pensamientos. El progreso de su reino era

la meta que tenían. Tanto en mente como en carácter se habían asemejado a su

Maestro, y los hombres "reconocían que habían estado con Jesús."*

Hubo entonces una revelación de la gloria de Cristo tal como nunca antes había

sido vista por el hombre. Multitudes que habían denigrado su nombre y

despreciado su poder, confesaron entonces que eran discípulos del Crucificado.

Gracias a la cooperación del Espíritu divino, las labores de los hombres humildes

96 a quienes Cristo había escogido conmovieron al mundo. En una generación el

Evangelio llegó a toda nación que existía bajo el cielo.

Cristo ha encargado al mismo Espíritu que envió en su lugar como Instructor de

sus colaboradores, para que sea el Instructor de sus colaboradores de la

actualidad. "Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del

mundo"*, es su promesa.

La presencia del mismo Guía en la obra educativa de nuestros días producirá los

mismos resultados que en la antigüedad. A este fin tiende la verdadera educación;

ésta es la obra que Dios quiere que se lleve a cabo. 97

LAS ENSEÑANZAS DE LA NATURALEZA

98

"Considera las maravillas. . .del Perfecto en sabiduría"99

Dios en la Naturaleza.

"Su gloria cubrió los cielos, y la tierra se llenó de su alabanza".

EN TODAS las cosas creadas se ve el sello de la Deidad. La naturaleza da

testimonio de Dios. La mente sensible, puesta en contacto con el milagro y el

misterio del universo, no puede dejar de reconocer la obra del poder infinito. La

producción abundante de la tierra y el movimiento que efectúa año tras año

alrededor del sol, no se deben a su energía inherente. Una mano invisible guía a

los planetas en el recorrido de sus órbitas celestes. Una vida misteriosa satura

toda la naturaleza: Una vida que sostiene los innumerables mundos que pueblan

la inmensidad; que alienta en el minúsculo insecto que flota en el céfiro estival;

que sostiene el vuelo de la golondrina y alimenta a los pichones de cuervos que

graznan; que hace florecer el pimpollo y convierte en fruto la flor.

El mismo poder que sostiene la naturaleza, obra también en el hombre. Las

mismas grandes leyes que guían igualmente a la estrella y al átomo, rigen la vida

humana. Las leyes que gobiernan la acción del corazón para regular la salida de la

corriente de vida al cuerpo, son las leyes de la poderosa Inteligencia que tiene

jurisdicción sobre el alma. De esa Inteligencia procede toda la vida. Unicamente

en la armonía con Dios se puede hallar la verdadera esfera de acción de la vida.

La condición para todos los objetos de su creación es la misma: Una vida

sostenida por la vida que se recibe de Dios, una vida que esté en armonía con la

voluntad del Creador. Transgredir 100 su ley, física, mental o moral, significa

perder la armonía con el universo, introducir discordia, anarquía y ruina.

Toda la naturaleza se ilumina para aquel que aprende así a interpretar sus

enseñanzas; el mundo es un libro de texto; la vida, una escuela. La unidad del

hombre con la naturaleza y con Dios, el dominio universal de la ley, los resultados

de la transgresión, no pueden dejar de hacer impresión en la mente y modelar el

carácter.

Estas son las lecciones que nuestros niños deben aprender. Para el niñito que aún

no es capaz de captar lo que se enseña por medio de la página impresa o de ser

iniciado en la rutina del aula, la naturaleza presenta una fuente infalible de

instrucción y deleite. El corazón que aún no ha sido endurecido por el contacto con

el mal, es perspicaz para reconocer la Presencia que penetra todas las cosas

creadas. El oído que no ha sido entorpecido por el vocerío del mundo, está atento

a la Voz que habla por medio de las expresiones de la naturaleza. Y para los de

más edad, que necesitan continuamente los silenciosos recordativos de lo

espiritual y lo eterno, la enseñanza de la naturaleza no dejará de ser una fuente de

placer e instrucción. Así como los moradores del Edén aprendieron de las páginas

de la naturaleza, así como Moisés percibió lo que Dios había escrito en los llanos

y las montañas de Arabia, y el niño Jesús en los cerros de Nazaret, los niños de

hoy día también pueden aprender del Creador. Lo visible ilustra lo invisible. En

todas las cosas que hay sobre la tierra, desde el árbol más alto del bosque hasta

el liquen que se adhiere a la roca, desde el océano sin límites hasta la concha más

diminuta de la playa, pueden contemplar la imagen y la inscripción de Dios.

Hasta donde sea posible, colóquese al niño, desde su más tierna edad, en

situación tal que se abra 101 ante él este maravilloso libro de texto. Contemple él

las gloriosas escenas pintadas por el gran Artista maestro en las telas variables de

los cielos; familiarícese con las maravillas de la tierra y el mar, observe los

misterios revelados por las diversas estaciones y aprenda del Creador en todas

sus obras.

De ningún otro modo puede ponerse con tanta firmeza y seguridad el cimiento de

una verdadera educación. Sin embargo, hasta el niño, al ponerse en contacto con

la naturaleza, hallará causas de perplejidad. No puede dejar de reconocer la obra

de fuerzas antagónicas. En esto la naturaleza necesita un intérprete. Al ver el mal

manifiesto hasta en el mundo natural, todos tienen que aprender la misma triste

lección: "Un enemigo ha hecho esto".*

Sólo se puede leer debidamente la enseñanza de la naturaleza a la luz que

procede del Calvario. Hágase ver por medio de la historia de Belén y de la cruz

cuán bueno es vencer el mal, y cómo constituye un don de la redención cada

bendición que recibimos.

En la zarza y la espina, el abrojo y la cizaña, está representando el mal que

marchita y desfigura. En el canto del pájaro y el pimpollo que se abre, en la lluvia y

la luz del sol, en la brisa estival y en el suave rocío, en diez mil objetos de la

naturaleza, desde el cedro del bosque hasta la violeta que florece a su pie, se ve

el amor que restaura. Y la naturaleza nos habla todavía de la bondad de Dios.

"Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová,

pensamientos de paz, y no de mal".* Este es el mensaje que, a la luz que procede

de la cruz, debe leerse en toda la naturaleza. Los cielos declaran la gloria de Dios,

y la tierra está llena de sus riquezas.

102

Lecciones de la vida

"Habla a la tierra, y ella te enseñará".

EL GRAN Maestro puso a sus oyentes en contacto con la naturaleza, para que

oyeran la voz que habla en todas las cosas creadas, y a medida que sus

corazones se hacían más sensibles y sus mentes más receptivas, les ayudaba a

interpretar la enseñanza espiritual de las escenas que contemplaban sus ojos. Las

parábolas, por medio de las cuales le gustaba enseñar lecciones de verdad,

muestran cuán abierto estaba su espíritu a las influencias de la naturaleza y cómo

le agradaba extraer la enseñanza espiritual del ambiente en que transcurría la vida

diaria.

Cristo se valía de las aves del cielo, los lirios del campo, el sembrador y la semilla,

el pastor y las ovejas, para ilustrar verdades inmortales. También obtenía

ilustraciones de los acontecimientos de la vida, de cosas familiares a sus oyentes,

tales como la levadura, el tesoro escondido, la perla, la red del pescador, la

moneda perdida, el hijo pródigo, las casas construidas en la arena y en la roca. En

sus lecciones había algo para interesar a cada mente, e impresionar cada

corazón. De ese modo la tarea diaria, en vez de ser una serie repetida de trabajos,

exenta de pensamientos elevados, resultaba animada por recuerdos constantes

de lo espiritual y lo invisible.

Del mismo modo deberíamos enseñar nosotros. Aprendan los niños a ver en la

naturaleza una expresión del amor y de la sabiduría de Dios; vincúlese el 103

concepto del Creador al ave, la flor y el árbol; lleguen todas las cosas visibles a

ser para ellos intérpretes de lo invisible y todos los sucesos de la vida medios de

enseñanza divina.

Al mismo tiempo que aprenden así a estudiar lecciones que enseñan todas las

cosas creadas y todas las circunstancias de la vida, muéstrese que las mismas

leyes que rigen las cosas de la naturaleza y los sucesos de la vida, deben regirnos

a nosotros; que son promulgadas para nuestro bien; y que únicamente

obedeciéndolas podemos hallar felicidad y éxito verdaderos.

LA LEY DEL SERVICIO

Tanto las cosas del cielo como las de la tierra declaran que la gran ley de la vida

es una ley de servicio. El Padre infinito cuida la vida de toda cosa animada. Cristo

vino a la tierra "como el que sirve".* Los ángeles son "espíritus ministradores,

enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación".* La

misma ley de servicio está impresa en todos los objetos de la naturaleza. Las aves

del cielo, las bestias del campo, los árboles del bosque, las hojas, el pasto y las

flores, el sol en los cielos y las estrellas de luz, todos tienen su ministerio. El lago y

el océano, el río y el manantial, todos toman para dar.

Cada objeto de la naturaleza, al mismo tiempo que contribuye a la vida del mundo,

asegura la suya. No menos está escrita en la naturaleza que en las páginas de las

Sagradas Escrituras, la lección: "Dad, y se os dará".*

Al abrir los cerros y las llanuras un canal para que el torrente de la montaña llegue

por él hasta el mar, lo que dan les es devuelto centuplicado. El arroyo que recorre

su camino murmurando, deja tras sí su don de belleza y fertilidad. A través de los

campos, desnudos y tostados bajo el calor del verano, una 104 línea de verdor

marca el curso del río; cada árbol noble, cada brote, cada pimpollo, es un testigo

de la recompensa que la gracia de Dios decreta para todos los que llegan a ser

sus medios de comunicación con el mundo.

LA SIEMBRA HECHA CON FE

De las lecciones casi innumerables enseñadas por los diversos procesos del

crecimiento, algunas de las más preciosas son transmitidas por medio de la

parábola del crecimiento de la semilla, dada por el Salvador. Sus lecciones

convienen a jóvenes y viejos.

"Así es el reino de Dios, como cuando un hombre echa semilla en la tierra; y

duerme y se levanta, de noche y de día, y la semilla brota y crece sin que él sepa

cómo. Porque de suyo lleva fruto la tierra, primero hierba, luego espiga, después

grano lleno en la espiga".*

La semilla posee la capacidad de germinar implantada por Dios mismo; sin

embargo, abandonada a su suerte, no tendría poder para brotar. El hombre tiene

que hacer su parte para estimular el crecimiento del grano, pero fuera de eso, no

puede hacer nada. Debe depender de Aquel que ha ligado la siembra y la siega

con los eslabones maravillosos de su poder omnipotente.

Hay vida en la semilla, hay poder en el suelo, pero a menos que el poder infinito

trabaje día y noche, la semilla no dará fruto. Las lluvias deben refrescar los

campos sedientos; el sol debe impartir calor; la electricidad debe llegar hasta la

semilla sepultada. Sólo el Creador puede llamar a existencia la vida que él ha

implantado. Toda semilla crece y toda planta se desarrolla por el poder de Dios.

"La semilla es la Palabra de Dios". "Porque como la tierra produce su renuevo, y

como el huerto hace 105 brotar su semilla, así Jehová el Señor hará brotar justicia

y alabanza delante de todas las naciones".* En la siembra espiritual ocurre lo

mismo que en la natural: El único poder que puede producir vida procede de Dios.

La obra del sembrador es una obra de fe. No puede comprender el misterio de la

germinación y del crecimiento de la semilla, pero tiene confianza en los

instrumentos por medio de los cuales Dios produce la vegetación. Echa la semilla,

con la esperanza de recogerla multiplicada en una cosecha abundante. Del mismo

modo deben trabajar los padres y maestros, con la esperanza de recoger una

cosecha de la semilla que siembran.

Durante algún tiempo la buena semilla puede permanecer en el corazón sin ser

notada, y sin dar evidencia de haber echado raíces, pero más tarde, al dar el

Espíritu de Dios aliento al alma, la semilla oculta brotará, y al fin dará fruto. En la

obra de nuestra vida no sabemos qué prosperará, si esto o aquello. No nos toca a

nosotros resolver este problema. "Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde

no dejes reposar tu mano".* El gran pacto de Dios declara que "mientras la tierra

permanezca, no cesarán la sementera y la siega"* Puesto que confía en esta

promesa, el agricultor ara y siembra. Al trabajar en la siembra espiritual, no

debemos tener menos confianza en esta promesa: "Así será mi palabra que sale

de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será

prosperada en aquellos para que la envié". "Irá andando y llorando el que lleva la

preciosa semilla; mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas".

La germinación de la semilla representa el comienzo de la vida espiritual, y el

desarrollo de la planta es una figura del desarrollo del carácter. No 106 puede

haber vida sin crecimiento. La planta crece, o muere. Del mismo modo que su

crecimiento es silencioso, imperceptible pero continuo, así es también el

crecimiento del carácter. En cualquier etapa del desarrollo, nuestra vida puede ser

perfecta; sin embargo, si se cumple el propósito de Dios para nosotros, habrá un

progreso constante.

La planta crece porque recibe lo que Dios ha provisto para mantener su vida. Del

mismo modo se logra el crecimiento espiritual por medio de la cooperación con los

agentes divinos. Así como la planta se arraiga en el suelo, nosotros debemos

arraigarnos en Cristo. Así como la planta recibe la luz del sol, el rocío y la lluvia,

nosotros debemos recibir el Espíritu Santo. Si nuestros corazones se apoyan en

Cristo, él vendrá a nosotros "como la lluvia tardía y temprana a la tierra".* Como el

Sol de Justicia, se levantará sobre nosotros "y en sus alas traerá

salvación".*Creceremos "como lirio". Nos vivificaremos "como trigo" y floreceremos

"como la vid".*

El proceso del crecimiento del trigo es como sigue: "Primero hierba, luego espiga,

después grano lleno en la espiga".* El propósito que tiene el agricultor al sembrar

la semilla y cultivar la planta, es obtener el grano: pan para el hambriento y semilla

para cosechas futuras. Así también espera una cosecha el Agricultor divino. Trata

de reproducirse en el corazón y en la vida de sus seguidores, para que por medio

de ellos pueda ser reproducido en otras vidas y otros corazones.

El desarrollo gradual de la planta a partir de la semilla, es una ilustración de la

educación del niño "Primero hierba, luego espiga, después grano lleno en la

espiga".* El que dio esta parábola, creó la semillita, le dio sus propiedades vitales

y dictó las leyes que rigen su crecimiento. Y las verdades enseñadas 107 por la

parábola fueron hechas una realidad en su propia vida. El, la Majestad del cielo, el

Rey de gloria, se hizo criatura en Belén, y representó por un tiempo a la infancia

impotente que depende del cuidado materno. En su niñez habló y se condujo

como niño, honró a sus padres, y realizó sus deseos en forma útil. Pero a partir del

primer destello de inteligencia, fue creciendo constantemente en gracia y en

conocimiento de la verdad.

Los padres y maestros debieran proponerse cultivar de tal modo las tendencias de

los jóvenes que, en cada etapa de la vida, éstos representen la debida belleza de

ese período, que se desarrollen naturalmente, como lo hacen las plantas del

jardín.

Los niñitos deberían ser educados con sencillez infantil. Debería enseñárseles a

conformarse con los deberes simples y útiles y los placeres e incidentes naturales

a sus años. La niñez corresponde a la hierba de la parábola, y la hierba tiene una

belleza peculiar. No se debería forzar en los niños el desarrollo de una madurez

precoz, sino que se debería tratar de conservar, tanto tiempo como fuera posible,

la frescura y la gracia de sus primeros años. Cuanto más tranquila y sencilla sea la

vida del niño, cuanto menos afectada por la excitación artificial y más en armonía

con la naturaleza, más favorables será para el vigor físico y mental, y la fuerza

espiritual.

El milagro del Salvador, al alimentar a los cinco mil, ilustra la obra del poder de

Dios en la producción de la cosecha. Jesús descorre el velo del mundo de la

naturaleza, y revela la energía creadora ejercida constantemente para nuestro

bien. Al multiplicar la semilla sembrada en el suelo, el que multiplicó los panes

hace un milagro todos los días. 108 Por medio de un milagro alimenta

constantemente a millones de personas con las mieses de la tierra. Se llama a los

hombres a cooperar con él en el cuidado del grano y la preparación del pan, y por

este motivo pierden de vista al instrumento divino. Se atribuye la obra de su poder

a causas naturales o a medios humanos y, con demasiada frecuencia, se

pervierten sus dones dándoles un uso egoísta y convirtiéndolos así en una

maldición en vez de una bendición. Dios está procurando cambiar todo esto.

Desea que nuestros sentidos entorpecidos se aviven para percibir su bondad

misericordiosa, que sus dones sean para nosotros la bendición que él se proponía

que fuesen.

La palabra de Dios, la transmisión de su vida, es lo que da vida a la semilla y, al

comer el grano, nos hacemos partícipes de esa vida. Dios desea que

comprendamos eso; quiere que aún al recibir nuestro pan cotidiano,

reconozcamos su intervención y alcancemos una comunión más íntima con él.

Según las leyes de Dios que rigen en la naturaleza, el efecto sigue a la causa con

invariable seguridad. La siega es un testimonio de la siembra. Aquí no hay

simulación posible. Los hombres pueden engañar a sus semejantes y recibir

alabanza y compensación por un servicio que no han prestado. Pero en la

naturaleza no puede haber engaño. La cosecha dicta sentencia de condenación

para el agricultor infiel. Y en su sentido superior, esto se aplica también al campo

de lo espiritual. El mal triunfa aparentemente, pero no en realidad. El niño que por

jugar falta a clases, el joven perezoso para estudiar, el empleado o aprendiz que

no cuida los intereses de su patrón, el hombre que en cualquier negocio o

profesión es infiel a sus responsabilidades más elevadas, puede jactarse de que

mientras la falta permanezca 109 oculta obtiene ciertas ventajas. Pero no es así;

se engaña a sí mismo. El carácter es la cosecha de la vida, y determina el destino

tanto para esta vida como para la venidera.

La cosecha es la reproducción de la semilla sembrada. Toda semilla da fruto

"según su género". Lo mismo ocurre con los rasgos de carácter que fomentamos.

El egoísmo, el amor propio, el engreimiento, la propia complacencia, se

reproducen, y el final es desgracia y ruina. "Porque el que siembra para su carne,

de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el espíritu, del espíritu

segará vida eterna".* El amor, la simpatía y la bondad, dan fruto de bendición, una

cosecha imperecedera.

En la cosecha, la semilla se multiplica. Un solo grano de trigo, multiplicado por

repetidas siembras, cubriría todo un terreno de gavillas doradas. La misma

extensión puede tener la influencia de una sola vida, y hasta de una sola acción.

¡Qué actos de amor ha inspirado, a través de los siglos, el recuerdo del vaso de

alabastro roto para ungir a Cristo! ¡Cuántas ofrendas ha ganado para la causa del

Salvador la contribución de "dos blancas, o sea un cuadrante"*, hecha por una

pobre viuda anónima!

VIDA POR MEDIO DE LA MUERTE

La siembra enseña una lección de generosidad."El que siembra escasamente,

también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente

también segará".*

El Señor dice: "Dichosos vosotros los que sembráis junto a todas las aguas".*

Sembrar junto a todas las aguas significa dar dondequiera que se necesite nuestra

ayuda. Esto no será causa de pobreza. 110

"El que siembra generosamente, generosamente también segará". Al esparcir la

semilla, el sembrador la multiplica. Del mismo modo, al compartir con otros,

aumentamos nuestras bendiciones. La promesa de Dios asegura abundancia,

para que sigamos dando.

Más aún: al impartir bendiciones en esta vida, la gratitud del que las recibe

prepara el corazón para recibir la verdad espiritual y se produce una cosecha para

vida eterna.

LA VIDA ES RESULTADO DE SU MUERTE

Mediante la acción de echar el grano en la tierra, el Salvador representa su

sacrificio por nosotros. "Que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere -dice

él-, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto".* Unicamente por medio del

sacrificio de Cristo, la Simiente, podía obtenerse fruto para el reino de Dios. De

acuerdo con la ley del reino vegetal, la vida es resultado de su muerte.

Lo mismo ocurre con todos los que dan fruto como colaboradores con Cristo; el

amor y el interés propios deben perecer; la vida debe ser echada en el surco de la

necesidad del mundo. Pero la ley del sacrificio del yo es la ley de la conservación

propia. El agricultor conserva el grano cuando lo arroja a la tierra. Del mismo modo

será conservada la vida que se da generosamente para servicio de Dios y del

hombre.

La semilla muere para dar origen a nueva vida. Por medio de esto se nos enseña

la lección de la resurrección. Dios ha dicho del cuerpo humano depositado en el

sepulcro donde se reduce a polvo: "Se siembra en corrupción, resucitará en

incorrupción. Se siembra en deshonra, resucitará en gloria; se siembra en

debilidad, resucitará en poder".* 111

Cuando los padres y maestros tratan de enseñar estas lecciones, deberían

hacerlo en forma práctica. Preparen los niños el terreno y siembren la semilla.

Mientras trabajan así el terreno, el padre o el maestro puede compararlo con el

jardín del corazón y la semilla buena o mala echada en él, y explicar que, así

como es necesario preparar el jardín para sembrar la semilla natural, es necesario

preparar el corazón para sembrar la semilla de la verdad. Al esparcir la semilla en

el terreno, pueden enseñar la lección de la muerte de Cristo, y al brotar la hierba,

la verdad de la resurrección. A medida que crece la planta, se puede continuar la

comparación entre la siembra natural y la espiritual.

De modo semejante se debería enseñar a los jóvenes. Continuamente se pueden

aprender lecciones del cultivo del suelo. Nadie se instala en un pedazo de tierra

inculta con la esperanza de que dé inmediatamente una cosecha. Se debe hacer

una labor diligente perseverante, en la preparación del suelo, la siembra de la

semilla y el cultivo de las mieses. Del mismo modo se debe proceder en la

siembra espiritual. Debe cultivarse el jardín del corazón. La tierra debe ser

roturada por el arrepentimiento. Deben sacarse de raíz las malas hierbas que

ahogan el grano sembrado. Así como se requiere un trabajo diligente para limpiar

un campo que se ha llenado de abrojos, sólo se pueden vencer las malas

tendencias del corazón por medio de esfuerzos fervientes hechos en el nombre y

el poder de Cristo.

Al cultivar la tierra, el trabajador reflexivo descubrirá que se abren ante él tesoros

jamás soñados. Nadie puede tener éxito en los trabajos agrícolas o de la huerta si

no presta atención a las leyes que entrañan. Es necesario estudiar las

necesidades especiales de cada variedad de plantas. Las diversas variedades

requieren terreno y cultivo diferentes, 112 y la condición del éxito es la obediencia

a las leyes que rigen a cada una. La atención requerida al trasplantar, para que no

se cambien de lugar ni amontonen siquiera las raíces más finas, el cuidado de las

plantas tiernas, la poda y el riego; la protección contra la helada de la noche y el

sol durante el día, el cuidado que hay que ejercer para mantener alejadas las

malas hierbas, las enfermedades y las plagas de insectos, el arreglo de las

plantas, no sólo enseñan lecciones importantes en cuanto al desenvolvimiento del

carácter, sino que el trabajo mismo es un medio de desarrollo. Al cultivar el

cuidado, la paciencia, la atención a los detalles, la obediencia a la ley, se obtiene

una educación esencial. El contacto constante con el misterio de la vida y el

encanto, de la naturaleza, así como la ternura necesaria para cuidar esos

hermosos objetos de la creación de Dios, tienden a vivificar la mente y refinar y

elevar el carácter, y las lecciones aprendidas preparan al trabajador para tratar

con más éxito con otras mentes. 113

Otras Ilustraciones

"¿Quién es sabio y guardará estas cosas, y entenderá las misericordias de

Jehová?"

EL PODER sanador de Dios se hace sentir en toda la naturaleza. Si se corta un

árbol, si un ser humano se lastima o se rompe un hueso, la naturaleza empieza

inmediatamente a reparar el daño. Aún antes que exista la necesidad, están listos

los elementos sanadores, y tan pronto como se lastima una parte, todas las

energías se dedican a la obra de restauración. Lo mismo ocurre en el reino

espiritual. Antes que el pecado creara la necesidad, Dios había provisto el

remedio. Toda alma que cede a la tentación es herida por el adversario, pero

dondequiera que haya pecado está el Salvador. Es obra de Cristo "sanar a los

quebrantados de corazón . . . pregonar libertad a los cautivos. . . poner en libertad

a los oprimidos".*

Nosotros debemos cooperar en esta obra. "Si alguno fuere sorprendido en alguna

falta. . . restauradle".* La palabra aquí traducida por "restaurar" significa juntar,

como si se tratara de un hueso dislocado. ¡Qué figura sugestiva! El que incurre en

el error o el pecado llega a desarmonizar con todo lo que lo rodea. Puede

percatarse de su error, llenarse de remordimiento, pero no puede restablecerse.

Se encuentra confuso, perplejo, vencido, impotente. Necesita ser ganado de

nuevo, sanado, rehabilitado. "Vosotros que sois espirituales, restauradle". 114

Solamente el amor que fluye del corazón de Cristo puede sanar. Sólo aquel en

quien fluye ese amor, como la savia en el árbol, o la sangre en el cuerpo, puede

restaurar al alma herida.

LOS INSTRUMENTOS DEL AMOR

Los instrumentos del amor tienen poder maravilloso, porque son divinos. La

respuesta suave que "quita la ira"; el amor que "es sufrido" y "es benigno"; el amor

que "cubrirá multitud de pecados"*; si aprendiéramos esta lección ¡de qué poder

sanador serían dotadas nuestras vidas! La vida sería transformada y la tierra

llegaría a ser la misma semejanza y el goce anticipado del cielo.

Estas preciosas lecciones enseñadas de un modo sencillo, pueden ser

comprendidas hasta por los niñitos. El corazón del niño es tierno y fácilmente

impresionable, y cuando nosotros, que somos mayores, lleguemos a ser "como

niños"*, cuando aprendamos la sencillez, la dulzura y el tierno amor del Salvador,

no hallaremos difícil tocar él corazón de los pequeños y enseñarles el misterio

sanador del amor.

La perfección existe en todas las obras de Dios, sean pequeñas o importantes. La

misma mano que sostiene los mundos en el espacio, da forma a las flores del

campo. Examinad bajo el microscopio las flores más pequeñas y comunes que

crecen junto al camino, y notad en todas sus partes cuán exquisita es su belleza y

perfección. Del mismo modo puede hallarse verdadera excelencia en la más

humilde suerte; las tareas más comunes, desempeñadas con fidelidad amante,

son hermosas a la vista de Dios. La atención concienzuda que se presta a las

cosas pequeñas nos hará colaboradores con él y nos ganará el elogio de Aquel

que lo ve y lo sabe todo. 115

El arco iris que atraviesa los cielos con su arco de luz es una prenda del "pacto

perpetuo entre Dios y todo ser viviente".* Y el arco iris que rodea el trono de lo alto

es también para los hijos de Dios una prenda de su pacto de paz.

Así como el arco en las nubes es el resultado de la unión de la luz del sol y la

lluvia, el arco que hay sobre el trono de Dios representa la unión de su

misericordia y su justicia. Dios dice al alma pecadora pero arrepentida: Vive: Para

ti se "halló redención".*

"Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las

aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti,

ni te reñiré. Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se

apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el

que tiene misericordia de ti".*

EL MENSAJE DE LAS ESTRELLAS

También las estrellas tienen un mensaje de ánimo para todo ser humano. En los

momentos que sobrevienen a todos, cuando el corazón es débil y la tentación

abruma; cuando los obstáculos parecen invencibles, las metas de la vida

imposibles de lograr, y sus hermosas promesas como manzanas de Sodoma,

¿dónde se pueden hallar entonces un valor y una firmeza como los que ofrece la

lección que Dios nos ha invitado a aprender de las estrellas que siguen su curso

invariable?

"Levantad en alto vuestros ojos, y mirad quién creó estas cosas; él saca y cuenta

su ejército; a todas llama por sus nombres; ninguna faltará; tal es la grandeza de

su fuerza, y el poder de su dominio. ¿Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel:

Mi camino 116 está escondido de Jehová, y de mi Dios pasó mi juicio? ¿No has

sabido, no has oído que el Dios eterno es Jehová, el cual creó los confines de la

tierra? No desfallece, ni se fatiga con cansancio, y su entendimiento no hay quien

lo alcance. El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene

ningunas".

"No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te

esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia".

"Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano derecha, y te dice:

No temas, yo te ayudo".*

La palmera, herida por el sol ardiente y las tormentas de arena, se yergue verde,

florecida y llena de fruto en medio del desierto. Manantiales vivos alimentan sus

raíces. Su corona de verdor se divisa a la distancia, en medio de la llanura

calcinada y desolada; y el viajero, que se siente morir, apresura su paso vacilante

para llegar hasta la sombra fresca y el agua vivificante.

El árbol del desierto es un símbolo de lo que Dios quiere que sea la vida de sus

hijos en este mundo. Tienen que guiar al agua viva a las almas cansadas, llenas

de inquietud, y a punto de perecer en el desierto del pecado. Tienen que dirigir la

atención de sus semejantes a Aquel de quien parte la invitación: "Si alguno tiene

sed, venga a mí y beba".*

Se considera que el río ancho y profundo, que ofrece una vía de comunicación

para el tráfico de las naciones y sus viajeros, es un beneficio para todo el mundo;

pero, ¿qué diremos de los arroyuelos que contribuyen a formar esa noble corriente

fluvial? Si no fuera por ellos, el río desaparecería. De ellos depende su misma

existencia. También se honra a 117 los hombres que dirigen una gran obra, como

si a ellos solos se debiera el éxito de ésta, pero ese éxito requirió la fiel

cooperación de un sinnúmero de obreros más humildes ignorados por el mundo.

Las tareas no elogiadas y los trabajos no reconocidos constituyen la suerte de la

mayor parte de los trabajadores del mundo. Esta situación llena de descontento a

muchos. Les parece que están desperdiciando la vida. Pero el arroyuelo que corre

silencioso por el bosquecillo y la pradera, y lleva salud, fertilidad y belleza, es tan

útil en su lugar como el ancho río. Al contribuir a la vida del río ayuda a lograr lo

que él solo nunca hubiera podido realizar.

Muchos necesitan esta lección. Se idolatra demasiado el talento y se codicia

excesivamente la posición. Demasiadas personas no quieren hacer nada a menos

que se los considere jefes; demasiados no se interesan en el trabajo a menos que

reciban alabanza. Necesitamos aprender a ser fieles para usar hasta lo sumo las

facultades y oportunidades que tenemos, y a contentarnos con la suerte que el

cielo nos asigna.

UNA LECCIÓN DE CONFIANZA

"Pregunta ahora a las bestias, y ellas te enseñarán; a las aves de los cielos, y ellas

te lo mostrarán. . . Los peces del mar te lo declararán también". "Ve a la hormiga. .

. mira sus caminos". "Mirad las aves". "Considerad los cuervos".*

No solamente hemos de hablar al niño de estas criaturas de Dios. Los mismos

animales deben ser sus maestros. Las hormigas enseñan lecciones de trabajo

paciente, de perseverancia para vencer los obstáculos, de previsión para el futuro.

Los pájaros son maestros de la dulce lección de la confianza. 118

Nuestro Padre celestial hace provisión para ellos, pero ellos deben buscar su

alimento, construir sus nidos y criar a sus hijos. Constantemente están expuestos

a los enemigos que tratan de destruirlos y, sin embargo, ¡con qué ánimo hacen el

trabajo! ¡cuán gozosos son sus cantos!

Es hermosa la descripción que hace el salmista del cuidado de Dios por las

criaturas de los bosques:

"Los montes altos para las cabras monteses; Las peñas, madrigueras para los

conejos".*

El hace correr los manantiales por las montañas donde los pájaros tienen su

habitación y "cantan entre las ramas". Todas las criaturas de los bosques y de las

montañas forman parte de su gran familia. El abre la mano y satisface "de

bendición a todo ser viviente".*

EL ÁGUILA DE LOS ALPES

El águila de los Alpes es a veces arrojada por la tempestad a los estrechos

desfiladeros de las montañas. Las nubes tormentosas cercan a esta poderosa ave

del bosque y con su masa oscura la separan de las alturas asoleadas donde ha

construido su nido. Los esfuerzos que hace para escapar parecen infructuosos. Se

precipita de aquí para allá, bate el aire con sus fuertes alas y despierta el eco de

las montañas con sus gritos. Al fin se eleva con una nota de triunfo y, atravesando

las nubes, se encuentra una vez más en la claridad solar, por encima de la

oscuridad y la tempestad. Nosotros también podemos hallarnos rodeados de

dificultades, desaliento y oscuridad. Nos cerca la falsedad, la calamidad, la

injusticia. Hay nubes que no podemos disipar. Luchamos en vano con las

circunstancias. Hay una vía de escape, y tan sólo una. Las neblinas y brumas

cubren 119 la tierra; más allá de las nubes brilla la luz de Dios. Podemos

elevarnos con las alas de la fe hasta la región de la luz de su presencia.

Muchas lecciones se pueden aprender de ese modo. La de la confianza propia,

del árbol que crece solo en la llanura o en la ladera de la montaña, hundiendo sus

raíces hasta lo profundo de la tierra y desafiando con su fuerza la tempestad. La

del poder de la primera influencia, del tronco torcido, nudoso y doblado, al cual

ningún poder terrenal puede devolver la simetría perdida. La del secreto de una

vida santa, del nenúfar que, en el fondo de un estanque sucio, rodeado por

desperdicios y malezas, sepulta su tallo acanalado hasta encontrar la arena pura,

y sacando de allí su vida, eleva, hasta encontrar la luz su flor fragante, de una

pureza impecable.

De ese modo, al mismo tiempo que los niños y los jóvenes obtienen el

conocimiento de los hechos por medio de los maestros y libros de texto, pueden

aprender a sacar lecciones y descubrir verdades por sí mismos. Cuando trabajan

en el jardín, interrogadles acerca de lo que aprenden del cuidado de sus plantas.

Cuando contemplan un paisaje hermoso, preguntadles por qué vistió Dios los

campos y los bosques con tonos tan encantadores y variados. ¿Por qué no es

todo de un tinte pardo sombrío? Cuando recogen flores, inducidlos a pensar por

qué conservó para nosotros la belleza de esos restos del Edén. Enseñadles a

notar por todas partes, mediante las evidencias que ofrece la naturaleza, el

cuidado de Dios por nosotros, la maravillosa adaptación de todas las cosas a

nuestras necesidades y felicidad.

Sólo aquel que reconoce en la naturaleza la obra del Padre, que en la riqueza y

belleza de la tierra lee lo que ha sido escrito por él, aprende de las cosas 120 de la

naturaleza sus más profundas lecciones y recibe su elevado ministerio. Sólo

puede apreciar plenamente el significado de la colina y el valle, el río y el mar

aquel que los contempla como una expresión del pensamiento de Dios, una

revelación del Creador.

Los escritores de la Biblia hacen uso de muchas ilustraciones que ofrece la

naturaleza, y si observamos las cosas del mundo natural, podremos comprender

más plenamente, bajo la mano guiadora del Espíritu Santo, las lecciones de la

Palabra de Dios. De ese modo la naturaleza llega a ser una llave del tesoro de la

Palabra.

Debería animarse a los niños a buscar en la naturaleza los objetos que ilustran las

enseñanzas bíblicas y rastrear en la Biblia los símiles sacados de la naturaleza.

Deberían buscar, tanto en la naturaleza como en la Sagrada Escritura, todos los

objetos que representan a Cristo, como también los que él empleó para ilustrar la

verdad. Así pueden aprender a verle en el árbol y en la vid, en el lirio y en la rosa,

en el sol y en la estrella. Pueden aprender a oír su voz en el canto de los pájaros,

en el murmullo de los árboles, en el ruido del trueno y en la música del mar. Y

cada objeto de la naturaleza les repetirá las preciosas lecciones del Creador.

Para los que así se familiaricen con Cristo, nunca jamás será la tierra un lugar

solitario y desolado. Será para ellos la casa de su Padre, llena de la presencia de

Aquel que una vez moró entre los hombres. 121

LA BIBLIA COMO INSTRUMENTO EDUCADOR

122

"Te guiarán cuando andes; cuando duermas te guardarán; hablarán contigo

cuando despiertes".123

La Cultura Mental y Espiritual

"Con ciencia se llenarán las cámaras de todo bien preciado y agradable".

SEGUN la ley de Dios, la fuerza para la mente y el alma, lo mismo que para el

cuerpo, se adquiere por medio del esfuerzo. El desarrollo se obtiene por medio del

ejercicio. De acuerdo con esta ley, Dios ha provisto en su Palabra los medios

necesarios para el desarrollo mental y espiritual.

La Biblia contiene todos los principios que los hombres necesitan comprender, a

fin de prepararse para esta vida o para la venidera. Estos principios pueden ser

comprendidos por todos. Nadie que tenga disposición para apreciar su enseñanza

puede leer un solo pasaje de la Biblia sin obtener de él algún pensamiento útil.

Pero la enseñanza más valiosa de la Biblia no se obtiene por medio de un estudio

ocasional o aislado. Su gran sistema de verdad no se presenta de tal manera que

pueda descubrirlo el lector apresurado o descuidado. Muchos de sus tesoros

están lejos de la superficie, y sólo pueden ser obtenidos por medio de una

investigación diligente y de un esfuerzo continuo. Las verdades que forman el gran

todo deben ser buscadas y reunidas "un poquito allí, otro poquito allá".*

Una vez buscadas y reunidas, corresponderán perfectamente unas a otras. Cada

Evangelio es un complemento de los demás; cada profecía, una explicación 124

de la otra; cada verdad, el desarrollo de otra verdad. El Evangelio explica los

símbolos del sistema judaico. Cada principió de la Palabra de Dios tiene su lugar;

cada hecho, su relación. Y la estructura completa, tanto en su propósito como en

su ejecución, da testimonio de su Autor. Sólo el Ser infinito pudo concebir y dar

forma a esa estructura.

Al buscar las diferentes partes y al estudiar su relación, entran en actividad las

facultades superiores de la mente humana. Nadie puede emprender ese estudio

sin que se desarrolle su mente.

Y el valor intelectual del estudio de la Biblia no consiste solamente en investigar la

verdad y descubrir su estructura íntima, sino también en el esfuerzo requerido

para abarcar los temas presentados. La mente ocupada solamente con asuntos

vulgares se empequeñece y debilita. Si nunca se empeña en comprender

verdades grandes y de vasto alcance, después de un tiempo pierde la facultad de

crecer. Como salvaguardia contra esa degeneración, y como estimulo para el

desarrollo, nada puede igualar al estudio de la Palabra de Dios. Cómo medio de

educación intelectual, la Biblia es más eficaz que cualquier otro libro o que todos

los demás libros juntos. La grandeza de sus temas, la elevada sencillez de sus

expresiones, la belleza de sus figuras, avivan y elevan los pensamientos como

ninguna otra cosa puede lograrlo. Ningún otro estudio puede impartir poder mental

como el que imparte el esfuerzo que se realiza para abarcar las estupendas

verdades de la revelación. La mente que en esa forma se pone en contacto con

los pensamientos del Ser infinito no puede sino desarrollarse y fortalecerse. Mayor

aún es el poder de la Biblia en el desarrollo de la naturaleza espiritual. El hombre,

creado para vivir en comunión con Dios, puede encontrar su verdadera vida y su

auténtico desarrollo únicamente en esa comunión. Creado para descubrir 125 en

Dios su mayor gozo, en ninguna otra cosa puede hallar lo que puede calmar los

anhelos de su corazón, y satisfacer el hambre y la sed del alma. Aquel que con

espíritu dócil y sincero estudia la Palabra de Dios para comprender sus verdades,

se pondrá en contacto con su Autor y, a menos que sea por propia decisión, no

tienen límite las posibilidades de su desarrollo.

En su vasta gama de estilo y temas, la Biblia tiene algo para interesar a cada

mente y atraer cada corazón. Sus páginas encierran historia antiquísima;

biografías fieles a la vida; principios de gobierno para regir al estado y gobernar la

casa, principios que la sabiduría humana nunca ha conseguido igualar. Contiene la

más profunda filosofía, la poesía más dulce y sublime, apasionada y patética. Los

escritos de la Biblia, aún considerados de esta manera, son

inconmensurablemente superiores en valor a las producciones de cualquier autor

humano, pero considerados en su relación con su gran pensamiento central, son

de alcance infinitamente más amplio, de valor infinitamente mayor. Desde este

punto de vista, cada tema adquiere nuevo significado. En las verdades más

sencillamente enunciadas se encierran principios tan altos como el cielo, y que

abarcan la eternidad.

El tema central de la Biblia, el tema alrededor del cual se agrupan todos los demás

del Libro, es el plan de la redención, la restauración de la imagen de Dios en el

alma humana. Desde la primera insinuación de esperanza que se hizo en la

sentencia pronunciada en el Edén, hasta la gloriosa promesa del Apocalipsis: "Y

verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes" *,el propósito de cada libro y

pasaje de la Biblia es el desarrollo de este maravilloso tema: La elevación del

hombre, el poder de Dios, "que 126 nos da la victoria por medio de nuestro Señor

Jesucristo".*

El que capta este pensamiento, tiene ante sí un campo infinito de estudio. Tiene la

llave que le abrirá todo el tesoro de la Palabra de Dios

La ciencia de la redención es la ciencia de las ciencias; la ciencia que constituye el

motivo de estudio de los ángeles y todos los seres inteligentes de los mundos no

caídos; la ciencia que ocupa la atención de nuestro Señor y Salvador; la ciencia

que penetra en el propósito nacido en la mente del Ser Infinito, "que se ha

mantenido oculto desde tiempos eternos"*; la ciencia que será el estudio de los

redimidos de Dios durante los siglos sin fin. Es éste el estudio más elevado que

puede emprender el hombre. Aviva la mente y eleva el alma como ningún otro

estudio podría hacerlo.

"La sabiduría excede, en que da vida a sus poseedores". "Las palabras que yo os

he hablado -dijo Jesús- son espíritu y son vida". "Y esta es la vida eterna: que te

conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado".*

En la palabra de Dios está la energía creadora que llamó los mundos a la

existencia. Esta palabra imparte poder; engendra vida. Cada orden es una

promesa; aceptada por la voluntad, recibida en el alma, trae consigo la vida del

Ser infinito. Transforma la naturaleza y vuelve a crear el alma a imagen de Dios.

De igual modo se sostiene la vida así impartida. El hombre vivirá de "toda palabra

que sale de la boca de Dios".*

La mente, el alma, se edifica con lo que le sirve de alimento, y a nosotros nos toca

determinar la 127 clase de alimento que recibirá. Está al alcance de todos escoger

los temas que han de ocupar los pensamientos y amoldar el carácter. Dios dice de

cada ser humano privilegiado con el acceso a las Escrituras: "Le escribí las

grandezas de mi ley". "Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas

grandes y ocultas que tú no conoces".*

Con la Palabra de Dios en la mano, todo ser humano, cualquiera sea su suerte en

la vida, puede gozar de la clase de comunión que escoja. Por medio de sus

páginas puede relacionarse con lo mejor y lo más noble de la especie humana, y

escuchar la voz del Eterno que habla con los hombres. Al estudiar y meditar en los

temas que los ángeles "anhelan mirar"* puede gozar de su compañía. Puede

seguir las pisadas del Maestro celestial y escuchar sus palabras como cuando él

las enseñaba en la montaña, la llanura y el mar. Puede morar en esta tierra en la

atmósfera del cielo, e impartir a los afligidos y tentados de la tierra pensamientos

de esperanza y anhelos de santidad; puede lograr que su comunión con el

Invisible sea cada vez más íntima, como aquel que antaño anduvo con Dios,

acercándose cada vez más al umbral del mundo eterno, hasta que los portales se

abran y pueda entrar. Entonces no se sentirá allí como un extraño. Lo saludarán

las voces de los santos que, invisibles, eran sus compañeros en la tierra, voces

que él aprendió a distinguir y amar aquí. El que por medio de la Palabra de Dios

ha vivido en comunión con, el cielo, se sentirá como en su casa en el ambiente

celestial. 128

La Ciencia y la Biblia

"¿Qué cosa de todas ésas no entiende que la mano de Jehová la hizo?"

PUESTO que el libro de la naturaleza y el de la revelación llevan el sello de la

misma Mente maestra, no pueden sino hablar en armonía. Con diferentes

métodos y lenguajes, dan testimonio de las mismas grandes verdades. La ciencia

descubre siempre nuevas maravillas, pero en su investigación no obtiene nada

que, correctamente comprendido, discrepe con la revelación divina. El libro de la

naturaleza y la Palabra escrita se alumbran mutuamente. Nos familiarizan con

Dios al enseñarnos algo de las leyes por medio de las cuales él obra.

Sin embargo, algunas deducciones erróneas de fenómenos observados en la

naturaleza, han hecho suponer que existe un conflicto entre la ciencia y la

revelación y, en los esfuerzos realizados para restaurar la armonía entre ambas,

se han adoptado interpretaciones de las Escrituras que minan y destruyen la

fuerza de la Palabra de Dios. Se ha creído que la geología contradice la

interpretación literal del relato mosaico de la creación. Se pretende que se

requirieron millones de años para que la tierra evolucionara a partir del caos, y a

fin de acomodar la Biblia a esta supuesta revelación de la ciencia, se supone que

los días de la creación han sido vastos e indefinidos períodos que abarcan miles y

hasta millones de años. 129

Semejante conclusión es enteramente innecesaria. El relato bíblico está en

armonía consigo mismo y con la enseñanza de la naturaleza. Del primer día

empleado en la obra de la creación se dice: "Y fue la tarde y la mañana un día".*

Lo mismo se dice en sustancia de cada uno de los seis días de la semana de la

creación. La Inspiración declara que cada uno de esos períodos ha sido un día

compuesto de mañana y tarde, como cualquier otro día transcurrido desde

entonces. En cuanto a la obra de la creación, el testimonio divino es como sigue:

"Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió".* ¿Cuánto tiempo necesitaría

para sacar la tierra del caos Aquel que podía llamar de ese modo a la existencia a

los mundos innumerables? Para dar razón de sus obras, ¿hemos de violentar su

Palabra?

Es cierto que los restos encontrados en la tierra testifican que existieron hombres,

animales y plantas mucho más grandes que los que ahora se conocen. Se

considera que son prueba de la existencia de una vida animal y vegetal antes del

tiempo mencionado en el relato mosaico. Pero en cuanto a estas cosas, la historia

bíblica proporciona amplia explicación. Antes del diluvio, el desarrollo de la vida

animal y vegetal era inconmensurablemente superior al que se ha conocido desde

entonces. En ocasión del diluvio, la superficie de la tierra sufrió conmociones,

ocurrieron cambios notables, y en la nueva formación de la costra terrestre se

conservaron muchas pruebas de la vida preexistente. Los grandes bosques

sepultados en la tierra cuando ocurrió el diluvio, convertidos después en carbón,

forman los extensos yacimientos carboníferos y suministran petróleo, sustancias

necesarias para nuestra comodidad y conveniencia. Estas cosas, al ser

descubiertas, son otros tantos testigos mudos de la veracidad de la Palabra de

Dios. 130

Semejante a la teoría referente a la evolución de la tierra es la que atribuye a una

línea ascendente de gérmenes, moluscos y cuadrúpedos, la evolución del hombre,

corona gloriosa de la creación.

Cuando se consideran las oportunidades que tiene el hombre para investigar,

cuando se considera cuán breve es su vida, cuán limitada su esfera de acción,

cuán restringida su visión, cuán frecuentes y grandes son los errores de sus

conclusiones, especialmente en lo que se refiere a los sucesos que se supone

precedieron a la historia bíblica, cuán a menudo se revisan o desechan las

supuestas deducciones de la ciencia, con qué prontitud se añaden o quitan

millones de años al supuesto período del desarrollo de la tierra y cómo se

contradicen las teorías presentadas por diferentes hombres de ciencia; cuando se

considera esto, ¿consentiremos nosotros, por el privilegio de rastrear nuestra

ascendencia a través de gérmenes, moluscos y monos, en desechar esa

declaración de la Santa Escritura, tan grandiosa en su sencillez: "Y creó Dios al

hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó"?* ¿Desecharemos el informe

genealógico -más magnífico que cualquiera atesorado en las cortes de los reyes:

"Hijo de Adán, hijo de Dios" ?* Debidamente comprendidas, tanto las revelaciones

de la ciencia como las experiencias de la vida están en armonía con el testimonio

de la Escritura en cuanto a la obra constante de Dios en la naturaleza.

En el himno registrado en el libro de Nehemías, los levitas cantaron: "Tú solo eres

Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra

y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas

estas cosas".*

En lo que respecta a esta tierra, las Escrituras declaran que la obra de la creación

ha sido terminada. "Las obras suyas estaban acabadas desde la fundación 131 del

mundo".* Pero el poder de Dios está aún en acción para sostener los objetos de

su creación. No late el pulso ni se suceden las respiraciones por el hecho de que

el mecanismo una vez puesto en movimiento sigue actuando por su propia

energía inherente. Cada respiración, cada latido del corazón es una evidencia del

cuidado de Aquel en quien vivimos, nos movemos y somos. Desde el insecto más

pequeño, hasta el hombre, toda criatura viviente depende diariamente de su

providencia.

"Todos ellos esperan en ti. . .

Les das, recogen;

Abres tu mano, se sacian de bien.

Escondes tu rostro, se turban;

Les quitas el hálito, dejan de ser,

Y vuelven al polvo.

Envías tu Espíritu, son creados,

Y renuevas la faz de la tierra".*

"El extiende el norte sobre vacío,

Cuelga la tierra sobre nada.

Ata las aguas en sus nubes,

Y las nubes no se rompen debajo de ellas. . .

Puso límite a la superficie de las aguas,

Hasta el fin de la luz y las tinieblas.

Las columnas del cielo tiemblan,

Y se espantan a su reprensión.

El agita el mar con su poder. . .

Su espíritu adornó los cielos;

Su mano creó la serpiente tortuosa,

He aquí, estas cosas son sólo los bordes de sus caminos;

¡Y cuán leve es el susurro que hemos oído de él!

Pero el trueno de su poder, ¿quién lo puede comprender?".*

"Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y

las nubes son el polvo de sus pies".*

El enorme poder que obra en toda la naturaleza y sostiene todas las cosas, no es

meramente, como dicen algunos hombres de ciencia, un principio que todo lo

penetra, ni una energía activa. Dios es espíritu, 132 y no obstante es un ser

personal, pues el hombre fue hecho a su imagen. Como ser personal, Dios se ha

revelado en su Hijo. Jesús, el resplandor de la gloria de su Padre "y la imagen

misma de su sustancia"*, se halló en la tierra en forma de hombre. Como Salvador

personal, vino al mundo y ascendió a lo alto. Como Salvador personal intercede en

las cortes celestiales. Delante del trono de Dios ministra en favor nuestro, "Uno

como un hijo de hombre".*

El apóstol Pablo, al escribir movido por el Espíritu Santo, declara de Cristo que "en

él fueron creadas todas las cosas. . . y para él. Y él es antes de todas las cosas, y

todas las cosas en él subsisten".* La mano que sostiene los mundos en el espacio,

la mano que mantiene en su disposición ordenada y actividad incansable todas las

cosas en el universo de Dios, es la mano que fue clavada en la cruz por nosotros.

La grandeza de Dios nos es incomprensible. "Jehová tiene en el cielo su trono"*;

sin embargo, es omnipresente mediante su Espíritu. Tiene un íntimo conocimiento

de todas las obras de su mano y un interés personal en ellas.

"¿Quién como Jehová nuestro Dios,

Que se sienta en las alturas,

Que se humilla a mirar

En el cielo y en la tierra?"

"¿A dónde me iré de tu Espíritu?

¿Y a dónde huiré de tu presencia?

Si subiere a los cielos, allí estás tú;

Y si en el Seol hiciere mi estrado,

He aquí, allí tú estás.

Si tomare las alas del alba

Y habitare en el extremo del mar,

Aún allí me guiará tu mano,

Y me asirá tu diestra".* 133

"Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis

pensamientos.

Has escudriñado mi andar y mi reposo,

Y todos mis caminos te son conocidos. . .

Detrás y delante me rodeaste,

Y sobre mí pusiste tu mano.

Tal conocimiento es demasiado

Maravilloso para mí;

Alto es, no lo puedo comprender".*

El Hacedor de todas las cosas fue el que ordenó la maravillosa adaptación de los

medios a su fin, del abastecimiento a la necesidad. Fue él quien en el mundo

material hizo provisión para suplir todo deseo implantado por él mismo. Fue él

quien creó el alma humana con su capacidad de conocer y amar. Y él, por su

propia naturaleza, no puede dejar de satisfacer los anhelos del alma. Ningún

principio intangible, ninguna esencia impersonal o mera abstracción puede saciar

las necesidades y los anhelos de los seres humanos en esta vida de lucha contra

el pecado, el pesar y el dolor. No es suficiente creer en la ley y en la fuerza, en

cosas que no pueden tener piedad, y que nunca oyen un pedido de ayuda.

Necesitamos saber que existe un brazo todopoderoso que nos puede sostener, de

un Amigo infinito que se compadece de nosotros. Necesitamos estrechar una

mano cálida y confiar en un corazón lleno de ternura. Y precisamente así se ha

revelado Dios en su Palabra.

El que estudie más profundamente los misterios de la naturaleza, comprenderá

más plenamente su propia ignorancia y su debilidad. Comprenderá que hay

profundidades y alturas que no pueden alcanzar, secretos que no pueden

penetrar, vastos campos de verdad que están delante de él sin explorar. Estará

dispuesto a decir con Newton: "Me parece que yo mismo he sido como un niño

que busca guijarros y conchas a la orilla del mar, mientras el gran océano de la

verdad se hallaba inexplorado delante de mí". 134

Los más profundos estudiosos de la ciencia se ven constreñidos a reconocer en la

naturaleza la obra de un poder infinito. Sin embargo, para la sola razón humana, la

enseñanza de la naturaleza no puede ser sino contradictoria y llena de

frustraciones. Sólo se la puede leer correctamente a la luz de la revelación. "Por la

fe entendemos".*

"En el principio. . . Dios".* Unicamente aquí puede encontrar reposo la mente en

su investigación anhelosa, cuando vuela como la paloma del arca. Arriba, debajo,

más allá, habita el amor infinito, que hace que todas las cosas cumplan su

"propósito de bondad".*

"Porque las cosas de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles. .

. por medio de las cosas hechas".* Pero su testimonio sólo puede ser entendido

con la ayuda del divino Maestro. "¿Quién de los hombres sabe las cosas del

hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las

cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios".*

"Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad".* Sólo

mediante la ayuda de ese Espíritu que en el principio "se movía sobre la faz de las

aguas"; de aquel Verbo por quien "todas las cosas. . . fueron hechas"; de aquella

"Luz verdadera que alumbra a todo hombre", puede interpretarse correctamente el

testimonio de la ciencia. Sólo mediante su dirección pueden descubrirse sus

verdades más profundas.

Sólo bajo la dirección del Omnisciente podremos llegar a pensar lo mismo que él

cuando estudiemos sus obras. 135

Principios y Métodos Aplicables a los Negocios

"El que camina en integridad anda confiado".

NO HAY ocupación lícita para la cual no provea la Biblia una preparación esencial.

Sus principios de diligencia, honradez, economía, temperancia y pureza, son el

secreto del verdadero éxito. Estos principios, según los presenta el libro de

Proverbios, constituyen un tesoro de sabiduría práctica. ¿Dónde pueden hallar el

comerciante, el artesano, el conductor de hombres en cualquier tipo de actividad,

mejores máximas para sí y sus empleados que las que se encuentran en las

palabras del sabio?

"¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; no estará

delante de los de baja condición".*

"En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen".*

"El alma del perezoso desea, y nada alcanza". "Porque el bebedor y el comilón

empobrecerán, y el sueño hará vestir vestidos rotos".*

"El que anda en chismes descubre el secreto ; no te entremetas, pues, con el

suelto de lengua".*

"El que ahorra sus palabras tiene sabiduría"; pero "todo insensato se envolverá en

ella".* 136

"No entres por la vereda de los impíos". "¿Andará el hombre sobre brasas sin que

sus pies se quemen ?"*

"El que anda con sabios, sabio será ".*

"El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo".*

Toda la gama de nuestras obligaciones mutuas está resumida en esta declaración

de Cristo: "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con

vosotros, así también haced vosotros con ellos".*

Más de un hombre hubiera escapado al fracaso y a la ruina financiera, si hubiese

tenido en cuenta las advertencias que las Escrituras repiten y recalcan.

"El que se apresura a enriquecerse no será sin culpa".*

"Las riquezas de vanidad disminuirán; pero el que recoge con mano laboriosa las

aumenta".*

"Amontonar tesoros con lengua mentirosa es aliento fugaz de aquellos que buscan

la muerte".*

"El que toma prestado es siervo del que presta".*

"Con ansiedad será afligido el que sale por fiador de un extraño; mas el que

aborreciere las fianzas vivirá seguro".*

"No traspases el lindero antiguo, ni entres en la heredad de los huérfanos; porque

el defensor de ellos es el fuerte, el cual juzgará la causa de ellos contra ti". "El que

oprime al pobre para aumentar sus ganancias, o que da al rico, ciertamente se

empobrecerá". "El que cava foso caerá en él; y al que revuelve la piedra, sobre él

le volverá".* 137

A estos principios está ligado el bienestar de la sociedad, tanto en las relaciones

seculares como en las religiosas. Ellos son los que dan seguridad a la propiedad y

la vida. Por todo lo que hace posible la confianza y la cooperación, el mundo es

deudor a la ley de Dios, según la da su Palabra, y según se puede encontrar aún,

en rasgos a menudo oscuros y casi borrados, en el corazón de los hombres.

Las palabras del salmista: "Mejor me es la ley de tu boca, que millares de oro y

plata" * declaran algo que es cierto desde otros puntos de vista, fuera del religioso.

Declaran una verdad absoluta, reconocida en el mundo de los negocios. Hasta en

esta época de pasión por la acumulación de dinero, cuando hay tanta competencia

y los métodos son tan poco escrupulosos, se reconoce ampliamente que, para el

joven que se inicia en la vida, la integridad, la diligencia, la temperancia, la

economía y la pureza constituyen un capital mejor que el constituido meramente

por una suma de dinero.

Sin embargo, aún entre los que aprecian el valor de estas cualidades y reconocen

que tienen su origen en la Biblia, hay pocos que aceptan el principio en que se

fundan.

El cimiento de la integridad comercial y del verdadero éxito es el reconocimiento

del derecho de propiedad de Dios. El Creador de todas las cosas es el propietario

original. Nosotros somos sus mayordomos. Todo lo que tenemos es depósito suyo

para que lo usemos de acuerdo con sus indicaciones.

Esta obligación pesa sobre cada ser humano. Se aplica a toda la gama de la

actividad humana. Reconozcámoslo o no, somos mayordomos a quienes Dios ha

otorgado talentos y capacidades, y los ha puesto en el mundo para hacer la obra

que él les ha asignado.138

A cada hombre se le confiere "su obra"*, la obra para la cual lo capacitan sus

aptitudes, la que dará como resultado la mayor suma de bien para sí mismo y sus

semejantes, y la mayor honra para Dios.

De modo que nuestro negocio a vocación forma parte del gran plan de Dios y,

mientras se lleve a cabo de acuerdo con su voluntad, él se responsabilizará de los

resultados. Como "colaboradores de Dios"*, la parte que nos toca es obedecer

fielmente sus instrucciones. No hay, por lo tanto, lugar para la preocupación y la

ansiedad. Se requieren diligencia, fidelidad, cuidado, economía y discreción. Cada

facultad debe emplearse hasta lo sumo. Pero no debemos poner nuestra

confianza en el resultado feliz de nuestros esfuerzos, sino en la promesa de Dios.

La Palabra que alimentó a Israel en el desierto, y mantuvo a Elías mientras

prevalecía el hambre, tiene hoy el mismo poder que entonces. "No os afanéis,

pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos?. . . Mas buscad

primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán

añadidas".*

El que da a los hombres la facultad de obtener riquezas, ha unido al don una

obligación. Reclama una porción determinada de todo lo que adquirimos. El

diezmo pertenece al Señor. "Y el diezmo de la tierra, así de la simiente de la tierra

como del fruto de los árboles". . . "Y todo diezmo de vacas o de ovejas. . . será

consagrado a Jehová".* La promesa hecha por Jacob en Betel, muestra lo que

abarca la obligación. "De todo lo que me dieres -dijo-, el diezmo apartaré para ti".*

"Traed los diezmos al alfolí" *, es la orden de Dios. No se extiende ninguna

invitación a la gratitud 139 o generosidad. Es una cuestión, de simple honradez. El

diezmo pertenece al Señor, y él nos ordena que le devolvamos lo que le

pertenece.

"Se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel".* Si la

honradez es un principio esencial en los negocios, ¿no hemos de reconocer

nuestra obligación hacia Dios, obligación en la que se basan todas las demás?

De acuerdo con las condiciones en que se funda nuestra mayordomía, tenemos

obligaciones, no sólo con Dios, sino con los hombres. Todo ser humano está en

deuda con el amor infinito del Redentor por los dones de la vida. El alimento, el

vestido, el abrigo, el cuerpo, la mente y el alma, todo ha sido comprado con su

sangre. Y por la deuda de gratitud y servicio que nos ha impuesto, Cristo nos ha

ligado a nuestros semejantes. Nos ordena: "Servíos por amor los unos a los

otros".* "En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí

lo hicisteis".*

"A griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios -declara Pablo- soy deudor".* Lo

mismo ocurre con nosotros. Puesto que nos ha bendecido más que a los demás,

somos deudores de todo ser humano a quien podamos beneficiar.

Estas verdades tienen que ver no sólo con la cámara privada, sino con la oficina

de contabilidad también. Los bienes que manejamos no nos pertenecen, y jamás

estaremos seguros si perdemos de vista este hecho. Somos sólo administradores,

y del cumplimiento de nuestra obligación hacia Dios dependen tanto el bienestar

de nuestros semejantes, como nuestro propio destino en esta vida y la venidera.

"Hay quienes reparten, y les es añadido más; y hay quienes retienen más de lo

que es justo, pero140 vienen a pobreza". "Echa tu pan sobre las aguas; porque

después de muchos días lo hallarás". "El alma generosa será prosperada; y el que

saciare, él también será saciado".*

"NO TE AFANES POR HACERTE RICO"

"No te afanes por hacerte rico. . . ¿Has de poner tus ojos en las riquezas, siendo

ningunas? Porque se harán alas como alas de águila, y volarán al cielo".*

"Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en

vuestro regazo, porque con la misma medida con que medís, os volverán a

medir".*

"Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán

llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto".*

"Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora

en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y

derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde. Reprenderé también

por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el

campo será estéril. . . Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque

seréis tierra deseable".*

"Si anduvierais en mis decretos y guardarais mis mandamientos, y los pusierais

por obra, yo daré vuestra lluvia en su tiempo, y la tierra rendirá sus productos, y el

árbol del campo dará su fruto. Vuestra trilla alcanzará a la vendimia, y la vendimia

alcanzará 141 a la sementera, y comeréis vuestro pan hasta saciaros, y habitaréis

seguros en vuestra tierra. Y yo daré paz en la tierra. . . y no habrá quien os

espante".*

"Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al

huérfano, amparad a la viuda". "Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el

día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado

en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos". "A Jehová presta el

que da al pobre, y el bien que ha hecho, se lo volverá a pagar".*

El que invierte de este modo, acumula un doble tesoro. Además de lo que, aunque

lo haya aprovechado sabiamente, deba dejar al fin, acumula riqueza para la

eternidad: El tesoro del carácter, que es la posesión más valiosa de la tierra y el

cielo.

EL TRATO HONRADO EN LOS NEGOCIOS

"Conoce Jehová los días de los perfectos, y la heredad de ellos será para siempre.

No serán avergonzados en el mal tiempo, y en los días de hambre serán

saciados".*

"El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón . . .El que

aún jurando en daño suyo, no por eso cambia". "El que aborrece la ganancia de

violencias, el que sacude sus manos para no recibir cohecho el que cierra sus ojos

para no ver cosa mala; este habitará en las alturas. . . se le dará su pan, y sus

aguas serán seguras. Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán la tierra que

está lejos".* 142

Dios ha descrito en su Palabra a un hombre próspero, cuya vida fue un éxito en el

sentido más verdadero, hombre al cual el cielo y la tierra se complacían en honrar.

Job mismo dice de su vida:

"Como fui en los días de mi juventud

"Cuando el favor de Dios velaba sobre mi tienda;

Cuando aún estaba conmigo el Omnipotente,

Y mis hijos alrededor de mí. . .

Cuando yo salía a la puerta a mi juicio,

Y en la plaza hacía preparar mi asiento,

Los jóvenes me veían, y se escondían;

Y los ancianos se levantaban, y estaban de pie.

Los príncipes detenían sus palabras;

Ponían la mano sobre su boca.

La voz de los principales se apagaba. . .

"Los oídos que me oían me llamaban

bienaventurado,

Y los ojos que me veían me daban testimonio,

Porque yo libraba al pobre que clamaba,

Y al huérfano que carecía de ayudador.

"La bendición del que se iba a perder venía sobre mí,

Y al corazón de la viuda yo daba alegría.

Me vestía, de justicia, y ella me cubría;

Como manto y diadema era mi rectitud.

Yo era ojos al ciego,

Y pies al cojo.

A los menesterosos era padre,

Y de la causa que no entendía, me informaba

con diligencia".

"El forastero no pasaba fuera la noche;

Mis puertas abría al caminante".

"Me oían, y esperaban. . .

Calificaba yo el camino de ellos, y me sentaba

entre ellos como el jefe;

Y moraba como rey en el ejército,

Como el que consuela a los que lloran".*

"La bendición de Jehová es la que enriquece,

y no añade tristeza con ella".*

143

"Las riquezas y la honra están conmigo -declara la Sabiduría-; riquezas duraderas,

y justicia" . * La Biblia también nos muestra el resultado de apartarnos de los

principios rectos en nuestro trato con Dios y con nuestros semejantes. El Señor

dice lo siguiente a los que ha confiado sus dones, pero que son indiferentes a sus

requerimientos:

ALGUNAS CAUSAS DE FRACASO

"Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis,

y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el

que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto. . . Buscáis mucho, y halláis poco;

y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un soplo". "Antes que sucediesen estas

cosas, venían al montón de veinte efas, y había diez; venían al lagar para sacar

cincuenta cántaros, y había veinte". "¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros

me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y

ofrendas". "Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra

detuvo sus frutos".*

"Por tanto, puesto que vejáis al pobre. . . edificasteis casas de piedra labrada, mas

no las habitaréis; plantasteis, hermosas viñas, más no beberéis el vino de ellas".

"Y Jehová enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto

pusieres mano e hicieres". "Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y

tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu

mano".* "El que injustamente amontona riquezas en la mitad de sus días las

dejará, y en su postrimería será insensato".*144

Las cuentas de cada negocio, los detalles de cada transacción, son sometidos al

escrutinio de inspectores invisibles, agentes de Aquel que nunca transige ,con la

injusticia, nunca tolera el mal, nunca disculpa el agravio.

"Si opresión de pobres y perversión de derecho y de justicia vieres. . . no te

maravilles de ello; porque sobre el alto vigila otro más alto, y uno más alto está

sobre ellos". "No hay tinieblas ni sombra de muerte donde se escondan los que

hacen maldad".*

"¿HAY CONOCIMIENTO EN EL ALTÍSIMO?"

"Ponen su boca contra el cielo. . . Y dicen: ¿Cómo sabe Dios? ¿Y hay

conocimiento en el Altísimo?" "Estas cosas hiciste -dice Dios-, y yo he callado;

pensabas que de cierto sería yo como tú; pero te reprenderé, y las pondré delante

de tus ojos".*

"De nuevo alcé mis ojos y miré, y he aquí un rollo que volaba. . . Esta es la

maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquél que hurta

(como está de un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente

(como está del otro lado del rollo) será destruido. Yo la he hecho salir, dice Jehová

de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente

en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá con sus

maderas y sus piedras".*

La ley de Dios condena a todo aquel que obra maldad. Esta puede desatender su

voz, tratar de acallar su advertencia, pero es en vano. A todas partes lo sigue. Se

hace oír. Perturba su paz. Si no 145 le presta atención, lo persigue hasta el

sepulcro. Da testimonio contra él en el juicio. Como fuego inextinguible, consume

al fin el alma y el cuerpo. "Porque ¿qué aprovechará al hombre si ganare todo el

mundo, y perdiere su alma?"*

Este asunto requiere la consideración de todo padre, maestro y alumno, de todo

ser humano, joven o viejo. No puede ser perfecto o completo ningún proyecto de

negocios o plan de vida que abarque únicamente los breves años de la vida actual

y no haga provisión para el futuro eterno. Enséñese a los jóvenes a considerar la

eternidad al hacer sus cálculos. Enséñeseles a escoger los principios y buscar las

cosas durables, a acumular para sí aquel "tesoro en los cielos que no se agote,

donde ladrón no llega, ni polilla destruye"*, a conquistar amigos "por medio de las

riquezas injustas", para que cuando éstas falten, aquéllos os "reciban en las

moradas eternas".*

Todos los que hacen esto, se están preparando de la mejor manera posible para

la vida en este mundo. Nadie puede acumular tesoro en el cielo, sin descubrir que

de esa manera se enriquece y ennoblece su vida en la tierra.

"La piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de

la venidera".*

146

Biografías Bíblicas

"Por fe conquistaron reinos, hicieron justicia..... sacaron fuerzas de debilidad".

COMO medio de educación, ninguna porción, de la Biblia es de mayor valor que

sus biografías. Estas difieren de todas las demás porque son absolutamente fieles

a la realidad. Es imposible que una mente finita interprete exactamente, en todas

las cosas, lo que hace otra. Solamente Aquel que lee el corazón, que percibe la

fuente secreta de los motivos y las acciones, puede describir con absoluta

fidelidad el carácter, o presentar un fiel resumen de una vida humana. Sólo en la

Palabra de Dios se encuentra tal cosa.

No hay verdad tan claramente enseñada por la Biblia como la de que lo que

hacemos, es resultado de lo que somos. En gran parte, los incidentes de la vida

son el fruto de nuestros propios pensamientos y acciones. "La maldición nunca

vendrá sin causa".*

"Decid al justo que le irá bien. . . ¡Ay del impío! Mal le irá, porque según las obras

de sus manos le será pagado".*

"Oye, tierra: He aquí yo traigo mal sobre este pueblo, el fruto de sus

pensamientos; porque no escucharon mis palabras, y aborrecieron mi ley".*

Es terrible esta verdad y debería ser profundamente inculcada. Toda acción recae

sobre el que la ejecuta. Nunca un ser humano puede dejar de reconocer, en los

males que aquejan su vida, el fruto de su propia siembra. Sin embargo, no

estamos sin esperanza.147

Jacob recurrió al fraude para obtener el derecho de la primogenitura que ya le

correspondía según la promesa de Dios, y la cosecha que recogió fue el odio de

su hermano. Durante los veinte años de su destierro fue defraudado y sufrió

injusticias, y al fin se vio obligado a buscar seguridad en la fuga, y recogió la

segunda cosecha cuando vio reproducidos en sus hijos los malos rasgos de su

propio carácter, cuadro fiel de las retribuciones de la vida humana.

DE SUPLANTADOR A PRÍNCIPE DE DIOS

Pero Dios dice: "Porque no contenderé para siempre, ni para siempre me enojaré;

pues decaería ante mí el espíritu, y las almas que yo he creado. Por la iniquidad

de su codicia me enojé, y le herí, escondí mi rostro y me indigné; y él siguió

rebelde por el camino de su corazón. He visto sus caminos; pero le sanaré, y le

pastorearé, y le daré consuelo a él y a sus enlutados. . . Paz, paz al que está lejos

y al cercano, dijo Jehová; y lo sanaré " .*

Jacob, en medio de sus dificultades, no fue abrumado. Se había arrepentido,

había tratado de expiar el mal que le había hecho a su hermano. Y cuando se vio

amenazado de muerte a causa de la ira de Esaú, buscó ayuda en Dios. "Venció al

ángel, y prevaleció; lloró, y le rogó". "Y lo bendijo allí".* Gracias al poder de Dios,

el perdonado dejó de ser suplantador para convertirse en príncipe con Dios. No

sólo fue librado de la ira de su hermano, sino de sí mismo. Quebrantó el poder del

mal en su propia naturaleza; su carácter fue transformado.

En las postrimerías de su vida, Jacob lo comprendió todo. Al repasar su historia,

reconoció el poder sustentador de Dios, "el Dios que me mantiene desde que yo

soy hasta este día, el ángel que me liberta de todo mal".*148

El mismo caso se repite en la historia de los hijos de Jacob, es decir, la retribución

del pecado por una parte, y el arrepentimiento que da fruto de justicia para vida,

por la otra.

Dios no anula sus leyes. No obra contrariamente a ellas. No deshace la obra del

pecado: la transforma. Por medio de su gracia, la maldición se convierte en

bendición.

De los hijos de Jacob, Leví fue uno de los más crueles y vengativos, uno de los

dos más culpables del asesinato traicionero de los habitantes de Siquem. Las

características de Leví, reflejadas en sus descendientes, atrajeron sobre éstos el

decreto de Dios: "Las apartaré en Jacob, y los esparciré en Israel".* Pero el

arrepentimiento dio por resultado la reforma, y mediante su fidelidad a Dios, en

medio de la apostasía de las otras tribus, la maldición se transformó en una señal

del más alto honor.

"En aquel tiempo apartó Jehová la tribu de Leví para que llevase el arca del pacto

de Jehová, para que estuviese delante de Jehová para servirle, y para bendecir en

su nombre, hasta hoy". "Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo

le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo

humillado. . . en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la

iniquidad".*

Los levitas, como ministros del santuario, no recibieron tierras por herencia;

moraban juntos en ciudades apartadas para su uso, y su sostén lo constituían las

ofrendas y los diezmos dedicados al servicio de Dios, Eran los maestros del

pueblo, huéspedes de todas sin fiestas, y honrados por todas partes como siervos

y representantes de Dios. Toda la nación recibió el mandato: "Ten cuidado de no

desamparar al 149 levita en todos tus días sobre la tierra". "Por lo cual Leví no

tuvo parte ni heredad con sus hermanos; Jehová es su heredad, como Jehová tu

Dios le dijo".*

LA VICTORIA POR LA FE

El caso de Israel ilustra la verdad de que el hombre "cual es su pensamiento en su

corazón, tal es él".* Cuando se encontraban en la frontera de la tierra de Canaán,

los espías, después de recorrerla, presentaron su informe. Perdieron de vista la

belleza y la fertilidad de la tierra, por temor a las dificultades que presentaría la

invasión. Las ciudades rodeadas de altas murallas, los guerreros gigantescos, los

férreos carros de guerra, debilitaron su fe. Al excluir a Dios, la multitud se hizo eco

de la decisión de los espías incrédulos: "No podremos subir contra aquel pueblo,

porque es más fuerte que nosotros".* Sus palabras resultaron ciertas. No pudieron

subir y consumieron sus vidas en el desierto.

Sin embargo, entre los doce que vieron la tierra, hubo dos que razonaron de otro

modo. "Más podremos nosotros que ellos" *, decían, considerando que la promesa

de Dios era superior a los gigantes, las ciudades amuralladas o los carros de

hierro. Para ellos, su palabra era cierta. Aunque compartieron con sus hermanos

los cuarenta años de peregrinación, Caleb y Josué entraron en la tierra prometida.,

El primero, tan valiente como cuando salió de Egipto con las huestes del Señor,

pidió y recibió como porción suya la fortaleza de los gigantes. Gracias al poder de

Dios, expulsó a los cananeos. Fue dueño de los viñedos y bosquecillos de olivos

que sus pies habían pisado. Aunque los cobardes y rebeldes perecieron en el

desierto, los hombres de fe comieron las uvas de Escol.150

No hay verdad que la Biblia presente tan claramente como la del peligro de

apartarse, aunque sea una vez, de la justicia, peligro que afecta tanto al culpable

de la mala acción como a todos los que están al alcance de su influencia. El

ejemplo tiene un poder extraordinario y cuando se pone del lado de las malas

tendencias de nuestra naturaleza, su poder llega a ser casi irresistible.

EJEMPLOS ALECCIONADORES

La fortaleza más poderosa del vicio en nuestro mundo no es la vida inicua del

pecador abandonado, o del paria degradado; es la vida que parece virtuosa,

honorable, noble, pero en la cual se fomenta un pecado, se abriga un vicio. Para el

alma que lucha en secreto contra alguna tentación gigantesca y tiembla al borde

del precipicio, semejante ejemplo es uno de los más poderosos incentivos para

pecar. El que, dotado de elevados conceptos de la vida, la verdad y el honor, viola

intencionalmente un precepto de la santa ley de Dios, pervierte sus nobles ' dones

hasta convertirlos en una tentación para pecar. El genio, el talento, la simpatía,

hasta las acciones generosas y bondadosas, pueden llegar a ser así lazos de

Satanás para atraer a las almas al precipicio de la ruina.

Por eso Dios ha dado tantos ejemplos que muestran los resultados que puede

tener un solo acto malo. Desde la triste historia de aquel pecado "que trajo la

muerte al mundo, y toda nuestra desgracia, con la pérdida del Edén", hasta la de

aquel que por treinta piezas de plata vendió al Señor de gloria, la biografía bíblica

abunda en ejemplos dados como advertencias puestas en las sendas que se

apartan del camino de la vida.

También son una advertencia los resultados que han seguido al hecho de ceder

una sola vez a la debilidad humana y al error, fruto de la pérdida de la fe. 151

Por faltarle una vez la fe, Elías abrevió la obra de su vida. Pesada había sido la

carga que había llevado en favor de Israel; fieles habían sido sus advertencias

contra la idolatría nacional, y profunda su preocupación cuando, durante los tres

años y medio de hambre, esperó una señal de arrepentimiento. En el monte

Carmelo estuvo solo de parte de Dios. La idolatría fue derribada por el poder de la

fe, y la lluvia bendita dio testimonio de las lluvias de bendición que aguardaban

para ser derramadas sobre Israel. Luego, cansado y débil, huyó ante las

amenazas de Jezabel, y solo en el desierto oró para pedir la muerte. Le había

faltado la fe. No podría completar la obra que había empezado. Dios le ordenó que

ungiera a otro como profeta en su lugar.

LA DISCIPLINA DEL SUFRIMIENTO

Pero el Señor tuvo en cuenta el servicio sincero de su siervo. Elías no iba a

perecer desalentado y solo en el desierto. No le tocaría descender a la tumba, sino

subir con los ángeles de Dios a la presencia de su gloria.

Estos casos declaran lo que algún día comprenderá todo ser humano: que el

pecado sólo puede acarrear vergüenza y pérdida, que la incredulidad significa

fracaso, pero que la misericordia de Dios llega hasta las mayores profundidades;

que la fe eleva al alma arrepentida hasta compartir la condición de hijos de Dios.

Todos los que en este mundo prestan verdadero servicio a Dios o al hombre,

reciben una educación preparatoria en la escuela del dolor. Cuanto mayor sea la

confianza y más elevado el servicio, más estrecha será la prueba y más severa la

disciplina. Estudiad las vidas de José y Moisés, de Daniel y David. Comparad la

historia de los primeros años 152 de David con la de Salomón, y considerad los

resultados.

David estuvo en su juventud íntimamente relacionado con Saúl, y su permanencia

en la corte y su contacto con los miembros de la casa del rey le permitieron

descubrir la naturaleza de los cuidados, las penas y las perplejidades ocultas bajo

el brillo y la pompa de la realeza. Vio de cuán poco valor es la gloria humana para

dar paz al alma, y sintió alivio y alegría al regresar de la corte del rey para cuidar

los rebaños.

Cuando, a causa de los celos de Saúl, tuvo que huir al desierto, David, aislado de

todo sostén humano, se apoyó más fuertemente en Dios. La incertidumbre y la

inquietud de la vida del desierto, su incesante peligro, la necesidad de huir con

frecuencia, el carácter de los hombres que se le unieron allí, "todos los afligidos, y

todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de

espíritu"*, hacían más necesaria aún la severa disciplina propia. Estas vicisitudes

despertaron y desarrollaron en él la facultad de tratar con los hombres, la simpatía

por los oprimidos y el odio a la injusticia. En los años de espera y peligro, David

aprendió a buscar en Dios su consuelo, su sostén, su vida. Aprendió que

solamente por medio del poder de Dios podría llegar al trono; solamente por medio

de la sabiduría divina podría gobernar sabiamente. Mediante la instrucción

recibida en la escuela de las dificultades y el dolor, David pudo merecer este juicio,

aunque más tarde lo manchara su gran pecado: "Administraba justicia y equidad a

todo su pueblo".*

En los primeros años de la vida de Salomón faltó la disciplina de los primeros años

de la vida de David. En cuanto a condiciones, carácter y vida, parecía más

favorecido que todos los demás. Noble en 153 juventud y en virilidad, amado por

su Dios, Salomón se inició en un reinado que prometía gran prosperidad y honor.

Las naciones se maravillaban del conocimiento y la perspicacia del hombre a

quien Dios había dado sabiduría. Pero el orgullo de la prosperidad lo separó de

Dios. Salomón se apartó del gozo de la comunión divina para buscar satisfacción

en los placeres de los sentidos. El mismo escribió:

LA EXPERIENCIA DE SALOMÓN

"Engrandecí mis obras, edifiqué para mí casas, planté para mí viñas; me hice

huertos y jardines, planté en ellos árboles de todo fruto. . . Compré siervos y

siervas. . . Me amontoné también plata y oro, y tesoros preciados de reyes y de

provincias; me hice de cantores y cantoras, de los deleites de los hijos de los

hombres. . . y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes

de mí en Jerusalén. . . No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté

mi corazón de placer alguno, porque mí corazón gozó de todo mi trabajo. . . Miré

yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para

hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo

del sol. Después volví yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la

necedad, porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey? Nada,

sino lo que ya ha sido hecho".*

"Aborrecí, por tanto, la vida. . . Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había hecho

debajo del sol".*

Por medio de su amarga experiencia, Salomón conoció la vanidad de una vida que

busca su mayor bien en las cosas terrenales. Erigió altares a dioses paganos sólo

para comprender cuán vana es la promesa de descanso que ofrecen al alma.

En sus últimos años, Salomón se apartó, cansado y sediento, de las

resquebrajadas cisternas de la tierra 154 y volvió a beber de la fuente de la vida.

Impulsado por el Espíritu de la inspiración, escribió para las generaciones

posteriores la historia de sus años malgastados, con sus lecciones de advertencia,

y así, aunque su pueblo cosechó el mal que, él había sembrado, la obra de la vida

de Salomón no se perdió totalmente. Al fin, la disciplina del sufrimiento llevó a

cabo en él su obra.

Pero con semejante alborear, ¡cuán glorioso hubiera podido ser el día de su vida si

Salomón hubiese aprendido en su juventud la lección que el sufrimiento había

enseñado a otras vidas!

LA PRUEBA DE JOB

Para los que aman a Dios, "a los que conforme a sus propósitos son llamados" *,

la biografía bíblica presenta una lección aún mayor basada en el ministerio del

dolor. "Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová"*, testigos de que él es

bueno, y que su bondad es suprema. "Pues hemos llegado a ser espectáculo al

mundo, a los ángeles y a los hombres".*

El altruismo, principio básico del reino de Dios, concita el odio de Satanás, que

niega hasta su misma existencia. Desde el comienzo del gran conflicto ha tratado

de demostrar que los principios que constituyen el fundamento de la actividad

divina son egoístas, y califica del mismo modo a todos los que sirven a Dios. La

obra de Cristo y la de todos los que llevan su nombre consiste en refutar las

acusaciones de Satanás.

Jesús vino en forma humana para ofrecer en su propia vida un ejemplo de

altruismo. Y todos los que aceptan este principio deben ser colaboradores con él,

demostrándolo en la vida práctica. escoger la justicia por la justicia misma;

ponerse de parte de la verdad aunque cueste sufrimiento y sacrificio, 155 "ésta es

la herencia de los siervos de Jehová, y su salvación de mí vendrá, dijo Jehová".*

Casí al principio de la historia de este mundo se desarrolló la vida de alguien que

fue víctima de esta contienda de Satanás.

De Job, el patriarca de Uz, el testimonio del Escudriñador de corazones era: "No

hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado

del mal".*

Satanás pronunció una despectiva acusación contra este hombre: "¿Acaso teme

Job a Dios de balde? ¿No le has cercado alrededor a él y a su casa y todo lo que

tiene?. . . Pero extiende tu mano y toca todo lo que tiene", "su hueso y su carne y

verás sino blasfema contra ti en tu misma presencia "*.

El Señor le dijo a Satanás: "He aquí todo está en tu mano".* "He aquí el está en tu

mano, mas guarda su vida".*

Habiendo obtenido permiso, Satanás quitó a Job todo lo que poseía :ganados,

rebaños, siervos, siervas, hijos e hijas, e "hirió a Job con una sarna maligna desde

la planta del pié hasta la coronilla de la cabeza".*

Luego se añadió otro ingrediente de amargura a su copa. Sus amigos, que

consideraban la adversidad como una retribución del pecado, afligieron con sus

acusaciones su espíritu herido y abrumado.

Aparentemente abandonado del cielo y de la tierra, pero con fe firme en su Dios y

consciente de su integridad, clamó con angustia y perplejidad:

"Esta mi alma hastiada de la vida".

"¡Oh quién me diera que me escondieses en el Seol,

Que me encubrieses hasta apaciguarse tu ira,

Que me pusieses plazo y de mí te acordaras!" 156

"He aquí, yo clamaré agravio, y no seré oído;

Daré voces, y no habrá juicio...

Me ha despojado de mi gloria,

Y quitado la corona de mi cabeza....

Mis parientes se detuvieron,

Y mis conocidos se olvidaron de mí....

Los que yo amaba se volvieron contra mí. . .

¡Oh, vosotros mis amigos, tened compasión de mí,

tened compasión de mí!

Porque la mano de Dios me ha tocado"

"¡Quién me diera el saber dónde hallar a Dios!

Yo iría hasta su silla. . .

"He, aquí yo iré al oriente, y no lo hallaré;

Y al occidente, y no lo percibiré;

Si muestra su poder al norte, yo no lo veré;

Al sur se esconderá, y no lo veré.

Mas él conoce mi camino;

Me probará, y saldré como oro".

"Aunque él me matare, en él esperaré".

"Yo sé que mi Redentor vive,

Y al fin se levantará sobre el polvo;

Y después de deshecha esta mi piel,

En mi carne he de ver a Dios;

Al cual veré por mí mismo,

Y mis ojos lo verán, y no otro".*

De acuerdo con su fe, fue tratado Job. "Me probará -dijo-, y saldré como oro".* Así

ocurrió. Por medio de su paciente resistencia vindicó su propio carácter y de ese

modo el carácter de Aquel de quien era representante. Y "quitó Jehová la aflicción

de Job. . . y aumentó al doble todas las cosas que habían sido de Job. . . y bendijo

Jehová el postrer estado de Job más que el primero".*

Entre los que por su abnegación han compartido los sufrimientos de Cristo, figuran

los nombres de 157 Jonatán y de Juan el Bautista, el uno en el Antiguo

Testamento y el otro en el Nuevo.

Jonatán, que por nacimiento era heredero del trono, sabía que había sido privado

de él por decreto divino; sin embargo, fue el más tierno y fiel amigo de David, su

rival, y lo protegió a riesgo de su vida; fue fiel a su padre durante los días sombríos

de la decadencia de su poder, y cayó al fin a su lado. El nombre de Jonatán está

atesorado en el cielo, y en la tierra es un testigo de la existencia y el poder del

amor abnegado.

Cuando Juan el Bautista apareció como, heraldo del Mesías, conmovió a la

nación. Grandes multitudes constituidas por toda clase de personas seguían sus

pasos de un lugar a otro. Pero todo cambió cuando llegó Aquel acerca de quien

había dado testimonio. Las multitudes siguieron a Jesús, y la obra de Juan pareció

llegar a su fin. Sin embargo, su fe no vaciló. "Es necesario que él crezca -dijo-,

pero que yo mengüe".*

Transcurrió el tiempo y no se estableció el reino que Juan había esperado

confiadamente. En la celda donde lo arrojó Herodes, privado del aire vivificador y

de la libertad del desierto, esperó y veló. No hubo despliegue de armas ni se

hicieron pedazos las puertas de la prisión, pero la curación de los enfermos, la

predicación del Evangelio, la elevación de las almas de los hombres, dieron

testimonio de la misión de Cristo.

Solo en la celda, al ver a qué fin semejante al de su Maestro lo conducía su senda,

Juan aceptó su destino: La comunión con Cristo en los padecimientos. Los

mensajeros celestiales lo acompañaron hasta el sepulcro. Los seres del universo,

caídos y no caídos, fueron testigos de la reivindicación de su servicio abnegado.

158

Y en todas las generaciones que han surgido desde entonces, las almas dolientes

han sido sostenidas por el testimonio de la vida de Juan. En la cárcel, en el

cadalso, en la hoguera, los hombres y mujeres han sido fortalecidos a través de

los siglos de tinieblas, por el recuerdo de aquel de quien Cristo declaró: "Entre los

que nacen de mujer, no se ha levantado otro mayor".* "¿Y qué más digo? Porque

el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté. . . así

como de Samuel y de los profetas; que por fe conquistaron reinos, hicieron

justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones, apagaron fuegos

impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerza de debilidad, se hicieron

fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.

"Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron

atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección. Otros

experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles".

"Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada;

anduvieron de aquí para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres,

angustiados, maltratados; de los cuales el mundo no era digno; errando por los

desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.".

"Y todos éstos; aunque alcanzaron buen testimonio por la fe, no recibieron lo

prometido; proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen

ellos perfeccionados aparte de nosotros".* 159

Poesía y Canto

"Cánticos fueron para mí tus estatutos en la casa donde fui extranjero".

EN LAS Escrituras se encuentran las expresiones poéticas más antiguas y

sublimes. Antes que cantaran los poetas más antiguos del mundo, el pastor de

Madián registró las palabras que Dios dirigió a Job, palabras cuya majestad no

igualan ni aproximadamente las producciones más elevadas del genio humano:

"¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra?. . .

¿Quién encerró con puertas el mar,

Cuando se derramaba saliéndose de su seno,

Cuando puse yo nubes por vestidura suya,

Y por su faja oscuridad,

Y establecí sobre él mi decreto,

Le puse puertas y cerrojo,

Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante,

ahí parará el orgullo de tus olas?

"¿Has mandado tú a la mañana en tus días?

¿Has mostrado al alba su lugar?. . .

"¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar,

Y has andado escudriñando el abismo?

¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte,

Y has visto las puertas de la sombra de muerte?

¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra?

Declara si sabes todo esto.

"¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz,

Y dónde está el lugar de las tinieblas?. . .160

"¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve,

O has visto los tesoros del granizo?. . .

¿Por qué camino se reparte la luz,

Y se esparce el viento solano sobre la tierra?

¿Quién repartió conducto al turbión,

Y camino a los relámpagos y truenos,

Haciendo llover sobre la tierra deshabitada,

Sobre el desierto, donde no hay hombre,

Para saciar la tierra desierta e inculta,

Y para hacer brotar la tierna hierba?. . .

"¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades,

O desatarás las ligaduras de Orión?

¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos,

O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?"*

En cuanto a la belleza de expresión, leed también la descripción de la primavera,

que es parte del Cantar de los Cantares:

"Porque he aquí ha pasado el invierno,

Se ha mudado, la lluvia se fue;

Se han mostrado las flores en la tierra,

El tiempo de la canción ha venido,

Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.,

La higuera ha echado sus higos,

Y las vides en cierne dieron olor;

Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven".*

No es inferior en belleza la profecía involuntaria de bendición para Israel

pronunciada por Balaam:

"De Aram me trajo Balac,

Rey de Moab, de los montes del oriente; Ven, maldíceme a Jacob,

Y ven, execra a Israel.

¿Por qué maldeciré yo al que Dios no maldijo?

¿Y por qué he de execrar al que Jehová no ha execrado?

Porque de la cumbre de las peñas lo veré,

Y desde los collados lo miraré;

He aquí un pueblo que habitará confiado,

Y no será contado entre las naciones. . . 161

"He aquí, he recibido orden de bendecir;

El dio bendición, y no podré revocarla.

No ha notado iniquidad en Jacob,

Ni ha visto perversidad en Israel.

Jehová, su Dios está con él,

Y júbilo de rey en él. . .

Porque contra Jacob no hay agüero,

Ni adivinación contra Israel.

Como ahora, será dicho de Jacob y de Israel:

¡Lo que ha hecho Dios!"

"Dijo el que oyó los dichos de Dios,

El que vio la visión del Omnipotente. . .

¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, Tus habitaciones, oh Israel!

Como arroyos están extendidas,

Como huertos junto al río,

Como áloes plantados por Jehová,

Como cedros junto a las aguas".

"Dijo el que oyó los dichos de Jehová,

Y el que sabe la ciencia del Altísimo. . .

Lo veré, mas no ahora;

Lo miraré, mas no de cerca:

Saldrá ESTRELLA de Jacob,

Y se levantará cetro de Israel. . .

De Jacob saldrá el dominador".*

La melodía de alabanza es la atmósfera del cielo; y cuando el cielo se pone en

contacto con la tierra, se oye música y alabanza, "alegría y gozo, alabanza y voces

de canto".*

Por encima de la tierra recién creada, hermosa e inmaculada, bajo la sonrisa de

Dios, "alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de

Dios".* Los corazones humanos, al simpatizar con el cielo, han respondido a la

bondad de Dios con notas de alabanza. Muchos de los sucesos de la historia

humana han estado ligados al canto.162

El primer himno que registra la Biblia, que haya brotado de labios humanos, es la

gloriosa expresión de agradecimiento de las huestes de Israel junto al Mar Rojo:

"Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente;

Ha echado en el mar al caballo y al jinete.

Jehová es mi fortaleza y mi cántico,

Y ha sido mi salvación.

Este es mi Dios, y lo alabaré;

Dios de mi padre, y lo enalteceré".

"Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada

en poder;

Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo.

¿Quién Como tú, oh Jehová, entre los dioses?

¿Quién como tú, magnífico en santidad,

Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?"

"Jehová reinará eternamente y para siempre. . .

Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido".*

Grandes han sido las bendiciones recibidas por los hombres en respuesta a los

himnos de alabanza. Las pocas palabras que resumen un incidente del viaje de

Israel por el desierto, contienen una lección digna de nuestra reflexión:

"De allí vinieron a Beer: este es el pozo del cual Jehová dijo a Moisés:

Reúne al pueblo, y les daré agua".* Entonces cantó Israel este cántico:

"Sube, oh pozo; a él cantad;

Pozo, el cual cavaron los señores.

Lo cavaron los príncipes del pueblo,

Y el legislador, con sus báculos".*

¡Cuán a menudo se repite esta historia en la vida espiritual! ¡Cuán a menudo, por

medio de las palabras de una canción sagrada, brotan en el alma manantiales de

penitencia y fe, de esperanza, de amor y gozo! 163

El ejército de Israel salió con cantos de alabanza a la gran liberación bajo las

órdenes de Josafat, que había recibido la noticia de la amenaza de guerra.

"Contra ti viene una gran multitud -decía el mensaje-, los hijos de Moab y de

Amón, y con ellos otros de los amonitas". "Entonces él tuvo temor; y Josafat

humilló su rostro para consultar a Jehová, e hizo pregonar ayuno a todo Judá. Y

se reunieron los de Judá para pedir socorro a Jehová; y también de todas las

ciudades de Judá vinieron a pedir ayuda a Jehová".* Y Josafat, de pie en el atrio

del templo, delante del pueblo, derramó su alma en oración invocando la promesa

de Dios, y confesando la impotencia de Israel. "Porque en nosotros no hay fuerza

contra tan grande multitud que viene contra nosotros; no sabemos qué hacer, y a ti

volvemos nuestros ojos".*

Entonces sobre Jahaziel, levita, "vino el Espíritu de Jehová. . . y dijo: Oíd, Judá

todo, y vosotros moradores de Jerusalén, y tú, rey Josafat. Jehová os dice así: No

temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es

vuestra la guerra, sino de Dios. . . No habrá para qué peleéis vosotros en este

caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová con vosotros. . . No

temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con

vosotros".*

"Y cuando se levantaron por la mañana, salieron al desierto de Tecoa".*

Delante del ejército iban cantores que elevaban sus voces en alabanza a Dios por

la victoria prometida.

Al cuarto día, el ejército volvió a Jerusalén, cargado con el botín obtenido de los

enemigos, y cantando alabanzas por la victoria lograda. 164

David, en medio de las vicisitudes de su vida borrascosa, mantenía comunión con

el cielo por medio del canto. Cuán dulcemente se reflejan los episodios de su vida

de muchacho pastor en las palabras:

"Jehová es mi pastor; nada me faltará.

En lugares de delicados pastos me hará descansar.

Junto a aguas de reposo me pastoreará. . .

Aunque ande en valle de sombra de muerte,

No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo;

Tu vara y tu cayado me infundirán aliento".*

Ya hombre, y como fugitivo que tenía que buscar refugio en las rocas y las cuevas

del desierto, escribió:

"Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré;

Mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela,

En tierra seca y árida donde no hay aguas. . .

Porque has sido mi socorro,

Y así en la sombra de tus alas me regocijaré".

"¿Por qué te abates, oh alma mía,

Y por qué te turbas dentro de mí?

Espera en Dios,

Porque aún he de alabarle,

Salvación mía y Dios mío".

"¡Jehová es mi luz y mi salvación!

¿De quién temeré?

¡Jehová es la fortaleza de mi vida!

¿De quién he de atemorizarme?"*

La misma confianza respiran las palabras escritas cuando, como rey destronado y

sin corona, David huyó de Jerusalén a causa de la rebelión de Absalón. Abatido

por la pena y el cansancio producido por la fuga, se detuvo con sus compañeros

junto al Jordán, para descansar unas horas. Lo despertó la invitación a huir

inmediatamente. El grupo de hombres, mujeres y niños debía cruzar el río

profundo y correntoso 165 en la oscuridad; porque lo perseguían tenazmente las

fuerzas del hijo traidor.

En aquella hora de amarga prueba, David cantó

"Con mi voz clamé a Jehová,

Y el me respondió desde su monte santo.

Yo me acosté y dormí,

Y desperté, porque Jehová me sustentaba.

No temeré a diez millares de gentes,

Que pusieren sitio contra mí".*

Después de cometer su gran pecado, en la angustia del remordimiento y la

repugnancia de sí mismo, se dirigió aún a Jehová como a su mejor amigo:

"Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia;

Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. . .

Purifícame con hisopo, y seré limpio;

Lávame, y seré más blanco que la nieve".*

En su larga vida, David no halló en la tierra lugar de descanso. "Extranjeros y

advenedizos somos delante de ti -dijo-, como todos nuestros padres; y nuestros

días sobre la tierra, cual sombra que no dura".*

"Dios es nuestro amparo y fortaleza,

Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.

Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida,

Y se traspasen los montes al corazón del mar".

"Del río sus corrientes alegran la ciudad de Dios,

El santuario de las moradas del Altísimo.

Dios está en medio de ella; no será conmovida.

Dios la ayudará al clarear la mañana. . .

Jehová de los ejércitos está con nosotros;

Nuestro refugio es el Dios de Jacob".

"Porque este Dios es Dios nuestro eternamente y para siempre.

El nos guiará aún más allá de la muerte".*166

Durante su vida terrenal, Jesús hizo frente a la tentación con un canto. A menudo,

cuando se decían palabras mordaces y ofensivas, cuando la atmósfera que lo

rodeaba era sombría a causa de la melancolía, el disgusto, la desconfianza o el

temor opresivo, se oía su canto de fe y santa alegría.

En aquella última triste noche de la cena de Pascua, cuando estaba por salir a

hacer frente a la traición y la muerte, se elevó su voz en este salmo:

"Sea el nombre de Jehová bendito,

Desde ahora y para siempre.

Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone,

Sea alabado el nombre de Jehová".

"Amo a Jehová, pues ha oído mi voz y mis súplicas;

Porque ha inclinado a mí su oído;

Por tanto, le invocaré en todos mis días.

"Me rodearon ligaduras de muerte,

Me encontraron las angustias del Seol;

Angustia y dolor había yo hallado.

Entonces invoqué el nombre de Jehová, diciendo:

Oh Jehová, libra ahora mi alma.

Clemente es Jehová, y justo;

Sí, misericordioso es nuestro Dios.

"Jehová guarda a los sencillos;

Estaba yo postrado, y me salvó.

Vuelve, oh alma mía, a tu reposo,

Porque Jehová te ha hecho bien.

Pues tú has librado mi alma de la muerte,

Mis ojos de lágrimas,

Y mis pies de resbalar".*

En medio de las sombras densas de la última gran crisis de la tierra, la luz de Dios

alumbrará con 167 más brillo, y se oirá en los acordes más diáfanos y sublimes el

canto de esperanza y confianza.

"En aquel día cantarán este cántico en tierra de Judá:

Fuerte ciudad tenemos;

Salvación puso Dios por muros y antemuro.

Abrid las puertas,

Y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú guardarás en

completa paz A aquel cuyo pensamiento en ti persevera, Porque en ti ha

confiado.

Confiad en Jehová perpetuamente, Porque en Jehová el Señor está la

fortaleza de los siglos".*

"Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sión con alegría; y gozo

perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el

gemido".* "Y vendrán con gritos de gozo en lo alto de Sión, y correrán al bien de

Jehová. . . y su alma será como huerto de riego, y nunca más tendrán dolor".*

La historia de los cantos de la Biblia está llena de insinuaciones en cuanto a los

usos y beneficios de la música y el canto. A menudo se pervierte la música

haciéndola servir a malos propósitos, y de ese modo llega a ser uno de los

instrumentos más seductores de la tentación. Pero, debidamente empleada es un

precioso don de Dios, destinado a elevar los pensamientos hacia temas más

nobles, y a inspirar y levantar el alma.

Así como los israelitas cuando andaban por el desierto alegraron su camino con la

música del canto sagrado, Dios invita a sus hijos de hoy a alegrar por el mismo

medio su vida de peregrinaje. Pocos medios hay más eficaces para grabar sus

palabras en la memoria que el de repetirlas mediante el 168 canto. Y esa clase de

canto tiene un poder maravilloso. Tiene poder para subyugar naturalezas rudas e

incultas, para avivar el pensamiento y despertar simpatía, para promover la

armonía en la acción, y desvanecer la melancolía y los presentimientos que

destruyen el valor y debilitan el esfuerzo.

Es uno de los medios más eficaces para grabar en el corazón la verdad espiritual.

Cuán a menudo recuerda la memoria alguna palabra de Dios al alma oprimida y a

punto de desesperar, mediante el tema olvidado de algún canto de la infancia.

Entonces las tentaciones pierden su poder, la vida adquiere nuevo significado y

nuevo propósito, y se imparte valor y alegría a otras almas.

Nunca se debería perder de vista el valor del canto como medio educativo.

Cántense en el hogar cantos dulces y puros, y habrá menos palabras de censura y

más de alegría, esperanza y gozo. Cántese en la escuela y los alumnos serán

atraídos más a Dios, a sus maestros, y los unos a los otros.

Como parte del servicio religioso, el canto no es menos importante que la oración.

En realidad, más de un canto es una oración. Si se enseña al niño a comprender

esta, pensará más en el significado de las palabras que canta, y será más sensible

a su poder.

Al conducirnos nuestro Redentor al umbral de lo infinito, inundado con la gloria de

Dios, podremos comprender los temas de alabanza y acción de gracias del coro

celestial que rodea el trono, y al despertarse el eco del canto de los ángeles en

nuestros hogares terrenales, los corazones serán acercados más a los cantores

celestiales. La comunión con el cielo empieza en la tierra. Aquí aprendemos la

clave de su alabanza. 169

Los Misterios de la Biblia

"¿Descubrirás tú los secretos de Dios?"

NINGUNA mente finita puede comprender plenamente el carácter o las obras del

Ser infinito. No podemos descubrir a Dios por medio de la investigación. Para las

mentes más fuertes y mejor cultivadas, lo mismo que para las más débiles e

ignorantes, el Ser santo debe permanecer rodeado de misterio. Pero aunque

"nubes y oscuridad alrededor de él; justicia y juicio son el cimiento de su trono" .*

Podemos comprender lo suficiente de su trato con nosotros para descubrir una

misericordia ilimitada unida a un poder infinito. Podemos comprender, de sus

propósitos, lo que seamos capaces de asimilar; más allá de esto, debemos confiar

en la mano omnipotente, en el corazón lleno de amor.

La Palabra de Dios, como el carácter de su Autor, presenta misterios que nunca

podrán ser enteramente comprendidos por los seres finitos. Pero Dios ha dado en

las Escrituras suficiente evidencia de su autoridad divina. Su propia existencia, su

carácter, la veracidad de su Palabra, lo corrobora un testimonio que toca a nuestra

razón, y ese testimonio es abundante. Es cierto, él no ha eliminado la posibilidad

de dudar; la fe debe apoyarse en la evidencia, no en la demostración; los que

desean dudar tienen oportunidad de hacerlo, pero los que desean conocer la

verdad tienen suficiente terreno para ejercer la fe.170

No tenemos motivos para dudar de la Palabra de Dios a causa de que no

podamos comprender los misterios de su providencia. En el mundo natural,

estamos constantemente rodeados de maravillas superiores a nuestra

comprensión. ¿Nos ha de sorprender, entonces, encontrar también en el mundo

espiritual misterios que no podemos sondear? La dificultad reside solamente en la

estrechez y la debilidad de la mente humana.

Los misterios de la Biblia, lejos de ser un argumento contra ella, se encuentran

entre las más fuertes pruebas de su inspiración divina. Si su descripción de Dios

consistiera sólo en lo que nosotros pudiésemos comprender, si su grandeza y su

majestad pudiesen ser abarcadas por mentes finitas, la Biblia no llevaría, como

lleva, evidencias inconfundibles de la Divinidad. La grandeza de sus temas debe

inspirar fe en ella como la Palabra de Dios.

La Biblia revela la verdad con tal sencillez y tal adaptación a las necesidades y los

anhelos del corazón humano, que ha asombrado y encantado a los espíritus más

cultivados, y al mismo tiempo ha explicado el camino de la vida al humilde e

ignorante. "El que anduviera en este camino, por torpe que sea, no se extraviará".*

Ningún niño tiene por qué equivocar el camino. Ningún buscador tembloroso

necesita dejar de andar en la luz pura y santa. Sin embargo, las verdades más

sencillamente expuestas comprenden temas elevados, de vasto alcance,

infinitamente superiores al poder de la comprensión humana, misterios que son el

escondedero de su gloria, misterios que vencen la mente en su investigación,

mientras inspiran fe y reverencia al sincero indagador de la verdad. Cuanto más

escudriñamos la Biblia, tanto más profunda es nuestra convicción de que es la

Palabra del Dios viviente, y la razón humana se inclina ante la majestad de la

revelación divina. 171 Dios quiere que sean siempre reveladas las verdades de su

Palabra al investigador ferviente. Aún que "las cosas secretas pertenecen a

Jehová nuestro Dios", "las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos".* La

idea de que ciertas porciones de la Biblia no pueden ser entendidas, ha inducido a

descuidar algunas de sus más importantes verdades. Es necesario recalcar con

frecuencia el hecho de que los misterios de la Biblia no son tales porque Dios haya

tratado de ocultar la verdad, sino porque nuestra debilidad e ignorancia nos hacen

incapaces de comprender o posesionarnos de la verdad. El límite no está fijado

por su propósito, sino por nuestra capacidad. Dios desea que comprendamos

tanto como lo permite nuestra mente, precisamente aquellas porciones de las

Escrituras que a menudo se pasan por alto por considerárselas imposibles de

comprender. "Toda la Escritura es inspirada por Dios" para que el hombre de Dios

sea "enteramente preparado para toda buena obra".*

Es imposible para cualquier mente humana abarcar completamente siquiera una

verdad o promesa de la Biblia. Uno comprende la gloria desde un punto de vista,

otro desde otro, y sin embargo sólo podemos percibir destellos. La plenitud del

brillo está fuera del alcance de nuestra visión.

Al contemplar, las grandes cosas de la Palabra de Dios, observamos una fuente

que se amplía y profundiza bajo nuestra mirada. Su amplitud y profundidad

sobrepasan nuestro conocimiento. Al mirar, la visión se expande; contemplamos

extendido delante de nosotros un mar sin límites.

Este estudio tiene poder vivificador. La mente y el corazón adquieren fuerza y vida

nuevas.

Esta experiencia es la mayor evidencia de que la Biblia es de origen divino.

Recibimos la Palabra de Dios como alimento para el alma, mediante la 172 misma

evidencia por la cual recibimos el pan como alimento para el cuerpo. El pan suple

la necesidad de nuestra naturaleza. Sabemos por experiencia que produce

sangre, huesos y cerebro. Apliquemos la misma prueba a la Biblia: Cuando sus

principios han llegado a formar efectivamente parte del carácter, ¿cuál ha sido el

resultado? ¿Qué cambios se han efectuado en la vida? "Las cosas viejas pasaron;

he aquí todas son hechas nuevas".* Gracias a su poder, los hombres y mujeres

han roto las cadenas de los hábitos pecaminosos. Han renunciado al egoísmo.

Los profanos se han vuelto reverentes; los beodos, sobrios; los libertinos, puros.

Las almas que exponían la semejanza de Satanás, han sido transformadas a la

imagen de Dios. Este cambio es en sí el milagro de los milagros. Es un cambio

obrado por la Palabra, uno de los más profundos misterios de la Palabra. No lo

podemos comprender; sólo podemos creer, según lo declara la Escritura, que es

"Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria".*

El conocimiento de este misterio es la clave de todos los demás. Abre al alma los

tesoros del universo, las posibilidades de un desarrollo infinito.

Y este desarrollo se obtiene por medio de la constante revelación del carácter de

Dios a nosotros, de la gloria y el misterio de la Palabra escrita. Si nos fuera posible

lograr una plena comprensión de Dios y su Palabra, no habría para nosotros más

descubrimientos de la verdad, mayor conocimiento, ni mayor desarrollo. Dios

dejaría de ser supremo, y el hombre dejaría de progresar. Gracias a Dios, no es

así. Puesto que Dios es infinito, y en él están todos los tesoros de la sabiduría,

podremos escudriñar y aprender siempre, durante toda la eternidad, sin agotar

jamás las riquezas de su sabiduría, su bondad o su poder. 173

La Historia y la Profecía

"¿Quién hizo oír esto desde el principio..... sino yo Jehová? Y no hay más Dios

que yo."

LA BIBLIA es la historia más antigua y abarcante que poseen los hombres. Nació

de la fuente de la verdad eterna y una mano divina ha preservado su pureza a

través de los siglos. Ilumina el lejano pasado en el cual en vano trata de penetrar

la investigación humana. Solamente en la Palabra de Dios contemplamos el poder

que puso los cimientos de la tierra y extendió los cielos. Sólo en ella hallamos un

relato auténtico del origen de las naciones. Sólo en ella se da una historia de

nuestra raza, libre de prejuicios u orgullo humanos.

En los anales de la historia humana, el crecimiento de las naciones, el

levantamiento y la caída de los imperios," parecen depender de la voluntad y las

proezas del hombre. Los sucesos parecen ser determinados, en gran parte, por su

poder, su ambición o su capricho. Pero en la Palabra de Dios se descorre el velo,

y contemplamos detrás, encima y entre la trama y la urdimbre de los intereses, las

pasiones y el poder de los hombres, los agentes del Ser misericordioso, que

ejecutan silenciosa y pacientemente los consejos de la voluntad de Dios.

La Biblia revela la verdadera filosofía de la historia. En las palabras de belleza

inmaculada y ternura 174 que el apóstol Pablo dirigió a los filósofos de Atenas, se

expone el propósito que tenía Dios al crear y distribuir las razas y naciones. El "de

una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre la faz

de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su

habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan

hallarle".* Dios declara que cualquiera que lo desee puede "entrar en los vínculos

del pacto".* Al crear la tierra, su propósito era que fuese habitada por seres cuya

existencia fuese una bendición para sí mismos y para los demás, y un honor para

su Creador. Todos los que quieran pueden identificarse con este propósito. De los

tales se dirá: "Este pueblo he creado para mi, mis alabanzas publicará".*

Dios ha revelado en su ley los principios básicos de toda prosperidad verdadera,

tanto de las naciones como de los individuos. "Porque ésta es vuestra sabiduría y

vuestra inteligencia", declaró Moisés a los israelitas, refiriéndose a la ley de Dios.

"Porque no os es cosa vana; es vuestra vida".* Las bendiciones así aseguradas a

Israel, se prometen en las mismas condiciones y en el mismo grado a toda nación

y a todo individuo que existe debajo del amplio cielo.

El poder que ejerce todo gobernante en la tierra, se lo otorga el cielo, y su éxito

depende de cómo lo ejerce. El Atalaya divino dice a cada cual: "Yo te ceñiré,

aunque tú no me conociste".* Y para todos constituyen una lección de vida las

palabras dirigidas a Nabucodonosor: "Tus pecados redime con justicia, y tus

iniquidades haciendo misericordias para con los oprimidos, pues tal vez será eso

una prolongación de tu tranquilidad".* 175

Comprender estas cosas, comprender que "la justicia engrandece a la nación" ;

que "con la justicia será afirmado el trono" y con "misericordia"*; reconocer la obra

de estos principios en la manifestación del poder que "quita reyes, y pone reyes"*,

es comprender la filosofía de la historia.

Sólo en la Palabra de Dios está esto claramente expuesto. En ella se muestra que

la fuerza de las naciones, lo mismo que la de los individuos, no se encuentra en

las oportunidades o medios que parecen hacerlos invencibles; ni tampoco en su

pregonada grandeza. Se mide por la fidelidad con que cumplen el propósito de

Dios.

En la historia de la antigua Babilonia se encuentra una ilustración de esta verdad.

El verdadero objeto del gobierno nacional se le presentó al rey Nabucodonosor

bajo la figura de un gran árbol, cuya "copa llegaba hasta el cielo, y se le alcanzaba

a ver desde todos los confines de la tierra. Su follaje era hermoso y su fruto

abundante, y había en él alimento para todos. Debajo de él se ponían a la sombra

las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo".*

Esta figura muestra el carácter de un gobierno que cumple el propósito de Dios, un

gobierno que protege y edifica a la nación.

Dios ensalzó a Babilonia para que pudiera cumplir ese propósito. La nación

prosperó hasta llegar a una altura de riqueza y poder que desde entonces nunca

ha sido igualada, y que en las Escrituras está adecuadamente representada por el

inspirado símbolo de una "cabeza de oro".*

Pero el rey no reconoció el poder que lo había encumbrado. Lleno de orgullo, dijo

Nabucodonosor: "¿No es ésta la gran Babilonia que yo edifiqué 176 para casa real

con la fuerza de mi poder, y para gloria de mi majestad?".*

En vez de ser protectora de los hombres. Babilonia se convirtió en orgullosa y

cruel opresora. Las palabras de la Inspiración, que describen la crueldad y la

voracidad de los gobernantes de Israel, revelan el secreto de la caída de

Babilonia, y de la de muchos otros reinos que han caído desde que empezó el

mundo: "Coméis la grosura, y os vestís de la lana; la engordada degolláis, mas no

apacentáis a las ovejas. No fortalecisteis las débiles, ni curasteis la enferma; no

vendasteis la perniquebrada, ni buscasteis la perdida, sino que os habéis

enseñoreado de ellas con dureza y con violencia".*

El Atalaya divino pronunció contra el rey de Babilonia la sentencia: "¡A ti se te dice,

rey Nabucodonosor: El reino ha sido quitado de ti".*

"Desciende y siéntate en el polvo, virgen hija de Babilonia.

Siéntate en la tierra, sin trono. . .

Siéntate, calla,

Y entra en tinieblas, hija de los caldeos;

Porque nunca más te llamarán señora de reinos".*

"Tú, la que moras entre muchas aguas, rica en tesoros,

Ha venido tu fin, la medida de tu codicia".

"Y Babilonia, hermosura de reinos

Y ornamento de la grandeza de los caldeos,

Será como Sodoma y Gomorra, a las que trastornó Dios".*

"Y la convertiré en posesión de erizos, y en lagunas de agua; y la barreré

con escobas de destrucción, dice Jehová de los ejércitos".*

Se ha permitido a toda nación que ha ascendido al escenario de la historia que

ocupe su lugar en 177 la tierra para ver si va a cumplir o no el propósito del

"Vigilante y Santo". La profecía ha anunciado el levantamiento y la caída de los

grandes imperios del mundo: Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma. La historia

se repitió con cada una de ellas, lo mismo que con naciones menos poderosas.

Cada una tuvo su período de prueba, fracasó, su gloria se marchitó, perdió su

poder, y su lugar fue ocupado por otra.

Aunque las naciones rechazaron los principios de Dios y provocaron con ese

rechazamiento su propia ruina, es evidente que el propósito divino predominó y se

manifestó en todos sus movimientos.

Una maravillosa representación simbólica dada al profeta Ezequiel durante su

destierro en la tierra de los caldeos, enseña esta lección. Recibió la visión cuando

estaba abrumado por recuerdos tristes y presentimientos inquietantes. La tierra de

sus padres estaba desolada; Jerusalén, despoblada. El profeta mismo era

extranjero en un país donde reinaban supremas la ambición y la crueldad. Por

todas partes veía manifestaciones de tiranía e injusticia. Su alma estaba afligida y

se lamentaba día y noche. Pero los símbolos que se le presentaron ponían en

evidencia un poder superior al de los gobernantes terrenales.

A orillas del río Quebar, Ezequiel vio un torbellino que parecía, proceder del norte,

"una gran nube, con un fuego envolvente, y alrededor de él un esplendor, y en

medio del fuego algo que parecía como bronce refulgente". * Cuatro seres

vivientes movían numerosas ruedas entrelazadas. Por encima de todo esto "se

veía la figura de un trono que parecía de piedra de zafiro; y sobre la figura del

trono había una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él". "Y apareció

en los querubines la figura de una mano de hombre debajo de sus alas".* 178 Las

ruedas estaban dispuestas en forma tan complicada, que a primera vista parecía

que estaban en desorden; pero se movían en perfecta armonía. Seres celestiales

empujaban las ruedas, y ellos, a su vez, eran sostenidos y guiados por la mano

que estaba debajo de los querubines; sobre ellos, en el trono de zafiro, estaba el

Eterno, y alrededor del trono un arco iris, emblema de la misericordia divina.

Así como la disposición complicada de las ruedas estaba bajo la dirección de la

mano que se veía debajo de las alas de los querubines, Dios dirige el complicado

manejo de los acontecimientos humanos. En medio de la lucha y el tumulto de las

naciones, Aquel que se sienta por encima de los querubines, aún dirige los

asuntos terrenales.

La historia de las naciones que sucesivamente ocuparon el tiempo y el lugar que

se les asignó, y que inconscientemente dieron testimonio de la verdad cuyo

significado ignoraban, tiene un mensaje para nosotros. Dios ha asignado un lugar

en su gran plan a toda nación y a todo individuo de la actualidad. Hoy los hombres

y las naciones son medidos por la plomada que sostiene Aquel que no se

equivoca. Todos deciden su destino por su propia resolución, y Dios dirige todo

para que se cumplan sus propósitos.

La historia que el gran YO SOY ha trazado en su Palabra, al unir los eslabones de

la cadena profética desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura, nos dice

dónde estamos hoy en el transcurso de los siglos, y qué es lo que se puede

esperar del futuro. Todo lo que la profecía anunció que sucedería hasta el

presente, ha sido registrado en las páginas de la historia, y podemos estar

seguros de que todo lo que vendrá aún se cumplirá en su orden. 179

En la Palabra de verdad se predice claramente la caída final de los dominios

terrenales. En la profecía anunciada cuando Dios pronunció la sentencia contra el

último rey de Israel, se da el mensaje: "Así ha dicho Jehová el Señor: Depón la

tiara, quita la corona... sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto. A ruina, a ruina, a

ruina lo reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y

yo se lo entregaré".*

La corona que se le quitó a Israel pasó sucesivamente a los reinos de Babilonia,

Medo-Persia, Grecia y Roma. Dios dice: "Esto no será más, hasta que venga

aquel cuyo es el derecho, y yo se lo entregaré."

Ese tiempo está cerca. Las señales de los tiempos declaran hoy que estamos en

el umbral de sucesos grandes y solemnes. Todo está en agitación en el mundo.

Ante nuestra vista se cumple la profecía del Salvador referente a los sucesos que

precederán a su venida: "Oiréis de guerras, y rumores de guerras. . . Se levantará

nación contra nación, y reino contra reino; y habrá pestes, y hambres, y terremotos

en diferentes lugares".*

La época actual es de sumo interés para todos los vivientes. Los gobernantes y

estadistas, los hombres que ocupan puestos de confianza y autoridad, los

hombres y mujeres que piensan, de toda clase social tienen la atención fija en los

sucesos que ocurren alrededor de nosotros. Observan las relaciones tirantes que

mantienen las naciones. Observan la tensión que se está apoderando de todo

elemento terrenal, y reconocen que está por ocurrir algo grande y decisivo, que el

mundo está al borde de una crisis estupenda.

En este mismo momento los ángeles están sosteniendo los vientos de contienda

para que no soplen 180 hasta que el mundo reciba la advertencia de su próxima

condenación; pero se está preparando una tormenta; ya está lista para estallar

sobre la tierra; y cuando Dios ordene a sus ángeles que suelten los vientos, habrá

una escena tal de lucha, que ninguna pluma podría describirla.

SOLO LA BIBLIA ACLARA LA HISTORIA

La Biblia, y sólo la Biblia da una idea exacta de estas cosas. En ella se revelan las

grandes escenas finales de la historia de nuestro mundo, sucesos que ya

proyectan sus sombras, que al aproximarse hacen temblar la tierra con su ruido y

hacen desfallecer de temor a los hombres.

"He aquí que Jehová vacía la tierra y la desnuda, y trastorna su faz, y hace

esparcir a sus moradores. . . Porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho,

quebrantaron el pacto sempiterno. Por esta causa la maldición consumió la tierra,

y sus moradores fueron asolados. . . Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el

estruendo de los que se alegran, cesó la alegría del arpa". *

"¡Ay del día! porque cercano está el día de Jehová, y vendrá como destrucción por

el Todopoderoso. . . El grano se pudrió debajo de los terrones, los graneros fueron

asolados, los alfolíes destruidos; porque se secó el trigo. ¡Cómo gimieron las

bestias! ¡Cuán turbados anduvieron los hatos de los bueyes, porque no tuvieron

pastos! También fueron asolados los rebaños de las ovejas". "La vid está seca, y

pereció la higuera; el granado también, la palmera y el manzano; todos los árboles

del campo se secaron, por lo cual se extinguió el gozo de los hijos de los

hombres".*

"Me duelen las fibras de mi corazón. . . no callaré; porque sonido de trompeta has

oído, oh alma 181 mía, pregón de guerra. Quebrantamiento sobre

quebrantamiento es anunciado; porque toda la tierra es destruida; de repente son

destruidas mis tiendas, en un momento mis cortinas".

"Miré a la tierra, y he aquí que estaba asolada y vacía; y a los cielos, y no había en

ellos luz. Miré a los montes, y he aquí que temblaban, y todos los collados fueron

destruidos. Miré, y no había hombre, y todas las aves del cielo se habían ido. Miré,

y he aquí el campo fértil era un desierto, y todas sus ciudades eran asoladas

delante de Jehová".*

"¡Ah, cuán grande es aquel día! Tanto, que, no hay otro semejante a él; tiempo de

angustia para Jacob; pero de ella será librado".*

"Anda, pueblo mío, entra en tus aposentos, cierra tras ti tus puertas; escóndete un

poquito, por un momento, en tanto que pasa la indignación".*

"Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza,

Al Altísimo por tu habitación,

No te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada".*

"El Dios de dioses, Jehová, ha hablado, y convocado la tierra,

Desde el nacimiento del sol hasta donde se pone.

De Sión, perfección de hermosura,

Dios ha resplandecido.

Vendrá nuestro Dios, y no callará;

Fuego consumirá delante de él,

Y tempestad poderosa le rodeará.

Convocará a los cielos de arriba,

Y a la tierra, para juzgar a su pueblo. . .

Y los cielos declararán su justicia,

Porque Dios es el juez". *

"Hija de Sión. . . allí serás librada, allí te redimirá Jehová de la mano de tus

enemigos. Pero 182 ahora se han juntado muchas naciones contra ti, y dicen: Sea

profanada, y vean nuestros ojos su deseo en Sión. Mas ellos no conocieron los

pensamientos de Jehová, ni entendieron su consejo".

"Mas yo haré venir sanidad para ti, y sanaré tus heridas, dice Jehová; porque

desechada te llamaron, diciendo: Esta es Sion, de la que nadie se acuerda. Así ha

dicho Jehová: He aquí yo hago volver los cautivos de las tiendas de Jacob, y de

sus tiendas tendré misericordia".*

Y se dirá en aquel día: "He aquí, éste es nuestro Dios,

Le hemos esperado, y nos salvará;

Este es Jehová a quien hemos esperado,

Nos gozaremos y nos alegraremos en su salvación".

"Destruirá a la muerte para siempre. . . y quitará la afrenta de su pueblo de

toda la tierra; porque Jehová lo ha dicho".*

"¡Mira a Sión, ciudad de nuestras fiestas solemnes! tus ojos verán a

Jerusalén, morada de quietud, tienda que no será desarmada. . . Porque Jehová

es nuestro juez, Jehová es nuestro legislador, Jehová es nuestro Rey".*

"Juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de

la tierra" .*

Entonces se cumplirá el propósito de Dios; los principios de su reino serán

honrados por todos los que habiten debajo del sol.

"Nunca más se oirá en tu tierra violencia,

Destrucción ni quebrantamiento en su territorio,

Sino que a tus muros llamarás Salvación,

Y a tus puertas Alabanza".

"Con justicia serás adornada;

Estarás lejos de opresión, porque no temerás,

Y de temor, porque no se acercará a ti".* 183

Los profetas a quienes fueron reveladas estas grandes escenas anhelaban

comprender su significado. Ellos "inquirieron. . . diligentemente. . . escudriñando

qué persona y qué tiempo indicaba el Espíritu de Cristo que estaba en ellos. . . A

éstos se les reveló que no para sí mismos, sino para nosotros, administraban las

cosas que ahora os son anunciadas. . . cosas en las cuales anhelan mirar los

ángeles".*

Para nosotros, que estamos al borde mismo de su cumplimiento, ¡de cuán

profunda importancia, de cuán palpitante interés, son estas descripciones de los

sucesos venideros, que los hijos de Dios han esperado, anhelado, y orado desde

que nuestros primeros padres salieron del Edén!

En este tiempo, antes de la gran crisis final, lo mismo que antes de la primera

destrucción del mundo, los hombres están absortos en los placeres y otras

ocupaciones que atañen a los sentidos. Embargados por lo visible y lo transitorio,

han perdido de vista lo invisible y lo eterno. Sacrifican riquezas imperecederas por

cosas que perecen con el uso. Es necesario elevar sus mentes y ampliar sus

conceptos de la vida. Es necesario despertarlos del letargo del sueño mundano.

Necesitan aprender, del nacimiento y la caída de las naciones, tal como lo

presenta la Santa Escritura, de cuán poco valor es la gloria externa y mundanal.

Babilonia, con todo su poder y magnificencia, que el mundo no volvió a contemplar

-poder y magnificencia que parecieron estables y duraderos- ha desaparecido

completamente. Ha perecido "como la flor del campo". Así perece todo lo que no

tiene a Dios como cimiento. Sólo puede durar lo que está ligado al propósito divino

y expresa el carácter de Dios. Sus principios son lo único firme que el mundo

conoce. 184

Estas son las grandes verdades que tanto los jóvenes como los ancianos

necesitan aprender. Necesitamos estudiar el cumplimiento del propósito de Dios

en la historia de las naciones y en la revelación de las cosas futuras, a fin de poder

estimar en su verdadero valor las cosas visibles e invisibles, aprender cuál es el

verdadero ideal de la vida; dar el uso más noble y adecuado a las cosas del

tiempo, una vez consideradas a la luz de la eternidad. De este modo, al aprender

aquí los principios de su reino, y al llegar a ser sus súbditos y ciudadanos,

podremos prepararnos para entrar en posesión de él cuando el Señor venga.

El día está cerca. El tiempo que queda es demasiado breve para las lecciones que

hay que aprender, la obra que hay que hacer, la transformación del carácter que

debe efectuarse.

"Hijo de hombre, he aquí que los de la casa de Israel dicen: La visión que éste ve

es para de aquí a muchos días, para lejanos tiempos profetiza éste. Diles, por

tanto: Así ha dicho Jehová el Señor: No se tardará más ninguna de mis palabras,

sino que la palabra que yo hable se cumplirá, dice Jehová el Señor". * 185

La Enseñanza y el Estudio de la Biblia

"Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría..... Y la escudriñaras como a tesoros"

EN SU niñez, juventud y virilidad, Jesús estudió las Escrituras. En su infancia, su

madre le enseñó diariamente conocimientos obtenidos de los pergaminos de los

profetas. En su juventud, a la hora de la aurora y el crepúsculo, a menudo estuvo

solo en la montaña o entre los árboles del bosque, para dedicar unos momentos a

la oración y al estudio de la Palabra de Dios. Durante su ministerio, su íntimo

conocimiento de las Escrituras dio testimonio de la diligencia con que las había

estudiado. Y puesto que él obtuvo su conocimiento del mismo modo como

podemos obtenerlo nosotros, su maravilloso poder mental y espiritual es una

prueba del valor de la Biblia como medio educativo.

Nuestro Padre celestial, al dar su Palabra, no olvidó a los niños. ¿Puede hallarse

entre los escritos de los hombres algo que tenga tanta influencia sobre el corazón,

algo tan adecuado para despertar el interés de los pequeñuelos, como los relatos

de la Biblia?

Mediante esas sencillas historias se pueden explicar los principios de la ley de

Dios. Así, por medio de ilustraciones adecuadas a la comprensión del niño, los

padres y maestros pueden empezar desde los primeros años a cumplir la orden

del Señor en cuanto a sus leyes: "Y las repetirás a tus hijos, y 186 hablarás de

ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te

levantes".*

El uso de ilustraciones, pizarrones, mapas y figuras ayudará a explicar estas

lecciones y grabarlas en la memoria. Los padres y maestros deberían buscar

constantemente métodos mejores. La enseñanza de la Biblia merece nuestros

pensamientos mas frescos, nuestros mejores métodos y nuestro más ferviente

esfuerzo.

Para despertar y fortalecer el amor hacia el estudio de la Biblia, mucho depende

del uso que se haga de la hora del culto. Las horas del culto matutino y del

vespertino deberían ser las más dulces y útiles del día. Entiéndase que no deben

interferir con esa hora pensamientos perturbadores y poco amables. Reúnanse los

padres y los niños para encontrarse con Jesús, y para invitar a los santos ángeles

a estar presentes en el hogar. Los cultos deberían ser breves y llenos de vida,

adaptados a la ocasión, y variados. Todos deberían tomar parte en la lectura de la

Biblia, y aprender y repetir a menudo la ley de Dios. Los niños tendrán más interés

si a veces se les permite que escojan la lectura. Háganseles preguntas acerca de

lo leído y permítaselas que también las hagan ellos. Menciónese cualquier cosa

que sirva para ilustrar su significado. Si el culto no es demasiado largo, permítase

que los pequeñuelos oren y se unan al canto, aunque se trate de una sola estrofa.

A fin de dar al culto el carácter que debe tener, es necesaria cierta preparación.

Los padres deberían consagrar tiempo diariamente al estudio de la Biblia con sus

hijos. Sin duda, se requerirá esfuerzo, reflexión y algún sacrificio para llevar a cabo

esto, pero el esfuerzo será ricamente recompensado.187

Dios ordena a los padres, como preparación para enseñar sus preceptos, que los

guarden en su corazón. "Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu

corazón -dice Jehová-; y las repetirás a tus hijos".* Para interesar a nuestros niños

en la Biblia, nosotros mismos debemos tener interés en ella. Para despertar en

ellos el amor hacia su estudio, nosotros mismos debemos amarlo. La instrucción

que les demos irá acompañada sólo del peso de la influencia que le presten

nuestro propio ejemplo y espíritu.

Dios llamó a Abrahán para que fuera maestro de su palabra, lo escogió para que

fuese padre de una gran nación, porque vio que instruiría a sus hijos y a su casa

en los principios de la ley de Dios. El poder de la enseñanza de Abrahán se debió

a la influencia de su vida. Formaban su casa más de mil personas, muchas de las

cuales eran jefes de familia y no pocas recién convertidas del paganismo.

Semejante casa necesitaba que una mano firme manejara el timón. Los métodos

débiles y vacilantes no servían. Dios dijo a Abrahán: "Porque yo sé que mandará a

sus hijos y a su casa después de sí". Sin embargo, ejercía su autoridad con tal

sabiduría y ternura que cautivaba los corazones. El testimonio del Atalaya divino

es: "Que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio" .* Y la influencia

de Abrahán se extendió más allá de su casa. Doquiera levantaba su tienda, erigía

un altar a su lado para ofrecer sacrificios y adorar. Cuando trasladaba la tienda a

otro lugar, quedaba el altar, y más de un nómada cananeo que había llegado a

conocer a Dios por medio de la vida de Abrahán, su siervo, se detenía junto a ese

altar para ofrecer un sacrificio a Jehová.188

No será menos eficaz hoy la enseñanza de la Palabra de Dios cuando halle un

reflejo tan fiel como ése en la vida del Maestro.

No basta saber lo que otros han pensado o aprendido acerca de la Biblia. En el

juicio cada uno deberá dar cuenta de sí mismo a Dios, y cada uno debería

aprender ahora por sí mismo cuál es la verdad. Pero para que el estudio sea

eficaz, hay que despertar el interés del alumno. Y especialmente el que tiene que

tratar con niños y jóvenes, que difieren muchísimo en carácter, educación y

hábitos mentales, no debe perder de vista este asunto. Al enseñar la Biblia a los

niños, será conveniente observar la tendencia de sus mentes, las cosas que les

llaman la atención, y despertar su interés por ver lo que la Biblia dice acerca de

esas cosas. El que nos creó y nos dotó de diferentes aptitudes, ha dado en su

Palabra algo para cada cual. A medida que los alumnos vean que las lecciones de

la Biblia se aplican a sus vidas, hay que enseñarles a considerarla su consejera.

También hay que ayudarles a apreciar su maravillosa belleza. Se recomienda o a

lo menos se permite la lectura de muchos libros que no son de verdadero valor,

libros excitantes y malsanos, sólo por su supuesto valor literario. ¿Por qué hemos

de invitar a nuestros niños a beber de esos manantiales contaminados, cuando

pueden tener libre acceso a las fuentes puras de la Palabra de Dios? La Biblia

tiene una inagotable abundancia, fuerza y profundidad de significado. Hay que

animar a los niños y jóvenes a buscar sus tesoros, tanto de significado como de

expresión.

A medida que la belleza de estas cosas preciosas atraiga la mente, un poder

suavizador y subyugante conmoverá el corazón. Serán atraídos a Aquel que se les

reveló de ese modo. Y pocos serán los que no sientan deseos de conocer más

sus obras y caminos. 189

Debería enseñarse al estudiante de la Biblia a acercarse a ella con el espíritu del

que aprende. Debemos escudriñar sus páginas, no en busca de pruebas que

apoyen nuestras opiniones, sino para saber lo que Dios dice.

Sólo se puede obtener un verdadero conocimiento de la Biblia mediante la ayuda

del Espíritu que dio la Palabra. Y a fin de obtener ese conocimiento debemos vivir

de acuerdo con él. Debemos obedecer todo lo que la Palabra de Dios manda.

Podemos reclamar todas sus promesas. Mediante su poder, debemos vivir la vida

que ella recomienda. Sólo si se la considera de este modo, se la puede estudiar

eficazmente.

El estudio de la Biblia requiere nuestro más diligente esfuerzo y nuestra más

perseverante meditación. Con el mismo afán y la misma persistencia con que el

minero excava la tierra en busca del tesoro, deberíamos buscar nosotros el tesoro

de la Palabra de Dios.

En el estudio diario, el método que consiste en examinar un versículo tras otro es

a menudo utilísimo. Tome el estudiante un versículo, concentre la mente para

descubrir el pensamiento que Dios encerró para él allí, y luego medite en él hasta

hacerlo suyo. Un pasaje estudiado en esa forma, hasta comprender su significado,

es de más valor que la lectura de muchos capítulos sin propósito definido y sin que

se obtenga verdadera instrucción.

Una de las principales causas de la ineficacia mental y la debilidad moral es la

falta de concentración para lograr fines importantes. Nos enorgullecemos de la

vasta difusión de las publicaciones, pero esa gran cantidad de libros -aún de los

que en sí mismos no son perjudiciales- pueden ser definidamente dañina. Con la

inmensa corriente de material impreso que sale constantemente de las prensas,

tanto los adultos como los jóvenes adquieren el 190 hábito de leer en forma

apresurada y superficial, y la mente pierde la facultad de elaborar pensamientos

vigorosos y coordinados. Además, gran parte de los periódicos y libros que, como

las ranas de Egipto, se esparcen por la tierra, no son solamente vulgares, inútiles

y debilitantes, sino que corrompen y destruyen el alma. La mente y el corazón

indolentes, que no tienen propósito definido, son fácil presa del maligno. El hongo

se arraiga en organismos enfermos, sin vida. Satanás instala su taller en la mente

ociosa. Diríjase la mente a ideales elevados y santos, dése a la vida un propósito

noble, absorbente, y el enemigo hallará poco terreno para afirmarse.

Enséñese, pues a los jóvenes a estudiar detenidamente la Palabra de Dios. Una

vez que haya sido recibida en el alma, será una poderosa barricada contra la

tentación. "En mi corazón he guardado tus dichos -declara el salmista-, para no

pecar contra ti". "Por la palabra de tus labios yo me he guardado de las sendas de

los violentos".*

La Biblia es su propio intérprete. Debe compararse texto con texto. El estudiante

debería aprender a considerar la Biblia como un todo y a ver la relación que existe

entre sus partes. Debería adquirir el conocimiento de su gran tema central, del

propósito original de Dios hacia el mundo, del comienzo de la gran controversia y

de la obra de la redención. Debería, comprender la naturaleza de los principios

que luchan por la supremacía, y aprender a rastrear su obra a través de las

crónicas de la historia y la profecía, hasta la gran culminación. Debería verificar

cómo interviene este conflicto en todos los aspectos de la vida humana; cómo en

su mismo caso cada acto de su vida revela uno u otro de esos dos motivos

antagónicos; y cómo, consciente o inconscientemente, ahora mismo está

decidiendo en qué lado de la contienda se va a encontrar. 191

Todas las porciones de la Biblia son inspiradas por Dios y provechosas. Tanta

atención merece el Antiguo Testamento como el Nuevo. Al estudiar el Antiguo

Testamento hallaremos manantiales vivos que brotan de lugares donde el lector

indiferente sólo halla un desierto.

El libro de Apocalipsis, junto con el de Daniel, merece estudio especial. Cada

maestro temeroso de Dios debería considerar cómo comprender y presentar más

claramente el Evangelio que nuestro Salvador en persona vino a dar a conocer a

su siervo Juan: "La revelación de Jesucristo, que Dios le dio, para manifestar a sus

siervos las cosas que deben suceder pronto".* Nadie debería desanimarse al

estudiar el Apocalipsis a causa de sus símbolos aparentemente místicos. "Y si

alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos

abundantemente y sin reproche, y le será dada".*

"Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de la profecía, y guardan

las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca".*

CULTIVEMOS EL AMOR A LAS ESCRITURAS

Cuando se despierte un amor verdadero por la Biblia, y el estudiante empiece a

ver cuán vasto es el campo y cuán precioso su tesoro, deseará echar mano de

toda oportunidad que se le presente para familiarizarse con la Palabra de Dios. Su

estudio no se limitará a un tiempo y un lugar determinados. Y este estudio

continuo es uno de los mejores medios de cultivar el amor hacia las Escrituras. El

estudiante debería tener siempre consigo la Biblia. Si tenéis una oportunidad, leed

un texto y meditad en él. Mientras andáis por la calle, esperáis en la estación del

ferrocarril, o en el lugar de una cita, aprovechad la oportunidad de adquirir algún

pensamiento del tesoro de la verdad.192

Las grandes fuerzas motrices del alma son la fe, la esperanza y el amor; y a ellas

se dirige el estudio de la Biblia, hecho debidamente. La hermosura exterior de las

Escrituras, la belleza de las imágenes y la expresión, no es sino el engarce, por

así decirlo, de su verdadera joya: La belleza de la santidad. En la historia que

ofrece de los hombres que anduvieron con Dios, podemos ver fulgores de su

gloria. En el que es "del todo amable" contemplamos a Aquel de quien toda la

belleza del cielo y de la tierra no es más que un pálido reflejo. "Y yo, si fuere

levantado de la tierra, -dijo-, a todos atraeré a mí mismo".* A medida que el

estudiante de la Biblia contempla al Redentor, se despierta en el alma el

misterioso poder de la fe, la adoración y el amor. La mirada se fija en la visión de

Cristo y el que observa se asemeja cada vez más a lo que adora. Las palabras del

apóstol Pablo llegan a ser el lenguaje del alma: "Y ciertamente, aún estimo todas

las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi

Señor. . . a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de

sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte".*

Los manantiales de paz y gozo celestial abiertos en el alma por las palabras de la

Inspiración, se convertirán en un río poderoso de influencia bendita para todos los

que se pongan a su alcance. Conviértanse los jóvenes de hoy día, los jóvenes que

crecen con la Biblia en la mano, en receptores y transmisores de su energía

vivificadora, y fluirán hacia el mundo corrientes de bendición; influencias cuyo

poder para sanar y consolar apenas podemos concebir, un río de agua viva " que

brote para vida eterna".193

LA CULTURA FÍSICA

"Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas y que tengas salud,

así como prospera tu alma".195

El Estudio de la Fisiología

"Asombrosa y maravillosamente he sido formado" (VM).

PUESTO que la mente y el alma hallan expresión por medio del cuerpo, tanto el

vigor mental como el espiritual dependen en gran parte de la fuerza y la actividad

físicas; todo lo que promueva la salud física, promueve el desarrollo de una mente

fuerte y un carácter equilibrado. Sin salud, nadie puede comprender en forma clara

ni cumplir completamente sus obligaciones hacia sí mismo, sus semejantes, o su

Creador. Debiera cuidarse, por lo tanto, tan fielmente la salud como el carácter. El

conocimiento de la fisiología y la higiene debería ser la base de todo esfuerzo

educativo.

Aunque está tan difundido el conocimiento de los hechos fisiológicos, se nota una

alarmante indiferencia hacia los principios higiénicos. Aún entre los que conocen

esos principios, pocos son los que los ponen en práctica. Se sigue tan ciegamente

el impulso o la inclinación, como si la vida fuera regida por la mera casualidad,

más bien que por leyes definidas e invariables.

La juventud, que está en la frescura y el visor de la vida, se percata poco del valor

de su abundante energía. ¡Con cuánta ligereza considera un tesoro más precioso

que el oro, más esencial para el progreso que el saber, la alcurnia o las riquezas!

¡Con qué precipitación lo despilfarra! ¡Cuántos hay que, habiendo sacrificado la

salud en la lucha por obtener riquezas o poder, cuando están a punto de lograr el

196 objeto de su deseo, caen impotentes, mientras que otro, poseedor de una

resistencia física superior, se apropia del anhelado premio! ¡Cuántos son los que,

a causa de condiciones morbosas, consecuencia del descuido de las leyes de la

higiene, han adquirido malas costumbres, y han sacrificado toda esperanza para

este mundo y el venidero!

Al estudiar fisiología, debería enseñarse a los alumnos a apreciar el valor de la

energía física, y cómo se la puede conservar y desarrollar para que contribuya en

el mayor grado posible al éxito en la gran lucha de la vida.

Mediante lecciones sencillas y fáciles se debería enseñar a los niños, desde sus

primeros años, los rudimentos de la fisiología y la higiene. Esta obra la debería

empezar la madre en el hogar, y la debería continuar fielmente la escuela. A

medida que la edad de los alumnos aumente, se debería seguir instruyéndolos en

ese ramo, hasta que estén capacitados para cuidar de la casa en la cual viven.

Deberían comprender la importancia que tiene el evitar las enfermedades

mediante la conservación del vigor de cada órgano, y también se les debería

enseñar a actuar en caso de enfermedades comunes y accidentes. En toda

escuela se debería enseñar fisiología e higiene, y en cuanto fuese posible se

debería proveer material para ilustrar la estructura del cuerpo, su empleo y

cuidado.

En el estudio de la fisiología no se incluyen por lo general algunos asuntos que

deberían considerarse, que son de mayor valor para el estudiante que muchos

detalles técnicos que comúnmente se enseñan bajo ese título. Como principio

fundamental de toda la educación correspondiente a este ramo, se debería

enseñar a los jóvenes que las leyes de la naturaleza son leyes de Dios, tan

ciertamente divinas como los preceptos del Decálogo. El Señor ha escrito en cada

nervio, músculo y fibra del cuerpo las leyes 197 que gobiernan nuestro organismo.

Toda violación de esas leyes, cometida por descuido o con premeditación, es un

pecado contra nuestro Creador.

¡Cuán necesario es, pues, que se imparta un conocimiento completo de estas

leyes! Se debería prestar mucho mayor atención de la que comúnmente se

concede a los principios de higiene que se aplican al régimen alimentarlo, al

ejercicio, al cuidado de los niños, al tratamiento de los enfermos y a muchos

asuntos semejantes.

Se debería dar realce a la influencia que tiene la mente sobre el cuerpo y éste

sobre aquélla. La energía eléctrica del cerebro, aumentada por la actividad mental,

vitaliza todo el organismo, y es de ayuda inapreciable para resistir la enfermedad.

Debería explicarse bien este punto. También se debería presentar el poder de la

voluntad y la importancia del dominio propio, tanto en la conservación de la salud

como en su recuperación, como asimismo el efecto depresivo y hasta ruinoso de

la ira, el descontento, el egoísmo o la impureza y, por otra parte, el maravilloso

poder vivificador que se encuentra en la alegría, la abnegación y la gratitud.

Hay en la Escritura una verdad relativa a la fisiología que necesitamos considerar:

"El corazón alegre constituye buen remedio".* "Y tu corazón guarde mis

mandamientos -dice Dios-; porque largura de días y años de vida y paz te

aumentarán". "Porque son vida a los que las hallan, y medicina a todo su cuerpo".

"Panal de miel son los dichos suaves; suavidad al alma y medicina para los

huesos".*

Los jóvenes necesitan comprender la profunda verdad fundamental de la

declaración bíblica según la cual con Dios "está el manantial de la vida".* No sólo

es el Creador de todo, sino la vida de todo lo viviente. Es su vida la que recibimos

en la luz del sol, en el aire puro y suave, en el alimento que 198 fortifica nuestros

cuerpos y sostiene nuestra fuerza. Por su vida existimos hora tras hora, momento

tras momento. A menos que hayan sido pervertidos, todos sus dones tienden a la

vida, la salud y el gozo.

"Todo lo hizo hermoso en su tiempo" y se obtendrá la verdadera belleza no

echando a perder la obra de Dios, sino armonizándola con las leyes de Aquel que

creó todas las cosas y que se complace en su belleza y perfección.

Cuando se estudia el mecanismo del cuerpo, se debería dirigir la atención a su

maravillosa adaptación de los medios al fin, a la armoniosa acción y dependencia

de los diferentes órganos. Una vez que se ha despertado el interés del estudiante

y se le ha hecho ver la importancia de la cultura física, el maestro puede hacer

mucho para obtener el debido desarrollo y formar hábitos correctos.

Entre las primeras cosas que se debería tratar de lograr, figura la postura correcta,

tanto cuando se está sentado como de pie. Dios hizo al hombre erguido y desea

qué obtenga no sólo beneficio físico, sino mental y moral, como asimismo la

gracia, la dignidad, el aplomo, el valor y la confianza en si mismo que tiende a

producir esa postura. Enseñe esto el maestro por precepto y por ejemplo.

Muéstrese en qué consiste una postura erguida e insístase en que se mantenga.

Siguen en importancia a la postura correcta la respiración y la cultura vocal. Es

más probable que respire correctamente aquel que se mantiene erguido cuando

está sentado o de pie. Pero el maestro debería inculcar en los alumnos la

importancia de la respiración profunda. Muéstrese cómo la acción sana de los

órganos respiratorios, que ayuda a la circulación de la sangre, vigoriza todo el

organismo, despierta el apetito, promueve la digestión, produce un 199 sueño

sano y dulce, y de ese modo no sólo le da descanso al cuerpo, sino que calma y

sirve de sedante a la mente. Al mismo tiempo que se muestra la importancia de la

respiración profunda, debería insistiese en que se la practique. Háganse ejercicios

que la estimulen y al mismo tiempo trátese de formar el hábito.

La cultura de la voz ocupa un lugar importante en la cultura física, puesto que

tiende a dilatar y fortalecer los pulmones, y alejar así la enfermedad. Para

conseguir una formación correcta, tanto en la lectura como en la conversación,

cuídese que los músculos abdominales tengan libertad de movimientos al respirar,

y que los órganos respiratorios no estén oprimidos. La presión debería ejercerse

sobre los músculos del abdomen más que sobre los de la garganta. De ese modo

se evitará que ésta se fatigue, y que se enferme gravemente. Debe procurarse con

cuidado una pronunciación clara, con tonos suaves y bien modulados y con una

forma de expresarse que no sea muy rápida. Esto no sólo estimulará la salud, sino

que contribuirá en gran medida a que sea más agradable y eficaz la tarea del

estudiante.

La enseñanza de estas cosas proporciona una áurea oportunidad para demostrar

lo necio y malo que es el uso de fajas que oprimen la cintura, y cualquier otra

costumbre que restrinja la acción vital. Las modas malsanas dan por resultado una

serie casi interminable de enfermedades, y debería darse cuidadosa instrucción

con respecto a este asunto. Hágase comprender a los alumnos el peligro de

permitir que la ropa cuelgue de las caderas u oprima cualquier órgano del cuerpo.

Se deberían llevar vestidos que permitan respirar libremente y levantar sin

dificultad los brazos por encima de la cabeza. La opresión de los pulmones no sólo

impide su desarrollo, sino que estorba el proceso de la digestión y la circulación,

debilitando así todo el cuerpo. Todas 200 estas costumbres menoscaban la fuerza

física y mental, y estorban el progreso del alumno, privándolo a menudo del éxito.

En el estudio de la higiene, el maestro concienzudo aprovechará toda oportunidad

posible para mostrar la necesidad de una perfecta pureza, tanto de las costumbres

personales como del ambiente en que uno vive. Debería darse énfasis al valor del

baño diario como estimulante para la salud y la acción mental. También debería

prestarse atención a la luz solar y a la ventilación, a la higiene del dormitorio y de

la cocina. Enséñese a los alumnos que un dormitorio que reúna todas las

condiciones higiénicas, una cocina limpia y una mesa arreglada con gusto y

saludablemente provista, contribuirán más para lograr la felicidad de la familia y el

aprecio de cualquier visita sensata, que un costoso juego de muebles que adorne

la sala. No es menos necesaria ahora que cuando fue enseñada hace mil

ochocientos años esta lección del Maestro divino: "La vida es más que la comida,

y el cuerpo que el vestido".*

El estudiante de fisiología debería aprender que el objeto de su estudio no

consiste solamente en obtener un conocimiento de hechos y principios. Este solo

daría poco beneficio. Puede ser que comprenda la importancia de la ventilación;

su pieza puede tener aire puro, pero a menos que llene debidamente sus

pulmones, sufrirá los resultados de una respiración imperfecta. Debe

comprenderse, pues, la necesidad de la limpieza, y proveerse las facilidades

necesarias, pero todo será inútil a menos que sea puesto en práctica. El gran

requisito en la enseñanza de estos principios es impresionar al alumno con su

importancia, de modo que los ponga escrupulosamente en práctica. 201

Mediante una figura hermosísima e impresionante, la Palabra de Dios muestra en

qué consideración tiene él nuestro organismo físico y la responsabilidad que

tenemos de conservarlo en la mejor condición: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es

templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no

sois vuestros?" "Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él;

porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es".*

Incúlquese en los alumnos el pensamiento de que el cuerpo es un templo en el

cual Dios desea vivir, que hay que conservarlo puro, como morada de

pensamientos elevados y nobles. Al ver, por medio del estudio de la fisiología, que

están "asombrosa y maravillosamente"* formados, sentirán reverencia. En vez de

mancillar la obra de Dios, anhelarán hacer de su parte todo lo posible por cumplir

el glorioso plan del Creador. De ése modo llegarán a considerar la obediencia a

las leyes de la salud, no como un sacrificio, o un acto de abnegación, sino como lo

que realmente es: Un privilegio y una bendición inestimables. 202

La Temperancia y el Régimen Alimentario

"Todo aquel que lucha, de todo se abstiene".

TODO estudiante necesita comprender la relación que existe entre la vida sencilla

y el pensamiento elevado. A nosotros nos toca decidir individualmente si nuestras

vidas han de ser regidas por la mente o por el cuerpo. Cada joven por sí mismo

debe hacer la decisión que amoldará su vida, y no se deberían ahorrar energías

para hacerle comprender las fuerzas con las cuales tendrá que contender, y las

influencias que modelan el carácter y determinan el destino.

La intemperancia es un enemigo contra el cual debemos precavernos todos. El

rápido aumento de este terrible mal debería incitar a la lucha a todo el que ama al

género humano. La costumbre de dar instrucción en cuanto a temas de

temperancia en las escuelas, es un paso que se está dando en la buena dirección.

Debería practicarse esa costumbre en todas las escuelas y todos los hogares. Los

jóvenes y los niños deberían comprender la parte que el alcohol, el tabaco y otros

venenos similares desempeñan en la ruina del cuerpo, el entorpecimiento de la

mente y la sensualización del alma. Debería explicarse que ninguno que use esas

cosas poseerá por mucho tiempo toda la fuerza de sus facultades físicas,

mentales o morales.

Pero, a fin de descubrir la raíz de la intemperancia, debemos ir más allá del uso

del alcohol o el tabaco. La ociosidad, la falta de ideales, las malas compañías,

pueden ser las causas que predisponen 203 a la intemperancia. A menudo se las

halla en la mesa del hogar de las familias que se consideran estrictamente

temperantes. Todo lo que desordene la digestión, que cree una excitación mental

anormal, o que de cualquier modo debilite el organismo y perturbe el equilibrio de

las facultades mentales y físicas, disminuye el dominio de la mente sobre el

cuerpo y tiende a fomentar la intemperancia. Si se buscara el motivo de la caída

de más de un joven promisorio, se llegaría a apetitos anormales creados por un

régimen alimentarlo malsano.

El té, el café, los condimentos, los dulces y las tortas, son causas activas de

indigestión. La carne también es perjudicial. Su efecto naturalmente excitante

debería ser argumento suficiente contra su consumo; y el hecho de que los

animales estén casi universalmente enfermos la hace doblemente reprobable.

Tiende a irritar los nervios y excitar las pasiones, de modo que predominan las

tendencias más bajas.

Los que se acostumbran a un régimen alimentario muy sazonado y estimulante,

descubren al cabo de un tiempo que el estómago no se satisface con alimentos

sencillos. Exige cosas cada vez más condimentadas, picantes y excitantes. A

medida que los nervios se perturban y el organismo se debilita, la voluntad parece

impotente para resistir al apetito pervertido. La delicada membrana del estómago

se irrita de tal modo que no la alivia ni el alimento más excitante. Se siente una

sed que sólo la bebida fuerte puede calmar.

Es el comienzo del mal lo que debería evitarse. Al instruir a los jóvenes debería

explicarse el efecto que tiene el apartarse de lo recto, por poco que parezca.

Debería enseñarse al estudiante el valor que tiene un régimen alimentarlo sencillo

y saludable para impedir el deseo de estimulantes artificiales. Establézcase desde

los primeros años el hábito del 204 dominio propio. Incúlquese en los jóvenes el

pensamiento de que deben ser amos y no esclavos. Dios los ha hecho reyes del

reino que hay dentro de ellos y deben tomar posesión del trono asignado por el

cielo. Si se da fielmente esta instrucción, los buenos resultados se extenderán

más allá de los jóvenes mismos. La influencia ejercida salvará a miles de hombres

y mujeres que están al borde mismo de la ruina.

EL RÉGIMEN ALIMENTARIO Y EL DESARROLLO MENTAL

La relación del régimen alimentarlo con el desarrollo intelectual debería recibir más

atención de la que ha recibido hasta ahora. A menudo, la confusión y el

embotamiento mental son el resultado de errores en el régimen alimentario.

Con frecuencia se arguye que, en la elección del alimento, el apetito es un guía

seguro. Esto sería cierto si se hubieran obedecido siempre las leyes de la salud.

Pero a causa de los hábitos erróneos, practicados de generación en generación, el

apetito se ha pervertido de tal modo que constantemente ansía algo dañino. Ahora

no sé puede confiar en él como guía.

En el estudio de la higiene se les debería enseñar a los alumnos el valor nutritivo

de los diferentes alimentos. Debería explicarse el efecto de una alimentación

concentrada y estimulante, y también de los alimentos que no tienen suficientes

elementos nutritivos. El té, el café, el pan blanco, los encurtidos [pickles], las

verduras de fibras bastas, los caramelos, los condimentos y las tortas, no proveen

la debida nutrición. Más de un estudiante ha quebrantado su salud por ingerir esos

alimentos. Más de un niñito débil, incapaz de todo esfuerzo físico o mental

vigoroso, es víctima de un régimen alimentario pobre. Los cereales, las frutas

frescas, las frutas oleaginosas o nueces y los vegetales, debidamente

combinados, contienen todos los elementos nutritivos, 205 y si están bien

preparados, constituyen la alimentación que más aumenta la fuerza física y

mental.

Es necesario considerar no sólo las propiedades del alimento, sino también su

adaptación al consumidor. A menudo las personas que se dedican principalmente

al trabajo mental, deben privarse de alimentos que pueden ser consumidos

libremente por las que hacen trabajo físico. También se debería dedicar atención a

la debida combinación de los alimentos. Los que hacen trabajo mental o tienen

ocupaciones sedentarias, deberían combinar pocas clases de alimentos en una

comida.

Ha de evitarse el exceso de comida, aunque sea de la más saludable. El cuerpo

no puede usar más de lo que se requiere para la reparación de los diversos

órganos del cuerpo, y el exceso entorpece al organismo. Más de un estudiante

cree haber arruinado su salud por el exceso de estudio, cuando la verdadera

causa es el exceso de alimento. Mientras se presta la debida atención a las leyes

de la salud, el trabajo mental ofrece poco peligro, pero en muchos casos del así

llamado fracaso mental, lo que cansa el cuerpo y debilita la mente es el hábito de

sobrecargar el estómago.

En muchos casos, es mejor comer dos veces al día que tres. La cena, a una hora

temprana, interrumpe la digestión de la comida anterior. A una hora tardía, no

tiene tiempo para ser digerida antes del momento de ir a acostarse. En esa forma,

el estómago no tiene el descanso debido, se perturba el sueño, el cerebro y los

nervios se cansan, se pierde el apetito por el desayuno, y todo el organismo no

recibe nuevo vigor, ni está preparado para desempeñar los deberes del día.

No se debería pasar por alto la importancia de la regularidad de las horas para

comer y dormir. Puesto que la obra de reparar el cuerpo se efectúa durante 206

las horas de descanso, es esencial especialmente para los jóvenes, que el sueño

sea metódico y abundante.

Siempre que podamos, deberíamos evitar el comer apresuradamente. Cuanto más

breve es el tiempo de que se dispone, menos se debe comer. Es mejor omitir una

comida que comer sin masticar debidamente.

La hora de la comida debería ser un momento de sociabilidad y descanso.

Debería desaparecer todo lo que abrume o irrite. Se deberían abrigar sentimientos

de confianza, bondad y gratitud hacia el Dador de todo lo bueno, y la conversación

debería ser alegre y de un carácter comunicativo, que eleve sin cansar.

La observancia de la temperancia y la regularidad en todas las cosas tiene un

poder maravilloso. Para producir la dulzura y la serenidad de carácter que tanto

contribuyen a suavizar el camino de la vida, será de más valor que las

circunstancias o las dotes naturales. Al mismo tiempo, el dominio propio así

adquirido resultará ser una de las condiciones más valiosas para hacer frente con

éxito a los serios deberes y las realidades que esperan a todo ser humano.

Los caminos de la sabiduría "son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz".*

Medite todo joven que tiene ante sí posibilidades de un destino superior al de

reyes coronados en la lección transmitida por las palabras del sabio:

"¡Bienaventurada tú, tierra, cuando. . . tus príncipes comen a su hora, para

reponer sus fuerzas y no para beber!"* 207

La Recreación

"Todo tiene su tiempo, y todo..... tiene su hora".

HAY una diferencia entre recreación y diversión. La recreación, cuando responde

a su nombre, re-creación, tiende a fortalecer y reparar. Apartándonos de nuestros

cuidados y ocupaciones comunes, provee refrigerio para la mente y el cuerpo, y

de ese modo nos permite volver con nuevo vigor al trabajo serio de la vida. Por

otra parte, se busca la diversión para experimentar placer, y con frecuencia se la

lleva al exceso; absorbe las energías requeridas para el trabajo útil, y resulta de

ese modo un obstáculo para el verdadero éxito en la vida.

Todo el cuerpo ha sido creado para la acción, y a menos que se mantengan sanas

las facultades físicas mediante el ejercicio activo, las facultades mentales no

podrán ser empleadas por mucho tiempo al máximo de su capacidad. La inacción

física que parece casi inevitable en el aula, junto con otras condiciones malsanas,

hace de ella un lugar difícil para los niños, especialmente para los de constitución

débil. A menudo es insuficiente la ventilación. Los asientos defectuosos favorecen

la postura antinatural y dificultan la actividad de los pulmones y el corazón. Los

niños tienen que pasar en el aula de tres a cinco horas diarias, respirando aire

cargado de impurezas y tal vez infectado de microbios. No es extraño que en ella

se eche con tanta frecuencia el cimiento de enfermedades crónicas. El cerebro, el

más delicado de los órganos físicos, origen de la 208 energía nerviosa de todo el

organismo, sufre el daño mayor. Obligado a realizar una actividad prematura o

excesiva y en condiciones malsanas, se debilita, y con frecuencia los malos

resultados son permanentes.

Los niños no deberían permanecer mucho tiempo dentro de habitaciones; no se

les debería exigir que se apliquen con mucho tesón al estudio hasta que se haya

echado un buen cimiento para su desarrollo físico. Durante los ocho o diez

primeros años de vida del niño, el campo o el jardín constituyen la mejor aula, la

madre, la mejor maestra, y la naturaleza el mejor libro de texto. Hasta que el niño

tenga edad suficiente para asistir a la escuela se debería considerar que su salud

es más importante que el conocimiento de los libros. Debería estar rodeado de las

condiciones más favorables para el desarrollo físico y mental.

No sólo el niño está en peligro por la falta de aire y ejercicio. Tanto en las escuelas

superiores como en las elementales estas condiciones indispensables para la

conservación de la salud se descuidan aún con demasiada frecuencia. Más de un

alumno de más edad lo pasa sentado día tras día en una pieza cerrada, inclinado

sobre los libros, con el pecho tan oprimido que no puede respirar plena y

profundamente; la sangre circula con lentitud, los pies se le enfrían y se le calienta

la cabeza. Como el cuerpo no recibe suficiente nutrición, los músculos pierden

fuerza y todo el organismo se debilita y enferma. Con frecuencia estos alumnos

quedan inválidos para toda la vida. Si hubieran cursado sus estudios en las

condiciones debidas, haciendo ejercicios regulares al sol y al aire, habrían salido

de la escuela con más fuerza física y mental.

El estudiante que, al disponer de tiempo y medios escasos, lucha para obtener

una educación, debería comprender que no pierde el tiempo si se 209 dedica al

ejercicio físico. El que escudriña continuamente los libros descubrirá, al cabo de

un tiempo, que su mente ha perdido su frescura. Los que prestan debida atención

al desarrollo físico harán mayores progresos académicos que los que harían si

dedicaran todo el tiempo al estudio.

Cuando se persiste exclusivamente en una determinada línea de pensamiento, a

menudo la mente se desequilibra. Pero se pueden emplear sin peligro todas las

facultades si se ejerce equilibrio en el uso de las aptitudes físicas y mentales y si

los temas de pensamiento son variados.

La inacción física no sólo disminuye el poder mental, sino también el moral. Los

nervios del cerebro, que conectan todo el organismo, constituyen el medio por el

cual el cielo se comunica con el hombre y afecta la vida íntima. Todo lo que

perturbe la circulación de la corriente eléctrica en el sistema nervioso, debilitando

así las facultades vitales y disminuyendo la sensibilidad mental, dificulta la tarea

de despertar la naturaleza moral.

El exceso de estudio, al incrementar la afluencia de sangre al cerebro, produce

una excitación enfermiza que tiende a debilitar el dominio propio, y con demasiada

frecuencia da lugar al impulso o al capricho. De ese modo se abre la puerta a la

impureza. El uso indebido o la falta de uso de las facultades físicas es, en gran

medida, la causa de la corriente de corrupción que se extiende por el mundo. La

"soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad" son enemigos tan fatales

del progreso humano en esta generación, como cuando causaron la destrucción

de Sodoma.

Los maestros deberían comprender estos asuntos y enseñárselos a sus alumnos.

Enséñese a los estudiantes que la vida recta depende de los pensamientos rectos,

y que la actividad física es indispensable para que los pensamientos sean puros.

210

Con frecuencia los maestros se sienten perplejos cuando tienen que tomar

decisiones acerca de la recreación apropiada para sus alumnos. La gimnasia es

útil en muchas escuelas, pero si no se tiene cuidado, a menudo se la lleva al

exceso. Muchos jóvenes, al querer ostentar su fuerza en el gimnasio, se han

dañado para toda la vida.

El ejercicio en el gimnasio, por bien dirigido que sea, no puede sustituir a la

recreación al aire libre, para la cual deberían proveer más oportunidades nuestras

escuelas. Los alumnos deben hacer ejercicios vigorosos. Pocos males deben ser

más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de

la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se

interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten preocupados al

considerar la influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del

estudiante en la escuela, como sobre su éxito en su vida ulterior. Los juegos que

ocupan una porción tan grande de su tiempo, apartan su mente del estudio. No

contribuyen a preparar a la juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su

influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad, o la verdadera virilidad.

Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol y el box, se han

transformado en escuelas de brutalidad. Tienen las mismas características que

tenían los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, el orgullo por la mera

fuerza bruta, el temerario desprecio manifestado hacia la vida, están ejerciendo

sobre los jóvenes una influencia desmoralizadora que espanta.

Otros juegos atléticos, aunque no sean tan brutales, son apenas menos

objetables, a causa de que se los practica en exceso. Estimulan el amor al placer

y a la excitación, fomentan la antipatía hacia el trabajo útil, y desarrollan una

disposición a evitar 211 las responsabilidades y los deberes prácticos. Tienden a

destruir el gusto por las realidades serias de la vida y sus apacibles satisfacciones.

Así se abre la puerta a la disipación y la ilegalidad, con sus terribles resultados.

Las reuniones sociales, tal como se las lleva a cabo por lo general, son un

obstáculo para el verdadero desarrollo, ya sea de la mente o del carácter. Las

amistades frívolas, los hábitos extravagantes, el afán de placeres y demasiado a

menudo de disipación, nacen como consecuencia de estas reuniones, y amoldan

toda la vida para el mal. En vez de tales diversiones, los padres y maestros

pueden hacer mucho para proporcionar recreaciones sanas.

En este asunto, lo mismo que en todo lo que concierne a nuestro bienestar, la

inspiración ha señalado el camino. En épocas primitivas, la vida del pueblo que

estaba bajo la dirección de Dios era sencilla. Vivían cerca del corazón de la

naturaleza. Los hijos compartían el trabajo de los padres y estudiaban las bellezas

y los misterios del tesoro de la naturaleza. En la quietud del campo y el bosque

meditaban en las grandes verdades transmitidas como legado santo de

generación a generación. Esa educación producía hombres fuertes.

En esta época, la vida se ha vuelto artificial y los hombres han degenerado.

Aunque no podamos volver plenamente a los hábitos sencillos de aquellos tiempos

primitivos, podemos aprender lecciones de ellos que contribuyan a que nuestros

momentos de recreación sean lo que su nombre implica: Momentos de verdadera

edificación para el cuerpo, la mente y el alma.

Los alrededores del hogar y de la escuela tienen mucho que ver con la recreación.

Deberían tenerse en cuenta estas cosas al escoger la casa para vivir o el lugar

para establecer una escuela. Aquellos para quienes el bienestar físico y mental es

de mayor 212 importancia que el dinero y las exigencias o las costumbres de la

sociedad, deberían buscar para sus hijos el beneficio de la enseñanza de la

naturaleza, y la recreación en el ambiente que ella ofrece. Será de gran beneficio

para la obra educativa que cada escuela esté situada de modo que proporcione a

los alumnos tierra para el cultivo y acceso a los campos y bosques.

En lo que a la recreación del alumno se refiere, se obtendrán los mejores

resultados mediante la cooperación personal del maestro. El verdadero maestro

puede impartir a sus alumnos pocos dones tan valiosos como el de su compañía.

Puede decirse de los hombres y mujeres, y mucho más de los jóvenes y niños,

que solamente los podemos comprender al ponernos en contacto con ellos por

medio de la simpatía; y necesitamos comprenderlos para poder beneficiarlos más

eficazmente. Para fortalecer el lazo de simpatía que une al maestro y al alumno,

pocos medios hay tan valiosos como el de la agradable amistad fuera del aula. En

algunas escuelas el maestro está siempre con sus alumnos en las horas de

recreo. Se une a ellos en sus ocupaciones, los acompaña en sus excursiones y

parece identificarse con ellos. Convendría a nuestras escuelas que esta

costumbre fuera más general. El sacrificio que se le pide al maestro es grande,

pero, si lo hiciera, cosecharía una rica recompensa.

Ninguna recreación que sea útil únicamente para ellos dará por resultado una

bendición tan grande para los niños y jóvenes como la que los induzca a ser útiles

a los demás. Los jóvenes, que por naturaleza son entusiastas e impresionables,

responden rápidamente a la insinuación. Al hacer planes para el cultivo de las

plantas, el maestro debería esforzarse por despertar interés en el embellecimiento

de la propiedad escolar y del aula. El beneficio será doble. Los alumnos, por una

parte, no van a 213 destruir ni malograr lo que ellos mismos están tratando de

embellecer, y por otra se estimularán el refinamiento del gusto, el amor al orden y

el hábito de ser cuidadoso. El espíritu de compañerismo y cooperación que se

desarrollará de esta manera será, además, una bendición duradera para los

alumnos.

Del mismo modo, al estimular a los alumnos a recordar a los que están privados

de esos hermosos lugares y al compartir con ellos las bellezas de la naturaleza, se

añade nuevo interés al trabajo en el jardín o la excursión por el campo o el

bosque.

El maestro atento hallará muchas oportunidades para inducir a sus alumnos a

practicar actos de servicio. Los niñitos, especialmente, le tienen al maestro una

confianza y un respeto casi ilimitados. Es difícil que deje de dar fruto cualquier

cosa que insinúe en cuanto al modo de ayudar en el hogar, a ser fieles en los

quehaceres diarios, a asistir a los enfermos o ayudar a los pobres. Y así se

obtendrá nuevamente un doble beneficio. La insinuación bondadosa se reflejará

sobre su autor. La gratitud y la cooperación de parte de los padres aligerará la

carga del maestro, e iluminará su camino.

La atención prestada a la recreación y a la cultura física interrumpirá sin duda a

veces la rutina del trabajo escolar, pero esa interrupción no será un verdadero

obstáculo. Con el fortalecimiento de la mente y del cuerpo, el cultivo de un espíritu

abnegado, y la unión del alumno y el maestro por lazos de interés común y

amistad, se recompensará cien veces el gasto de tiempo y esfuerzo. Se usará en

forma correcta la inquieta energía que con tanta frecuencia es una fuente de

peligro para los jóvenes. Como salvaguardia contra el mal, la mente ocupada en

cosas buenas es de mucho más valor que un sinnúmero de barreras, de leyes y

disciplina. 214

La Educación Manual

"Que procuráis... trabajar con vuestras manos".

EN OCASIÓN de la creación, el trabajo fue establecido como una bendición.

Implicaba desarrollo, poder y felicidad. El cambio producido en la condición de la

tierra, debido a la maldición del pecado, ha modificado también las condiciones del

trabajo, y aunque va acompañado ahora de ansiedad, cansancio y dolor, sigue

siendo una fuente de felicidad y desarrollo. Es también una salvaguardia contra la

tentación. Su disciplina pone freno a la complacencia, y promueve la laboriosidad,

la pureza y la firmeza. Forma parte, pues, del gran plan de Dios para que nos

repongamos de la caída.

Se debiera inducir a los jóvenes a apreciar la verdadera dignidad del trabajo.

Muéstreseles que Dios obra constantemente. Todas las cosas de la naturaleza

cumplen la tarea que se les ha asignado. Se ve actividad en toda la creación y,

para cumplir nuestra misión, nosotros también debemos ser activos.

Al trabajar, debemos ser colaboradores con Dios. Nos da la tierra y sus tesoros,

pero nosotros tenemos que adaptarlos a nuestro uso y nuestra comodidad. Hace

crecer los árboles, pero nosotros preparamos la madera y construimos la casa. Ha

escondido en la tierra la plata y el oro, el hierro y el carbón, pero sólo podemos

obtenerlos mediante el trabajo perseverante.

Demuéstrese que, aunque Dios ha creado todas las cosas y las dirige

constantemente, nos ha dotado de un poder que no es enteramente diferente del

215 suyo. Se nos ha concedido cierto dominio sobre las fuerzas de la naturaleza.

Tal como Dios sacó del caos la tierra con toda su belleza, nosotros podemos

extraer poder y belleza de la confusión. Y aunque todas las cosas están ahora

mancilladas por el pecado, sentimos, sin embargo, cuando terminamos algo, un

gozo semejante al de Dios cuando, al contemplar la hermosa tierra, dijo que todo

era "bueno en gran manera".

En general podemos decir que el ejercicio más benéfico para la juventud es el

trabajo útil. El niño halla en el juego a la vez diversión y desarrollo, y sus deportes

deberían ser de tal naturaleza que promovieran no sólo su crecimiento físico, sino

también el mental y el espiritual. Cuando aumentan su fuerza y su inteligencia, su

mejor recreación la encontrará en algún esfuerzo útil. Lo que adiestra la mano

para la labor útil, y enseña al joven a asumir las responsabilidades de la vida, es

sumamente eficaz para promover el desarrollo de la mente y el carácter.

Es necesario enseñar a los jóvenes que la vida implica trabajo serio,

responsabilidad, preocupación. Necesitan una preparación que les dé sentido

práctico, que haga de ellos hombres y mujeres capaces de hacer frente a las

emergencias. Debería enseñárseles que la disciplina del trabajo sistemático y bien

regulado es esencial no sólo como salvaguardia contra las vicisitudes de la vida,

sino como medio para lograr un desarrollo completo.

A pesar de todo lo que se ha dicho y escrito acerca de la dignidad del trabajo,

prevalece la idea de que es degradante. Los jóvenes anhelan ser maestros,

empleados, comerciantes, médicos y abogados, u ocupar algún otro puesto que

no requiera trabajo físico. Las jóvenes evitan los quehaceres domésticos y tratan

de prepararse para otra cosa. Necesitan aprender que el trabajo honrado no

degrada 216 a nadie. Lo que degrada es la ociosidad y la dependencia egoísta. La

ociosidad fomenta la complacencia propia y da como resultado una vida vacía y

estéril, un terreno propicio para el desarrollo de toda clase de mal. "Porque la tierra

que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa

a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios; pero la que

produce espinos y abrojos es reprobada, está próxima a ser maldecida, y su fin es

el ser quemada".*

Muchas materias que consumen el tiempo del alumno, no son esenciales para la

utilidad ni la felicidad; en cambio es esencial que todo joven se familiarice con los

deberes de la vida diaria. Si fuera necesario, una joven podría prescindir del

conocimiento del francés y del álgebra, o hasta del piano, pero es indispensable

que aprenda a hacer buen pan, vestidos que le sienten bien y desempeñar

eficientemente los diversos deberes relativos al hogar.

Para la salud y la felicidad de toda la familia, nada es de tan vital importancia

como la destreza y la inteligencia de la cocinera. Si sus comidas están mal

preparadas y son malsanas, podría impedir y hasta arruinar tanto la utilidad del

adulto como el desarrollo del niño. Pero si proporciona alimentos adaptados a las

necesidades del organismo, y que a la vez sean atractivos y sabrosos, puede

hacer tanto bien, como hacía mal de la otra manera. De modo que, en muchos

sentidos, la felicidad depende de la fidelidad con que se desempeñan los deberes

comunes de la vida.

Puesto que tanto los hombres como las mujeres ocupan su lugar en el hogar, los

niños y las niñas deberían saber en qué consisten los deberes domésticos. Tender

las camas, ordenar la pieza, lavar la loza, preparar la comida, lavar y remendar la

ropa son actividades que, como educación, no menoscaban 217 la virilidad de

ningún muchacho; lo hará más feliz y más útil. Y si las niñas, a su vez, pudieran

aprender a ensillar y conducir un caballo, manejar el serrucho y el martillo, lo

mismo que el rastrillo y la azada, estarían mejor preparadas para hacer frente a

las emergencias de la vida.

Aprendan los niños y los jóvenes, mediante el estudio de la Biblia, cómo ha

honrado Dios el trabajo del obrero. Lean acerca de los "hijos de los profetas"* que

asistían a la escuela y construyeron una casa para su uso, y para quienes se hizo

un milagro a fin de recuperar un hacha prestada. Lean acerca de Jesús, el

carpintero; de Pablo, el fabricante de tiendas. Al trabajo del artesano unían el

ministerio superior, humano y divino. Lean acerca del muchacho que proveyó los

cinco panes usados por Jesús en el maravilloso milagro de la alimentación de la

multitud; de Dorcas, la costurera, resucitada a fin de que siguiera haciendo ropa

para los pobres; de la mujer sabia descrita en Proverbios, que "busca lana y lino, y

con voluntad trabaja con sus manos"; que "da comida a su familia y ración a sus

criadas"; que "planta viña. . . y esfuerza sus brazos"; que "alarga su mano al

pobre, y extiende sus manos al menesteroso"; que "considera los caminos de su

casa, y no come el pan de balde".*

Dios dice de esa mujer: "Esa será alabada. Dadle el fruto de sus manos, y

alábenla en las puertas de sus hechos".*

El hogar debería ser la primera escuela industrial de todo niño. Y, tanto como sea

posible, toda escuela debería disponer de medios para proporcionar una

educación manual. Esa educación reemplazará en gran medida al gimnasio, con

el beneficio adicional de constituir una valiosa disciplina. 218

La educación manual merece más atención de la que se le ha prestado. Se

deberían abrir escuelas que, además de proporcionar una cultura mental y moral

superior, dispongan de los mejores medios posibles para el desarrollo físico y la

capacitación industrial. Se debería enseñar agricultura, trabajos manuales -tantos

oficios útiles como sea posible-, economía doméstica, arte culinario, costura,

confección de ropa higiénica, tratamientos a enfermos y otras cosas parecidas. Se

debería disponer de jardines, talleres y salas de tratamientos, y la dirección del

trabajo, en todos los ramos, debería estar a cargo de instructores expertos.

El trabajo debería tener un propósito definido y debiera ser bien hecho. Aunque

todos necesitan conocer varios oficios, es indispensable ser versado a lo menos

en uno. Todo joven, al salir de la escuela, debiera haber aprendido algún oficio u

ocupación mediante el cual, si fuera necesario, se pudiese ganar la vida.

La objeción que por lo general se levanta en contra de la capacitación industrial en

las escuelas, es la del gran gasto que ocasiona. Pero el objeto que se quiere

alcanzar vale lo que cuesta. Ninguna tarea que se nos haya encomendado es tan

importante como la de la educación de los jóvenes, y toda inversión que requiera

su correcta realización será dinero bien empleado.

Incluso desde el punto de vista financiero, quedará demostrado que la inversión

requerida por la educación manual es verdadera economía. Gracias a ella,

cantidad de muchachos dejarían de perder el tiempo en las esquinas o las

tabernas; lo que cuesten los jardines, talleres y baños sería más que compensado

por el ahorro en hospitales y reformatorios. ¿Y quién puede calcular el valor que

tienen para la sociedad y la nación los jóvenes que 219 adquieren hábitos de

laboriosidad y llegan a ser hábiles en actividades útiles y productivas?

Para aflojar la tensión provocada por el estudio, las actividades realizadas al aire

libre, que proporcionan ejercicio a todo el cuerpo, son muy benéficas. Ningún tipo

de trabajo manual es de más valor que la agricultura. Se debería hacer más de lo

que se hace para crear el interés por las tareas agrícolas, y para asentarlo. Llame

el maestro la atención hacia lo que la Biblia dice en cuanto a la agricultura, es a

saber, que era el plan de Dios que el hombre labrara la tierra; que al primer

hombre, gobernante de todo el mundo, se le dio un jardín para que lo cultivase, y

que muchos de los más grandes hombres del mundo, su verdadera nobleza en

realidad, han sido agricultores. Preséntense las oportunidades que ofrece dicha

vida. Salomón dice: "El rey mismo está sujeto a los campos".* Del que cultiva la

tierra, la Biblia dice: "Porque su Dios le instruye, y le enseña lo recto". Y "quien

cuida la higuera comerá su fruto".* El que se gana la vida por medio de la

agricultura, escapa a muchas tentaciones y goza de innumerables bendiciones y

privilegios que no tienen los que trabajan en las grandes ciudades. Y en estos días

de grandes monopolios y competencia comercial, pocos hay que gocen de una

independencia tan real y de tan grande seguridad de recibir la justa recompensa

de su trabajo, como el labrador de la tierra.

Cuando se enseña agricultura, no se debería hablar a los alumnos sólo de la

teoría, sino de la práctica, también. Al mismo tiempo que aprenden lo que la

ciencia puede enseñar en cuanto a la naturaleza y la preparación del terreno, el

valor de las diferentes cosechas y los mejores métodos de producción, deberían

poner en práctica sus conocimientos. Compartan los maestros el trabajo con los

alumnos y 220 muestren qué resultados se pueden obtener por medio del

esfuerzo hábil e inteligente. Así podrán despertar verdadero interés, y el deseo de

hacer el trabajo del mejor modo posible. Semejante anhelo, junto con el efecto

vigorizador del ejercicio, la luz del sol y el aire puro, despertarán tal amor por la

agricultura, que orientará a muchos jóvenes cuando tengan que decidir cuál será

la ocupación de sus vidas. De ese modo se podrían crear influencias abarcantes

que a su vez podrían desviar la corriente inmigratoria que con tanta fuerza atrae

ahora a la gente hacia las grandes ciudades.

También nuestros colegios podrían ayudar eficazmente a disminuir la

desocupación. Miles de seres impotentes y hambrientos, que diariamente

incrementan las filas de los criminales, podrían ganarse la vida en forma feliz,

sana e independiente, si se los orientara hacia el trabajo de labrar la tierra para

que lo hicieran con inteligencia y habilidad.

También los profesionales necesitan el beneficio de la educación manual. Un

hombre puede tener una mente brillante; puede ser rápido para asimilar ideas; su

habilidad y su conocimiento pueden asegurarle un lugar en su profesión escogida

y, sin embargo, puede hallarse lejos de ser idóneo para desempeñar sus deberes.

La educación que se basa mayormente en los libros induce a pensar

superficialmente. El trabajo práctico estimula la observación minuciosa y la

independencia de pensamiento. Debidamente hecho, tiende a desarrollar el

sentido común. Cultiva la habilidad para hacer planes y ejecutarlos, fortalece el

valor y la perseverancia, e induce a practicar el tacto y la pericia.

El médico que mediante el servicio que presta en la sala ha puesto el cimiento de

su conocimiento profesional, será ágil mentalmente para evaluar situaciones,

conocerá a fondo todos los detalles de su profesión, y poseerá habilidad para

prestar el 221 servicio que haga falta en casos de emergencia. Todas esas

cualidades esenciales únicamente las puede impartir en forma plena una

educación práctica.

El pastor, el misionero, el maestro, descubrirán que es mucho mayor la influencia

que se puede ejercer sobre la gente cuando ésta ve que poseen el conocimiento y

la habilidad necesarios para desempeñar los deberes prácticos de la vida diaria. Y

con frecuencia el éxito, y hasta la vida misma del misionero, dependen de su

conocimiento de las cosas prácticas. La habilidad para preparar la comida, para

atender accidentes y emergencias, para tratar enfermedades, para construir una

casa o una capilla, si fuere necesario, establecen con frecuencia la diferencia que

existe entre el éxito y el fracaso en la obra de la vida.

Mientras estudian, muchos alumnos recibirán una educación más valiosa si se

sostienen a sí mismos. En vez de incurrir en deudas o depender del sacrificio de

sus padres, los jóvenes de ambos sexos deben depender de sí mismos. Así

apreciarán el valor del dinero y el tiempo, las fuerzas y las oportunidades, y

estarán menos expuestos a la tentación de adquirir hábitos de ociosidad y

derroche. Las lecciones de economía, laboriosidad, abnegación, administración

práctica de los negocios y firmeza de propósito que así aprendan, constituirán una

parte importante del equipo necesario para librar la batalla de la vida. Y la lección

del sostén propio, aprendida por el alumno, contribuirá en gran medida a preservar

las instituciones de enseñanza de las deudas con las cuales tantos colegios han

tenido que luchar, y que han contribuido a menoscabar su utilidad. Instrúyase a los

jóvenes en el sentido de que la educación no tiene como propósito enseñarles a

esquivar las tareas desagradables ni las pesadas responsabilidades de la vida;

que su propósito, en cambio, consiste en alivianar el trabajo mediante la 222

enseñanza de mejores métodos y la fijación de metas más elevadas. Enséñeseles

que el verdadero propósito de la vida no consiste en obtener toda la ganancia

posible para sí mismo, sino en honrar a su Hacedor al hacer su parte en una tarea

que beneficie al mundo, y al ayudar a los que son más débiles e ignorantes.

Una poderosa razón para menospreciar el trabajo físico es la forma descuidada e

irreflexivo con que tan a menudo se lo realiza. Se lo hace por necesidad y no por

gusto. El trabajador no pone su corazón en él; tampoco conserva su dignidad ni

logra que los demás lo respeten. La educación manual debería corregir este error.

Debería desarrollar hábitos de exactitud y prolijidad. Los alumnos deberían

aprender a tener tacto y a ser sistemáticos; deberían aprender a economizar el

tiempo y a sacar provecho de cada movimiento. No sólo se les debería enseñar

los mejores métodos, sino que se les debería inspirar a los alumnos la ambición

de mejorar constantemente. Su meta debería ser que fuera su trabajo tan perfecto

como puedan lograrlo las manos y el cerebro humanos.

Esta educación hará que los jóvenes sean amos y no esclavos del trabajo.

Alegrará la suerte del labrador rudo y ennoblecerá hasta la más humilde

ocupación. El que considera el trabajo sólo como algo penoso, y lo lleva a cabo

con complaciente ignorancia, sin esforzarse por mejorar, descubrirá que

ciertamente es una carga. Pero los que reconozcan que hay ciencia en el trabajo

más humilde, verán en él nobleza y belleza, y se deleitarán en hacerlo con

fidelidad y eficiencia.

El joven así educado, cualquiera sea la vocación de su vida, mientras sea

honesto, hará de su puesto algo útil y honorable. 223

LA EDUCACIÓN DEL CARÁCTER

"Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte".225

La Educación y el Carácter

"Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia".

LA VERDADERA educación no desconoce el valor del conocimiento científico o

literario, pero considera que el poder es superior a la información, la bondad al

poder y el carácter al conocimiento intelectual. El mundo no necesita tanto

hombres de gran intelecto como de carácter noble. Necesita hombres cuya

capacidad sea dirigida por principios firmes.

"Sabiduría ante todo"; por tanto, "adquiere sabiduría". "La lengua de los sabios

adornará la sabiduría".* La verdadera educación imparte esa sabiduría. Enseña el

mejor empleo que se puede dar no sólo a uno sino a todos nuestros

conocimientos y facultades. De ese modo abarca toda la gama de nuestras

obligaciones hacia nosotros mismos, hacia el mundo y hacia Dios.

La edificación del carácter es la obra más importante que jamás haya sido

confiada a los seres humanos y nunca antes ha sido su estudio diligente tan

importante como ahora. Ninguna generación anterior fue llamada a hacer frente a

problemas tan importantes; nunca antes se hallaron los jóvenes frente a peligros

tan grandes como los que tienen que arrostrar hoy.

En semejante momento, ¿cuál es la tendencia de la educación que se da?, ¿Que

motivo tiene generalmente en vista? La complacencia del yo. Gran parte de la

educación que se da es una perversión del arte pedagógico. La verdadera

educación contrarresta 226 la ambición egoísta, el afán de poder, la indiferencia

hacia los derechos y las necesidades de la humanidad, que constituyen la

maldición de nuestro mundo. En el plan de vida de Dios hay un lugar para cada

ser humano. Cada uno debe perfeccionar hasta lo sumo sus talentos, y la fidelidad

con que lo haga, sean éstos pocos o muchos, le da derecho a recibir honor. En el

plan de Dios no tiene cabida la rivalidad egoísta. Los que se miden entre sí y se

comparan los unos con los otros "no son juiciosos".* Cualquier cosa que hagamos

debe ser hecha "conforme al poder que Dios da"*; "de corazón, como para el

Señor y no para los hombres; sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de

la herencia, porque a Cristo el Señor servís".*

Son preciosos el servicio que se presta y la educación que se obtiene al poner en

práctica estos principios. Pero, ¡cuánto discrepa con ellos la mayor parte de la

educación que ahora se da! Desde los primeros años de la vida del niño estimula

la emulación y la rivalidad; fomenta el egoísmo, raíz de todo mal.

Así empieza la lucha por la supremacía y se fomenta el sistema de estudiar a

presión, lo que en tantos casos destruye la salud e impide que el alumno llegue a

ser útil. En muchos otros, la emulación conduce a la improbidad, y al fomentar la

ambición y el descontento, amarga la vida y contribuye a llenar el mundo de

espíritus turbulentos que son una amenaza permanente para la sociedad.

El peligro no se encuentra solamente en los métodos; también se lo descubre en

las materias de estudio.

¿Cuáles son las obras en las que se explaya la mente de los jóvenes durante los

años formativos de su vida? Al estudiar idiomas y literatura, ¿de qué fuentes se

enseña a beber a los jóvenes? De los pozos 227 del paganismo; de manantiales

alimentados por las corrupciones de la antigua idolatría. Se les hace estudiar

autores que, sin duda alguna, no tienen el más mínimo aprecio por los principios

morales.

¡ De cuántos autores modernos se podría decir lo mismo! En cuántos de ellos la

gracia y la belleza del lenguaje son sólo un disfraz bajo el cual se ocultan

principios que, en su verdadera deformidad, repugnarían al lector!

Además hay una multitud de novelista que encantan con sueños agradables que

transcurren en cómodos palacios. Aunque no se los puede acusar de inmorales,

su obra también está saturada de maldad. Roba a millares el tiempo, la energía y

la disciplina requeridos por los problemas serios de la vida.

También hay peligros grandes en el estudio de la ciencia, según se acostumbra a

encararlo. En las instituciones de enseñanza de cualquier nivel, desde el jardín de

infantes hasta la universidad, se enseñan la teoría de la evolución y los errores

que con ella se relacionan. Por eso, el estudio de la ciencia, que debería impartir

un conocimiento de Dios, se halla tan mezclado con las especulaciones y teorías

de los hombres, que inspira incredulidad.

Hasta el estudio de la Biblia, según se lo enfoca con demasiada frecuencia en las

escuelas, priva al mundo del tesoro inapreciable de la Palabra de Dios. La obra de

la "alta crítica", al disecar, conjeturar y reconstruir, está destruyendo, la fe en la

Biblia como revelación divina, y está privando a la Palabra de Dios del poder de

regir, elevar e inspirar las vidas humanas.

Cuando los jóvenes entran en el mundo para enfrentar las tentaciones a pecar que

éste les presenta, es a saber, el afán de ganar dinero, de divertirse y satisfacer los

sentidos; el deseo de lujo, ostentación y extravagancia, el engaño astuto, el

fraude, el 228 robo y finalmente la ruina, ¿con qué enseñanzas se van a

encontrar?

El espiritismo asegura que los hombres son semidioses no caídos; que "cada

mente se juzgará a sí misma"; que el "verdadero conocimiento coloca a los

hombres por encima de toda ley"; que "todo lo que existe es correcto", y porque

"Dios no condena". Pretende que están en el cielo, exaltados, los seres humanos

más viles. Declara a todos los hombres: "No importa que hagáis; vivid como os

plazca; el cielo es vuestro hogar". Multitudes llegan así a creer que el deseo

constituye la ley suprema, que el desenfreno es libertad, y que el hombre es

responsable solamente ante sí mismo.

Si se proporciona semejante enseñanza al comienzo mismo de la vida, cuando el

impulso es fortísimo y urgentísima la necesidad de dominio propio y pureza,

¿dónde quedan las salvaguardias de la virtud? ¿Qué ha de impedir que el mundo

se convierta en una segunda Sodoma?

Al mismo tiempo la anarquía trata de hacer desaparecer toda ley, no sólo divina

sino humana. La concentración de la riqueza y el poder, las vastas combinaciones

hechas para el enriquecimiento de unos pocos a expensas de la mayoría; la unión

de las clases más pobres para organizar la defensa de sus intereses y derechos;

el espíritu de inquietud, desorden y derramamiento de sangre; la propagación

mundial de las mismas enseñanzas que produjeron la Revolución Francesa,

tienden a envolver al mundo entero en una lucha similar a la que convulsionó a

Francia.

Estas son las influencias de hoy día. Para permanecer firmes en medio de tales

trastornos es necesario echen ahora los cimientos del carácter. 229

En todas las generaciones y en todos los países, el verdadero cimiento y el

modelo para la edificación del carácter han sido los mismos. La ley divina:

"Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón. . . y a tu prójimo como a ti mismo"*,

el gran principio manifestado en el carácter y en la vida de nuestro Salvador, es el

único cimiento y la única guía seguros.

"Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia, y abundancia de salvación"*,

sabiduría y ciencia que sólo la Palabra de Dios puede impartir.

Tan ciertas son ahora como cuando fueron pronunciadas a Israel las palabras en

cuanto a la obediencia a los mandamientos de Dios: "Porque ésta es vuestra

sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos".*

Esta es la única salvaguardia de la integridad individual, de la pureza del hogar, el

bienestar de la sociedad o la estabilidad de la nación. En medio de todas las

perplejidades, los peligros y los derechos en pugna, la única regla segura consiste

en hacer lo que Dios dice: "Los mandamientos de Jehová son rectos", y "el que

hace estas cosas, no resbalará jamás" .* 230

Métodos de Enseñanza

"Para dar sagacidad a los simples, y a los jóvenes inteligencia y cordura"

Durante siglos la educación ha dependido en extenso grado de la memoria. Esta

facultad ha sido sobrecargada hasta lo sumo, y no se han desarrollado

paralelamente las demás facultades. Los estudiantes han ocupado su tiempo en

almacenar trabajosamente en la memoria una cantidad de conocimientos, muy

pocos de los cuales iban a poder utilizar finalmente. El cerebro recargado con lo

que no puede digerir ni asimilar, por fin se debilita, no puede realizar un esfuerzo

vigoroso y serio, y se conforma con depender del criterio y el discernimiento de los

demás.

Al verificar los malos resultados de este método, algunos se han ido al otro

extremo. Según su parecer el hombre sólo necesita desarrollar lo que está dentro

de él. Semejante educación fomenta la presunción en el estudiante, y lo aparta de

la fuente del conocimiento y el poder verdaderos.

La educación que consiste en adiestrar la memoria y tiende a desalentar la

reflexión personal, ejerce una influencia moral que se aprecia demasiado poco. Al

renunciar el estudiante a la facultad de razonar y juzgar por sí mismo, se

incapacita para distinguir la verdad y el error, y es fácil presa del engaño. No

cuesta inducirlo a seguir la tradición y la costumbre.231

Es un hecho sumamente ignorado, pero no por eso menos peligroso, que el error

rara vez se presenta tal como es. Logra aceptación mezclado o ligado a la verdad.

El comer del árbol del conocimiento del bien y del mal causó la ruina de nuestros

primeros padres, y la aceptación de una, mezcla de bien y de mal es la causa de

la ruina de los seres humanos de hoy día. La mente que depende del criterio de

otros se extraviará tarde o temprano.

La facultad de distinguir entre lo bueno y lo malo sólo se puede obtener mediante

la dependencia individual del Señor. Cada uno debe aprender por si mismo de

Dios, mediante su Palabra. Se nos dio la razón para que la usáramos, y el Altísimo

desea que lo hagamos. "Venid. . . y estemos a cuenta"*, nos dice. Si confiamos en

él podemos tener sabiduría para "desechar lo malo y escoger lo bueno". *

En toda enseñanza verdadera, es esencial la relación personal. Al enseñar, Cristo

trató individualmente con los hombres. Educó a los doce por medio del trato y la

asociación personales. Sus más preciosas instrucciones las dio en privado, y con

frecuencia a un solo oyente. Reveló sus más ricos tesoros al honorable rabino en

la entrevista nocturna celebrada en el Monte de los Olivos, y a la mujer

despreciada, junto al pozo de Sicar, porque en esos oyentes percibió un corazón

sensible, una mente abierta, un espíritu receptivo. Ni siquiera la muchedumbre que

con tanta frecuencia seguía sus pasos era para Cristo una masa confusa de seres

humanos. Hablaba y exhortaba en forma directa a cada mente, y se dirigía a cada

corazón. Observaba los rostros de sus oyentes, veía cuando se iluminaban,

notaba la mirada rápida y de comprensión que revelaba el hecho de que la verdad

había llegado al alma, y su corazón vibraba en respuesta con gozosa simpatía.

232

Cristo se percataba de las posibilidades que había en todo ser humano. No se

dejaba impresionar por una apariencia poco promisoria o un ambiente

desfavorable. Llamó a Mateo cuando estaba en el banco de los tributos, y a Pedro

y sus hermanos les pidió que dejaran el bote del pescador para que aprendieran

de él.

En la obra educativa de hoy se necesita prestar el mismo interés personal y la

misma atención al desarrollo individual. Muchos jóvenes que aparentemente no

son promisorios, están ricamente dotados de talentos que no usan. Sus facultades

permanecen ocultas a causa de la falta de discernimiento de sus educadores. En

más de un muchacho o una niña exteriormente tan desprovisto de atractivos como

una piedra sin pulir, se hallaría material precioso que resistiría la prueba del calor,

la tormenta y la presión. El verdadero educador, teniendo presente lo que pueden

llegar a ser sus alumnos, reconocerá el valor del material con el cual trabaja.

Sentirá interés personal por cada alumno y tratará de desarrollar todas sus

facultades. Por imperfecto que sea, se estimulará todo esfuerzo hecho por

armonizar con los principios justos.

Se debería enseñar a cada joven la necesidad y el poder de la aplicación. El éxito

depende mucho más de esto que del genio o el talento. Sin aplicación valen poco

los más brillantes dones, mientras que con esfuerzos debidamente dirigidos, las

personas de habilidades naturales comunes han hecho maravillas. Y el genio,

cuyos adelantos nos asombran, casi invariablemente va unido al esfuerzo

incansable y concentrado.

Debería enseñarse a los jóvenes a proponerse el desarrollo de todas las

facultades, tanto de las más débiles como de las más fuertes. Muchos están

inclinados a limitar el estudio a ciertos ramos por los cuales sienten una afición

natural. Se debería evitar 233 este error. Las aptitudes naturales indican en qué

dirección se va a orientar la obra de la vida y, cuando son legítimas, deberían ser

cuidadosamente cultivadas. Al mismo tiempo debe tenerse presente que un

carácter equilibrado y un trabajo eficiente en cualquier ramo dependen, en extenso

grado, del desarrollo simétrico que es el resultado de una educación completa.

El maestro debería tener constantemente por meta la sencillez y la eficiencia.

Debería enseñar principalmente con ilustraciones y, aún al tratar con alumnos

mayores, debería tener cuidado de que todas sus explicaciones sean claras y

sencillas. Muchos alumnos de más edad son niños en entendimiento.

El entusiasmo es un elemento importante de la obra educativa. En cuanto a esto,

la observación hecha una vez por un celebrado actor contiene una útil sugerencia.

El arzobispo de Canterbury le habla preguntado por qué los actores al representar

una comedia impresionaban tan notablemente al auditorio al referirse a cosas

imaginarias, mientras que los ministros del Evangelio impresionaban tan poco al

suyo hablándoles de cosas reales. "Con todo el respeto debido a vuestra

eminencia -contestó el actor-, permitidme deciros que la razón es sencilla: Es el

poder del entusiasmo. Nosotros hablamos en el escenario de cosas imaginarias

como si fueran reales, y vosotros en el púlpito habláis de cosas reales como si

fuesen imaginarias".

El maestro trata en su trabajo con cosas reales, y debería hablar de ellas con toda

la fuerza y el entusiasmo que puedan inspirar el conocimiento de su realidad e

importancia.

Todo maestro debería cuidar que su trabajo tenga resultados definidos. Antes de

intentar enseñar una materia, debería tener en mente un plan bien 234 definido, y

saber qué se propone hacer. No debería descansar satisfecho después de la

presentación de un tema hasta que el alumno comprenda el principio que encierra,

descubra su verdad y pueda expresar claramente lo que ha aprendido.

Mientras se tenga en vista el gran propósito de la educación, debería animarse a

los jóvenes a avanzar hasta donde le permitan sus aptitudes. Pero antes de

iniciarse en los ramos superiores de estudio, deberían dominar los inferiores. Con

demasiada frecuencia se descuida esto. Hasta entre los estudiantes de los

colegios superiores se nota gran deficiencia en el conocimiento de los ramos

comunes de la educación. Muchos estudiantes dedican el tiempo al estudio de las

matemáticas superiores cuando son incapaces de llevar cuentas sencillas.

Muchos estudian declamación para ser oradores elegantes, cuando ni siquiera

saben leer de manera inteligible e impresionante. Muchos que han terminado sus

estudios de retórica no saben redactar una simple carta y cometen faltas de

ortografía.

El conocimiento cabal de los elementos esenciales de la educación debería ser no

sólo condición indispensable para ser admitido en un curso superior, sino la pauta

permanente para determinar si se progresa o no.

En todo aspecto de la educación debe haber fines más importantes que los que se

logran mediante el mero conocimiento técnico. Tómese, por ejemplo, el caso del

lenguaje. Es de mayor importancia la capacidad de escribir y hablar la lengua

propia con facilidad y exactitud, que aprender idiomas extranjeros, vivos o

muertos. Pero ninguna educación lograda por medio del conocimiento de las

reglas gramaticales puede compararse en importancia con el estudio del idioma

desde un punto de vista superior. A este estudio están ligadas, en extenso grado,

la felicidad o la desgracia de la vida. 235

El principal requisito del lenguaje es que sea puro, bondadoso y veraz: "La

expresión externa de una gracia interior". Dios dice: "Todo lo que es verdadero,

todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen

nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad".* Y si

éstos son los pensamientos, así será el lenguaje también.

La mejor escuela para la enseñanza del idioma es el hogar, pero puesto que su

obra se descuida con tanta frecuencia, le toca al maestro ayudar a los alumnos a

adquirir buenos hábitos de expresión.

El maestro puede hacer mucho para combatir ese mal hábito, maldición de la

comunidad, el vecindario y el hogar- el hábito de calumniar, contar chismes y

criticar sin misericordia. No se deberían escatimar los esfuerzos con este fin.

Incúlquese en los alumnos la idea de que este hábito revela falta de cultura,

refinamiento y verdadera bondad de corazón; incapacita a la persona, tanto para

la sociedad de los verdaderamente cultos y refinados de: este mundo, como para

la relación con los santos en el cielo.

Nos horrorizamos al pensar en el caníbal que come con deleite la carne aún

caliente y temblorosa de su víctima, pero, ¿son los resultados de esta costumbre

más terribles que la agonía y la ruina causadas por el hábito de tergiversar los

motivos, manchar la reputación y disecar el carácter? Aprendan los niños y

también los jóvenes lo que Dios dice acerca de estas cosas: "La muerte y la vida

están en poder de la lengua".*

En la Escritura los calumniadores aparecen junto a los "aborrecedores de Dios";

los "inventores de males", con los que son "sin afecto natural, sin 236

misericordia", "llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades".

Es "juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte".* Dios

considera ciudadano de Sión a aquel que "habla verdad en su corazón"; "el que no

calumnia con su lengua", "ni admite reproche alguno contra su vecino".*

La Palabra de Dios condena también el uso de frases insensatas e interjecciones

rayanas en la irreverencia. Condena los cumplidos engañosos, los subterfugios,

las exageraciones, las tergiversaciones empleadas en los negocios, corrientes

también en la vida social y en el mundo comercial. "Pero sea vuestra hablar: sí, sí;

no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede".* "Como el que enloquece,

y echa llamas y saetas y muerte, tal es el hombre que engaña a su amigo, y dice:

Ciertamente lo hice por broma".*

Íntimamente ligada a la chismografía está la insinuación velada, la disimulada

indirecta por medio de la cual el corazón impuro trata de sugerir el mal que no se

atreve a expresar abiertamente. Se debería enseñar a los jóvenes a evitar todo lo

que se parezca a esta mala costumbre, tal como evitarían la lepra.

Tal vez en el uso del lenguaje no haya error que ancianos y jóvenes estén más

dispuestos a justificar que las palabras apresuradas e impacientes. Creen que es

suficiente excusa decir: "Estaba desprevenido y realmente no quise decir lo que

dije". Pero la Palabra de Dios no trata esto con ligereza. La Escritura dice: "¿Has

visto hombre ligero en sus palabras? Más esperanza hay del necio que de él".*

"Como ciudad derribada y sin muro es el hombre cuyo espíritu no tiene rienda".*

237

En un momento, una lengua precipitada, apasionada y descuidada, puede hacer

un daño que el arrepentimiento de toda una vida no podría deshacer. ¡Cuántos

corazones quebrantados, amigos separados, vidas arruinadas por las palabras

ásperas y apresuradas de los que deberían haber prestado ayuda y consuelo!

"Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; más la lengua de los

sabios es medicina".*

Una de las características que se deberían fomentar y cultivar en todo niño es ese

olvido de sí mismo que imparte a la vida una gracia espontánea. De todas las

excelencias del carácter, ésta es una de las más hermosas, y para toda verdadera

vocación es uno de los requisitos más esenciales.

Los niños necesitan aprecio, simpatía, y estímulo, pero se debería evitar que se

desarrolle en ellos el amor a la alabanza. No es prudente prestarles una

consideración especial ni repetir delante de ellos sus agudezas y ocurrencias. El

padre o el maestro que tienen presente el verdadero ideal de carácter y las

posibilidades de éxito, no pueden fomentar ni estimular el engreimiento. No

alentarán en los jóvenes el deseo o el empeño de exhibir su habilidad o su pericia.

El que mira más allá de sí, será humilde, y sin embargo, poseerá una dignidad que

lo capacitará para no sentirse disminuido ni desconcertado ante el fausto exterior o

la grandeza humana.

Las virtudes que adornan el carácter no se desarrollan por la aplicación de leyes o

reglas arbitrarias, sino como resultado de morar en la atmósfera de lo puro, lo

noble y lo verdadero. Y dondequiera haya pureza de corazón y nobleza de

carácter, se revelarán en la acción y la palabra. "El que ama la limpieza de

corazón, por la gracia de sus labios tendrá la amistad del rey".* 238

Lo que ocurre con el lenguaje sucede con cualquier otro motivo de estudio. Debe

ser dirigido de modo que tienda al fortalecimiento y la edificación del carácter. A

ningún ramo de estudio se puede aplicar esto en tan extenso grado como a la

historia. Considéresela desde el punto de vista divino.

Según se la enseña con demasiada frecuencia, la historia es poco más que un

informe acerca de la ascensión y la caída de los reyes; de las intrigas palaciegas,

las victorias y derrotas de ejércitos: Una historia de la ambición y la avaricia, el

engaño, la crueldad y el derramamiento de sangre. Si se la enseña así,

necesariamente sus resultados serán perjudiciales. La repetición dolorosa de

crímenes y atrocidades, las enormidades y las crueldades descritas, siembran

semillas que en muchas vidas dan como fruto una cosecha de mal.

Mucho mejor es aprender, a la luz de la Palabra de Dios, las causas que

condicionan el surgimiento y la caída de los reinos. El joven debería estudiar estos

relatos y notar cómo en la verdadera prosperidad de las naciones ha tenido que

ver la aceptación de los principios divinos. Debería estudiar la historia de los

grandes movimientos de reforma, y notar cuán a menudo sus principios -aunque

despreciados y odiados, y aunque sus defensores fueron llevados a la cárcel y al

cadalso-, han triunfado mediante esos mismos sacrificios.

Semejante estudio dará perspectivas amplias y abarcantes a la vida. Ayudará a

los jóvenes a comprender algo de su interrelación y su interdependencia con los

demás, de la forma maravillosa como estamos ligados en la gran fraternidad de la

sociedad y las naciones, y en cuán amplia medida la opresión o degradación de

un miembro significa pérdida para todos.

Al enseñar matemáticas, se lo debiera hacer en forma práctica. Se debería

enseñar a todo joven y 239 a todo niño no solamente a resolver problemas

imaginarios, sino a llevar cuenta exacta de sus propios ingresos y gastos.

Aprenda, usándolo, el debido uso del dinero. Enséñese a los niños y niñas a elegir

y comprar su ropa, sus libros y otras cosas, ya sea que los paguen sus padres o

ellos mismos con sus propias ganancias; y si llevan cuenta de sus gastos

aprenderán, como no lo lograrían de otro modo, a valorar y usar el dinero. Este

tipo de educación les enseñará a distinguir la diferencia que existe entre la

verdadera economía y la mezquindad por un lado, y el despilfarro por el otro.

Debidamente dirigida, fomentará hábitos de generosidad. Ayudará a los jóvenes a

aprender a dar, no por el mero impulso del momento cuando se conmueven sus

sentimientos, sino regular y sistemáticamente.

De este modo, todo ramo de estudio puede llegar a ayudar en la solución del

mayor de los problemas: La educación de hombres y mujeres para que asuman

mejor las responsabilidades de la vida. 240

Los Modales

"El amor no hace nada indebido".

POCO se aprecia el valor de la cortesía. Muchos cuyos corazones son

bondadosos, tienen modales que carecen de bondad. Muchos que inspiran

respeto por su sinceridad y rectitud, están tristemente desprovistos de afabilidad.

Esta falla malogra su propia felicidad, y reduce su servicio en favor de los demás.

Los descorteses sacrifican muchas de las experiencias más dulces y beneficiosas

de la vida, con frecuencia debido a su falta de reflexión.

Los padres y maestros deberían cultivar especialmente la alegría y la cortesía.

Todos pueden poseer un rostro feliz, una voz suave y modales corteses; y éstos

son elementos poderosos. Los niños se sienten atraídos por los modales alegres y

animosos. Si los tratan con bondad y cortesía, manifestarán el mismo espíritu

hacia ustedes y entre sí.

No se aprende la verdadera cortesía solamente practicando las reglas de

urbanidad. En todo momento debe observarse un comportamiento adecuado;

dondequiera que no haya que transigir con los principios, la consideración hacia

los demás inducirá a adaptarse a costumbres aceptadas; pero la verdadera

cortesía no requiere el sacrificio de los principios en aras de los

convencionalismos sociales. No sabe de castas. Enseña el respeto propio, el

respeto a la dignidad del hombre en su calidad de tal, y la consideración hacia

todo miembro de la gran confraternidad humana. 241

Existe el peligro de concederle demasiado valor a la mera forma y a los modales, y

dedicar demasiado tiempo a la educación en este aspecto. La vida de esfuerzo

persistente requerida de todo joven, el trabajo duro y a menudo desagradable que

requieren incluso los deberes comunes de la vida, y mucho más cuando se trata

de aligerar la pesada carga de ignorancia y desgracia del mundo, le dejan poco

lugar a los convencionalismos.

Muchos de los que le dan mucha importancia a la urbanidad, manifiestan poco

respeto por todo lo que, por excelente que sea, no concuerda con su norma

artificial de conducta. Esto es falsa educación. Fomenta el orgullo y una actitud de

crítica, como asimismo un estrecho exclusivismo.

La esencia de la verdadera cortesía es la consideración hacia los demás. La

educación esencial y duradera es la que amplía el ámbito de la simpatía, y

estimula la bondad hacia todo el mundo. La pretendida cultura que no induce al

joven a ser comedido con sus padres, a apreciar sus buenas cualidades, a ser

tolerante con sus defectos y solícito con sus necesidades; que no lo mueve a ser

considerado y afectuoso, a ser generoso y útil con el joven, el anciano y el

desafortunado, y cortés con todos, es un fracaso.

Se aprende más acerca del verdadero refinamiento del pensamiento y los modales

en la escuela del divino Maestro, que por la observancia de reglas establecidas.

Su amor, al llenar el corazón, da al carácter esos toques de refinamiento que lo

asemejan al suyo. Esta educación imparte una dignidad nacida en el cielo y una

noción clara de lo que es correcto. Da una dulzura al carácter y una suavidad a los

modales que jamás podrá igualar el barniz superficial de la sociedad elegante.

La Biblia prescribe la cortesía y presenta muchas ilustraciones del espíritu

abnegado, la gracia amable 242 y el genio atractivo, que caracterizan la verdadera

cortesía. Son sólo reflejos del carácter de Cristo. De él proceden toda la ternura y

la cortesía verdaderas del mundo, aún la de los que no invocan su nombre. Y él

desea que estas características se reflejen perfectamente en sus hijos. Su

propósito es que en nosotros contemplen los hombres su belleza.

El más valioso tratado acerca de la cortesía que jamás se haya escrito, es la

preciosa instrucción dada por el Salvador, mediante la manifestación del Espíritu

Santo por medio del apóstol Pablo, palabras que -deberían ser grabadas

indeleblemente en la memoria de todo ser humano, joven o anciano:

"Como yo os he amado, que también os améis unos a otros".*

"El amor es sufrido, es benigno;

El amor no tiene envidia,

El amor no es jactancioso,

No se envanece;

No hace nada indebido,

No busca lo suyo,

No se irrita, no guarda rencor;

No se goza de la injusticia,

Mas se goza de la verdad.

Todo lo sufre, todo lo cree,

Todo lo espera, todo lo soporta.

El amor nunca deja de ser".*

Otro don precioso que debería ser cuidadosamente cultivado es la reverencia. La

verdadera reverencia hacia Dios tiene su origen en la comprensión de su infinita

grandeza, y en la sensación de su presencia. El corazón de todo niño debería ser

profundamente impresionado por esta presencia del Invisible. Debería enseñarse

al niño a considerar sagrados la hora y el 243 lugar de la oración y los cultos

públicos, porque Dios está en ellos. Y al manifestar reverencia en la actitud y la

conducta, el sentimiento que lo inspire se profundizará.

Convendría tanto a los jóvenes como a los ancianos estudiar, meditar y a menudo

repetir las palabras de la Santa Escritura que explican cómo debería considerarse

el lugar señalado por la presencia especial de Dios.

"Y dijo: No te acerques; quita calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás,

tierra santa es".*

Jacob, después de contemplar la visión de los ángeles, exclamó: "Ciertamente

Jehová está en este lugar y yo no lo sabía... No es otra cosa que casa de Dios, y

puerta del cielo".* "Mas Jehová está en su santo templo; calle delante de él toda la

tierra".*

"Porque Jehová es Dios grande,

Y Rey grande sobre todos los dioses...

Venid, adoremos y postrémonos;

Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor".

"El no hizo, y no nosotros a nosotros mismos;

Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado.

Entrad por sus puertas con acción de gracias,

Por sus atrios con alabanza;

Alabadle, bendecid su nombre".*

También se debería manifestar reverencia hacia el nombre de Dios. Nunca se lo

debiera pronunciar a la ligera o con indiferencia. Hasta en la oración habría que

evitar su repetición frecuente o innecesaria.

"Santo y temible es su nombre".* Los ángeles, al pronunciarlo, cubren sus rostros.

¡Con cuánta reverencia deberíamos pronunciarlo nosotros que somos caídos y

pecadores! 244 Tendríamos que reverenciar la Palabra de Dios. Deberíamos

manifestar respeto por cada ejemplar de ella no darle usos comunes ni manejarlo

descuidadamente. Nunca se debería citar la Escritura en broma, ni usada para

decir un chiste. "Toda palabra de Dios es limpia". "Como plata refinada en horno

de tierra, purificada siete veces".*

Sobre todo se debería enseñar a los niños que la verdadera reverencia se

manifiesta por medio de la obediencia. Nada de lo que Dios ha ordenado carece

de importancia y no hay otra manera de manifestar reverencia que tanto le agrade

como la obediencia a lo que él ha dicho.

Se debería reverenciar a los representantes de Dios: pastores, maestros y padres,

llamados a hablar y actuar en su lugar. Se honra a Dios cuando se manifiesta

respeto por ellos.

Y Dios ha mandado especialmente que se manifieste tierno respeto hacia los

ancianos. "Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia " .*

Habla de batallas que se libraron y victorias que se ganaron; de responsabilidades

que se asumieron y de tentaciones que se resistieron, Habla de pies cansados

que se acercan al descanso, de puestos que pronto quedarán vacantes. Ayúdese

a los niños a pensar en esto, y entonces allanarán el camino de los ancianos

mediante su cortesía y su respeto, y añadirán gracia y belleza a sus jóvenes vidas

si prestan atención a este mandato: "Delante de las canas te levantarás, y

honrarás el rostro del anciano".*

Los padres, las madres y los maestros necesitan apreciar más plenamente la

responsabilidad y el honor que Dios les ha conferido al hacerlos, con respecto al

niño, sus propios representantes. El carácter 245 que manifiesten en su conducta

de todos los días, le servirá al niño para interpretar, para bien o para mal, estas

palabras de Dios:

"Como el padre se compadece de los hijos, se compadece Jehová de los que le

temen". "Como aquel a quien consuela su madre, así os consolaré yo a vosotros".*

Feliz el niño en quien estas palabras despiertan amor, gratitud y confianza; para

quien la ternura, la justicia y la tolerancia de los padres y el maestro interpretan el

amor, la justicia y la tolerancia de Dios; el niño que, por la confianza, la sumisión y

la reverencia hacia sus protectores terrenales aprende a confiar, obedecer y

reverenciar a su Dios. Aquel que imparte al niño o al alumno semejante don, lo

dota de un tesoro más precioso que la riqueza de todos los siglos: Un tesoro tan

duradero como la eternidad. 246

La Relación de la Indumentaria con la Educación

"Se atavíen de ropa decorosa". "Toda gloriosa es la hija del rey en su morada".

N0 PUEDE ser completo ningún sistema de educación que no enseñe principios

sanos en cuanto a la indumentaria. Si carece de esa enseñanza, la obra de la

educación a menudo se estanca y se pervierte. El amor a los vestidos y la

devoción a la moda se cuentan entre los más formidables rivales y los obstáculos

más efectivos del maestro.

La moda es una ama que gobierna con mano de hierro. En muchísimos hogares

sus exigencias absorben la fuerza, el tiempo y la atención de padres e hijos. Los

ricos tienen la ambición de superarse unos a otros al seguir sus estilos siempre

cambiantes; la clase media y los pobres se esfuerzan por aproximarse a la norma

establecida por los que suponen superiores. Donde los medios o la fuerza son

limitados, y es grande la ambición de pertenecer a la clase social superior, la

carga resulta casi insoportable.

A muchas personas no les importa que un vestido sea sentador o hermoso; si la

moda cambia, lo reforman o lo desechan. Los miembros de la familia están

condenados a trabajar incesantemente. No tienen tiempo para educar a los niños,

orar o estudiar la Biblia, ni ayudar a los pequeños a conocer a Dios por medio de

sus obras. 247

No tienen tiempo ni dinero para hacer obras de caridad, y con frecuencia la

provisión de su mesa es escasa. Eligen mal el alimento y lo preparan

precipitadamente, para satisfacer sólo en parte las demandas del organismo. El

resultado es la adquisición de malos hábitos de alimentación que causan

enfermedades o conducen a la intemperancia.

El amor a la ostentación produce extravagancia y en muchos jóvenes mata la

aspiración a llevar una vida más noble. En vez de esforzarse por obtener una

educación, pronto consiguen un empleo para ganar dinero y satisfacer la pasión

por los vestidos. Y esta pasión conduce a más de una joven a la ruina.

En muchos hogares los recursos de la familia resultan insuficientes. El padre,

incapaz de satisfacer las demandas de la madre y los hijos, se siente tentado a

proceder con deshonestidad, y el resultado también es la ruina y la deshonra.

Ni siquiera el día de descanso y los cultos se libran del dominio de la moda. Por el

contrario, proporcionan la oportunidad para el mayor despliegue de su poder. La

iglesia se transforma en una especie de desfile de modas, y se estudian éstas más

que el sermón. Los pobres, incapaces de responder a las demandas de la moda,

permanecen fuera de la iglesia. El día de descanso transcurre en la ociosidad y,

para la juventud, con frecuencia en compañías desmoralizadoras.

En la escuela, el vestido inapropiado e incómodo incapacita a las niñas para el

estudio o la recreación. Sus mentes están preocupadas, y es tarea difícil para

quien enseña despertar su interés.

Para romper el encanto de la moda, el maestro no encuentra a menudo medio

más eficaz que el contacto con la naturaleza. Gusten los alumnos la delicia de

estar junto a un río, un lago o el mar; trepen por las colinas, contemplen la gloria

de la puesta del sol, y exploren los tesoros del bosque 248 el campo; conozcan el

placer de cultivar plantas y flores, y la importancia de una cinta o un adorno

superfluo les resultará insignificante.

Hágase ver a los niños que en la indumentaria, lo mismo que en el régimen

alimentarlo, la vida sencilla es Indispensable para el pensamiento elevado.

Hágaseles ver cuánto hay que aprender y hacer; cuán preciosos son los días de la

juventud como preparación para la obra de la vida. Ayúdeseles a descubrir los

tesoros que hay en la Palabra de Dios, en el libro de la naturaleza y en las

historias de las vidas nobles.

Diríjanse sus mentes a los dolientes que podrían aliviar. Ayúdeseles a ver que por

cada peso derrochado en lujos, el que lo gasta se priva de medios de alimentar al

hambriento, vestir al desnudo y consolar al afligido.

No pueden permitirse desperdiciar las gloriosas oportunidades de la vida, para

atrofiar la mente, arruinar la salud y la felicidad, por obedecer mandatos que no

tienen fundamento en la razón, la comodidad ni la elegancia.

Al mismo tiempo debería enseñarse a los jóvenes a aprender esta lección de la

naturaleza: "Todo lo hizo hermoso en su tiempo".* En el vestido, lo mismo que en

todas las demás cosas, tenemos el privilegio de honrar a nuestro Creador. No sólo

desea que éste sea limpia, y saludable, sino apropiado y sentador.

Se juzga el carácter de una persona por el estilo de su vestido. El gusto refinado y

la mente cultivada se revelarán en la elección de atavíos sencillos y apropiados.

La casta sencillez en el vestir, unida a la modestia de la conducta, ejercerá una

decisiva influencia para rodear a una joven de una atmósfera de reserva sagrada,

que a su vez será para ella un escudo contra miles de peligros. 249

Enséñese a las niñas que el arte de vestir incluye la habilidad de confeccionar sus

propios vestidos. Toda joven debería albergar esta ambición. Es un medio para

lograr utilidad e independencia que no puede permitirse desperdiciar.

Es justo amar la belleza y desearla; pero Dios desea que primero amemos y

busquemos la belleza superior, imperecedera. Las producciones más descollantes

del ingenio humano no poseen belleza alguna que pueda compararse a la

hermosura de carácter que a su vista es de "gran precio".

Enséñese a los jóvenes y niños a escoger para sí la vestidura real tejida en el telar

del cielo, el "lino fino, limpio... resplandeciente"* que usarán todos los santos de la

tierra. Se ofrece gratuitamente a todo ser humano esta vestidura, el carácter

inmaculado de Cristo. Pero todos los que la reciban la han de recibir y usar aquí.

Enséñese a los niños que al abrir la mente a los pensamientos puros y amantes, y

al hacer algo útil y amable, se visten con el hermoso atuendo del carácter de

Cristo. Ese traje les dará hermosura e influirá para que sean amados aquí, y más

adelante será su título de admisión al palacio del Rey. Su promesa es: "Andarán

conmigo en vestiduras blancas, porque son dignos".* 250

El Sábado

"Será una señal entre mí y vosotros... para que sepáis que yo soy Jehová."

EL VALOR del sábado como medio de educación es inestimable. Cualquier cosa

que Dios nos pida, nos la devuelve enriquecida y transfigurada con su propia

gloria. El diezmo que pedía a Israel era dedicado a conservar entre los hombres,

en su gloriosa belleza, el modelo de su templo en el cielo, la señal de su presencia

en la tierra. Del mismo modo, la porción de tiempo que pide nos es devuelta con

su nombre y su sello. Es "una señal -dice-, entre mí y vosotros. . . para que sepáis

que yo soy Jehová"; porque "en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar,

y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová

bendijo el día de reposo y lo santificó".*

El sábado es una señal del poder creador y redentor; señala a Dios como fuente

de vida y conocimiento; recuerda al hombre la gloria primitiva y así da testimonio

del propósito de Dios de volvernos a crear a su imagen.

El sábado y la familia fueron instituidos en el Edén, y en el propósito de Dios están

indisolublemente unidos. En ese día, más que en cualquier otro, nos es posible

vivir la vida del Edén. Era el plan de Dios que los miembros de la familia se

asociaran en 251 el trabajo y el estudio, en el culto y la recreación, el padre como

sacerdote de su casa, y él y la madre, como maestros y compañeros de sus hijos.

Pero los resultados del pecado, al modificar las condiciones de la vida, han

impedido, en extenso grado, esta asociación. Con frecuencia ocurre que el padre

apenas ve los rostros de sus hijos durante la semana. Se encuentra casi

totalmente privado de la oportunidad de ser compañero de ellos e instruirlos. Pero

el amor de Dios ha puesto un límite a las exigencias del trabajo. En su día reserva

a la familia la oportunidad de tener comunión con él, con la naturaleza y con su

prójimo.

Puesto que el sábado es una institución recordativa del poder creador es, entre

todos los días, aquel en que deberíamos familiarizarnos especialmente con Dios

por medio de sus obras. En la mente de los niños, el solo pensamiento del sábado

debería estar ligado al de la belleza de las cosas naturales. Feliz la familia que

puede ir al lugar de culto el sábado, como Jesús y sus discípulos iban a la

sinagoga, a través de campos y bosques, o a lo largo de la costa del lago. Felices

los padres que pueden enseñar a sus hijos la Palabra escrita de Dios con

ilustraciones obtenidas de las páginas abiertas del libro de la naturaleza; que

pueden reunirse bajo los árboles verdes, al aire fresco y puro, para estudiar la

Palabra y cantar alabanzas al Padre celestial.

Por medio de esta relación, los padres pueden ligar sus hijos a sus corazones, y

de este modo a Dios, con lazos que nunca podrán se quebrantados.

Como medios de educación intelectual, las oportunidades que ofrece el sábado

son inapreciables. Estúdiese la lección de la escuela sabática, no por medio de

una rápida ojeada dada al texto de la lección el sábado de mañana, sino mediante

el estudio cuidadoso 252 de la lección para la semana siguiente, el sábado de

tarde, y el repaso y la ejemplificación diarios durante la semana. Así la lección se

grabará en la memoria y será un tesoro que jamás se perderá totalmente.

Al escuchar un sermón, los padres y los niños deberían anotar el texto y los

versículos citados y, tanto como sea posible, la ilación del pensamiento, para

repetírselos unos a otros en la casa. Esto contribuirá a aliviar el cansancio con que

los niños tan a menudo escuchan un sermón, y cultivará en todos el hábito de

prestar atención y seguir los pensamientos que se presentan.

La meditación en los temas sugeridos abrirá al estudiante tesoros en los que

jamás soñó, y experimentará en su vida la realidad de esta declaración bíblica:

"Fueron halladas tus palabras, y yo las comí; y tu palabra me fue por gozo y por

alegría de mi corazón".*

"Y meditaré en tus estatutos". "Deseables son más que el oro, y más que mucho

oro afinado... Tu siervo es además amonestado con ellos; en guardarlos hay

grande galardón".* 253

La Fe y la Oración

"Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera". "Creed que lo recibiréis, y os

vendrá".

LA FE significa confiar en Dios, creer que nos ama y sabe mejor qué es lo que no

conviene. Por eso nos induce a escoger su camino en lugar del nuestro. En vez de

nuestra ignorancia, acepta su sabiduría; en vez de nuestra debilidad, su fuerza; en

vez de nuestra pecaminosidad, su justicia. Nuestra vida, nosotros mismos, ya

somos suyos; la fe reconoce su derecho de propiedad, y acepta su bendición. La

verdad, la justicia y la pureza han sido señaladas como los secretos del éxito en la

vida. Es la fe la que nos pone en posesión de estos principios.

Todo buen impulso o aspiración es un don de Dios; la fe recibe de Dios la única

vida que puede producir desarrollo y eficiencia verdaderos.

Se debería explicar claramente cómo se puede ejercer fe. Toda promesa de Dios

tiene ciertas condiciones. Si estamos dispuestos a hacer su voluntad, toda su

fuerza nos pertenece. Cualquier don que nos prometa se encuentra en la promesa

misma. "La semilla es la palabra de Dios".* Tan ciertamente como se encuentra la

semilla del roble en la bellota. se encuentra el don de Dios en su promesa. Si

recibimos la promesa, recibimos el don.

La fe que nos capacita para recibir los dones de Dios, es en sí misma un don del

cual se imparte una porción a cada ser humano. Aumenta a medida que se la usa

para asimilar la Palabra de Dios. A fin de 254 fortalecer la fe debemos ponerla a

menudo en contacto con la Palabra.

Al estudiar la Biblia, el estudiante debería ser inducido a ver el poder de la Palabra

de Dios. En ocasión de la creación, "él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió". El

"llama las cosas que no son, como si fuesen"*, porque cuando las llama, entonces

existen.

¡Cuán a menudo los que confiaron en la Palabra de Dios, aunque eran en sí

mismos completamente impotentes, han resistido el poder del mundo entero!

Enoc, de corazón puro y vida santa, puso su fe en el triunfo de la justicia frente a

una generación corrupta y burladora; Noé y su casa resistieron a los hombres de

su época, hombres de gran fuerza física y mental, y de la más degradada

moralidad; los hijos de Israel, que junto al Mar Rojo no eran más que una

indefensa y aterrorizada multitud de esclavos, resistieron al más poderoso ejército

de la más poderosa nación del globo; David, que era sólo un pastorcillo a quien

Dios le había prometido el trono, resistió a Saúl, el monarca reinante, dispuesto a

no ceder su poder. El mismo hecho se destaca en el caso de Sadrac y sus

compañeros en el horno de fuego y Nabucodonosor en el trono; Daniel entre los

leones y sus enemigos en los puestos elevados del reino; Jesús en la cruz y los

sacerdotes y príncipes judíos que presionaron al gobernador romano para que

hiciera su voluntad; Pablo encadenado y condenado a sufrir la muerte de un

criminal, y Nerón, déspota de un imperio mundial.

No sólo en la Biblia se encuentran estos ejemplos. Abundan en los anales del

progreso humano. Los valdenses y los hugonotes, Wiclef y Hus, Jerónimo y

Lutero, Tyndale y Knox, Zinzendorf y Wesley, y muchos más, han dado testimonio

del poder de la Palabra de Dios contra el poder y el proceder humanos que

apoyan al mal. Estos constituyen la 255 verdadera nobleza del mundo.

Constituyen su realeza. Se invita a los jóvenes de hoy a ocupar sus lugares.

La fe es necesaria tanto en los asuntos más pequeños como en los mayores de la

vida. En todos nuestros negocios y nuestras ocupaciones diarias, la fuerza

sustentadora de Dios llega a ser real para nosotros por medio de una confianza

constante.

Considerada en su aspecto humano, la vida es para todos un sendero

desconocido. Es un camino por el cual, en lo que a nuestras más íntimas

experiencias se refiere, andamos solos. Ningún otro ser humano puede penetrar

plenamente en nuestra vida íntima. Al emprender el niño ese viaje en el cual tarde

o temprano deberá escoger su curso y decidir las consecuencias de la vida para la

eternidad, ¡cuán ferviente debería ser el esfuerzo hecho para dirigir su fe al Guía y

Ayudador infalible!

Como escudo contra la tentación e inspiración para ser puros y sinceros, ninguna

influencia puede igualar a la de la sensación de la presencia de Dios. "Todas las

cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar

cuenta". "Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio" * Este

pensamiento fue el escudo de José en medio de la corrupción de Egipto. Su

respuesta a los atractivos de la tentación fue firme: "¿Cómo, pues, haría yo este

grande mal, y pecaría contra Dios". * La fe, si se la cultiva, será un escudo para

toda alma.

Solamente la sensación de la presencia de Dios puede desvanecer el temor que,

para el niño tímido, haría de la vida una carga. Grabe él en su memoria la

promesa: "El ángel de Jehová acampa alrededor de los que le temen, y los

defiende".* Lea la maravillosa historia de Eliseo cuando estaba en la ciudad de la

montaña y había entre él y el ejército 256 de enemigos armados un círculo

poderoso de ángeles celestiales. Lea cómo se le apareció el ángel de Dios a

Pedro cuando estaba en la prisión, condenado a muerte; cómo lo libertó, pasando

por entre los guardianes armados y las macizas puertas de hierro con sus cerrojos

y barrotes. Lea acerca de la escena desarrollada en el mar, cuando Pablo, el

prisionero, en viaje al lugar donde iba a ser juzgado y ejecutado, dirigió a los

soldados y marineros náufragos, abatidos por el cansancio, la falta de sueño y el

hambre, estas grandes palabras de valor y esperanza: "Pero ahora os exhorto a

tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros. . .

Porque esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a quien

sirvo, diciendo: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César; y he

aquí, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Con fe en esta

promesa, Pablo aseguró a sus compañeros: "Pues ni aún un cabello de la cabeza

de ninguno de vosotros perecerá". Así ocurrió. Por el hecho de estar en ese barco

un hombre por medio del cual Dios podía obrar, todo el contingente de soldados y

marineros paganos se salvó. "Y así aconteció que todos se salvaron saliendo a

tierra".*

No fueron escritas estas cosas únicamente para que las leamos y nos

asombremos, sino para que la misma fe que obró en los siervos de Dios de

antaño, obre en nosotros. Doquiera haya corazones llenos de fe que sirvan de

conducto transmisor de su poder, no será menos notable su modo de obrar ahora

que entonces.

A los que, por falta de confianza propia, evitan tareas y responsabilidades,

enséñeseles a confiar en Dios. Así más de uno que de otro modo no sería más

que una cifra en el mundo, tal vez una carga impotente, podrá decir con el apóstol

Pablo: "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece".* 257 También tiene la fe

preciosas lecciones para el niño sensible a las ofensas. La disposición a resistir el

mal o vengar el agravio recibe a menudo su impulso de un profundo sentimiento

de justicia y un espíritu activo y enérgico. Enséñese a ese niño que Dios es el

guardián eterno de la justicia. Cuida tiernamente a los seres que ama al punto de

dar a su amado Hijo para salvarlos. El se entenderá con cada malhechor.

"Porque el que os toca, toca a la niña de su ojo".*

"Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará. Exhibirá tu justicia

como la luz, y tu derecho como el mediodía".*

"Jehová será refugio del pobre, refugio para el tiempo de angustia. En ti confiarán

los que conocen tu nombre, por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que

te buscaron".*

Dios nos manda que manifestemos hacia otros la compasión que él manifiesta

hacia nosotros. Contemplen el impulsivo, el engreído y el vengativo al Ser humilde

y manso llevado como cordero al matadero, mudo como la oveja ante los que la

esquilan. Contemplen a Aquel a quien han traspasado nuestros pecados y

abrumado nuestras penas, y aprenderán a soportar, tolerar y perdonar.

Por la fe en Cristo se puede suplir toda deficiencia de carácter, purificar toda

impureza, corregir toda falta y desarrollar toda buena cualidad.

"Vosotros estáis completos en él".*

La oración y la fe están íntimamente ligadas y necesitan ser estudiadas juntas. En

la oración de fe hay una ciencia divina; es una ciencia que debe comprender todo

el que quiera tener éxito en la obra de su vida. Cristo dice: "Todo lo que pidiereis

orando, 258 creed que lo recibiréis, y os vendrá".* El explica claramente que

nuestra petición debe estar de acuerdo con la voluntad de Dios; debemos pedir

cosas que él haya prometido y todo lo que recibamos debe ser usado para hacer

su voluntad. Cuando se satisfacen las condiciones, la promesa es indubitable.

Podemos pedir perdón por el pecado, el don del Espíritu Santo, un carácter como

el de Cristo, sabiduría y fuerza para hacer su obra, cualquier don que él haya

prometido; luego tenemos que creer para recibir y dar gracias a Dios por lo que

hemos recibido.

No necesitamos buscar una evidencia exterior de la bendición. El don está en la

promesa y podemos emprender nuestro trabajo seguros de que Dios es capaz de

cumplir lo que ha prometido y que el don, que ya poseemos, se manifestará

cuando más lo necesitemos.

Vivir así, dependiendo de la palabra de Dios, significa entregarle toda la vida. Se

experimentará una permanente sensación de necesidad y dependencia, una

búsqueda de Dios por parte del corazón. La oración es una necesidad porque es

la vida del alma. La oración en familia, la oración en público, tienen su lugar, pero

es la comunión secreta con Dios la que sostiene la vida del alma.

En el monte, junto a Dios, Moisés contempló el modelo del hermoso edificio que

había de ser la morada de su gloria. En el monte, junto a Dios, en el lugar secreto

de comunión, podemos contemplar su glorioso ideal para la humanidad. De ese

modo podremos levantar el edificio de nuestro carácter en forma tal que se cumpla

para nosotros su promesa: "Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos

serán mi pueblo".* 259

Jesús recibió sabiduría y poder durante su vida terrenal, en las horas de oración

solitaria. Sigan los jóvenes su ejemplo y busquen a la hora del amanecer y del

crepúsculo un momento de quietud para tener comunión con su Padre celestial. Y

durante el día eleven su corazón a Dios. A cada paso que damos en nuestro

camino, nos dice: "Porque yo Jehová soy tu Dios, quien te sostiene de tu mano

derecha. . . no temas, yo te ayudo".* Si nuestros hijos pudieran aprender estas

lecciones en el alba de su vida, ¡qué frescura y poder, qué gozo y dulzura se

manifestaría en su existencia!

VIVAMOS LO QUE CREEMOS

Estas lecciones puede enseñarlas sólo el que las ha aprendido. La enseñanza de

la Escritura no tiene mayor efecto sobre los jóvenes porque tantos padres y

maestros que profesan creer en la Palabra de Dios niegan su poder en sus vidas.

A veces los jóvenes sienten el poder de la Palabra. Ven la hermosura del amor de

Cristo. Ven la belleza de su carácter, las posibilidades de una vida dedicada a su

servicio. Pero ven en contraste la vida de los que profesan reverenciar los

preceptos de Dios. A cuántos se aplican las palabras que fueron dichas al profeta

Ezequiel:

"Los hijos de tu pueblo se mofan de ti junto a las paredes y a las puertas de las

casas, y habla el uno con el otro, cada uno con su hermano, diciendo: Venid

ahora, y oíd qué palabra viene de Jehová. Y vendrán a ti como viene el pueblo, y

estarán delante de ti como pueblo mío, y oirán tus palabras, y no las pondrán por

obra; antes hacen halagos con sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su

avaricia. Y he aquí que tú eres a ellos como cantor de 260 amores, hermoso de

voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las pondrán por obra".*

Una cosa es tratar la Biblia como un libro de instrucción moral y buena, y prestarle

atención mientras esté de acuerdo con el espíritu de la época y nuestro lugar en el

mundo, pero otra cosa es considerarla como lo que en realidad es: la palabra del

Dios viviente, la palabra que es nuestra vida, la palabra que ha de amoldar

nuestras acciones, nuestros dichos y nuestros pensamientos. Concebir la Palabra

de Dios como algo menos que esto, es rechazarla. Y este rechazamiento de parte

de los que profesan creer en ella es una de las causas principales del

escepticismo y la incredulidad de los jóvenes.

LA INVITACIÓN DE DIOS

Se está apoderando del mundo un afán nunca visto. En las diversiones, en la

acumulación de dinero, en la lucha, hasta en la lucha por la existencia, hay una

fuerza terrible que embarga el cuerpo, la mente y el alma. En medio de esta

precipitación enloquecedora, habla Dios. Nos invita a apartarnos y tener comunión

con él. "Estad quietos, y conoced que yo soy Dios".*

Muchos, aún en sus momentos de devoción, no reciben la bendición de la

verdadera comunión con Dios. Están demasiado apurados. Con pasos presurosos

penetran en la amorosa presencia de Cristo y se detienen tal vez un momento

dentro de ese recinto sagrado, pero no esperan su consejo. No tienen tiempo para

permanecer con el divino Maestro. Vuelven con sus preocupaciones al trabajo.

Estos obreros jamás podrán lograr el éxito supremo, hasta que aprendan cuál es

el secreto del poder. Tienen que dedicar tiempo a pensar, orar, esperar que Dios

renueve sus energías físicas, mentales y espirituales 261 Necesitan la influencia

elevadora de su Espíritu. Al recibirla, serán vivificados con nueva vida. El cuerpo

gastado y el cerebro cansado recibirán refrigerio, y el corazón abrumado se

aliviará.

Nuestra necesidad no consiste en detenernos un momento en su presencia, sino

en tener relación personal con Cristo, sentarnos en su compañía. Feliz será la

condición de los niños de nuestros hogares y los alumnos de nuestras escuelas

cuando tanto los padres como los maestros aprendan en sus propias vidas la

preciosa experiencia descrita en estas palabras del Cantar de los Cantares:

"Como el manzano entre los árboles silvestres,

Así es mi amado entre los jóvenes;

Bajo la sombra del deseado me senté,

Y su fruto fue dulce a mi paladar.

Me llevó a la casa del banquete, Y su bandera sobre mí fue amor".* 262

La Obra de la Vida

"Una cosa hago".

EL EXITO en cualquier actividad requiere una meta definida. El que desea lograr

verdadero éxito en la vida debe mantener constantemente en vista esa meta digna

de su esfuerzo. Esa es la que se propone hoy a los jóvenes. El propósito señalado

por el cielo de dar el Evangelio al mundo en esta generación, es el más noble que

pueda atraer a cualquier ser humano. Ofrece un campo de acción a todo aquel

cuyo corazón ha sido conmovido por Cristo.

El propósito de Dios para los niños que crecen en nuestros hogares es más

amplio, más profundo y más elevado e lo que ha logrado abarcar nuestra

restringida visión. En lo pasado, Dios ha llamado a personas del origen más

humilde a las cuales consideró fieles, para que dieran testimonio acerca de él en

los sitios más encumbrados del mundo. Y más de un muchacho de hoy día que se

esté desarrollando como lo hacia Daniel en su hogar de Judea, estudiando la

Palabra de Dios y sus obras, y aprendiendo lecciones de servicio fiel, se hallará

aún ante asambleas legislativas, en tribunales de justicia o en cortes reales, como

testigo del Rey de reyes. Multitudes serán llamados a ejercer un ministerio más

amplio. El mundo entero se abre al Evangelio. Etiopía tiende sus manos a Dios.

Desde el Japón, la China y la India, de los países que aún están en tinieblas en

nuestro continente, de toda región del mundo, llega el clamor de corazones

heridos por el pecado que 263 ansían conocer al Dios de amor. Hay millones y

millones que no han oído siquiera hablar de Dios ni de su amor revelado en Cristo.

Tienen derecho a recibir ese conocimiento. Tienen tanto derecho como nosotros a

participar de la misericordia del Salvador. Y a los que hemos recibido este

conocimiento, junto con nuestros hijos a quienes podemos impartirlo, nos toca

responder a su clamor. A toda casa y toda escuela, a todo padre, maestro y niño

sobre los cuales ha brillado la luz del Evangelio, se formula en este momento

crítico la pregunta que se le hizo a Ester en aquella crisis decisiva de la historia de

Israel: "¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?"*

Los que piensan en el resultado de apresurar o impedir la proclamación del

Evangelio, lo hacen con relación a sí mismos y al mundo; pocos lo hacen con

relación a Dios. Pocos piensan en el sufrimiento que el pecado causó a nuestro

Creador. Todo el cielo sufrió con la agonía de Cristo; pero ese sufrimiento no

empezó ni terminó cuando se manifestó en el seno de la humanidad. La cruz es,

para nuestros sentidos entorpecidos, una revelación del dolor que, desde su

comienzo, produjo el pecado en el corazón de Dios. Le causan pena toda

desviación de la justicia, todo acto de crueldad, todo fracaso de la humanidad en

cuanto a alcanzar su ideal. Se dice que, cuando sobrevinieron a Israel las

calamidades que eran el seguro resultado de la separación de Dios:

sojuzgamiento a sus enemigos, crueldad y muerte, Dios "fue angustiado a causa

de la aflicción de Israel". "En toda angustia de ellos él fue angustiado. . . Y los

levantó todos los días de la antigüedad".*

Su "Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles". Cuando "la

creación gime a una"*, el corazón del Padre infinito gime porque 264 simpatiza con

nosotros. Nuestro mundo es un vasto lazareto, un escenario de miseria al cual no

nos atrevemos a dedicar siquiera nuestros pensamientos. Si nos diéramos cuenta

exacta de lo que es, el peso sería demasiado aplastante. Sin embargo, Dios lo

siente todo. Para destruir el pecado y sus consecuencias, dio a su Hijo amado y

nos permite que, mediante la cooperación con él, terminemos con esta escena de

miseria. "Y será predicado este Evangelio del reino en todo el mundo, para

testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin".*

"Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura"*, es la orden de

Cristo a sus seguidores. No quiere decir esto que todos sean llamados a ser

pastores o misioneros en el sentido común de la palabra; pero todos pueden ser

colaboradores con él para dar las "buenas nuevas" a sus semejantes. Se da la

orden a todos: grandes o chicos, instruidos o ignorantes, ancianos o jóvenes.

En vista de esta orden, ¿podemos educar a nuestros hijos para una vida de

convencionalismo respetable, una vida de aparente cristianismo pero que carezca

de la abnegación del Maestro, una vida para la cual el veredicto de Aquel que es

la verdad sea: "No os conozco"?

Miles lo hacen. Piensan asegurar a sus hijos los beneficios del Evangelio, mientras

niegan su espíritu. Pero esto no es posible. Los que no aceptan el privilegio de la

comunión con Cristo en el servicio, rechazan la única educación que podría

capacitarlos para participar con él de la gloria; rechazan la preparación que en

esta vida da fuerza y nobleza de carácter. Más de un padre y una madre que

negaron sus hijos a la cruz de Cristo, se dieron cuenta demasiado tarde que de

ese modo los entregaban al enemigo de Dios y el hombre. Sellaron su ruina, no

sólo para la vida futura, sino para la presente. 265

La tentación los venció. Llegaron a ser una maldición para el mundo, y dolor y

vergüenza para los que les dieron el ser.

Incluso cuando quieren prepararse para el servicio de Dios, muchos se desvían

debido a los malos métodos de educación. Generalmente se considera la vida

como formada por distintos períodos: el del aprendizaje, y el de la acción; el de la

preparación y el de la realización. Se envía a los jóvenes a la escuela para que,

con el conocimiento adquirido mediante el estudio de los libros, se preparen para

una vida de servicio. Apartados de las responsabilidades de la vida diaria, se

absorben en el estudio y con frecuencia pierden de vista su propósito. Muere el

ardor de su temprana consagración y en muchos nace una ambición personal

egoísta. Al graduarse, miles se encuentran fuera de contacto con la vida. Han

tratado durante tanto tiempo con cosas abstractas y teóricas, que cuando todo el

ser debe despertar para hacer frente a las luchas violentas de la vida real, se

encuentran sin preparación. En vez de la obra noble que se habían propuesto, sus

energías se hallan absorbidas en la lucha por la mera subsistencia. Después de

repetidas desilusiones, con dificultades hasta para ganarse honradamente la vida,

muchos se dejan arrastrar por procedimientos dudosos o criminales. Se priva al

mundo del servicio que debiera haber recibido, y a Dios, de las almas que

anhelaba elevar, ennoblecer y honrar como representantes suyas.

Muchos padres se equivocan al establecer diferencias entre sus hijos cuando se

trata de la educación. Hacen casi cualquier sacrificio para ofrecer todas las

ventajas posibles a uno que parece inteligente y apto, pero no creen que esas

mismas oportunidades sean necesarias para los menos promisorios. Se cree que

poca educación basta para cumplir con los deberes comunes de la vida. 266

Pero, ¿quién es capaz de decidir entre un conjunto de niños cuál de ellos ha de

llevar las responsabilidades más importantes? ¡Cuán a menudo se ha equivocado

en esto el criterio humano! Recuérdese el caso de Samuel cuando fue enviado a

ungir a uno de los hijos de Isaí como rey de Israel. Desfilaron ante él siete jóvenes

de aspecto noble. Al contemplar al primero, de rasgos hermosos, formas bien

desarrolladas y porte principesco, el profeta exclamó: "¡De cierto delante de

Jehová está su ungido!" Pero Dios le dijo: "No mires a su parecer, ni a lo grande

de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová mira no lo que mira el

hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el

corazón". De los siete, el testimonio dado fue: "Jehová no ha elegido a éstos".* Y

no se permitió al profeta cumplir su misión hasta que llamaron a David, que estaba

cuidando el rebaño.

Los hermanos mayores, entre los cuales se encontraba el que Samuel hubiera

elegido, no poseían las cualidades que Dios consideraba esenciales en un

dirigente de su pueblo. Orgullosos, egoístas, engreídos, fueron desechados para

dar lugar al que consideraban despectivamente, al que había conservado la

sencillez y la sinceridad de su juventud y que, aunque pequeño en su propio

concepto, podía ser educado por Dios para llevar las responsabilidades del reino.

Del mismo modo hoy, en más de un niño cuyos padres lo pasarían por alto, Dios

ve aptitudes superiores a las que se manifiestan en otros a quienes se cree

promisorios.

Y en cuanto a las posibilidades de la vida, ¿quién es capaz de decidir cuál es

grande y cuál pequeña? ¡Cuántos obreros que ocupan lugares humildes en la

vida, al crear factores de bendición para el mundo, han logrado resultados que los

reyes envidiarían! 267 Reciba, pues, todo niño, educación para el más alto

servicio. "Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano;

porque no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si lo uno y lo otro es

igualmente bueno".*

El lugar definido señalado para nosotros en la vida lo determinan nuestras

aptitudes. No todos alcanzan el mismo desarrollo, ni hacen con igual eficiencia el

mismo trabajo. Dios no espera que el hisopo adquiera las proporciones del cedro,

ni que el olivo alcance la altura de la majestuosa palmera. Pero todos deberíamos

aspirar a la altura a que la unión del poder humano con el divino nos permita

alcanzar.

Muchos no llegan a ser lo que debieran porque no emplean el poder que hay en

ellos. No echan mano, como deberían hacerlo, de la fuerza divina. Muchos se

desvían de la actividad en la cual alcanzarían verdadero éxito. En procura de más

honores, o de una tarea más agradable, intentan algo para lo cual no están

preparados. Más de un hombre cuyos talentos se adaptan a una vocación

determinada, desea ser profesional; y el que hubiera tenido éxito como agricultor,

artesano o enfermero, ocupa inadecuadamente el puesto de pastor, abogado o

médico. Hay otros que debieran haber ocupado un puesto de responsabilidad,

pero por falta de energía, aplicación o perseverancia, se contentan con un puesto

más fácil.

Es necesario que sigamos más estrictamente el plan de vida de Dios. Esmerarnos

en hacer el trabajo que tenemos más a mano, encomendar nuestros caminos a

Dios y estar atentos a las indicaciones de su providencia, son reglas que aseguran

el logro de una buena ocupación.

El que descendió del cielo para ser nuestro ejemplo pasó casi treinta años de su

vida dedicado al 268 trabajo manual común, pero durante ese tiempo estudió la

Palabra y las obras de Dios, y ayudó y enseñó a todos los que estaban dentro de

la esfera de su influencia. Cuando empezó su ministerio público, anduvo sanando

a los enfermos, consolando a los tristes y predicando el Evangelio a los pobres.

Esta es la obra de todos sus seguidores. "Sea el mayor entre vosotros como el

más joven" dijo, "y el que dirige, como el que sirve. Porque... yo estoy entre

vosotros como el que sirve".*

El amor y la lealtad a Cristo son la fuente de todo servicio verdadero. En el

corazón conmovido por su amor nace el deseo de trabajar por él. Estimúlese y

diríjase debidamente ese deseo. Ya sea en el hogar, el vecindario o la escuela, la

presencia del pobre, el afligido, el ignorante o el desventurado no debería ser

considerada como una desgracia, sino como el medio de proveer una preciosa

oportunidad para el servicio.

En esta obra, como en cualquiera otra, se adquiere pericia en el trabajo mismo. Se

obtiene eficiencia por medio de la preparación en los deberes comunes de la vida

y al servir a los necesitados y dolientes. Sin esto, los esfuerzos más bien

intencionados son con frecuencia inútiles y hasta perjudiciales. Los hombres

aprenden a nadar en el agua y no en la tierra.

Otra obligación, considerada ligeramente con demasiada frecuencia, que debe

explicarse a los jóvenes despiertos con respecto a las exigencias de Cristo, es la

que tiene que ver con su relación con la iglesia.

La relación de Cristo y su iglesia es muy íntima y sagrada; él es el esposo y la

iglesia la esposa; él la cabeza, y la iglesia el cuerpo. La relación con Cristo

entraña, pues, la relación con su iglesia.

Esta ha sido organizada para servir; y en una vida de servicio a Cristo la relación

con la iglesia 269 es uno de los primeros pasos que hay que dar. La lealtad a

Jesús exige la ejecución fiel de los deberes impuestos por la iglesia. Esta es una

parte importante de nuestra preparación, y una iglesia imbuida de la vida del

Maestro inducirá decididamente a sus miembros a realizar un esfuerzo en

beneficio del mundo exterior.

Hay muchas actividades en las cuales los jóvenes pueden hallar oportunidad de

realizar tareas útiles. Organícense en grupos para el servicio cristiano, y la

cooperación será para ellos una ayuda y un estímulo. Si los padres y maestros se

interesan en la obra de los jóvenes, podrán ofrecerles el beneficio de su

experiencia y ayudarles para que sean eficaces sus esfuerzos para el bien.

El trato despierta simpatía y ésta es la fuente del servicio eficaz. Para despertar en

los niños y jóvenes simpatía y espíritu de sacrificio hacia los millones que sufren

en los países distantes, familiaríceselos con ellos y sus habitantes. En este

sentido, nuestras escuelas pueden hacer mucho. En vez de hablar tanto de las

hazañas de los Alejandros y Napoleones de la historia, estudien los niños las vidas

de hombres como el apóstol Pablo y Martín Lutero, Moffat, Livingstone y Carey, y

la historia actual del esfuerzo misionero que diariamente se va desarrollando. En

vez de recargar la memoria con una sucesión de nombres y teorías que no tienen

importancia para sus vidas, y a los cuáles, una vez fuera del aula, rara vez

dedican un pensamiento, estudien todos los países a la luz del esfuerzo misionero

y familiarícense con esos pueblos y sus necesidades.

En esta etapa final de la tarea de predicar el Evangelio hay un vasto campo que

ocupar y, más que nunca antes, la obra debe alistar ayudantes de entre el común

del pueblo. Tanto jóvenes como mayores 270 serán llamados del campo, del

viñedo y del taller, y enviados por el Maestro para dar su mensaje. Muchos de

ellos habrán tenido pocas oportunidades de educarse, pero Cristo ve en ellos

cualidades que los capacitarán para cumplir su propósito. Si hacen la obra con

todo el corazón y siguen aprendiendo, Cristo los capacitará a fin de que puedan

trabajar para él.

El que conoce la profundidad de la miseria y la desesperación del mundo, conoce

los medios para aliviarlas. Ve por todas partes almas en tinieblas, abrumadas por

el pecado, el dolor y la pena. Pero también ve sus posibilidades; ve la altura

adonde pueden llegar. Aunque los seres humanos han abusado de su

misericordia, han malgastado sus talentos y han perdido la dignidad de una

condición humana semejante a la de Dios, el Creador va a ser glorificado por su

redención.

Cristo confía la responsabilidad de trabajar por estos necesitados que se

encuentran en los lugares más toscos de la tierra, a los que pueden

compadecerse del ignorante y del extraviado. Estará presente para ayudar a los

de corazón sensible a la piedad, aunque sus manos sean rudas y torpes.

Trabajará por medio de los que pueden ver misericordia en el dolor y ganancia en

la pérdida. Cuando pasa la Luz del mundo, se descubre un privilegio en las

dificultades, orden en la confusión, éxito en el aparente fracaso. Se ven en las

calamidades bendiciones disfrazadas, en los dolores, misericordias. Los obreros

provenientes del pueblo común, que comparten las penas de sus semejantes

como su Maestro compartió las de toda la especie humana, lo verán, por medio de

la fe, trabajar junto a ellos.

"Cercano está el día grande de Jehová, cercano y muy próximo".* ¡Tenemos un

mundo que amonestar! 271

Con una preparación como la que pueden obtener, miles y miles de jóvenes y

adultos debieran estar entregándose a esta obra. Muchos corazones responden

ya al llamamiento del Artífice Maestro, y su número aumentará. Preste todo

educador cristiano simpatía y cooperación a tales obreros. Anime y ayude a los

jóvenes que están bajo su cuidado a obtenerla preparación necesaria para unirse

a las filas de los obreros.

No hay tarea en la que sea posible a los jóvenes recibir mayor beneficio. Todos los

que se ocupan en el ministerio constituyen la mano ayudadora de Dios. Colaboran

con los ángeles, o más bien, son los instrumentos humanos por medio de los

cuales aquéllos llevan a cabo su misión. Los ángeles hablan por medio de sus

voces y trabajan por medio de sus manos. Y los obreros humanos, al cooperar con

los agentes celestiales, reciben el beneficio de su educación y su experiencia.

Como medio educativo, ¿qué "curso universitario" puede igualar a éste?

Con semejante ejército de obreros como el que nuestros jóvenes, bien

preparados, podrían proveer, ¡cuán pronto se proclamaría a todo el mundo el

mensaje de un Salvador crucificado, resucitado y próximo a venir! ¡Cuán pronto

vendría el fin -el sufrimiento, del dolor y del pecado! ¡Cuán pronto recibirían

nuestros hijos, en vez de una posesión aquí, marchita por el pecado y el dolor, una

herencia donde "los justos heredarán la tierra, y vivirán para siempre sobre ella";

donde "no dirá el morador: Estoy enfermo"; y "nunca más se oirán en ella voz de

lloro".* 273

EL MAESTRO SUBALTERNO

"Como me envió el Padre así también yo os envío".275

La Preparación Necesaria

"Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado".

EL PRIMER maestro del niño es la madre. En las manos de ésta se concentra en

gran parte su educación durante el período de mayor sensibilidad y más rápido

desarrollo. A ella se da en primer lugar la oportunidad de amoldar su carácter para

bien o para mal. Ella debería apreciar el valor de esa oportunidad y, más que

cualquier otro maestro, debería estar preparada para usarla de la mejor manera

posible. Sin embargo, no hay otro ser a cuya educación se preste tan poca

atención. La persona cuya influencia en materia de educación es más poderosa y

abarcante, es la que recibe menos preparación sistemática.

Aquellos a quienes se confía el cuidado del niñito desconocen a menudo sus

necesidades físicas; poco saben de las leyes de la salud o de los principios

relativos al desarrollo. Tampoco están mejor preparados para atender su

desenvolvimiento mental y espiritual. Pueden poseer cualidades que les permitan

actuar bien en los negocios o brillar en sociedad; pueden haber hecho progresos

en la literatura y la ciencia; pero saben poco de la educación de un niño. Se debe

principalmente a esta falla, en especial al descuido en los comienzos del desarrollo

físico, el hecho de que una gran proporción de los miembros de la especie

humana muera en la infancia, y de que entre los que llegan a la madurez haya

tantos para quienes la vida es una carga. 276

Sobre los padres y las madres descansa la responsabilidad de la primera

educación del niño, como asimismo de la ulterior, y por eso ambos padres

necesitan urgentemente una preparación cuidadosa y cabal. Antes de aceptar las

responsabilidades de la paternidad y la maternidad, los hombres y las mujeres

deberían familiarizarse con las leyes del desarrollo físico: con la fisiología y la

higiene, con la importancia de las influencias prenatales, con las leyes que rigen la

herencia, la salud, el vestido, el ejercicio y el tratamiento de las enfermedades;

deberían comprender también las leyes del desarrollo mental y de la educación

moral.

El Ser infinito consideró tan importante la obra de la educación, que desde su

trono envió mensajeros para que respondieran la pregunta de una futura madre:

"¿Cómo debe ser la manera de vivir del niño, y qué debemos hacer con él?"*, e

instruir a un padre en cuanto a la educación de un hijo prometido.

La educación nunca logrará lo que podría y debería llevar a cabo, hasta que se

reconozca plenamente la obra de los padres y éstos reciban una preparación que

los capacite para desempeñar sus sagradas responsabilidades.

Se admite universalmente la necesidad de la educación preparatoria del maestro;

pero pocos reconocen el carácter de la preparación más esencial. El que aprecia

la responsabilidad implícita en la educación de la juventud, se dará cuenta de que

no es suficiente la instrucción literaria y científica. El maestro debería tener una

educación más amplia que la que se obtiene por medio del estudio de los libros.

Debería poseer no sólo fuerza, sino amplitud de mente; no sólo debería ser

íntegro de alma, sino de gran corazón.

Sólo el que creó la mente y formuló sus leyes puede comprender perfectamente

sus necesidades o 277 dirigir su desarrollo. Los principios de la educación que él

ha dado constituyen la única guía segura. Una cualidad esencial para todo

maestro es el conocimiento de estos principios y que los haya aceptado de tal

manera que sean un poder dominante en su propia vida.

La experiencia en la vida práctica es indispensable. El orden, la prolijidad, la

puntualidad, el dominio propio, el genio alegre, la invariabilidad de disposición, la

abnegación, la integridad y la cortesía, son cualidades esenciales.

Por lo mismo que hay tanta bajeza, y tanta impostura rodea a los jóvenes, hay una

gran necesidad de que las palabras, el comportamiento y la conducta del maestro

representen lo elevado y lo verdadero. Los niños son perspicaces para descubrir

la afectación o cualquier otra debilidad o defecto. No hay para el maestro otro

modo de conquistar el respeto de sus alumnos que el de revelar en su propio

carácter los principios que trata de enseñarles. Unicamente al hacerlo, mientras se

relaciona diariamente con ellos, puede ejercer una influencia benéfica y

permanente sobre ellos.

En cuanto a casi todas las demás cualidades que contribuyen a su buen éxito, el

maestro depende en extenso grado del vigor físico. Mientras más buena sea su

salud, mejor será su trabajo.

Tan cansadoras son sus responsabilidades, que se requiere de su parte un

esfuerzo especial para conservar el vigor y la lozanía. A menudo se siente

descorazonado y mentalmente fatigado, con una tendencia casi irresistible a la

depresión, la indiferencia y la irritabilidad. No sólo tiene el deber de resistir esos

estados de ánimo, sino de evitar su causa. Necesita conservar el corazón puro,

afable, confiado y lleno de simpatía. A fin de estar siempre tranquilo, firme y

animado, debe conservar la fuerza mental y nerviosa. 278

Puesto que en su tarea la calidad es tanto más importante que la cantidad,

debería evitar el exceso de trabajo, el tratar de hacer demasiadas cosas, el

aceptar otras responsabilidades que lo incapacitan para su obra, y el dedicarse a

entretenimientos y actividades sociales más agotadoras que restauradoras.

El ejercicio al aire libre, especialmente el que se hace al realizar un trabajo útil, es

uno de los mejores medios de recreación para el cuerpo y la mente, y el ejemplo

del maestro inspirará en sus alumnos interés y respeto por el trabajo manual.

UNA VIDA DE CONTINUO DESARROLLO

En toda actividad el maestro debería practicar escrupulosamente los principios

relativos a la salud. No sólo debería hacerlo a causa de la relación que esto tiene

con su propia utilidad, sino también a causa de su influencia sobre los alumnos.

Debería ser sobrio en todas las cosas: Un ejemplo en el régimen alimentarlo, el

vestido, el trabajo y la recreación.

Con la salud física y la rectitud de carácter deberían combinarse amplios

conocimientos intelectuales. Cuanto más conocimiento verdadero posea el

maestro, mejor hará su trabajo. El aula no es lugar para hacer una obra superficial.

Ningún maestro que se satisfaga con un conocimiento superficial alcanzará un

grado elevado de eficiencia.

Pero la utilidad del maestro no depende tanto de su caudal de conocimientos

como del nivel que se propone alcanzar. El verdadero maestro no se contenta con

pensamientos indefinidos, una mente indolente o una memoria inactiva. Trata

constantemente de progresar más y aplicar mejores métodos. Su vida es de

continuo desarrollo. En la obra de semejante maestro hay una frescura y un poder

vivificante que despierta e inspira a los alumnos.

El maestro debe ser apto para su trabajo. Debe tener la sabiduría y el tacto

necesarios para manejar 279 las mentes. Por grande que sea su conocimiento

científico, por excelentes que sean sus cualidades en otros ramos, si no logra

conquistar el respeto y la confianza de sus alumnos, sus esfuerzos serán vanos.

Se necesitan maestros perspicaces para descubrir y aprovechar toda oportunidad

de hacer bien; maestros que al entusiasmo unan la verdadera dignidad; que sean

capaces de dominar y "aptos para enseñar"; que inspiren pensamientos,

despierten energía e impartan valor y vida.

Las oportunidades de un maestro pueden haber sido limitadas, de modo que no

haya logrado acumular, tantos conocimientos como sería de desear; sin embargo,

si sabe incursionar en las intimidades de la naturaleza humana; si siente amor

sincero por su trabajo, si aprecia su magnitud y está decidido a mejorar, si está

dispuesto a trabajar afanosa y perseverantemente, comprenderá las necesidades

de los alumnos y, mediante su espíritu comprensivo y progresista, despertará en

ellos el deseo de seguirlo mientras trata de guiarlos por el camino ascendente.

Los niños y jóvenes que el maestro tiene a su cargo difieren grandemente unos de

otros en carácter, hábitos y educación. Algunos no tienen propósito definido ni

principios establecidos. Necesitan que se los despierte para que comprendan sus

responsabilidades y posibilidades. Pocos son los niños que han sido debidamente

educados en el hogar. Algunos han sido los mimados de la casa. Toda su

educación ha sido superficial. Por habérseles permitido seguir su inclinación y

evitar las responsabilidades y los quehaceres, carecen de estabilidad,

perseverancia y abnegación. Consideran a menudo toda disciplina como una

restricción innecesaria. Otros han sido censurados y desanimados. La restricción

arbitraria y la rudeza han desarrollado en ellos la obstinación y la rebeldía. Si estos

caracteres deformados han de ser remodelados, el maestro debe hacer 280 esa

obra en la mayoría de los casos. A fin de poder hacerlo con éxito, necesita poseer

la simpatía y la perspicacia que lo habiliten para descubrir la causa de las faltas y

los errores que se manifiestan en sus alumnos. También debe poseer el tacto, la

habilidad, la paciencia y la firmeza que le permitan prestar a cada uno la ayuda

necesaria; a los vacilantes y amantes de la comodidad, el ánimo y el auxilio que

sean un estímulo para su esfuerzo; a los desalentados, la simpatía y el aprecio

que creen confianza y estimulen el esfuerzo.

CARACTERÍSTICAS DEL MAESTRO

Con frecuencia los maestros no tienen bastante trato social con los alumnos.

Manifiestan muy poca simpatía y ternura, y en cambio les sobra la dignidad que

caracteriza al juez severo. Aunque el maestro debe ser firme y decidido, no

debería ser exigente ni despótico. Ser rudo y censurador, mantenerse por encima

de los alumnos y tratarlos indiferentemente, equivale a cerrar los caminos por

medio de los cuales podría influir sobre ellos para bien.

En ninguna circunstancia debería manifestar parcialidad el maestro. Favorecer al

alumno simpático y atrayente, y asumir una actitud de crítica, impaciencia y

severidad hacia los que más necesitan estímulo y ayuda, indica que se tiene un

concepto totalmente erróneo de la obra del maestro. El carácter se prueba en el

trato con los deficientes e insoportables; y en eso se conoce si el maestro es

realmente apto o no para desempeñar su puesto.

Grande es la responsabilidad de los que se encargan de guiar un alma humana.

Los padres sinceros lo consideran como un cargo del cual nunca se librarán

totalmente. En la vida del niño, desde el primer día hasta el último, se manifiesta el

poder de ese lazo que lo liga al corazón de los padres; las acciones, las palabras,

hasta la mirada de ellos forman al niño para bien o para mal. 281 El maestro

comparte esa responsabilidad y necesita percatarse constantemente de la

santidad de ella y mantener en vista el propósito de su trabajo. No sólo ha de

desempeñar las tareas diarias para agradar a quienes patrocinan la escuela y

mantener la reputación de ésta; debe considerar el mayor bien de sus alumnos

como individuos, los deberes que la vida les va a imponer, el servicio que les

requerirá y la preparación que les demandará. La obra que hace día tras día

ejercerá sobre sus alumnos -y por medio de éstos sobre otros-, una influencia que

no cesará de extenderse y fortalecerse hasta el fin del tiempo. En aquel gran día

cuando se revisen ante Dios todas las palabras y todos los hechos, recibirá los

frutos de su trabajo.

El maestro que comprenda esto no considerará completa su obra cuando haya

terminado la rutina diaria de las clases y los alumnos no estén por un tiempo bajo

su cuidado directo. Los llevará en su corazón. El objeto constante de su estudio y

su esfuerzo será la forma de asegurar para ellos la norma más elevada que

puedan alcanzar.

PROMESAS MARAVILLOSAS

El que ve las oportunidades y los privilegios de su trabajo no permitirá que nada se

interponga en el camino del esfuerzo ferviente por mejorar. No escatimará

sacrificios para alcanzar el dechado más elevado de excelencia. Se esforzará por

ser todo lo que desea que lleguen a ser sus alumnos.

Cuanto más profundo sea el sentido de responsabilidad y más ferviente el

esfuerzo del maestro por perfeccionarse, más claramente percibirá y más

hondamente lamentará los defectos que le impiden ser más útil. Al contemplar la

magnitud de su obra, sus dificultades y posibilidades, con frecuencia su corazón

exclamará: "¿Quién es suficiente para estas cosas?" 282

Amados maestros, cuando consideréis vuestra necesidad de fuerza y dirección,

necesidad que ninguna fuente humana puede suplir, os ruego que penséis en las

promesas de Aquel que es un maravilloso Consejero.

"He aquí -dice- he puesto delante de ti una puerta abierta, la cual nadie podrá

cerrar".

"Clama a mí, y yo te responderé". "Te haré entender, y te enseñaré el camino en

que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos".*

"He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo".*

Como la preparación más elevada para vuestro trabajo os aconsejo las palabras,

la vida y los métodos del Príncipe de los maestros. Os ruego que lo consideréis. El

es vuestro verdadero ideal. Contempladlo, meditad en él, hasta que el Espíritu del

Maestro divino tome posesión de vuestro corazón y vuestra vida.

"Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria

del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen".*

Este es el secreto de la influencia que podéis ejercer sobre vuestros alumnos.

Reflejad a Cristo. 283

La Cooperación

"Somos miembros los unos de los otros".

EN LA formación del carácter, ninguna influencia cuenta tanto como la del hogar.

La obra del maestro debería complementar la de los padres, pero no ocupar su

lugar. En todo lo que se refiere al bienestar del niño, los padres y maestros

deberían esforzarse por cooperar.

La cooperación debería empezar con los padres en el hogar. Comparten la

responsabilidad de la educación de los niños y deberían esforzarse

constantemente por actuar juntos. Entréguense a Dios y pídanle ayuda, para

sostenerse mutuamente. Enseñen a sus hijos a ser fieles al Señor, a los principios,

a sí mismos y a todos aquellos con quienes se relacionan. Con semejante

educación, los niños, una vez enviados a la escuela, no serán causa de disturbios

o ansiedad. Serán un sostén para sus maestros y un ejemplo y estímulo para sus

condiscípulos.

No es probable que los padres que imparten esta educación critiquen al maestro.

Piensan que tanto el interés de sus hijos como la justicia hacia la escuela exigen

que, tanto como sea posible, apoyen y honren a aquel que comparte su

responsabilidad. 284

En esto fallan muchos padres. Con su crítica precipitada y sin fundamento, a

menudo destruyen completamente la influencia del maestro fiel y abnegado.

Numerosos padres, cuyos hijos han sido echados a perder por la complacencia,

dejan al maestro la desagradable tarea de reparar las consecuencias de su

descuido y luego, con su proceder, influyen para que su tarea sea casi

desesperada. Su crítica y su censura de la administración de la escuela fomentan

la insubordinación en los niños, y los apoyan en sus malos hábitos.

Si llegan a ser necesarias la crítica o algunas sugerencias en cuanto al trabajo del

maestro, deberían indicársela en privado. Si esto no da resultado, preséntese el

asunto a los responsables de la dirección de la escuela. No se debería decir ni

hacer nada que debilite el respeto de los niños hacia aquel de quien depende en

tan extenso grado su bienestar.

Será de gran ayuda para el maestro que se le comunique el conocimiento íntimo

que los padres tienen del carácter de los niños y de sus peculiaridades o

debilidades físicas. Es de lamentar que sean tantos los que no comprenden esto.

La mayoría de los padres se interesan poco en informarse de las cualidades del

maestro o en cooperar con él en su trabajo.

Puesto que éstos se familiarizan rara vez con el maestro, es tanto más importante

que éste trate de relacionarse con los padres. Debería visitar los hogares de los

alumnos y enterarse del ambiente y las influencias en medio de los cuales viven.

Al relacionarse personalmente con sus hogares y vidas, puede fortalecer los lazos

que lo unen a sus alumnos y aprender la forma de tratar más eficazmente con sus

diferentes temperamentos e inclinaciones.

Al interesarse en la educación del hogar, el maestro imparte un doble beneficio.

Muchos padres, entregados 285 de lleno al trabajo y las ocupaciones, pierden de

vista sus oportunidades para influir benéficamente en la vida de sus hijos. El

maestro puede hacer mucho para despertar en los padres el sentimiento de sus

posibilidades y privilegios. Hallará otros para quienes, por la ansiedad que tienen

de que sus hijos sean hombres y mujeres buenos y útiles, el sentimiento de su

responsabilidad ha llegado a ser una carga pesada. Con frecuencia el maestro

puede ayudar a estos padres a llevar su carga y, al tratar juntos los asuntos

relacionados con sus hijos, tanto el maestro como los padres se sentirán

animados y fortalecidos.

En la educación que reciben los jóvenes en el hogar, el principio de la cooperación

es valiosísimo. Desde los primeros años debería hacerse sentir a los niños que

son una parte de esa empresa que es la casa. Hasta a los pequeñuelos debería

enseñárselas a compartir el trabajo diario y hacerles sentir que su ayuda es

necesaria y apreciada. Los mayores deberían ser los ayudantes de sus padres, y

participar en sus planes, responsabilidades y preocupaciones. Dediquen tiempo

los padres a la enseñanza de sus hijos, háganles ver que aprecian su ayuda,

desean su confianza y se gozan en su compañía, y los niños no serán tardos en

responder. No sólo se aliviará la carga de los padres y recibirán los niños una

preparación práctica de inestimable valor, sino que se fortalecerán los lazos del

hogar y se harán más profundos los propios cimientos del carácter.

La cooperación debería ser el espíritu del aula, la ley de su vida. El maestro que

logra la cooperación de sus alumnos se asegura su valiosa ayuda para mantener

el orden. En el servicio prestado en el aula, más de un muchacho cuya inquietud

conduce al desorden y la insubordinación, hallará salida para su exceso de

energía. Ayuden los mayores a los menores, los fuertes a los débiles y, en cuanto

sea 286 posible, llámese a cada uno a hacer algo en lo cual sobresalga. Esto

estimulará el respeto propio y el deseo de ser útil.

Sería de beneficio para los jóvenes, lo mismo que para los padres y maestros,

estudiar la lección de cooperación que enseñan las Escrituras. Entre sus muchas

ilustraciones, nótese la de la edificación del tabernáculo -ilustración de la

formación del carácter-, en la cual se unió todo el pueblo, a "quien su corazón

estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad".* Léase cómo fue

construido el muro de Jerusalén por los cautivos que volvieron a la ciudad, en

medio de la pobreza, las dificultades y el peligro, llevándose a cabo con éxito la

gran tarea, porque "él pueblo tuvo ánimo para trabajar".* Considérese la parte que

tuvieron los discípulos en el milagro que hizo el Salvador para alimentar a la

multitud. El alimento se multiplicó en las manos de Cristo, pero los discípulos

recibieron los panes y los repartieron entre la gente que esperaba.

"Somos miembros los unos de los otros".* "Cada uno según el don que ha

recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme

gracia de Dios".*

Bien podrían adoptar como lema los constructores de carácter de nuestros días,

las palabras escritas acerca de los constructores de ídolos de antaño:

"Cada cual ayudó a su vecino, y a su hermano dijo: Esfuérzate".* 287

La Disciplina

"Redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina".

UNA de las primeras lecciones que necesita aprender el niño es la obediencia. Se

le debe enseñar a obedecer antes que tenga edad suficiente para razonar. El

hábito debería establecerse mediante un esfuerzo suave y persistente. De ese

modo se pueden evitar, en extenso grado, esos conflictos posteriores entre la

voluntad y la autoridad que tanto influyen para crear desapego y amargura hacia

los padres y maestros, y con demasiada frecuencia resistencia a toda autoridad,

humana y divina.

El objeto de la disciplina es educar al niño para qué se gobierne solo. Se le

debería enseñar la confianza en sí mismo y el dominio propio. Por lo tanto, tan

pronto como sea capaz de comprender, se debería lograr que su razón esté de

parte de la obediencia. Procúrese, al tratarlo, que él vea que la obediencia es justa

y razonable. Ayúdesele a ver que todas las cosas están sujetas a leyes y que la

desobediencia conduce, al fin, al desastre y el sufrimiento. Cuando Dios prohibe

una cosa nos amonesta, en su amor, contra las consecuencias de la

desobediencia, a fin de salvarnos de daños y pérdidas.

Ayúdese al niño a comprender que los padres y los maestros son representantes

de Dios, y que al actuar en armonía con él las leyes que imponen en el hogar y en

la escuela también son divinas. Así como el niño debe obediencia a los padres y

maestros, 288 éstos a su vez deben prestar obediencia a Dios.

Tanto los padres como el maestro deberían estudiar la forma de orientar el

desarrollo del niño sin estorbarle mediante un control indebido. Tan malo es el

exceso de órdenes como la falta de ellas. El esfuerzo por "quebrantar la voluntad"

del niño es una equivocación terrible. No hay una mente que sea igual a otra.

Aunque la fuerza puede asegurar la sumisión aparente de algunos niños, el

resultado, en el caso de muchos, es una rebelión aún más decidida del corazón. El

hecho de que el padre o el maestro llegue a ejercer el "control" que pretende, no

quiere decir que el resultado sea menos perjudicial para el niño. La disciplina de

un ser humano que ha llegado a la edad del desarrollo de la inteligencia debería

ser distinta de la que se aplica para domar a un animal. A éste sólo se le enseña

sumisión a su amo. Para él el amo es mente, criterio y voluntad. Este método,

empleado a veces en la educación de los niños, hace de ellos sólo autómatas. La

mente, la voluntad y la conciencia están bajo el dominio de otro. No es el propósito

de Dios que se sojuzgue así ninguna mente. Los que debilitan o destruyen la

individualidad de otras personas, emprenden una tarea que sólo puede dar malos

resultados. Mientras están sujetos a la autoridad, los niños pueden parecer

soldados bien disciplinados. Pero cuando cesa ese dominio exterior, se descubre

que el carácter carece de fuerza y firmeza. No habiendo aprendido jamás a

gobernarse, el joven no reconoce otra sujeción fuera de la impuesta por sus

padres o su maestro. Desaparecida ésta, no sabe cómo usar su libertad, y a

menudo se entrega a excesos que dan como resultado la ruina.

Puesto que la sumisión de la voluntad es mucho más difícil para unos alumnos

que para otros, el maestro debería facilitar tanto como sea posible la obediencia a

sus órdenes. Debería guiar y amoldar 289 la voluntad, pero no desconocerla ni

aplastarla. Ahórrese la fuerza de la voluntad; será necesaria en la batalla de la

vida.

LA VERDADERA FUERZA DE VOLUNTAD

Todo niño debería comprender la verdadera fuerza de la voluntad. Se le debería

hacer ver cuán grande es la responsabilidad que implica este don. La voluntad es

el poder que gobierna en la naturaleza del hombre, el poder de decisión o

elección. Todo ser humano que razone tiene la facultad de escoger lo recto. En

toda vicisitud de la vida la Palabra de Dios nos dice: "Escogeos hoy a quién

sirváis".* Todos pueden poner su voluntad de parte de la de Dios, escoger

obedecerle y así, al relacionarse con los instrumentos divinos, mantenerse donde

nada pueda forzarlos a hacer mal. En todo joven y todo niño hay poder para

formar, con la ayuda de Dios, un carácter íntegro y vivir una vida útil.

El padre o el maestro que, por medio de esta instrucción, enseña al niño a

dominarse, será utilísimo y siempre tendrá éxito. Tal vez su obra no parezca muy

provechosa al observador superficial; tal vez no sea tan apreciada como la del que

tiene la mente y la voluntad del niño bajo el dominio de una autoridad absoluta;

pero los años ulteriores mostrarán el resultado del mejor método de educación.

El educador sabio, al tratar con sus alumnos, procurará estimular la confianza y

fortalecer el sentido del honor. La confianza que se tiene en los jóvenes y niños los

beneficia. Muchos, hasta entre los pequeños, tienen un elevado concepto del

honor; todos desean ser tratados con confianza y respeto y tienen derecho a ello.

No debería hacérseles sentir que no pueden salir o entrar sin que se los vigile. La

sospecha desmoraliza y produce los mismos males que 290 trata de impedir. En

vez de vigilar continuamente, como si sospecharan el mal, los maestros que están

,en contacto con sus alumnos se darán cuenta de las actividades de una mente

inquieta y pondrán en juego influencias que contrarresten el mal. Hágase sentir a

los jóvenes que se les tiene confianza y pocos serán los que no traten de

mostrarse dignos de ella.

ES MEJOR PEDIR QUE ORDENAR

Según el mismo principio, es mejor pedir que ordenar; así se da oportunidad a la

persona a quien uno se dirige de mostrarse fiel a los principios justos. Su

obediencia es más bien resultado de su propia decisión que de la obligación.

En todo lo posible, las reglas que rigen en el aula deberían representar la voz de la

escuela. Se debería presentar de tal modo al alumno todo principio implícito en

ellas, que se convenza de su justicia. De ese modo se sentirá responsable de que

se obedezcan las leyes que él mismo ayudó a formular.

Las reglas deberían ser poco numerosas pero bien meditadas; y una vez

promulgadas, se deberían aplicar. La mente aprende a reconocer y adaptarse a

todo lo que le resulte imposible de cambiar; por el contrario, la posibilidad de que

haya lenidad despierta el deseo, la esperanza y la incertidumbre, y los resultados

son la inquietud, la irritabilidad y la insubordinación.

Se debería explicar que el gobierno de Dios no reconoce transigencias con el mal.

Ni en el hogar ni en la escuela se debería tolerar la desobediencia. Ningún padre

ni maestro que desee sinceramente el bienestar de los que están a su cuidado,

transigirá con la voluntad terca que desafíe a la autoridad o recurra al subterfugio

o la evasiva con el fin de no obedecer. No es el amor, sino el sentimentalismo el

que se complace con el mal, trata de obtener obediencia por medio de ruegos o

sobornos, y finalmente acepta algún sustituto en vez de lo que exigía. 291

"Los necios se mofan del pecado".* Deberíamos cuidar de no tratar al pecado

como algo sin importancia. Es terrible su poder sobre el transgresor. "Prenderán al

impío sus propias iniquidades, y retenido será con las cuerdas de su pecado".* El

mayor mal que se le puede hacer a un joven o a un niño es el de permitirle que se

someta a la esclavitud de un hábito malo.

Los jóvenes poseen un amor innato a la libertad: La desean. Y necesitan

comprender que la única manera de gozar esa bendición inestimable consiste en

obedecer la ley de Dios. Esa ley preserva la verdadera libertad. Señala y prohíbe

lo que degrada y esclaviza, y de ese modo proporciona al obediente protección

contra el poder del mal.

El salmista dice: "Y andaré en libertad, porque busqué tus mandamientos". "Pues

tus testimonios son mis delicias, y mis consejeros".*

LA CENSURA NO REFORMA

En los esfuerzos que hacemos por corregir el mal, deberíamos guardarnos contra

la tendencia a la crítica o la censura. Esta, si se repite incesantemente, aturde,

pero no reforma. Para muchas mentes, y con frecuencia para las dotadas de una

sensibilidad mas delicada, una atmósfera de crítica hostil es fatal para el esfuerzo.

Las flores no se abren bajo el soplo del ventarrón.

El niño a quien se censura frecuentemente por alguna falta especial, la llega a

considerar como peculiaridad suya, algo contra lo cual es en vano luchar. Así se

da origen al desaliento y la desesperación que a menudo están ocultos bajo una

aparente indiferencia o fanfarronería.

Sólo se logra el verdadero objeto de la reprensión cuando se induce al transgresor

a ver su falta y se prepara su voluntad para su corrección. Obtenido esto,

indíquesela la fuente del perdón y el poder. 292 Trátese de que conserve el

respeto propio e inténtese inspirarle valor y esperanza.

Esta obra es la más hermosa y difícil que haya sido confiada a los seres humanos.

Requiere tacto y sensibilidad delicadísimos, conocimiento de la naturaleza

humana, fe y paciencia divinas, dispuestas a obrar, velar y esperar. Nada puede

ser más importante que esta obra.

LOS FRUTOS DEL DOMINIO PROPIO

Los que desean dominar a otros deben primero dominarse a sí mismos. Si se trata

airadamente a un niño o joven, sólo se provocará su resentimiento. Cuando un

padre o un maestro se impacienta, y corre peligro de hablar imprudentemente, es

mejor que guarde silencio. En éste hay un poder maravilloso.

El maestro debe tener en cuenta que va a encontrar naturalezas perversas y

corazones endurecidos. Pero al tratar con ellos, nunca debería olvidar que él

también fue niño y necesitó disciplina. Aún siendo adulto, y poseyendo las

ventajas de la edad, la educación y la experiencia, yerra a menudo y necesita

misericordia y tolerancia. Al educar a los jóvenes debería considerar que trata con

personas que tienen inclinaciones al mal semejantes a las suyas. Tienen que

aprender casi todas las cosas y para algunos es mucho más difícil aprender que

para otros. Debería tratar pacientemente al alumno torpe, no censurar su

ignorancia, sino aprovechar toda oportunidad para animarlo. Con los alumnos muy

sensibles y nerviosos debería proceder con mucha ternura. La sensación de sus

propias imperfecciones debería inducirlo constantemente a manifestar simpatía y

tolerancia hacia los que también tienen que luchar con dificultades.

La regla del Salvador: "Y como queréis que hagan los hombres con vosotros, así

también haced 293 vosotros con ellos" *, debería ser adoptada por todos los que

emprenden la educación de los niños y jóvenes. Son ellos los miembros más

jóvenes de la familia del Señor, herederos, como nosotros, de la gracia de la vida.

Se debería observar sagradamente la regla del Señor en el trato con los más

torpes, los más jóvenes, los más desatinados, y hasta para con los extraviados y

rebeldes.

Esta regla inducirá al maestro a evitar, en todo lo posible, el hacer públicas las

faltas o los errores de un alumno. Tratará de evitar reprender o castigar en

presencia de otros. No expulsará a un alumno antes de haber hecho todo esfuerzo

posible para reformarlo. Pero cuando resulta evidente que el alumno no recibe

beneficio, y que en cambio su desafío o indiferencia por la autoridad tiende a

derribar el gobierno de la escuela, y su influencia contamina a otros, es necesario

expulsarlo. Sin embargo, en muchos casos la vergüenza de la expulsión pública

puede conducir a la apatía absoluta y a la ruina. En la mayoría de los casos en

que la expulsión es inevitable, no hay por qué dar publicidad al asunto. Con la

cooperación y el consejo de los padres, arregle privadamente el maestro el retiro

del alumno.

TODA ESCUELA UNA CIUDAD DE REFUGIO

En esta época de peligro especial para los jóvenes, la tentación los rodea por

todas partes, y así como es fácil dejarse llevar por la corriente, se requiere un gran

esfuerzo para ir contra ella. Toda escuela debería ser una "ciudad de refugio" para

el joven tentado, un lugar donde se traten paciente y prudentemente sus

debilidades. Los maestros que comprenden sus responsabilidades quitarán de su

propio corazón y su vida todo lo que les impida tener éxito en el trato con los

tercos y desobedientes. En todo momento, el amor y la ternura, la paciencia y el

dominio propio deben constituir la ley de su lenguaje. 294

La justicia debe ir mezclada con la misericordia y la compasión. Cuando sea

necesario reprender, su lenguaje no debe ser exagerado sino humilde. Con

suavidad han de mostrar al transgresor sus errores y ayudarlo a corregirse. Todo

verdadero maestro debería creer que, si ha de errar, es mejor errar del lado de la

misericordia que del de la severidad.

Muchos jóvenes a quienes se cree incorregibles no son de corazón tan duro como

parecen. Mediante una sabia disciplina, se puede ganar a muchos que se

considera casos desesperados. Estos son con frecuencia los que más

prestamente ceden a la influencia de la bondad. Conquiste el maestro la confianza

del tentado, y al reconocer y desarrollar lo bueno que hay en su carácter, podrá,

en muchos casos, corregir el mal sin llamar la atención.

SU AMOR NO SE ENFRÍA

El Maestro divino soporta a los que yerran, a pesar de toda su perversidad. Su

amor no se enfría; sus esfuerzos para conquistarlos no cesan. Espera con los

brazos abiertos para dar repetidas veces la bienvenida al extraviado, al rebelde y

hasta al apóstata. Su corazón se conmueve con la impotencia del niñito sujeto a

un trato rudo. Jamás llega en vano a su oído el clamor del sufrimiento humano.

Aunque todos son preciosos a su vista, los caracteres, toscos, sombríos,

testarudos, atraen más fuertemente su amor y simpatía, porque va de la causa, al

efecto. Aquel que es más fácilmente tentado y más inclinado a errar es objeto

especial de su solicitud.

Todo padre y maestro debería atesorar los atributos de Aquel que hace suya la

causa de los afligidos, dolientes y tentados. Debería poder ser "paciente con los

ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de debilidad".*

Jesús nos 295 trata mucho mejor de lo que merecemos, y así como nos ha

tratado, debemos nosotros tratar a los demás. No se justifica el proceder de

ningún padre o maestro, a menos que sea semejante al que seguiría el Salvador

en circunstancias semejantes.

ANTE LA DISCIPLINA DE LA VIDA

Después de la disciplina del hogar y la escuela, todos tienen que hacer frente a la

severa disciplina de la vida. La forma de hacerlo sabiamente constituye una

lección que debería explicarse a todo niño y joven. Es cierto que Dios nos ama,

que obra para nuestra felicidad y que si siempre se hubiese obedecido su ley

nunca habríamos conocido el sufrimiento; y no menos cierto es que, en este

mundo, toda vida tiene que sobrellevar sufrimientos, penas y preocupaciones

como resultado del pecado. Podemos hacer a los niños y jóvenes un bien

duradero si les enseñamos a afrontar valerosamente esas penas y

preocupaciones. Aunque les debemos manifestar simpatía, jamás debería ser de

tal suerte que los induzca a compadecerse de sí mismos. Por el contrario,

necesitan algo que estimule y fortalezca, y no que debilite.

Se les debería enseñar que este mundo no es un desfile, sino un campo de

batalla. Se invita a todos a soportar las dificultades como buenos soldados. Deben

ser fuertes y conducirse como hombres. Enséñeseles que la verdadera prueba del

carácter se encuentra en la disposición a llevar responsabilidades, ocupar el

puesto difícil, hacer lo que hay que hacer, aunque no produzca reconocimiento ni

recompensa terrenal.

El verdadero modo de enfrentar las pruebas no consiste en evitarlas sino en

transformarlas. Esto se aplica a todo tipo de disciplina, tanto a la de los primeros

años como a la de los últimos. El descuido de la educación en los primeros años

de la vida del 296 niño y el consecuente fortalecimiento de las malas tendencias

dificulta su educación ulterior y es causa de que la disciplina sea, con demasiada

frecuencia, un proceso difícil. Tiene que ser penosa para la naturaleza baja, pues

se opone a los deseos y las inclinaciones naturales, pero se puede olvidar el dolor

si se tiene en vista un gozo superior.

Enséñese al niño y al joven que todo error, toda falta, toda dificultad vencida, llega

a ser un peldaño que conduce hacia las cosas mejores y más elevadas. Por medio

de tales vicisitudes han logrado éxito todo los que han hecho de la vida algo digno

de ser vivido.

"Las alturas logradas y conservadas por los grandes hombres.

No fueron conseguidas repentinamente;

Sino que, mientras sus compañeros dormían,

Ellos aprovechaban la noche para seguir cuesta arriba.

"Nos elevamos mediante las cosas que están de bajo de nuestros pies;

Mediante lo que hemos logrado dominar para el bien y el provecho.

Mediante el orgullo destronado y la pasión destruida,

Y la derrota de los males que encontramos a cada momento.

"Las casas comunes, los sucesos cotidianos, Que comienzan y terminan

cada hora,

Nuestros placeres y nuestros disgustos,

Son peldaños por medio de los cuáles podemos ascender".

No debemos mirar "las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas

que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas".* Al sacrificar

los deseos e inclinaciones egoístas cambiamos cosas sin valor y transitorias por

cosas preciosas y duraderas. Esto no es sacrificio, sino ganancia infinita.

"Algo mejor" es el santo y seña de la educación, la ley de toda vida verdadera. Al

pedirnos Cristo que abandonemos alguna cosa, nos ofrece en su lugar otra mejor.

A menudo los jóvenes albergan propósitos y anhelan ocupaciones y placeres que

no parecen 297 malos, pero que distan mucho de ser buenos. Desvían la vida de

su más noble propósito. Las medidas arbitrarias o la acusación directa pueden no

servir para inducir a esos jóvenes a renunciar a lo que desean. Diríjaseles a algo

mejor que la ostentación, la ambición o la complacencia. Póngaselos en contacto

con una belleza más verdadera, con principios más elevaos y con vidas más

nobles. Permítaseles ver a Aquel que es "del todo amable". Una vez que la mirada

se fija en él, la vida halla su centro. El entusiasmo, la devoción generosa, el ardor

apasionado de la juventud hallan en esto su verdadero objeto. El deber llega a ser

un deleite y el sacrificio un placer. Honrar a Cristo, asemejarse a él, es la ambición

superior de la vida, y su mayor gozo.

"El amor de Cristo nos constriñe".* 299

EL CURSO SUPERIOR

"Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las

que Dios ha preparado para los que lo aman". 301

La Escuela del Más Allá

"Verán su rostros Y su nombre estará en sus frentes".

EL CIELO es una escuela; su campo de estudio, el universo; su maestro, el Ser

infinito. En el Edén fue establecida una filial de esa escuela y, una vez consumado

el plan de redención, se reanudará la educación en la escuela del Edén.

"Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las

que Dios ha preparado para los que le aman".* Sólo por medio de su Palabra se

puede obtener el conocimiento de estas cosas, y aún así se obtiene sólo una

revelación parcial.

El profeta de Patmos describe así la sede de la escuela futura:

"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra

pasaron. . .

Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios,

dispuesta como una esposa ataviada para su marido".*

"La ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que brillen en ella; porque la gloria

de Dios la ilumina, y el Cordero es su lumbrera".*

Entre la escuela establecida al principio en el Edén y la escuela futura, se extiende

todo el período de la historia de este mundo, historia de la transgresión y el

sufrimiento humano, del sacrificio divino 302 y de la victoria sobre la muerte y el

pecado. En la escuela de la vida futura no se hallarán, todas las condiciones de la

primera escuela del Edén. Ningún árbol del conocimiento del bien y del mal

ofrecerá oportunidad a la tentación. No hay allí tentador ni posibilidad de injusticia.

Todos los caracteres habrán resistido la prueba del mal, y habrán dejado de ser

susceptibles a su poder.

"Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del

paraíso de Dios".* La participación del árbol de la vida en el Edén era condicional,

y finalmente fue suprimida. Pero los dones de la vida futura son absolutos y

eternos.

El profeta contempla "un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal,

que salía del trono de Dios y del Cordero". "Y, a uno y otro lado del río, estaba el

árbol de la vida". "Y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor;

porque las primeras cosas pasaron".*

"Y tu pueblo, todos ellos serán justos,

Para siempre heredarán la tierra;

Renuevos de mi plantío,

Obra de mis manos,

Para glorificarme".*

Facultado otra vez para comparecer ante Dios, el hombre volverá a recibir

enseñanza de él, como al principio:

"Por tanto, mi pueblo sabrá mi nombre por esta causa en aquel día; porque yo

mismo que hablo, he aquí estaré presente".*

"He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos

serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios".* 303

"Estos son los que han salido de la gran tribulación, y han lavado sus ropas, y las

han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de

Dios, y le sirven día y noche en su templo. . . Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol

no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio

del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará

toda lágrima de los ojos de ellos".*

"Ahora vemos por espejo, oscuramente; mas entonces veremos cara a cara.

Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido".*

"Verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes".*

¡Qué campo se abrirá allí a nuestro estudio cuando se descorra el velo que

oscurece nuestra vista, y nuestros ojos contemplen ese mundo de belleza del cual

ahora tenemos apenas vislumbres por medio del microscopios! ¡Cuando

contemplemos las glorias de los cielos estudiados ahora por medio del telescopio!

¡Cuando, borrada, la mancha del pecado, toda la tierra aparezca en "la hermosura

de Jehová nuestro Dios"! Allí el estudioso de la ciencia podrá leer los informes de

la creación sin hallar señales de la ley del mal. Escuchará la música de las voces

de la naturaleza y no descubrirá ninguna nota de llanto ni voz de dolor. En todas

las cosas creadas descubrirá una escritura, en el vasta universo contemplará "el

nombre de Dios escrito en grandes caracteres"y ni en la tierra, ni en el mar, ni en

el cielo quedará señal del mal.

Allí se vivirá la vida edénica, la vida que transcurrirá en el jardín y el campo.

"Edificarán casas, y morarán en ellas; plantarán viñas, y comerán el frutó de ellas.

No edificarán para que otro habite, ni 304 plantarán para que otro coma; porque

según los días de los árboles serán los días de mi pueblo y mis escogidos

disfrutarán la obra de sus manos."*

No habrá nada que dañe ni destruya "en todo mi santo monte, dijo Jehová".* Allí el

hombre recobrará su perdida dignidad real y los seres inferiores reconocerán su

supremacía; los fieros se tornarán mansos y los tímidos, confiados.

Se ofrecerán al estudiante una historia de alcance infinito y de riqueza inefable.

Aquí, desde la posición ventajosa que le ofrece la Palabra de Dios, el estudiante

logra una perspectiva del vasto campo de la historia, y puede obtener algún

conocimiento de los principios que rigen el curso de los sucesos humanos. Pero

su visión está aún empeñada y su conocimiento es incompleto. No verá

claramente las cosas hasta que esté a la luz de la eternidad.

Entonces se abrirá ante su vista el desarrollo del gran conflicto que se originó

antes que empezara el tiempo y que no acabará hasta que termine. Será evidente

la historia del comienzo del pecado; de la fatal mentira y su perversa obra; de la

verdad que, sin desviarse de lo recto, ha hecho frente al error y lo ha vencido.

Será descorrido el velo que se interpone entre el mundo visible y el invisible y se

revelarán cosas maravillosas.

Sólo cuando se vean a la luz de la eternidad las providencias de Dios,

comprenderemos lo que debemos al cuidado y la intercesión de sus ángeles. Los

seres celestiales han desempeñado una parte activa en los asuntos de los

hombres. Han aparecido con ropas tan brillantes como relámpago; se han

presentado como hombres, bajo la apariencia de viajeros. Han aceptado la

hospitalidad ofrecida por hogares 305 terrenales; han actuado como guías de

viandantes extraviados. Han frustrado el propósito del ladrón y desviado el golpe

del destructor.

Aunque los gobernantes de este mundo lo ignoren, a menudo los ángeles han

hablado en sus concilios. Los han contemplad o los ojos humanos. Los oídos

humanos han escuchado sus pedidos. En tribunales y cortes de justicia, los

mensajeros celestiales han defendido la causa de los perseguidos y oprimidos.

Han desbaratado propósitos y detenido males que hubieran causado oprobio y

sufrimiento a los hijos de Dios. Todo esto se revelará a los alumnos de la escuela

celestial.

Todo redimido comprenderá la obra de los ángeles en su propia vida. ¡Qué

sensación le producirá conversar con el ángel que fue su guardián desde el primer

momento; que vigiló sus pasos y cubrió su cabeza en el día de peligro; que estuvo

con él en el valle de la sombra de muerte, que señaló su lugar de descanso, que

fue el primero en saludarlo en la mañana de la resurrección, y conocer por medio

de él la historia de la intervención divina en la vida individual, de la cooperación

celestial en toda obra en favor de la humanidad!

Entonces serán aclaradas todas las perplejidades de la vida. Donde a nosotros

nos pareció ver sólo confusión y desilusión, propósito quebrantados y planes

desbaratados, se verá un propósito grandioso, dominante, victorioso, y una

armonía divina.

Allí, todos los que obraron con espíritu abnegado verán el fruto de sus labores. Se

verá el resultado de la aplicación de cada principio recto y la realización de toda

acción noble. Algo de ello vemos ahora. Pero, ¡cuán poco del resultado de la obra

más noble del mundo llega a ver en esta vida el, que 306 la hace! ¡Cuántos

trabajan abnegada e incansablemente por los que pasan más allá de su alcance y

conocimiento! Los padres y maestros caen en su último sueño con la, sensación

de que ha sido fútil la obra de su vida; no saben que su fidelidad ha abierto

manantiales de bendición que nunca dejarán de fluir; sólo por la fe ven a los hijos

que han criado transformarse en una bendición e inspiración para sus semejantes,

y ven multiplicarse mil veces su influencia. Más de un obrero envía al mundo

mensajes de fortaleza, esperanza y valor, palabras portadoras de bendición para

los habitantes de todos los países. Mas él poco sabe de los resultados mientras

trabaja en la oscuridad y la soledad. Así se hacen dádivas, se llevan

responsabilidades y se hace la obra. Los hombres siembran la semilla de la cual,

sobre sus sepulcros, otros cosechan en abundancia. Plantan árboles para que

otros coman sus frutos. Se contentan aquí con saber qué han puesto en acción

instrumentos benéficos. En el más allá se verá el resultados.

En el cielo se guarda un registro de todo don otorgado por Dios, que ha inducido a

los hombres a hacer esfuerzos abnegados. Uno de los estudios y las

recompensas de la escuela celestial consistirá en descubrir esto en toda su

amplitud, contemplar a los que por nuestros esfuerzos han sido elevados y

ennoblecidos, y ver en su historia los frutos de la aplicación de los principios

verdaderos.

Allí conoceremos como somos conocidos. Allí hallarán un empleo más dulce y

verdadero el amor y las simpatías que Dios ha implantado en él alma. La

comunión pura con seres celestiales, la armoniosa vida social con los ángeles

bienaventurados y los fieles de todas las épocas, el vínculo sagrado que une "toda

la familia en los cielos, y en la tierra", todas estas cosas se cuentan entre las

experiencias del más allá. 307

Habrá allí música y canto tales como, salvo en las visiones e Dios, ningún mortal,

ha oído ni concebido ninguna mente. Y "habrá cantores y tañedores en ella".

"Estos alzarán su voz, cantarán gozosos por la grandeza de Jehová".*

"Ciertamente consolará Jehová a Sion; consolará todas sus soledades, y cambiará

su desierto en paraíso, y su soledad en huerto de Jehová; se hallará en ella

alegría y gozo alabanza y voces de canto".*

Allí se desarrollará toda facultad y toda aptitud aumentará. Se impulsarán las

mayores empresas, se lograrán las más elevadas aspiraciones y se realizarán las

mayores ambiciones. Y aún se levantarán nuevas alturas a las cuales llegar,

nuevas maravillas que admirar, nuevas verdades que comprender nuevos objetos

que despertarán las facultades del cuerpo la mente y el alma.

Todos los tesoros del universo serán abiertos al estudio de los hijos de Dios.

Entraremos con inefable deleite en el gozo y en la sabiduría de los seres no

caídos. Compartiremos los tesoros ganados durante siglos y siglos pasados en la

contemplación de la obra de Dios. Y los años de la eternidad, a medida que

transcurran, seguirán ofreciendo revelaciones más gloriosas. "Mucho más

abundantemente de lo que pedimos o entendemos"* será para siempre la

munificencia de Dios para otorgar sus dones.

"Sus siervos le servirán".* La vida en la tierra es el comienzo de la vida en el cielo;

la educación en la tierra es una iniciación en los principios del cielo; la obra de la

vida aquí es una preparación para la obra de la vida allá. Lo que somos ahora en

carácter y servicio santo es el símbolo seguro de lo que seremos entonces.

"El Hijo del hombre no vino para ser servido, sino para servir".* La obra de Cristo

en la tierra es su obra en el cielo, y la recompensa, que 308 recibiremos por

trabajar para él en este mundo será el mayor poder y el más amplio privilegio de

trabajar con él en el mundo venidero.

"Vosotros, pues, sois mis testigos, dice Jehová, que yo soy Dios".* Esto también

seremos en la eternidad.

¿Por qué se permitió que el gran conflicto se prolongara por tantos siglos? ¿Por

qué no se suprimió la existencia de Satanás al comienzo mismo de su rebelión?

Para que el universo se convenciera de la justicia de Dios en su trato con el mal;

para que el pecado recibiese condenación eterna. En el plan de salvación hay

alturas y profundidades que la eternidad misma nunca podrá agotar, maravillas

que los ángeles desearían escrutar. De todos los seres creados, sólo los

redimidos han conocido por experiencia el conflicto real con el pecado; han

trabajado con Cristo y, cosa que ni los ángeles podrían hacer, han participado de

sus sufrimientos. ¿No tendrán acaso algún testimonio acerca de la ciencia de la

redención, algo que sea de valor para los seres no caídos?

Aún ahora es "dado a conocer" "Por medio de la iglesia", "a los principados y

potestades en los lugares celestiales, la multiforme sabiduría de Dios". Y

"juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares

celestiales. . . para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su

gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús".*

"En su templo todo proclama su gloria"*, el canto que cantarán los redimidos, el

canto de su experiencia, declarará la gloria de Dios: "Grandes y maravillosas son

tus obras, Señor Dios Todopoderoso; 309 justos y verdaderos son tus caminos,

Rey de los santos. ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Pues

sólo tú eres santo".*

En nuestra vida terrenal, aunque restringida por el pecado, el mayor gozo y la más

elevada educación se encuentran en el servicio. Y en la vida futura, libre de las

limitaciones de la humanidad pecaminosa, hallaremos nuestro mayor gozo y

nuestra más elevada educación en el servicio: Dando testimonio, y mientras lo

hacemos aprendiendo de nuevo acerca de "las riquezas de la gloria de este

ministerio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria".*

"Aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se

manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es".*

Cristo contemplará entonces su recompensa en los resultados de su obra, en

aquella gran multitud que nadie podrá contar, presentada "sin mancha delante de

su gloria con gran alegría".* Aquel cuya sangre nos ha redimido y cuya vida ha

sido para nosotros una enseñanza, "verá el fruto de la aflicción de su alma, y

quedará satisfecho".*

 
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